N. de la R.: El texto de esta nota reproduce una parte de la Introducción al libro Espacios públicos y ciudadanías en conflicto en la Ciudad de México. Patricia Ramírez Kuri (coordinadora). Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Sociales. Juan Pablos editor, Ciudad de México, 2021.
[…] El enfoque espacial en el estudio de la ciudad
En el contexto de predominio del urbanismo neoliberal que ha provocado cambios profundos en la experiencia urbana, repensar la espacialidad humana adquiere importancia renovada en el debate sobre la ciudad. La investigación realizada puso énfasis en la espacialidad de la vida social, en la comprensión del espacio como el lugar donde se inscriben las diferentes ideas, anhelos de sociedad, de libertad, de democracia, de gobierno y de justicia en contextos histórico-sociales específicos. En el espacio vivido están trazadas tanto las estructuras, las jerarquías sociales, las diferencias, los conflictos culturales, de clase, de género, así como las fronteras reales y simbólicas entre el poder y la falta de poder, entre lo público y lo privado, entre lo local y lo global. En la actualidad reconocemos no sólo que el espacio social importa porque es producido y produce relaciones sociales sino porque contiene intención, acción y significado. Estas relaciones cambian históricamente dejando huella en la forma urbana y en la memoria de la gente que usa, habita y significa los lugares (distintos autores han contribuido a esta discusión conceptual y metodológica desde enfoques disciplinarios distintos como la geografía, la filosofía, la sociología; destacan entre éstos Lefebvre, Derek, Harvey, Massey, Soja). La idea de espacio como producto social que “contiene relaciones sociales —que— es preciso saber cómo y por qué ocurren” habla de la naturaleza social del espacio, que no se limita a un repertorio de fenómenos, formas, datos y objetos materiales. Abarca una trama de relaciones sociales, que lo hace el lugar percibido, concebido y vivido, que se expresa a través de la práctica del espacio, de las representaciones del espacio y de los espacios de representación (Lefebvre, 2013:86).
Este giro notable, que sintetiza una larga y compleja trayectoria del pensamiento filosófico, social y urbanístico, se hace evidente desde los años setenta del siglo XX transformando la manera de entender la ciudad y la ciudadanía, así como la vida social urbana, pública y privada. En las cinco décadas que transcurren desde entonces, la idea de espacio como algo abstracto, físico, cerrado y fijo fue reemplazada por la concepción del espacio social y simbólico, donde se construyen significados, identidades y surgen sujetos políticos distintos. En esta línea de reflexión, la idea de que el espacio es sociedad y la sociedad es espacio nos permite observar tanto las formas de (in)justicia espacial (Soja, 2014), como las relaciones de cooperación, de poder y de conflicto. Si bien se ha logrado pensar el espacio como dimensión inherente a la realidad histórica y a la vida social, todavía está pendiente construir conciencia espacial para reducir las distintas formas de injusticia social que se producen en el espacio urbano de las ciudades contemporáneas grandes y pequeñas (Soja, 2014). En estas ciudades prevalecen condiciones de desigualdad y han surgido nuevas formas de segregación y de exclusión, se han configurado espacios de miedo y de aislamiento, vigilados con policías, patrullas, cámaras, alarmas produciendo “en el paisaje de la ciudad, espacios vetados —que— se convierten en los puntos de referencia de la desintegración de la vida en común sólidamente establecida en un sitio” (Bauman, 2006:32).
Al pensar la ciudad adquiere relevancia poner la mirada en el espacio como dimensión esencial de la vida humana y reconocer que es un recurso social que no es neutral, que representa poder real y simbólico. El espacio se produce como “[…] uno de los lugares donde se afirma y ejerce el poder y… la violencia simbólica”, que de manera inaprensible despliega formas y capacidades de dominación a través de la apropiación de “los bienes públicos o privados que se distribuyen en él, dependiendo del capital poseído” (Bourdieu, 1993:121-122). Si hablar de espacio es hablar de relaciones sociales, si el espacio es una relación (Carrión, 2016), entonces observar lo que ocurre en la espacialidad urbana, pensar cómo ocurre y por qué ocurre importa para entender a las ciudades del siglo XXI, que enfrentan las crisis provocadas por el urbanismo neoliberal y los efectos socioespaciales y ambientales de esta forma de desarrollo urbano. Pensar esta crisis local y global desde el espacio y el lugar nos acerca a la comprensión de las disputas y luchas que entablan actores y clases sociales diferentes por el uso y control de los lugares. También permite tomar parte en la búsqueda de políticas y acciones urbanas democráticas, con sentido social. Desde este enfoque, un interés central que orienta a este libro ha sido el espacio público y las transformaciones que ha experimentado con la ciudad, la ciudadanía y la vida urbana como lugar de relación y de encuentro entre personas y grupos sociales diferentes.
