N. de la R.: El texto de esta nota reproduce fragmentos del libro inédito de la autora, cuya publicación se inició en los números 102, 103, 104 y 105 con Veracruz, El Puerto de Veracruz, La Vieja y la Nueva Veracruz, y Veracruz, del centro histórico a la dispersión, respectivamente.
Trabajadores de la Vieja Guardia
Entrevista a Martín Salas Gallardo, estibador de la antigua Unión de Estibadores del Puerto de Veracruz.
Pude reunir a padre, estibador, y a su hijo, historiador, en el café de La Parroquia para hablar de Unión de Estibadores y su historia. Entre los gritos de boleros y comerciantes festejando chistes ajenos, la conversación rápidamente se trasformó en una sucesión de pronunciamientos, acotaciones, correcciones y explicaciones que los dos se disputaban en un tira y afloje, porque el hijo aprovechó la excusa de la entrevista para formular al padre preguntas pendientes.
MG: La Unión se fundó en julio de 1911, en tiempos de la Revolución Mexicana y se constituyó como cooperativa. La Unión, inclusive, envió una comisión de trabajadores para mostrar su apoyo a Francisco I. Madero. En ese entones, estaban ubicados en Zaragoza número 44 entre Canal y Esteban Morales enfrente del Museo de la Ciudad. Era una asesoría en una vecindad.
JG: La asesoría es la vivienda que da hacia el patio y hacia el exterior.
MG: De 1911 a 1925 estuvieron ahí.
JG: ¿Ellos son quienes siempre has llamado “los viejos”?
MG: Los viejos, como generación, eran los hombres que habían estado en los principios de la organización y sobresalían por sus cualidades, como don Rafael García Aualy. Él fue presidente municipal de Veracruz en los años 20 y también era obrero, así de importante era la Unión, escribió un libro pequeño sobre la Unión de Estibadores; una calle lleva su nombre en Veracruz; don Manuel, fue el máximo líder de los viejos.
JG: Gallardo está hablando con los muertos.
MG: Ayala Legaria, se lo consultaba aunque no tuviera un cargo, leía.
JG: Es decir, un hombre que estaba al tanto de lo que acontecía y lo que le incumbía a los intereses de la asociación.
MG: Se convirtió en líder por sus dotes de orador, interpretaba la ley laboral y estaba muy atento al derecho del trabajo; cuando murió lo pasearon por los muelles. Otro viejo destacado fue Elíseo Reyes, yo no lo conocí, sabía de derecho sin ser abogado, discutía con los abogados y se los bailaba.
JG: Los estibadores exhibían una arrogancia que manejaban como una segunda naturaleza. Eran seguros de sí mismos, impositivos, gente a quien no puedes engañar, eran la esencia de la cultura veracruzana, con criterio y valores propios, eran trabajadores con personalidad.
MG: Los viejos no sabían leer y escribir, algunos. El trabajo en el muelle no era su primera actividad y tenían diferentes oficios cuando formaron la unión, eran plomeros, albañiles, carpinteros.
MB: Muchos afirman, con bastante molestia, que “los estibadores eran los dueños del puerto”. ¿Qué tanto de verdad tiene tal pronunciamiento y cómo se organizaban para administrar el que es el primer puerto y el más importante de América?
MG: Cuando los trabajadores llegan al muelle, desempeñan la principal actividad y la más antigua, la estiba, es decir, el almacenamiento de la carga en el interior del buque y descarga. Era la más antigua porque está en la fundación misma de la ciudad, no había industrias; el comercio era la otra actividad de importancia. No había una administración portuaria unificadora que tuviera el control de la operación del puerto; los sindicatos los agentes aduanales y los agentes navieros controlaban y regulaban la actividad del puerto. Los estibadores firmaban con los agentes aduanales y agencias navieras, quienes eran los contratantes. Era un contrato colectivo que se renovaba anualmente, era de los más avanzados en México y América Latina en cuanto el beneficio a los trabajadores e incluía el reparto de utilidades, seguros de salud, alquiler de herramientas, porcentaje extra por cada tonelada manejada, almacenamiento.
JG: Durante los años 20 y 30, el asesor de la Unión, y quien redactó su contrato colectivo, fue Lombardo Toledano, ideólogo y organizador de las principales organizaciones obreras de México. Él era la encarnación de poder político, sindical e ideológico. La importancia de la Unión era tal que influían en la política regional y los candidatos buscaban su apoyo para ocupar un puesto público. La unión de estibadores era la más importante y más organizada de los sindicatos que operaban en el puerto y mantenía relaciones sindicales con la CTM.
MB: ¿Por qué no se convirtieron en empresa?
