Esperaba más del documental urbano-autobiográfico que el director Terence Davies dedicó a Liverpool, su ciudad. Se trata de un buen trabajo, sin duda, que engloba en un extraordinario montaje más de medio siglo de material de archivo de noticieros y películas. Las críticas han sido muy elogiosas y en general aluden a un cierto carácter proustiano de su concepción, a la recherche du temps perdu a través de dos de los instrumentos más ambiciosos con que la humanidad ha intentado contrarrestar los efectos despiadados del paso de tiempo: la ciudad, objeto de esta obra; el cinematógrafo, medio y mensaje de su autor.
Sin embargo, Del tiempo y la ciudad carece de lo esencial que manejaba Proust: la capacidad de incorporar al lector-espectador a la operación emotiva del autor. Hablo por mí. Obviamente, quizás la lectora o lector que haya visto la película pueda disentir con mi afirmación; en tal caso lo que sigue intenta explorar los mecanismos de este distanciamiento (en mi caso, negativo).
Una explicación posible (pero que no me satisface) es la diferencia de entidad entre el París de Proust y la Liverpool de Davies: con el respeto que me merece la ciudad del noroeste inglés, se trata de una comparación asimétrica por donde se la mire. Sin embargo, el cine y el arte en general están llenos de ejemplos en los que un autor hace universal su aldea por pintarla de un modo adecuado (en muchos casos, por cierto, aldeas y ciudades menos atractivas que Liverpool). En otras notas ya hemos hablado, por ejemplo, del Brooklyn de Humos del vecino, de la Viena de El tercer hombre, del Berlín de Las alas del deseo, del Hamburgo de Los mercaderes, del Los Angeles de Colateral… y podríamos citar centenares de etcéteras. Podrán decirme que se trata de obras de ficción, mientras que Del tiempo y la ciudad es un documental. Es cierto, pero el propio autor destaca más su carácter de poema que el de documental: en una entrevista, Davies señala a Listen to Britain, de Humphrey Jennings (un documental de 19 minutos de duración destinado a alertar al pueblo sobre la inminencia de la Segunda Guerra Mundial) como una de las mejores películas británicas y verdadera inspiración para su película, y subraya su condición de “bellísimo poema”.
La voz en off del mismo Davies alude en varias ocasiones al significado que atribuimos al blanco y negro en el registro fílmico; en su película, su uso está asociado a esas condiciones concurrentes de permanencia y desvanecimiento que caracterizan al tiempo: las buenas viejas épocas del club de fútbol local, el patrón urbano de los barrios obreros recortados sobre la niebla, la ebullición simbólica del catolicismo o la ambivalente figura de los luchadores. En los mejores momentos de la película, el espectador urbanista aprecia los morosos avances de la cámara por entre paisajes industriales devastados, tugurios vandalizados en tiempo real y barrios de pabellones en altura, recién inaugurados y ya irrecuperables.
La vívida manifestación de la distancia cronológica genera en el espectador una cierta ternura hacia los personajes involucrados. Esto se admite cuando se trata de vecinas que salen a buscar su botella de leche o niños que juegan en la calle, pero perturba cuando se aplica incluso a aquellos que, con toda justicia, el narrador-director se encarga de criticar de manera demoledora: la reina y su consorte (dicho sea de paso, muy parecido en las imágenes de la coronación al imbecil de su hijo). Quizás para compensar este efecto, las citas de poetas y escritores interactúan con las escenas filmadas y les contraponen sentidos muchas veces contradictorios con el que surge de la pura imagen, procurando así un equilibrio entre imagen y discurso.
Me han dicho que es el menosprecio de Davies por la música de los Beatles (referencia imposible de eludir al escuchar el nombre de Liverpool) lo que me impide identificarme emocionalmente con esta película… Puede ser, pero no suelo ser rencoroso al analizar el arte. En todo caso, invito a lectores y lectoras a que la vean; si comparten mi opinión, solo habrán invertido algo más de una hora de su valioso tiempo. Caso contrario, se emocionarán y habrán encontrado eso que a mi se me perdió entre los barcos del puerto, los monumentos de la ciudad histórica y las calles plebeyas de esta Liverpool de Davies.
MC
Of Time and the City (Del tiempo y la ciudad), dirigida por Terence Davies, Gran Bretaña, 2008. Ver en zinema.com Nostalgia de nada, entrevista realizada por Grégory Valens a Terence Davies en diciembre del 2008 y publicada en la revista Positif, febrero de 2009, n.576. Ver también la crónica del diario británico The Guardian y el corto de promoción.
Sobre Cine y Ciudad, ver también en café de las ciudades:
Número 69 I Cultura de las ciudades
Happy together I Cine y ciudad en cinco episodios (y la reconstrucción de Metrópolis en Buenos Aires) I Marcelo Corti (incluye listado de películas comentadas en cdlc)
Número 78 I Cultura de las ciudades
De villero a millonario (miseria y violencia urbana en el cine reciente) I Slumdog Millionaire, Gomorra (vs. Ciudad de Dios), Gran Torino (vs. Las invasiones bárbaras) I Por Marcelo Corti
De Marcel Proust, cuya capacidad para trabajar el tiempo y la memoria como materias artísticas originó el neologismo “proustiano”, ver en café de las ciudades:
Número 71 I La mirada del flâneur
Los pregones de la calle I Un fragmento del París proustiano I Marcel Proust