Entrega 26: El 18 Brumario de Jean Luc (Depredador)
Fin de semana salvaje – Trampas del destino – ¿Qué vas a tomar? – La objeción confirmada – Si quieres que algo resulte, hazlo tu mismo – Justicia poética
No fue convencido, hay que decirlo. Bajó del remise unos cien metros antes, más para respirar algo de aire fresco que por prudencia. La parrilla estaba cerrada, aunque alguien que debía ser el tal Lalo del que le había hablado Claudio controlaba el espacio alrededor de la caja y parecía estar dejando todo preparado para la noche. La casa lucía discreta a la sombra de los sauces, salvo el detalle de la puerta pintada de rojo y las persianas cerradas a pesar del calor. “¿Venís solo?”, le preguntó una voz de mujer después de dar su nombre (“Juan”, tradujo fielmente como respuesta a la pregunta llegada desde el portero eléctrico, “sí”, secamente, a la segunda).
Se entraba a la casa por un pasillo largo, rematado en otra puerta roja; al costado del pasillo una especie de arcada daba paso al lugar de espera, de techo llamativamente bajo. Se sentó en el sillón de caña ubicado detrás de la pared, que permitía a la vez la visión de la segunda puerta y esconderse de otro eventual cliente, al menos cuando éste recién entrara a la casa. Sobre una mesita había algunas revistas de diarios dominicales; las hojeó sin mayor interés mientras esperaba instrucciones. Por fin se abrió la segunda puerta roja y apareció la recepcionista, una señora de alrededor de cincuenta años, poco pintada y vestida discretamente, que le habló con suavidad. Le preguntó si era la primera vez que venía; respondió que no, para poder justificar posteriormente su conocimiento de Yanina.
El servicio ofrecido era muy discreto y contenedor (fueron las palabras que usó la recepcionista). Las tarifas se distribuían según la unidad horaria elegida (media hora o una hora, siendo más conveniente tomar una hora que dos medias horas) y según el protocolo de acceso autorizado: chica simple, o completa, de acuerdo a su disponibilidad corporal. “Te presento a las chicas”, le dijo la recepcionista una vez que el Depredador dio por entendido el arancel. Pasaron cinco, ninguna de ellas era Yanina. Todas estaban apenas vestidas con ropa interior, alguna media y diversos tipos de tops y minifaldas. La primera era morena, algo gordita y de acento peruano, se presentó y le dio un beso. La segunda, teñida de rubio y vestida íntegramente de negro, lo besó más desvergonzadamente y añadió algunos rápidos comentarios sobre el tiempo y sobre su altura, como prometiendo un trato más intimista.
La tercera venía riéndose de un chiste que le hiciera la segunda o la cuarta; era la más alta y tenía ojos celestes y pelo azabache: el Depredador dedujo que usaría lentes de contacto especiales. Al darse vuelta para regresar al salón desde donde venía, simuló tropezar para agacharse y que sus muslos aparecieran debajo de una especie de corto solero que la cubría. La cuarta era decididamente gorda, pero muy simpática. Le gustó su sonrisa y el modo en que ofreció sus labios para un discreto beso de presentación. La quinta era casi tan alta como la tercera pero mucho más bella, una mulata dominicana de trenzas rastas y carne firme.
Cuando terminó el desfile de presentación, volvió la recepcionista. Jean Luc le preguntó por una chica parecida a una modelo en aquel entonces en auge, con quien habría pasado hace algún tiempo, la vez anterior. La describió para que la mujer estuviera segura de a quién estaba buscando, y vio la cara de comprensión y certeza a medida que avanzaba en el relato. “Sí, todavía trabaja, seguramente vos pasaste con Valeria”, le dijo, “pero ahora está con otro cliente y tiene para una hora más”. Le preguntó si quería pasar con otra chica o volver más tarde, él pidió pasar con la dominicana y con la de ojos celestes. “Sin lesbianismo”, aclaró la recepcionista con ademán de prudencia y, tras cobrarle, lo hizo pasar la segunda puerta roja, que daba a la continuidad del pasillo de entrada y distribuía a cuatro o cinco habitaciones, a lo que parecía ser la oficina central y a un cuarto al fondo donde se escuchaba la risa de las chicas.
La Dominicana y Ojos Celestes entraron riéndose y lo piropearon. Ojos Celestes comenzó a desnudarse mientras la Dominicana le preguntaba “¿Qué vas a tomar?” (allí averiguó que tenía derecho a una consumición con el servicio, pidió entonces una cerveza). La Dominicana salió por un minuto a buscar la lata de Brahma y Ojos Celestes comenzó a acosarlo para quitarle la ropa. El intentó besarla en la boca, pero ella lo rehusó como más tarde haría la dominicana (“es por ética profesional”, dijo ésta), entonces comenzó a acariciarla, sin oposición de la joven.
Los primeros minutos procuró que las dos chicas se abrazaran entre ellas, al tiempo que miraba las sombras por el vidrio esmerilado de la puerta, tratando de escuchar lo que se hablaba en el pasillo. La dominicana comenzó a colocarle un condón y el la miró actuar mientras se abrazaba a Ojos Celestes, apoyado sobre su hombro. Apartó la cabeza de la Dominicana y se deslizó entre los muslos de Ojos Celestes, que fingió el dolor de la penetración. Mientras obraba buscó con el brazo a la Dominicana y la empujó contra el cuerpo de Ojos Celestes, que se rió al sentir la piel perfecta de la mulata. Sin interrumpir sus movimientos, les preguntó cuanto le cobrarían por hacer el amor entre ellas; Ojos Celestes le dijo la cifra correspondiente y el accedió, sin interrumpir su faena. Le pidió a la Dominicana que le acercara el saco y sacó el efectivo de su billetera, siempre activo sobre Ojos Celestes. Al rato estaban los tres unidos por una complicada ingeniería de miembros, orificios, labios, lenguas y dedos que comunicaban igualitariamente a cada miembro del triángulo mediante caprichosas y efímeras bisectrices. Ojos Celestes accedió finalmente a besarlo y acabó, o fingió hacerlo, ante la mirada divertida de la Dominicana (al terminar su acto dijo como distraída “está bueno, esto“).