JG: Eran 300 socios. Ese grupo central era horizontal y se mantenía a pesar de su ineficacia técnica. Era una organización, digamos, democrática, pues repartían el dinero. La corrupción los fue dividiendo. Necesitaban destruirse para ser otra cosa.
MG: Había una horizontalidad que se manifestaba en la lista y no la quisieron perder. La no reelección, que era la bandera de la Revolución Mexicana, la aplicaron a la unión. Los puestos de mando no eran objeto de elección sino de rotaciones de liderazgo que no se podían repetir, ésa fue la clave de su estabilidad y así se garantizaba que no se concentrara el poder. Si el estibador de turno no sabía, tenía sus allegados y se asesoraba con otros socios. Su poder terminaba en 365 días, no podía extenderse, y al final de su mandato había auditorías.
JG: Era una democracia ampliada de un grupo y eso les permitió vivir mucho tiempo. Eran envidiados. Curiosamente, la unión tiene una duración similar a la de la estructura tradicional del poder nacional; ellos y el PRI se hundieron casi al mismo tiempo.
MB: ¿Cuál era la conexión entre las actividades del puerto y la vida cotidiana de la ciudad?
MG: Cuando cobraban iban al centro a gastar el dinero en tiendas, cantinas, bares, supermercados, era una relación muy integral entre la ciudad y el puerto; también con las áreas periféricas porque Veracruz no era grande.
JG: Los trabajadores eventuales acudían a buscar trabajo en los muelles, era una manera de aminorar el desempleo. Había cuijes y libres. También, apoyaban comparsas, hacían donativos a escuelas. Los estibadores sostenían más de dos familias, si no lo hacían, no era considerado un estibador, era un parte de un sistema de valores que necesitaba ejercerse. Había cuerpos de familias y la segunda esposa tenía tanta autoridad como para presentarse en la unión el día de reparto de las utilidades.
MB: ¿Tenían idea los estibadores de que eran tan odiados por otros sectores de la ciudad?
JG: Les gustaba ser ostentosos. Hablaban exageradamente, el grito, el poder expresarse eufóricamente, era su lenguaje, así se hacían presentes, marcaban un espacio con la voz y el cuerpo.
MG: No.
Los Extranjeros en el Puerto
Por qué el señor Ramos ya no va al Zócalo.
“Mi padre y mi tío eran españoles, de Castilla”.
¿Cómo llegó su papa? Esa es una historia interesante. Una las primeras tiendas que hubo en Veracruz fue Romualdo Ramos y compañía, estaba sobre la calle Mario Molina. Varias personas del pueblo en España tenían acciones, entre ellos los Ramos, más otras familias, los Aparicio, los Rojo. El abuelo vio que aquello no andaba muy bien y mandó a mi padre; tenía 14 años y cumplió los 15 aquí. Dormía sobre el mostrador y en el negocio comían todos los empleados. Posteriormente, conoció a mi madre, supongo de pasada hacia el malecón en lo que era el Hotel Oriente y hoy es el hotel Vigo. Tuvieron un noviazgo de 5 años, se casaron. A los 15 años que mi padre llegó aquí, aquel negocio puesto desde España tronó. De telas, solamente estaba el negocio Romualdo Ramos y compañía y casas Saldo; de ropa había otros como La Galatea, los de la panadería Colón también eran españoles.
Entonces, mi padre se dedicó a ser representante de fábricas, hasta que conoció a mi tío Emilio que había trabajado en Casa Saldo. Sobre el año 42 o 43, don Benito Ramos Rojo, mi padre, y don Emilio Puras Román se asociaron y formaron Casa Castilla abocándose al comercio de mayoreo; este local estaba en la zona del mercado. Como las fábricas instaladas en el centro de la República no llegaban al sureste del país, se compraba de mayoreo y los viajeros o representantes viajaban a los comercios pequeños de Mérida, Campeche y Chiapas. Posteriormente, en el 50-55, los viajeros de las fábricas grandes empezaron a llegar al sureste, entonces mi padre y mi tío Emilio se vieron obligados a dedicarse al menudeo con la venta al mostrador. Posteriormente, en el 63-64, se construyó el edificio de la nueva Casa Castilla y se acondicionó para la tienda. En el año 92, ya fallecidos mi padre y el socio, los hermanos Ramos compramos a la familia Puras, se hizo un acuerdo: nos quedamos con el negocio y a ellos se les dio el edificio de Sears. El 12 de diciembre de 1992 se abrió Casas de Castilla de Plaza Américas.
