Entrega 13: Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano con Mónica.
Despojado de sofisticación tecnológica y de vocabularios barbarizantes, buen generador de confianza en tipos expuestos a la deriva de los negocios en la hegemonía del capitalismo salvaje, el Depredador era el hombre de confianza de decenas de empresarios y ejecutivos a la hora de tomar decisiones de inversión en el área de America Latina, donde una mujer y el típico hastío de los jóvenes inmaduros para con sus sociedades de origen lo trajo a mediados de los ´70. Jean Luc se adaptó muy pronto a las costumbres locales, con la ventaja de poder captar con la objetividad del observador externo las particularidades, miserias y heroísmos latentes en el subsuelo de la patria latina. “Un Manu Chao avant la letre“, ironizaba el Arquitecto al describir su clara comprensión acerca de la unidad esencial de la cultura latina, una comprensión que partía de su certeza en el carácter futuro de dicha unidad, de modo que nuestro depredador no creía ni en las construcciones mitológicas de cierto folklorismo progresista, ni se cegaba como algún racionalista ante la aparente irreductibilidad de las mil experiencias particulares del inmenso y terrible continente americano.
En la biblioteca de una amante venezolana encontró un día, y robó entre promesas de amor y botellas de ron, una serie de biografías bolivarianas que lo convencieron del carácter prototípico de la figura del Libertador como molde del futuro latino. Copulas, borracheras y partidas de póquer en las más increíbles ciudades y aldeas de uno y otro lado de los Andes, lo formaron en el manejo intuitivo, animal, perfecto de los genomas culturales de estos tristes países que recorría fascinado y fascinante, aprendiendo de vendedores de untos vaginales con víbora enroscada al cuello, tanto como de guerrilleros a una semana de ser entregados por sus jefes y de escritores que soñaban con escribir para Le Monde. Miranda (que al otro día, al despertar, jugará con su deseo replicando la forma en que el sol de la mañana jugará con sus tetas y su vientre), Miranda decíamos, escucha y memoriza el discurso fluido, claro, concreto y definitivo del depredador, que a la sabiduría y precisión de sus ideas agrega la generosidad del enamorado, que no está interesado en guardarse material para seguir teniendo a su cliente tomado de su mano, sino en iluminar la vida de la persona que lo llena de ilusión y deseo (como el sol de la mañana iluminará los pliegues y salientes de la muchacha en la isla, su cuerpo tan entregado a esos rayos lujuriosos como negado a los torpes reclamos de su amante).
Miranda, habitualmente callada y reflexiva, sorprende a Jean Luc con una inaudita verborragia nocturna, a la luz de las estrellas y la luna (principalmente) y del fuego ya inútil en el claro (en menor medida). La muchacha, envuelta como recordamos en la camisa del depredador (que por la escasa luz disponible ya no evidencia su color de rosa china y flor de seibo), habla casi sin esperar respuesta, habiendo recibido a su inquietud original la respuesta sabia de su amante. Ahora Miranda suelta libremente toda clase de afirmaciones de diverso grado de relevancia, sobre temas personales, de la precaria o sólida comunidad que forma con su amante, de sus respectivos grupos de pertenencia, y, en fin, de la sociedad en la que viven. Las afirmaciones, a las que Miranda no jerarquiza ni enmarca en categorías conceptuales – epistemológicas, coinciden con preguntas que la joven se formula a si misma o que le hace a Jean Luc, en ambos casos sin pretensión de respuesta, y a veces con comentarios ligeramente relacionados con el fluir de su discurso. Trabajo, viajes, sexo, política, literatura, recuerdos, comidas, paisajes, cine: distintos intereses y disciplinas que Miranda abarca libre y feliz, y que Jean Luc escucha a la vez complacido (por la confianza animal, corporal, que le demuestra Miranda en su charlatanería) y preocupado, por la emergencia de una actitud que no se corresponde con su conocimiento de la muchacha y que, como tal, puede ser evidencia de un cambio más amplio. En un contexto donde los cambios no benefician al Depredador, por lo menos aquellos que amenacen su sitial de gestor espiritual de ese eje mirandiano del que ya hablamos, ese que se extiende entre su sexo y su cerebro, y que se irradia a la totalidad del cuerpo de la joven e incluso al entorno inmediato situacional de ese cuerpo adorado (que unas horas más tarde Jean Luc tratará de abordar en inútil competencia con el sol de la mañana, penetrando en Miranda más que en la habitación de la casa en la isla, en la última mañana de su breve retiro de la cotidianeidad metropolitana).