Al terminar el turno les pidió a las chicas que preguntaran si estaba disponible Valeria, tras darles unos pesos más de lo convenido. Ojos Celestes se vistió rápidamente, la Dominicana salió llevando sus ropas en la mano y volvió unos minutos después con Yanina, que miró algo nerviosa al Depredador desnudo y aun excitado. Ojos Celestes cobró por el servicio de Valeria y los dejó solos; él desnudó a Yanina con cierta brusquedad y completó su faena en poco tiempo, totalmente transpirado sobre el cuerpo de la amante de Claudio (en todo momento era consciente de que ésta era la primera vez que estaba con una mujer después que lo dejara Miranda).
En el reposo, le divirtió la desenvoltura con que Yanina comenzó a hablar al pedirle que le “contara algo”. Aprovechó la confianza para guiar la conversación; le preguntó sobre su familia, si tenía hijos (no, pero sí un hermano menor que era como un hijo), si tenía novio (algo así, pero es un tipo casado, bastante mayor que ella; también algunos pretendientes en el barrio, y un ex novio que es policía y siempre le pide volver con ella, pero con los de su barrio no cree tener ningún futuro y ella quiere asegurarse su futuro, porque no trabajará toda su vida “aquí”, siendo “aquí” probablemente la condición de puta más que el lugar físico). Trabajaba durante la semana en otro lugar (no quiso dar precisiones). ¿Sabía el hombre mayor que ella trabajaba “aquí”? No, por suerte él ni se imagina, aunque cuando lo conoció ella lo sedujo pensando más que nada en cobrarle, como si fuera un cliente, pero luego se enamoró de él y no le cobra nada. ¿Si le propusiera algo más serio, el hombre mayor? Dejaría de trabajar aquí, seguramente.
El Depredador se quedó callado mirándole las nalgas (“no soy completa”, aclaró con una sonrisa, sin saber que Jean Luc sabía que para Claudio sí que era completa). La muchacha era hermosa, y aun en el contexto sórdido del burdel su expresión general era de buena persona; por un instante se alegró por su amigo, y hasta sintió vergüenza por haber intimado con ella, aunque luego se autoconvenció de que nunca le sería presentada formalmente por Claudio como para generar alguna situación embarazosa.
Mientras acariciaba a Valeria, decidió que lo mejor sería mentir a Claudio y decirle que Yanina nunca había trabajado en, al menos, ese burdel. Décadas después de los episodios setentistas, el agente especial Jean Luc volvía a interponer sus sentimientos por sobre una misión encomendada.
CR c/VR
Próxima Entrega (27): La playa del amor
La vanguardia de los cangrejos – Calor, calor – Un mundo feliz – ¡Vivan los novios! – Las comparaciones siempre son odiosas – Creced y multiplicaos – Dilema de los felices
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.
En entregas anteriores
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo. ¿Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7: Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8: Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9: La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas de la diferencia horaria.
10: Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.
12: El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13: Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano con Mónica.
14: No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
15: La carta infame
Estudios de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza. Sensiblería y procacidad.
Entrega 16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica, proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega (17): La investigación aplicada
Más de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones y conjeturas.
Entremés – Solo por excepción (I) / La drástica decisión.
Entremés – Solo por excepción (II)/ Los trabajos y los días
Entremés – Solo por excepción (III y última del entremés)/ El experimento Rochester.
18: La afirmación positiva
Una visión panóptica. La eficacia de las caricias. No lejos de la fábrica.
Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista. Certero impacto del Artista Pop.
19: El amor asoma su sucia cabeza
Hipótesis de conflicto – El perseguidor – Preguntas capciosas – Efectos colaterales –
Sólo en Buenos Aires – La tristeza de un jueves a la tarde
20: La forja de un rebelde
Propuesta del superior – Llegar tarde a todo – Disciplina y cinismo – La luz y el aire del Sur – Adiestramiento de un servicio – Los pruritos morales – Doble agente
21: Al servicio de la República
La llegada a América y las primeras misiones – Jean Luc seduce a propios y extraños –
Por la razón o por la fuerza – Foja de servicios – El hombre justo en el lugar equivocado
22: ¿Qué pasa, General?
Pequeño apartamento en Las Condes – Aeropuerto ´73 – Balada del mochilero –
Dos puntas tiene el camino – El trabajo ya está hecho – Reciclaje y redención
23: Suite Mediterránea
Mujer en el balcón – Vernissage – Lo útil y lo agradable – La entropía de un matrimonio feliz – Animales – Los caminos del arte contemporáneo – Hipertexto y collage
Entrega 24: Una walkyria conurbana
¿Vivís por acá? – No somos perras – La prohibición de involucrarse – Ningún cuidado es excesivo – Reconversión en el área servicios – Aparición del príncipe azul
Entrega 25: Vidas paralelas
El pisito – Carmen en vuelo -Una ruptura civilizada -La primavera de Praga -Permanencias y rupturas – No el amor, sino la felicidad – Dos vidas, un cuerpo