¿Mantiene relaciones con España? Mi papá nos habló muy poco de España. En una ocasión, le dije: oye, yo me siento desubicado, yo nací en México, pero cuando estoy en reuniones y me hablan de Franco yo no sé qué decir. ¿Dónde naciste tú? En México. Preocúpate de México, de España no te preocupes. No nos quiso dejar ni odios ni rencores, él no vino por la guerra, vino mucho antes, él no tuvo esos problemas y no tenía esos resquemores o sentimientos que tienen otros, a lo mejor muy justificados que no critico porque no conozco.
Mi papá nos metió a estudiar, como él fue, como decíamos, burro de trabajo, porque trabajó, trabajó, trabajó, trabajó, y ahorró y trabajó, ahorró, como era el español de entonces, sintió que no tenía la capacidad o el tiempo para educarnos y nos mandó como internos en el Colegio Benavente en Puebla y ahí estuvimos mi hermano José Luis y yo seis años. A los 15, me escapé del colegio y mi padre me metió a trabajar en la tienda. Yo iba para ginecología, imagínate, esa era mi idea, me gustaba no tanto la obstetricia como la investigación genética, los genes y las herencias (MB: él que no tiene claras las suyas) que entonces estaba en pañales. En la tienda, empecé trabajando de mozo, a lavar todo, hacer bultos y petates y demás; ahí aprendí a trabajar y se lo agradezco, yo me sentía un poquito humillado pero eso me sirvió a futuro. Se lo agradezco. A partir de ahí fui trepando escaños. Iba de oyente a la Universidad Cristóbal Colón de 8 y media a 10 de la noche para tener nociones de contabilidad porque desde el 64 al 92 total llevé lo administrativo de la tienda. Mi hermano Manolo se graduó después en Master en Contabilidad y Administración y cuando me fui a Plaza de las Américas le dije: oye, yo estoy de números hasta acá y tú sabes de esto, hazlo tú. Mi otro hermano estudió ingeniería, estuvo en Caracas, fue a Tijuana con los cuñados; cuando se abrió la tienda en la Américas, le digo: parte de la tienda es tuya, vente para acá, me costó un poco de trabajo convencerlo y tenía un poco de miedo porque lo sacaba de lo suyo, pero ha tomado la tienda con cariño y va bien el hombre.
¿Cómo era Veracruz cuando usted tenía 15 años? Era pequeño, se vivía muy bien, la gente era confiada, se podía cerrar la puerta de la casa con longaniza y el perro no se la comía. Se jugaba en la calle, la familia vivía por Villa del Mar, en una de las bocacalles, entre 16 de septiembre y Gómez Farías. Por un tiempo, Veracruz no creció, había capital pero la gente no era de invertir. Cuando yo era presidente de la Cámara de Comercio, la gente de Monterrey me decía: los veracruzanos tienen mucho capital pero con lo que tienen en el banco nosotros lo pedimos prestado y montamos empresas. Eso fue cambiado. Pero, gente de fuera: cordobeses, oribaceños, poblanos, y algo de la gente de Veracruz son quienes invirtieron y renovaron Veracruz. Algunos gobernadores impulsaron las inversiones, empezó Agustín Acosta Lagunes, lo siguió Dante Delgado y la misma gente fue respondiendo. Después de conocer el centro de convenciones Guadalajara, el grupo Cámara de Comercio le propusimos a Dante Delgado algo similar y dijo: “tienen razón, muchachos, les apoyo, consigo el terreno”, y nos consiguió el terreno. La idea era hacer el centro de exposiciones, el World Trade Center, el centro financiero, el hotel y el centro comercial, e invitar a la gente de Veracruz que quisiera participar en la sociedad comprando, una, dos, cinco acciones para que cualquiera se sintiera dueño de eso. Era una idea preciosa, muy democrática, pero como todas las ideas preciosas tienen poca vida y el Gobierno del Estado se quedó con todo y el centro comercial lo hizo Alfredo Chedraui, de Xalapa.
¿Cómo percibe este centro del que tanto se habla acerca de su posible restauración? Hay cuatro ciudades hermanas: Cartagena, Cuba, San Juan de Puerto Rico y Veracruz. Y a todas las tienen bastante bien cuidados, el viejo San Juan de Puerto Rico es una maravilla. Acá, hay un edificio de un tipo, otro edificio del otro, otro de otro; nosotros hablamos al Ayuntamiento para saber cómo hacíamos ahora que remodelamos la fachada, déjenla como está, no hay problema. Aquí se llama puerta Merced porque por aquí corría la muralla hasta el edificio de Hacienda. Cuando se construyó este edificio por primera vez, encontramos balas de cañón, y balas de fusil, aquí era muralla y estaban acuartelados. Sería hermoso que se pusiera adoquín en las calles, aunque se tuviera que hacer la muralla nuevamente. Pero creo que es soñar muy arriba. Se iba a hacer el estacionamiento debajo del parque Zamora. Una de las propuestas del INAH para permitirlo era idiota, querían que hiciéramos un jardín idéntico a como era en el siglo XVII, ¿de dónde vamos a sacar nosotros un jardín del siglo XVII? ¿Quién sabe de botánica para hacerlo?