– Sin embargo mi abuela era mucho más fuerte que mi padre en ese aspecto (dice, por ejemplo, Miranda). Unos años después encontré entre sus papeles una carta que le dirigía a la madre, en Algarve, te aseguro que fue una de las cosas más fuertes que leí en mi vida. Servime por favor un poco más de vino, gracias. No entiendo a la gente que menosprecia esa capacidad de redención que tenemos las personas, será mi formación católica, dirás, pero creo que es lo que hace soportable tanta desilusión, tanta vergüenza. ¿Esa parte del cielo más clara es por las luces de Buernos Aires, no? (no es correcto suponer que Jean Luc no le prestara atención, solo que esta era una atención global, una reflexión general sobre Miranda, que envolvía su discurso, sus gestos, su vestimenta, su manera de amar, de escribir, de insultar, una Miranda integral y ordenada en su propia confusión). No creo que Buenos Aires sea una ciudad tan bella como se dice, creo que es, eso sí, interesante, muy interesante. Pero claro, nadie quiere una cita con una persona de la que le dicen que es “interesante”, ¿no es cierto?, sonríe, y el depredador tiembla de imaginar el brillo de su mirada, ahora oculto por la escasa luz que proporcionan las estrellas, la luna, y en menor medida el fuego que arde inútil abajo, en el claro.
No entiendo ese mito de la cerveza, te envuelve en una cosa que no es lentitud ni decisión, tantas parejas que veo tomando una Quilmes y mirándose, los ves y te das cuenta que no saben que hacer, en cambio un vino es más claro, lo tomas y a lo tuyo, ¡cuanta vuelta!, en el cine pasa lo mismo, las películas simulan ritmo y dinámica, te atiborran de información y al final nada como el Buñuel de México, en fin… Oye, mi bien ¿de verás crees que esa oficina puede funcionar? Lo hablaría con Javier, pero no creo que entienda, es tan boludo para separar las cosas, mejor unos compañeros de facultad que puedo contactar mañana mismo, cuando volvamos (para Jean Luc, las fases de Miranda envolvían una visión apenas insinuada de la Miranda final, aquella que realmente lo tenía atrapado y le impedía cumplir el ciclo “natural” de los amores primero celebrados, luego depredados y luego desmembrados: no eran aspectos diferentes de Miranda, su elegancia, su sexualidad, su encanto intelectual, su cuerpo imperfecto, eran velos que escondían un misterio que lo mantenía estupefacto, a merced de los caprichos, por ahora racionales, de la muchacha). Verónica mi amiga dice que allá la gente puede tomarse todas las cervezas del mundo, o dos botellas de aguardiente en media hora, pero que le tienen terror pánico al vino. ¿Es cierto eso? (y sin esperar respuesta, Miranda continua indiferente su discurso fluido y seductor, tan indiferente como mañana en la mañana a las acometidas del depredador, a sus caricias lascivas, abierta en cambio al sol que ilumina y despierta su cuerpo imperfecto, magnífico, las líneas y sombras que marcan el camino del placer sobre la piel tensa y estremecida). Sin embargo Buenos Aires creo que tiene otras cosas que la rescatan, esas parrillas por ejemplo en las calles, entre enredaderas y quinieleros, pasas con el colectivo y te bajarías a comer un platito de vacío, jugoso… A mi me seducen las casas de los barrios quedados, no las casas chorizo, por ejemplo, yo digo esas casas como cajitas separadas, con entradas severas, con parras y santaritas, adivinas un patiecito que no podés ver y no falta una viga o un pedazo de pared que enmarca el cielo, algunos le ponen sobre el techo un tanque de acero inoxidable y las paredes tienen restos de una pintura que quedó como en tono pastel (ahora, ya pérdida hasta como silueta, Miranda es solo la voz y una sombra más que difusa, el francés la piensa sin embargo en el esplendor de su entrepierna soñada en el momento de abrirse a sus embates, aunque mañana en la mañana ella preferirá el sol que la baña desde la ventana de la isla, el sexo de Jean Luc inútilmente erecto contra su piel dorada y tensa). Y siguió hablando Miranda por un rato largo (Jean Luc podría describir el sexo de Miranda después de una vida sin verlo, besarlo en la tarde es su tributo en aquellas citas extrañas en hoteles del Once, luego salen a las calles peligrosas y el Depredador acaricia la navaja que los defenderá de punguistas y ladrones improvisados), creo que el fulano me gusta a pesar de su teoría, el cree que la teoría es lo que explica su obra y sin embargo yo creo que su obra es buena a pesar de la teoría y no por ella ¿no te pasa a veces con alguna gente? Bueno, mi bien, el vino y tu silencio me durmieron, ¡que callado que estás, se ve que el Arqui y Teresita te trajeron recuerdos!
Lánguida y simulando un cansancio mayor que el que en realidad tenía, Miranda se levantó y abrazó dulcemente al francés, lo besó con ternura y se despidió. El Depredador se quedó aun un rato más en la terraza, hasta que el fuego inútil en el claro se terminó de apagar, y en el interín terminó la botella y ordenó un poco sus pensamientos del día.
