Desde
hace algunas semanas la situación parece calma en la Ciudad de Buenos Aires, sin
embargo, nada indica que estemos cerca de encontrar
una solución a la falta de acceso a la ciudad para muchos
de los residentes porteños.
Los hechos ocurridos en el Parque Indoamericano y en el Club
Albariños muestran la complejidad que ha ido
adquiriendo habitar una villa y postulamos que evidencian
el agotamiento de un ciclo de crecimiento de
las villas. Todo esto sucede en el marco en que
muchos habitantes de la ciudad se ven desplazados a
estos barrios por no acceder a una vivienda en el mercado
y por la falta de programas de vivienda o el desfinanciamiento
de los existentes.
Las
villas en la
Ciudad de Buenos Aires comenzaron a
repoblarse (sólo quedaban unas pocas familias que resistieron
al desalojo) una vez recuperada la democracia, post
desalojos violentos y masivos de la última dictadura
militar. Merece subrayarse que algunas nunca se repoblaron
y eso no fue una casualidad. Por ejemplo la villa de
Bajo Belgrano, una vez erradicada en pleno proceso militar
fue traspasada a manos del mercado inmobiliario formal.
De esta manera las villas se concentran en la zona sur y ya llevan más de 30 años de
dinámica urbana y social de crecimiento. Nuevas
generaciones nacidas en las villas necesitan más viviendas.
Estas familias sólo encuentran lugar en las mismas villas
en que nacieron o en otras similares. Paralelamente,
la última década fue escenario de un proceso de crecimiento
de los desalojos en la ciudad (vía judicial o administrativa),
mientras que algunas políticas de contención (como la
de alojamiento en hoteles pensión para los “sin techos”)
fueron desarticuladas (en principio porque no reunían
las condiciones mínimas y luego por desinterés) y no
se generaron mejores opciones, sino que por el contrario,
más gente fue empujada a las villas. Los desalojos de algunas villas
generaron el mismo proceso, al igual que el cierre de
muchos hoteles pensión. Los escasos subsidios del Gobierno
de la Ciudad sólo alcanzan para el alquiler en una villa,
mientras existen centenares de viviendas ociosas de
propiedad de la ciudad.

Desde
hace 15 años las posibilidades de vivir en una villa
se vinculaban cada vez más a la posibilidad de alquilar
un cuarto con baño compartido, donde viviría toda la
familia, sin importar la cantidad de miembros. El alquiler era la puerta de entrada a la villa y la villa ya había
pasado a ser una forma estable de vivir en la ciudad
(sin opciones de salida). Sin embargo podemos decir
que este ciclo comienza a agotarse. Explicaremos por
qué a continuación.
Las
trayectorias habitacionales han mutado profundamente.
Antes de la mitad de la década del ´90, aquellos que
llegaban a una villa lo hacían casas de parientes o
paisanos. Con el correr del tiempo, construían una nueva
vivienda en la villa, ocupaban un lote vacío y hacía
el barrio iba creciendo en población. Luego, cuando
se agotó el suelo para ocupar, comenzó el proceso de
verticalización, es decir,
la construcción en altura, fundamentalmente para el
alquiler. Sin embargo, las trayectorias continuaban
con la posibilidad, luego de algunos años de ahorros
o algún préstamo, de pasar a ser “propietario” de una
casa en la villa. Eso podía suceder cuando los inquilinos
eran un 10 o 15% de los habitantes, ya que existe una
rotación de los que se mudan para volver a sus lugares
de origen o para ir a otro lugar de la ciudad (o por
el ciclo de vida de las unidades domésticas). Pero actualmente
podemos estimar que un 40% de los que viven en las villas se encuentran en condición de inquilinos.
Por lo tanto, es
imposible que tengan chances de convertirse en “propietarios”
(porque además, como la demanda aumenta, también lo
hacen los precios) y jamás habría tanta cantidad de
viviendas en venta como todos los inquilinos que quisieran
comprar una.
Por
esta razón desde hace aproximadamente 5 años se
han multiplicado las ocupaciones en los lugares intersticiales
de las ciudades y de las villas inclusive. En todos
los casos, los que ocupan son inquilinos que no pueden
acceder a la compra de una vivienda en la villa (como
máxima aspiración) o no pueden pagar el creciente aumento
del costo del alquiler (que se ha multiplicado en aproximadamente
8 veces en 4 años), obviamente muy por arriba de la
inflación. Así hubo sucesivas ocupaciones en espacios
contiguos a las villas 31 bis, 31 (Retiro), 1-11-14
(Bajo Flores), 21-24 (Barracas) y 20 (Lugano), 15 (Mataderos)
y en otros espacios libres, particularmente en tierras
ferroviarias, tal como sucedió en los barrios de Barracas,
Palermo, Paternal, Chacarita, Caballito y otros. Utilizando
el término de Wacquant son los “parias urbanos”, lo que ya no encuentran ni en la villa un lugar
donde vivir. Por eso podemos decir que se trata
de la rebelión silenciosa de los inquilinos de estos
barrios, los nuevos habitantes de la ciudad.