Cuando alguien de afuera llega a Veracruz, ¿qué encuentra diferente? Su primer queja es el calor, que se suda mucho, el que viene de Europa sufre mucho más, el que viene del DF mucho, más si viene con la esposa, ella se quiere regresar, pelea y pelea. Pero a los seis meses, conociendo un grupo de señoras que van a desayunar y juegan la barajita y que esto y lo otro, aman Veracruz, la gente se enamora de Veracruz. Había un trompetista gringo, desde aquí firmaba los contratos de su orquesta, y seguía trabajando en Estados Unidos, Billy Halley y sus Cometas. Se quedó a vivir y murió aquí en Veracruz. Peloteros se han quedado, muchísimos, futbolistas. Todavía se vive muy tranquilo aun con toda la cosa de narcos, le gusta el trato y en dos o tres años se sienten jarochos.
Mi papá salía de la casa con la camisa de afuera, y también la uso mucho, de estilo hawaiano, mi mamá: pero Benito, cómo andas con esa camisa así, pero si soy de Veracruz, soy jarocho, y el hombre así vivía. Llegaban estas fechas, octubre y noviembre, y se ponía de traje, todos los días se iba de aquí caminando al portal, ahí se tomaba su cerveza de 1 a 2 de la tarde y de ahí a la casa a comer y en la noche de 7 a 8 y de ahí a la casa a cenar. Eso era para él como para todos ir a misa los domingos. Yo tengo una vida similar aunque no a los portales, voy rumbo a casa y de 2 a 3 en el Hotel Villa Florida nos reunimos un grupo, inclusive el dueño que es cordobés, vino a invertir en hotel, Delfino García, su familia es originaria de España pero él nació aquí, es mayor que yo, tiene 78-80 años, muy jovial, estupendo tipo
.¿Cómo era una ciudad de los tranvías? Muy tranquila, muy bullanguera, muy alegre, extraño ese Veracruz y por otro lado digo qué bueno porque el progreso no lo puedes detener del todo, sólo procuras que el progreso crezca bien y no chueco. Veracruz tiene su gente, en el café te encuentras y hola mengano, hola perengano. Se ocupan mucho los apodos, es muy llevadero.
Al terminar la entrevista y luego de que me mostrara la remodelación, seriamente cuestionada por el INAH, de la banqueta, (mira como la que sigue está rota, ¿no se ve bien la que hicimos?) me invitó a un café en los veinte minutos que le quedaban antes de una reunión con unas gentes de TELMEX. La plática la monopoliza él, se torna íntimo. “No le digas que nos tomamos un café, porque mi esposa es muy celosa”, me dice mirándome de reojo mientras la taza de café tiembla en su mano, se excusa, es por el cigarro.
Reflexiones a partir de las últimas entrevistas
Guadalajara es un referente de importancia para los porteños, quizás porque les muestra lo que está ausente en el puerto: una comunidad en la que, por ejemplo, en la Perla Tapatía los sectores de altos recursos ceden parte de sus beneficios para restaurar inmuebles de valor histórico y patrimonial; ello les permite construir comunidad y participar en el desarrollo de la ciudad de una forma más integral.
Benito Ramos: Pero durante la protesta contra la perforación petrolera en el puerto, nos unimos todos: comerciantes, hoteleros, restauranteros, estibadores, sindicatos. Todos sabíamos que no hay petróleo. Fuimos a ver a Ramón Beteta, director de PEMEX. A los dos días, quitaron las plataformas de la bahía. Fue la única vez que ganamos una.
Me pregunto: ¿Es esa tan mentada alegría una máscara que oculta una tristeza irreversible? (pienso en Buenos Aires y el aire prepotente de sus habitantes, el tango y la tristeza que aplasta los domingos, la avenida Belgrano y donde viven los viejos y los maduros solitarios). ¿Hay un enfrentamiento de base que no se divulga y se enmascara tras el espíritu amigable del veracruzano, la marca ciudad, una marca intangible y efímera? Los turistas vienen a ver a los veracruzanos, decía el Arquitecto Azpiri del Instituto de Planeación.
Históricamente, el puerto y su zona circundante no fueron un lugar atractivo para vivir. En realidad, quienes llegaban lo percibían como un castigo, un exilio forzoso, nadie quería quedarse (“Todo extranjero que llegó en barco te habla horrible, pésimo de Veracruz, cuando llegó lo llevaron al mercado y no estaban acostumbrados a eso, el calor, pero ya cuando entendió al veracruzano, ya cambia el concepto de la vida”, Presidente del Club Libanés de Veracruz), ni siquiera Hernán Cortés: partió al altiplano para fundar la ciudad sobre la arrasada Tenochtitlan. Españoles e indios huían, evitaban el calor, las levas militares forzosas, la soledad, la falta de empleo, los mosquitos, el olvido, los trabajos forzados. ¿Puede creerse que los negros arrastrados desde Africa, sometidos a las levas y al cuidado de las costas, luego al trabajo en el puerto, quisieran permanecer aquí?
Quizás soñaban con la tierra que dejaron y se desilusionaban al ver las aguas oscuras del golfo y se entretenían con fábulas enloquecidas de regreso.
Es una sociedad con su diversidad a la vista, no la oculta, que quizás torna a los veracruzanos vulnerables. Los españoles llegados hace 500 años estaban divididos, igual los indígenas, los señoríos y reinos odiaban a los aztecas lo cual explica la ayuda que brindaron al conquistador español. Hay muchos cruces y varios conflictos, unos originados acá, otros importados, todo presentes. Me contaron del español emigrado de la guerra civil que todos los días se sienta en un banco en el zócalo a diez metros de la entrada a la Catedral; al escuchar las campanadas, se queja del padrecito y el show de mentiras que conduce adentro. Los españoles trajeron al “Nuevo Mundo” sus conflictos, pienso, los de hace casi 500 años y los que llegaron a mediados de siglo XX.
Para evitar el enfrentamiento, nos disfrazamos de jarochos y organizamos la fiesta jarocha. Contemplo el deterioro de la Catedral, el Convento de Santo Domingo convertido en estacionamiento y el Convento de San Francisco en bodega de cerveza. (“Da pena ver un estacionamiento en un convento, da vergüenza ver en Zaragoza una bodega de cerveza en otro convento porque no ha habido voluntad, incluido el INAH, de convencer a los propietarios de hacer los cambios”, Presidente del Centro Libanés).
Mientras tanto los camiones, después de casi siete décadas, siguen surcando las calles echando humo en la cara de los peatones, tiñendo de negro las paredes de los edificios ocupados, semi-habitados, vacíos, abandonados, destruidos. Quizás el pasado sindical de la ciudad tiene su peso. Los sindicatos tuvieron el control de la ciudad, con ello creció el rencor y hoy todavía persiste la división y la disparidad. “Los sindicatos eran muy fuertes. El sindicato de panaderos era en Veracruz el segundo más fuerte después de los carretilleros y amarradores y los que estaban en el puerto. Era increíble cómo le dieron tanta fuerza a tanta gente y en lugar de crear un progreso crearon un retroceso en Veracruz. Cuando viene Salinas, junto con Dante Delgado, logra hacer ese cambio, el puerto empezó a crecer en forma impresionante. Pero, sí le hace falta mucha integración del puerto hacia la ciudad, el dinero que recibe el puerto no se queda en la ciudad, le hace falta una inversión muy fuerte. Tenemos muchos edificios adentro del puerto que son históricos, ya no sirven para el puerto, que nos lo regresen a la ciudad y nos den mayor facilidad de navegación dentro del puerto a las lanchas particulares. El castillo de San Juan de Ulúa quedó dentro de una maraña de camiones y barcos” (Presidente del Centro Libanés).
Después de la huelga inquilinaria promovida por Erón Proal, y ya concluida la Revolución Mexicana, se impuso en la ciudad una anestesia ante el pasado doloroso, ¿podría entenderse así el rechazo de los herederos de los dueños de las cuarterías a cualquier sugerencia de restauración? En una conferencia sobre el movimiento inquilinario a cargo del actual Director del Museo de la Ciudad, uno de los herederos de los españoles propietarios de las cuarterías apuntó la injusticia de lo que consideraba una ocupación forzada de los residentes como causa para negarse a cualquier renovación de los edificios. ¿Quién querría restaurar un mal recuerdo?
Rápidamente se echa a tierra la imagen romántica de un Veracruz sin conflictos que se mece al ritmo de las canciones de Agustín Lara, un Veracruz literario que oculta los conflictos y crea el mito. En el primer capítulo de Intramuros, novela escrita por Luis Arturo Ramos, los españoles exiliados de la Guerra Civil son recibidos en el puerto a gritos que ellos no logran entender, más que el aullido (pienso en el vendedor de bolovanes que camina desde la mañana hasta la noche por las calles de la Flores Magón anunciándose con un Ooooohhhh) de la multitud que agita los brazos antes los recién arribados como diciéndoles: aquí no es, regresen, váyanse, tratan de advertirles sin éxito. ¿Se repite la historia con las nuevas generaciones de empresarios que buscan imprimir un concepto moderno a sus estrategias de negocio y de mercadotecnia? ¿Podrá la modernidad borrar o resolver los conflictos del pasado?
Benito Ramos: La ciudad de los tranvías era muy tranquila, era muy bullanguera, muy alegre, extraño ese Veracruz y, por otro lado, digo qué bueno y el esfuerzo que se hizo por el progreso, no lo puedes detener, sólo procuras que el progreso crezca bien y no chueco.
La Historia de la Playa
“Cuando no estaba el acuario, la luz del faro llegaba a las habitaciones de arriba, Caminábamos a la playa descalzos con solo el traje de baño y pescábamos majúas, mi mamá los freía como abanicos, les arrancaba la cabeza, los pasaba por harina y los freía. También almejabamos, no eran almejas de la mejor calidad, pero eran almejas, mi mamá cocinaba un arroz rojo y los comíamos con arroz” (Doctora Lucía Rendón Bello, 70 años, residente de barrio Flores Magón).
Territorio de buzos, pescadores, lancheros, amarradores y bañistas, las playas de Veracruz abren la puerta a veintitrés arrecifes de coral ubicados muy cercanos a la costa y a una profundidad entre los 20 y los 40 metros. Es una facilidad para quienes gustan del buceo, una industria pequeña pero en rápida expansión; se calcula que cada fin de semana las empresas llevan aproximadamente 400 turistas, de todo nivel de capacidad, a las profundidades del sistema arrecifal. Desde la costa se pueden apreciar dos islas: la de Sacrificios y la isla Verde, que son formaciones coralinas en su integridad; más allá está la isla de los Pajaritos, que los lancheros llaman presuntuosamente “Cancunsito”, por su arena, que no es más que coral pulverizado que contrasta con las playas cafés de la costa citadina.
“Juan García Ponce escribió una novela llamada La casa en la Playa, siempre me pareció extraño que un escritor escribiese sobre la playa porque en México no se la menciona si no es como imagen turística. Otras culturas no lo ven así. Y no es común que se hable de la playa porque no existe el mar. El mar existe como un paisaje y no como un ser activo. Y no hay nada menos pasivo que el mar. Sin embargo, en México, el mar está muerto”.
¿Por qué Veracruz no proporciona una imagen de mar activo? Los veracruzanos no le damos importancia al mar porque prevalece una visión indígena que es cosmogónica y el océano es el universo. Para las culturas anteriores a la llegada de los españoles, el mar es el total del universo. Posiblemente conectan el mar universal al mar oceánico, pero no hay una poderosa imagen del mar. Por otro lado, el poco interés de los españoles del mar más allá de la navegación también nos ha alejado del mar, tenemos poco conocimiento de mar, y lo desdeñamos.
Se ven cientos de personas de Puebla, Orizaba, Jalisco y no les dan una imagen del mar. El show de las lanchas para visitar los arrecifes es un fenómeno reciente, tendrá de 10 a 15 años. Ahora las playas, por ejemplo, Villa del Mar y Martí, la playa de Mocambo, que estaba a varios kilómetros de la ciudad, y las playas de Boca del Río están dentro de la ciudad, cuando en sus inicios, entre 1925 y 1945, estaban fuera del área urbana. La ciudad fue ocupando las playas. De la misma manera, el puerto quedó encapsulado en medio de esa estructura urbana con vías terrestres limitadas que ahora tratan de resolver con el kilómetro 13,5.
“Cuando yo fui un chamaco era la playa abierta, no existía lo que ahora es el boulevard. En ese tiempo había millones de peces, porque aquí frente al golfo pasan las arribazones, un banco grandísimo de peces que va al norte y, cuando allá hace frío, regresan a las aguas templadas. Los pescadores tiraban desde la tierra redes de 300 a 500 metros, con cabos gruesos empezaban a arrastrar la red. Nosotros de niños íbamos a jalar, a ayudar, llegaban toneladas, miles y miles, hay un pescado que se llama sierra, es grande y bonito, ya no hay de ese tamaño. Se llenaban las camionetas y quedaban cantidad. Nos decían, chamacos llévense los que puedan, nos poníamos en la camisa, échalos, caminábamos cuatro calles para llegar a nuestra casa.
Este Veracruz fue rico en toda la naturaleza, había muchos ríos; en la calle Washington, había un río, era tan ancho como esta calle o más, en la desembocadura al mar estaba lleno de caracoles, cangrejos, camarones, langostinos, y ¿qué hicieron?, lo taparon y lo entubaron, en medio de los dos carriles hay una plancha de concreto y ahí debe seguir pasando.
Ahora, los pescadores tienen que ir lejos para encontrar bancos de peces. La vedas no las respetan, y sus redes pueden sacar un pescado grande que morenitas pequeñas, no los dejan crecer, y la contaminación, tanto detergente, petróleo. Cuando era un chamaquillo, en cualquier parte que uno tirara un cordel con un anzuelito sacaba uno un pescado, y uno se bañaba y se agachaba y estaba lleno de peces, eso ya no hay” (Señor Aguirre, guitarrista y Luthier)
En el puerto, tenemos un gran arrecife que se divide en dos grandes zonas: la parte de Veracruz y lo que es Antón Lisardo. En la zona del puerto, tenemos el arrecife Catedrales, Isla Verde, la Blanquilla, el Ancla. A una profundidad de 90 pies, hay un barco hundido de la armada, el C-50 Riva palacio; le está creciendo mucha vida, tanto fauna como flora, lo visitan las barracudas, sábalos, peces pequeños. Tenemos otros barcos como el Hidalgo. En la zona de Antón Lisardo, el barco la Limona está en una fosa muy bonita para buceo, El agua del golfo no es cristalina aunque tenemos temporadas en que es increíblemente transparente, especialmente en invierno, cuando tienes una visibilidad de más de treinta metros, es un paraíso.
Al no ser totalmente clara, adquieres una seguridad adicional porque confías en tu equipo, en ti mientras pasas esa etapa turbia que te crea cierta inquietud. Veracruz te da el adicional que no hay corrientes y es muy seguro. La temperatura no es variable, en invierno se requiere la capucha porque hace un poco de frío y se bucea con un neopreno de 3 milímetros” (Ana Paulina Torres).
Danzones de Hoy y Siempre
“Mi nombre es Margarita Castro, soy de Veracruz, tengo 68 años, soy grande, ya no soy tan jovencita.”
¿Cómo se interesó en el danzón? Era novia de mi esposo, salíamos a dar la vuelta y luego íbamos a bailar a Villa del Mar, a la tertulia de mediodía. Era el baile para las muchachas, era de mucha categoría cuando salían los cadetes de franco. Las chavas que tenían novios de cadetes, ¡uy! Empezaba a las doce y terminaba a las dos. Ya en la tarde era otra cosa. Yo tenía trece años, iba con mi mamá y el novio. El baile era a la orilla del mar: todo descubierto, el salón grandote, con su techo, de este lado para la danzonera, en alto; había una terraza abajo y bajabas y estaba el mar. Había dos danzoneras… uno era amigo de mi abuelo que también había sido de la Marina, el Chato Rojas, el otro… Ramírez…no me acuerdo su nombre. Las mujeres se costuraban rosas en la cabeza e iban muy arregladitas, se vestían con mucho color.
En ese entonces, a mí me tocó ver lo que te voy a contar. Acá se hacían las tortillas a mano, no había máquinas, había muchas tortillerías con mujeres que las hacían, y después de terminar, habiendo agarrado tanto calor, estas mujeres se bañaban, se arreglaban y se iban al baile, después de echarse no sé cuantas bolas de masa de cinco kilos. Así era la vida en Veracruz en la época en que Villa del Mar era Villa del Mar.
Los bailes en Villa de Mar eran muy bonitos. La tertulia de mediodía era el baile para las muchachas, era de mucha categoría cuando salían los cadetes de franco. Todo era muy cuidado, ay que la mamá viera que el muchacho tomara una cerveza, se acababa todo, eran las ideas muy conservadoras que tenían las señoras”.
Ya después nos casamos y no fue tan fácil por los hijos. Pero cuando viajábamos a México, enseguida íbamos a bailar. Luego, cuando mis hijos crecieron, bailábamos en el parque Zamora como socios del Club Bailadores de Danzón Hoy y Siempre. El 18 de julio el club cumplió 26 años, es el primer club que se formó en Veracruz y de este club nacieron otros como el de Tres Generaciones. Ahorita somos 18 socios, más mujeres que hombres, creo que en todos los géneros de baile hacen falta los hombres.
