Me resultó estimulante el texto de Luis Caporossi sobre cine y memoria que esta revista publicó en su último número. Sostiene Caporossi, y acuerdo con ello, que al recordar ciertas películas luego de algunos años lo que viene a la memoria “con mucha nitidez y fuerza es algún pequeño detalle circunstancial, muchas veces de insignificante valor en relación al argumento, tanto que suprimiéndolos la película no sufriría menoscabo alguno y que, sin embargo, se han acuñado como visualizaciones fijas”. A mí me pasa lo mismo con otras formas de arte; pongamos por caso, la novela. De Cien años de soledad memorizo las dos frases iniciales y la final y la sucesión de Aurelianos y José Arcadios –sin precisión sobre los tipos humanos que representan. En el medio, solo tengo el recuerdo claro de la ascensión a los cielos de Remedios la Bella, la resolución del fusilamiento, la negación de la masacre bananera, el consejo de un librero contra las cucarachas, la cita a Rayuela y el bello concepto de dos amantes que sobre el final del libro se aman en la abstinencia “como antes se habían amado en el escándalo”.
Este pobre recuerdo habla mal de mi memoria pero no del libro. Además de esas frases y episodios sueltos, mi lectura de la novela deriva en una comprensión de lo más importante, que como en toda novela son los personajes. En esta hay muchos, pero el principal es Macondo. En un cuento, en cambio, lo importante es la situación, el hecho, y al recordarlo el relato aparece completo: ¿se olvida uno de El Aleph si pasa décadas enteras sin releerlo? En el cuento, como en la pintura, es habitual recordar la estructura, la totalidad. Aunque te obsesione la imagen en el espejo o el ángulo recto de la pata del perro recostado, si te nombro Las Meninas será la situación completa lo que aparecerá en tu recuerdo, ¿o no?
Paul Valery le hace decir a su arquitecto Eupalinos (y el maestro Sacriste lo cita en Charlas a principiantes) que en la obra no hay detalles; nunca entendí del todo este criterio. ¿Se contrapone al “Dios está en los detalles” de Mies o implica una unidad estructural de la obra, una suerte de fractalidad conceptual? Supongo que el detalle que niega Eupalinos es la anécdota, el episodio inconexo, el estilema, el manierismo fácil. Esa es otra de las diferencias entre la arquitectura y la ciudad, que es estructura pero también necesariamente, por su modo de producción fragmentada y en el tiempo, una acumulación de detalles.
Hace unos años escribí en esta revista un relato que se llamaba Vértigo Buenos Aires. Allí decía: “Yo comparo a la ciudad con esas películas que encontramos en el cable, haciendo zapping, y que nos atrapan por un rato: vemos un fragmento, una parte sin principio ni final, que sin embargo alcanza para darnos idea del guión y de la propuesta general del director. […] La ciudad es para mí una obra de arte que se percibe en la misma forma que esa película del cable, pero con la diferencia de que nunca llegaremos a verla completa”. La nota de Caporossi me lleva nuevamente a estas especulaciones; no estamos hablando de esa fragmentación turística de las vistas icónicas o las postales representativas sino de las múltiples y variadas percepciones que constituyen la ciudad para quienes residen en ella y su recuerdo para quienes la visitaron hace algunas semanas, algunos años, algunas décadas. Una feria de domingo en Chincheros, el Bateau Mouche iluminando París con sus reflectores, una señora paseando su hijo en Yokohama, una tienda en Oranjestad, el bar en una esquina de Adrogué, una peluquería en el barrio kurdo de Estambul.
Y me lleva también a Kevin Lynch, que trabaja sobre estas percepciones y su discontinuidad en La imagen de la ciudad.
CR
El autor es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I) en el número 70, El Muro de La Horqueta (c/ Lucila Martínez A.) en el número 79, Turín y la Mole en el número 105, Elefante Blanco en el número 116, Sídney, lo mejor de ambos mundos en el número 126 , Clásico y Pompidou (c/Carola Ines Posic) en el número 149/150 y México ´70. Los espacios en Roma de Cuarón, en el número 168/9. Es uno de los autores de Cien Cafés.
Ver las notas citadas:
Número 197 I Cultura
Cine y memoria. El recuerdo del detalle. Por Luis Elio Caporossi
Número 42 I La mirada del flâneur
El vértigo de Buenos Aires I Una de esas casas que llaman "chorizo". Por Carmelo Ricot