Sin
duda, en esta situación de desesperación muchas familias
inquilinas se embarcan en propuestas de compra de espacios
a ocupar que organizan ciertos personajes que los medios
han llamado la “mafia” o los actores de los “negocios
inmobiliarios”, es decir aquellos que se
aprovechan de la situación y cobran la valentía de ocupar
espacios libres (de cualquier calidad), porque la
gente tiene miedo a los desalojos y a la violencia y
no siempre se anima a ser pionera. Otros, seguramente,
aprovechan la situación de desesperación para generar
acciones de presión política, pero como sostuvimos en
una columna de opinión con Gabriel Kessler,
el trasfondo
no es un problema de seguridad-inseguridad, sino la
absoluta falta de opciones habitacionales para las nuevas
familias villeras y otros habitantes de la ciudad con
bajos ingresos. Estos hechos, además, colocan sobre
la superficie de nuestra sociedad la profunda xenofobia
de algunos porteños, que en su discurso convierten en
victimarios a las víctimas y criminalizan la condición
de pobreza, y obturan la pregunta: ¿qué políticas de
acceso a la ciudad existen para los vecinos (transitoriamente
también “okupas”) que no acceden por la vía del mercado
a un lugar donde vivir, mientras el Estado local se
preocupa por la estética urbana (de la zona norte, tal
como lo evidencian las costosas esquinas remodeladas)
y no encara la solución del déficit habitacional que
en el censo anterior ya arrojaba la escalofriante cifra
de 500.000 personas en una ciudad de menos de 3.000.000?
Tomemos
nota: en las
villas de la Ciudad de Buenos Aires no
caben más personas. Faltan opciones y es urgente
mejorar las condiciones habitacionales y urbanas de
las villas, que requieren algo más que pintar algunas casas de colores y colocar materiales
usados (y desechados) de otros lugares de la ciudad
en los escasos espacios públicos de estos barrios. ¿Por
qué nadie reclama la participación de los representantes
de las villas en la discusión de las políticas urbanas
sectoriales? ¿Por qué no se aplica la
Ley
148, de Atención
prioritaria a la problemática social y habitacional
en las Villas y Núcleos habitacionales transitorios?
MCC
La autora es antropóloga, investigadora docente
del Instituto
del Conurbano de la Universidad Nacional
de General Sarmiento y del CONICET.
De su autoría o sobre su obra, ver también en
café
de las ciudades:
Número 49 | Política de las ciudades (II)
Teoría
y política sobre asentamientos informales | Cuestionario a Raúl Fernández Wagner y María Cristina Cravino, en vísperas del Seminario
en la
UNGS. | Raúl Fernández Wagner
y María Cristina Cravino
Número 56 | Tendencias (I)
Transformaciones
estructurales de las villas de emergencia | Despejando mitos sobre los asentamientos informales
de Buenos Aires. | María Cristina Cravino
Número 61 | Economía y Política de las ciudades
"Acordate que la tierra no es de nosotros..."
| El mercado inmobiliario en las villas de Buenos Aires,
según María Cristina Cravino | Marcelo Corti
Número 89 | Política de las ciudades (II)
La
Villa 31, entre el arraigo y el desalojo
| El nuevo
libro de María Cristina Cravino (y por qué debería leerlo
más de un político y política) | Marcelo
Corti |
Sobre los sucesos del Parque Indoamericano y el Club Albariños y los problemas de acceso al suelo urbano que expresan, ver también la presentación de este número
de café
de las ciudades y las notas Villa Soldati
y la necesaria reforma urbana en Argentina, La ausencia de políticas de
suelo urbano en la Argentina y
Terquedad Soldati.
En otros medios, ver también las notas “Estamos
sentados arriba de un volcán”, entrevista
de José Medrano a Adrián Gorelik
en Diario Z,
“Es un estado de desesperación”, entrevista
de Ailín Bullentini
a María Cristina Cravino en Página 12 del 27 de diciembre,
y la nota El
destino trágico del Parque del Sur, de Pablo Pschepiurca, en el DARQ del 13 de
diciembre.
Ver la
Ley 148 de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, de Atención
prioritaria a la problemática social y habitacional
en las Villas y Núcleos habitacionales transitorios.