En la mañana, Jean Luc fue el primero en despertarse, su verga erecta por los roces de la noche. El sol del amanecer entraba por la ventana orientada perfectamente y bañaba a nuestros dos enamorados, el depredador acariciando lascivo los muslos de Miranda y levantando su camiseta. La muchacha despertó y respondió por compromiso los besos de Jean Luc, sus calzones se deslizaron hacía abajo pero el francés no logró quitárselos del todo, ella en cambio termino de quitarse la camiseta y se dio vuelta para entregar su pecho a los rayos del sol, ronroneó suavemente y tomo la mano de Jean Luc, al mismo tiempo como caricia y como fin de los intentos del depredador sobre sus calzones a medio sacar.
Desayunaron tranquilos y partieron a media mañana. Llegaron al embarcadero a tiempo para disfrutar de la parrilla de enfrente del boulevard antes que cerrara. Comieron en silencio y al terminar Jean Luc pidió por su celular un remise que los llevó hasta la estación. Como siempre, Jean Luc se sentó en el último asiento del vagón, contra la ventana, del lado opuesto al del andén. Miranda se recostó sobre su hombro y durmió casi todo el viaje hasta Retiro.
Se despidieron con un beso en la puerta del edificio de Miranda (acordaron extrañarse por una noche). Miranda tenía cantidad de llamados en su contestador y mensajes en su correo electrónico, la mayoría de Gustavo y Javier. Al desconectarse de Internet, sonó el teléfono y era Gustavo, sorprendido de encontrarla (era evidente que había llamado aun muchas más veces que las que había dejado mensajes, y que lo hacía por una especie de absurda disciplina o cábala que trascendía la ausencia inexplicable de Miranda). Miranda se enojó, más con ella misma por no cortar, que con Gustavo, a quien la comparación con Jean Luc luego de varios días de convivencia con el francés dejaba muy mal acomodado. Finalmente cortó y no atendió el llamado que entró unos segundos después, resultó ser Jean Luc que comenzó a dejar un mensaje y entonces levantó el tubo, estuvieron casi media hora hablando de nada, como adolescentes, como chicos, el siguiente llamado fue de Javier y ella sobreactuó su indiferencia, solo lo mantuvo al habla un rato para comentarle muy indirectamente su idea de la oficina y probar su reacción, que por cierto no lo convenció. Inmediatamente de cortar, más fría aun de lo que intentó, llamó Gustavo nuevamente y le propuso pasar a visitarla para aclarar los temas de los que habían hablado en la lamentable llamada anterior, ella aceptó solo para humillarlo y convencerlo de no molestarla más. Gustavo llegó al rato y ella le hizo sentir su hastío, su voluntad de eludirlo en forma definitiva. En medio de la charla llamó Jean Luc y ella se encerró en el dormitorio la media hora que duró su conversación, salió y preguntó a Gustavo si aun quedaba algo por hablar y este logró retenerla contra su voluntad, no se animaba a gritarle o maltratarlo más allá de su evidente o fingido desdén, y de su real decisión de cortar toda esperanza de regreso por parte de Gustavo. Luego de un silencio ominoso (Miranda evitaba mirarlo y sonreír, quería dejar absolutamente clara su voluntad de finalizar con lo que quedaba de su relación), Gustavo extendió su mano y la acarició, ella dio vuelta la cara y bufó exasperada. Ahora Gustavo intentaba abrazarla y ella se apartaba como electrizada, el juego continuó unos minutos hasta que Gustavo le propuso hacer el amor como despedida final, ella lo miró con asco y el calló, pero siguió prodigándole caricias, en un momento levantó su pollera y dejó el calzón de Miranda a la vista, ella se enojó y estuvo a punto de gritarle y echarlo, pero solo se puso a llorar, al rato se desnudaron y Gustavo la penetró en el mismo sillón. Miranda acabó con el nombre de Jean Luc entre los labios y enseguida se levantó, mientras volvía a ponerse sus ropas dejó escapar un pedo y pidió disculpas a Gustavo, sin mirarlo. Fue al baño, se higienizó y al salir le recordó a Gustavo el compromiso de irse, lo despidió con un beso en la mejilla, mal dado y una sobreactuada indiferencia. Luego de la retirada de Gustavo, se bañó rápidamente y se acostó, prendió la televisión y tras unos minutos de zapping encontró una vieja película de Bergman, “Un verano con Mónica”, de la que había estado hablando con el francés recientemente. Lo llamó y ya estaba dormido, pero prendió su televisión y se quedaron hasta el final de la película comentándola por el teléfono.
– Sos un boludo, ahora que me la contaste ya no me parece atractiva.
– Ese es el mejor período de Bergman, pero no es lo mejor de Bergman en ese período.
Y así siguieron hasta terminar la película, el amor, más que el viento a un velero de la isla, los llevaba por la vida
CR c/VR
Próxima entrega (14): No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.
En entregas anteriores:
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo.
¿ Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
Entrega 6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas.
Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7: Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8: Empresaria cultura
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9: La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas de la diferencia horaria.
10: Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas.
Una oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador.
Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles.
La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.
12: El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales.
Influida y perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol