N. de la R.: El texto de esta nota fue publicado por la revista bisemanal El Estadista en su edición del pasado jueves 16 de diciembre, con el título “El costo de ignorar los temas urbanos” y la bajada “Crisis. El fenómeno de la toma de tierras no comenzó en Villa Soldati y refleja la dificultad para muchos sectores de acceder a suelo urbano”.
Los episodios iniciados en Villa Soldati y luego extendidos a otros puntos del sudoeste de la Ciudad de Buenos Aires son materia de reflexión política en muy variadas dimensiones. Se discute sobre la ineficiencia de la gestión de vivienda del gobierno porteño o las implicancias xenófobas del discurso de su jefe; se cuestionan las políticas migratorias y de seguridad del gobierno nacional; se busca en la estructura de punteros porteños o bonaerenses las responsabilidades por la movilización masiva de excluidos urbanos en busca de un lugar para vivir, se interpela el rol de los barras bravas en la política. Pero uno de los abordajes que han sido poco explorados es el de las cuestiones urbanas, materia que continúa siendo un asunto pendiente de la agenda política y mediática. Con la toma de tierras en el Parque Indoamericano, irrumpe en la capital argentina un conflicto originado en la dificultad generalizada de la población para acceder al suelo urbano.
El fenómeno de la toma de tierras no comienza en Soldati sino que se viene extendiendo desde hace prácticamente 30 años en la periferia de la metrópolis bonaerense, y ha recrudecido en los últimos tiempos en todo el territorio nacional. Esto que hoy sufre Buenos Aires ocurre todos los días en todas las ciudades argentinas: grandes y pequeñas, ricas y pobres, bien o mal administradas; la diferencia es que en esta ocasión ha pasado a ser un mecanismo de reclamo más que una estrategia de localización, como fue habitualmente. El motivo de esta explosión de tomas es que el acceso a la vivienda de los sectores populares, incluyendo la de amplios sectores de la clase media, está hoy dificultado por los elevados costos del suelo urbano, muy por encima de la capacidad de pago de los trabajadores (aun en un contexto de crecimiento económico y recuperación del empleo).
Aunque desde el gobierno nacional se desarrollan programas de vivienda muy ambiciosos en términos cuantitativos, los costos de los terrenos suben por encima de cualquier otro sector de la economía, sin que se registre una intervención del Estado en sus distintos niveles para abaratar ese insumo fundamental de cualquier política de vivienda y ciudad. Según un especialista, “en la Argentina conviven políticas de vivienda progresistas con políticas del suelo urbano neoliberales”. El tipo de construcción existente en algunas villas de emergencia de localización central y la aparición de mercados inmobiliarios informales demuestra que incluso los sectores populares pueden disponer de capacidad económica para autoconstruir su vivienda y que es la escasez de suelo urbano (más que la ausencia de crédito, como habitualmente se sostiene) el principal obstáculo a cualquier política exitosa en tal sentido. Hasta los más encumbrados desarrolladores urbanos han expresado en un reciente encuentro inmobiliario el freno a las inversiones que origina este alto precio de los terrenos.
La presión de los enfrentamientos callejeros no es el marco más recomendable para encarar políticas públicas, pero el dramatismo de la situación pude ayudar a que finalmente se asuma la existencia de este problema, quizás el más grave y estructural de entre los que explican la persistencia de la pobreza en nuestro país. Para ello no hace falta cerrar las fronteras ni admitir que los excluidos loteen espacios públicos: el Estado en sus distintos niveles puede producir suelo urbano bien servido y equipado y ponerlo en el mercado al costo, de manera de facilitar el acceso a un lote propio a millones de personas hoy excluidas de esa posibilidad (incluyendo a amplias capas de clase media). Esto permitiría organizar un círculo virtuoso de producción de suelo, con recuperación de costos, con dos consecuencias positivas:
- Liberar capacidad de ahorro para la generación de soluciones de vivienda a partir de la autoconstrucción asistida, la organización cooperativa o el propio mercado de la construcción.
- Generar una alternativa competitiva al suelo privado retenido con fines especulativos, obligando a la reducción de precios.
La tierra necesaria para estas operaciones puede surgir del stock de propiedad estatal, pero también puede ser negociada con operadores privados en el contexto de grandes desarrollos urbanos. Por vía fiscal puede castigarse la retención especulativa del suelo urbano, y debe encararse (como ha hecho por ejemplo Colombia) la recuperación por parte del estado del mayor valor inmobiliario generado por la realización de obras públicas, cambios normativos, etc.
Cuando los temas urbanos son ignorados, terminan entrando en la agenda política (o lo que es casi lo mismo, en la pantalla de la TV) con estrépito y violencia: ya había ocurrido cuando los trenes fueron quemados por sus propios pasajeros, poniendo en evidencia las limitaciones del sistema de movilidad metropolitana. Los hechos de Soldati, Lugano y centenares de barrios y ciudades de nuestro país interpelan la naturaleza profunda de nuestra sociedad, pero también la capacidad del Estado para encarar con decisión política una cuestión esencial para la calidad de vida y los derechos ciudadanos.
MC
Sobre los sucesos de Villa Soldati y los problemas de acceso al suelo urbano que expresan, ver también la presentación de este número de café de las ciudades y las notas La rebelión de los inquilinos, de María Cristina Cravino, Villa Soldati y la necesaria reforma urbana en Argentina, de Raul Fernández Wagner, y Terquedad Soldati, de Mario L. Tercco.
En otros medios, ver también las notas “Estamos sentados arriba de un volcán”, entrevista de José Medrano a Adrián Gorelik en Diario Z, “Es un estado de desesperación”, entrevista de Ailín Bullentini a María Cristina Cravino en Página 12 del 27 de diciembre, y la nota El destino trágico del Parque del Sur, de Pablo Pschepiurca, en el DARQ del 13 de diciembre.