El danzón es parte de mi vida. Tú estás aquí pero cuando vas a la pista, eres otra, cambias, no sé, no podría explicarte bien. Yo le dije a mi esposo un día, se había acabado el baile y regresábamos a casa. Y en ese rato me acordé tengo que hacer esto, tengo que ver a mi hermano, y yo misma reaccioné: ¿sabes qué viejo? mientras yo estaba bailando, no me acordé nada, estaba en otro mundo, pero ahorita me estoy acordando de todo lo que tengo que hacer, ¿sabes qué? mientras Dios me lo permita, seguiré bailando siempre. Él me abrazó, ya vieja. ¡Qué iba a imaginar yo que me quedaría sola? Pero el danzón es parte de mi vida.
Mi viejo era chilango y bailaba todo, aquí en mi tierra no se acostumbra bailar swing, o boggie. A mí sólo me gusta bailar, es mi único vicio. En cambio, mi viejo fue alpinista, futbolista, beisbolista, basquetbolista, y aquí se enamoró del mar, él fue hombre rana. Bajaba siete metros sin tanque, sólo con su visor y sus aletas. Fue al Popo, al Ixtla allá por Monterrey. Ese hombre supo mucho de altura y de profundidad. Salíamos a bailar danzón, él muy de blanco y yo muy de azul. Cuarenta y tres años viví con mi esposo, nunca nos separamos ni un día ni nunca dejamos de hablarnos un día. Así vivimos, muy pobres pero muy felices, con cinco hijos. Y ahora tengo diez nietos, 9 mujeres y un varón, mi nieta la mayor tiene 23 años.
Yo me casé muy joven, cuando cumplí quince años, mi hija tenía dos meses de nacida. Yo tuve cuatro mujeres y el varón. Muy pobres pero muy felices. Mi esposo trabajaba en el correo, pues son muy pocos los dineros y muy largas las quincenas, pero ahí la lleva uno. Él nunca me faltó una noche en mi casa. Cada quien habla como le va en la feria. Fue un señor que quiso muchos a sus hijos. Eso, me atrevo a decir, difícilmente lo encuentras en un jarocho. Debe haber, pero difícil. Y aquí estoy, me costó despedirlo y ni modo. Bailamos como trompos chirriadores. Yo creo que por eso nos comprendimos tanto, por el baile.
Ahora ya tengo diez años de viuda, se sufre mucho, tengo una pareja por el baile, eso es lo que nos une. Si no es con él, no salgo a bailar. Mi pareja baila chilango, sin técnica para el danzón pero yo sí bailo técnico, de colegio. Yo lo sigo, bailo cómo él me lleve. El varón es el que te lleva, en el danzón el varón manda, pero claro, es cuestión de entenderse. Cuando llevas algún tiempo, ya sabes cómo te lleva y cómo vas a mover tus pies. Aquello fue el amor de mi vida y no se puede repetir. Lo que pasó, pasó y ya no lo puedo remediar, ni modo, ¿no?
MB
La autora es escritora y cineasta.
Realizó estudios de posgrado en México y Estados Unidos en sociología, cine y literatura, disciplinas que combina en sus trabajos de ficción y documentales. Fue la primera latinoamericana en ser becada por cuatro años por Artes Visuales de la
Universidad de California en San Diego. Sus cuentos y artículos han sido publicados en revistas internacionales y sus películas exhibidas en festivales en los Estados Unidos y Europa, incluidos el Dresden Film Festival y el Berlin Film Festival. Ha sido galardonada con becas y premios, incluido el prestigioso Premio Kodak por su película La Novia. Actualmente se encuentra filmando su largometraje So Long, en el Estado de Veracruz, y desarrolla dos proyectos documentales.
Actualmente desarrolla en Veracruz la muestra Visit as art.
De su autoría, ver también en café de las ciudades:
Número 2 | La mirada del flâneur
Arquitectura para un paisaje en movimiento | Un cuento de María Berns, con cerros que predican, edificios lascivos, y arquitectos en la frontera | María Berns
Número 8 | Lugares
I’vebeen living inside | Juárez es la ciudad madre que parió un hijo varón, El Paso. | María Berns
Número 16 | La mirada del flâneur
Aeropuerto | Usted no está en la lista de pasajeros | María Berns
Número 41 | Cultura de las ciudades
Isla | Una historia del Delta | Maria Berns
Sobre Veracruz:
Número 93 | Arquitectura de las ciudades
La recuperación del manglar de Veracruz | En México, un taller interuniversitario para la sostenibilidad | María Bustamante
Bolovan o volován (del francés vol-au-vent): Pequeño molde o cesto cilíndrico hecho de masa de hoja u hojaldre, que se rellena con preparados salados.
Chilango: Perteneciente o relativo a la Ciudad de México o Distrito Federal
Cuije: Pequeño reptil; en sentido figurado, persona subalterna, al servicio de alguien.
Jarocho: Veracruzano/a