El significado del espacio público como espacio vivido se ha transformado como bien común, abierto y accesible, como espacio de construcción de ciudadanía e identidad, como lugar de convergencia de formas democráticas de vida pública. El interés en el estudio de lo público no es nuevo, se incorpora al debate académico y político sobre la ciudad, la vida urbana y la ciudadanía desde hace más de medio siglo. En esta discusión, la categoría de lo público se resignifica, de una parte al no cumplir su papel como lugar de articulación social y urbana, como mecanismo distributivo proveedor de bienestar y como espacio democrático (Borja, 2013). Los atributos potenciales decaen ante realidades urbanas en las que lo público aparece más como escenario de desigualdades, segregaciones y violencias de género, clase y origen, donde se expresan necesidades, carencias y prácticas ilícitas. Ante estas realidades, el espacio público pareciera “re-construirse” como el lugar donde surgen y se expresan ciudadanías que dirimen discrepancias, disputas y conflictos por los derechos, por el uso y el control de los lugares para trabajar, para vivir, para moverse y trasladarse en la ciudad. En esta línea, interesa el papel social y político que puede cumplir el espacio público como escenario activo en la reconstrucción de lo colectivo, de formas de articulación urbana y de democracia participativa. En la Ciudad de México el espacio público resurge como lugar de convergencia de los efectos sociales del orden económico de capitalismo flexible, representado tanto en las monumentales formas, estructuras y funciones locales y globales como en las divisiones espaciales que representan geografías de las desigualdades urbanas. Interesa en esta línea lo que ocurre en el espacio público y su resignificación en la vida social urbana como escenario donde surgen nuevos sujetos ciudadanos, identidades y pertenencias.
Fotografía: Eduardo Acosta
Neoliberalismo, el poder de lo privado sobre lo público
Hablar de neoliberalismo alude a una serie de ideas que promueven procesos económicos, políticos, culturales y territoriales que modifican, de manera profunda, la experiencia espacio-temporal de la sociedad y de la vida pública. El análisis del pensamiento neoliberal ha sido abordado por diversos autores que, desde un enfoque crítico, profundizan en las ideas intelectuales y políticas que se han desarrollado durante casi un siglo, así como en los efectos sociales y urbanos que se manifiestan sobre todo en el curso de las últimas tres décadas. La reconstrucción del sistema capitalista a través del orden económico neoliberal ocurre desde los años setenta del siglo pasado y se naturaliza en la vida cotidiana a través del discurso de libertad, de bienestar y de estabilidad individual que promete brindar con eficiencia y eficacia el mercado y la acción privada. Este “nuevo” capitalismo flexible, que combate la rigidez burocrática y las restricciones de la rutina, altera el significado del trabajo en sus distintas dimensiones. Surge como un régimen de poder ilegible, que introduce nuevas formas de control mientras enfatiza que el riesgo y la flexibilidad brindan mayor libertad, enarbolando la consigna de “nada a largo plazo […] principio que corroe la confianza, la lealtad y el compromiso mutuos” (Sennett, 2000:22).
Siguiendo a Fernando Escalante (2015), destacan dos vertientes articuladas que definen el contenido del neoliberalismo. Una, como programa intelectual nutrido de ideas originadas en disciplinas como la filosofía, la economía, la sociología, el derecho, que desarrollan autores que comparten “el propósito de restaurar el liberalismo, amenazado por las tendencias colectivistas del siglo veinte”. Otra, como programa político que recupera estas ideas con estrategias trazadas para las distintas dimensiones de la sociedad: economía, educación, salud, derecho, administración pública, desarrollo tecnológico, a través de un conjunto de “leyes, arreglos institucionales, criterios de política económica y fiscal” con el propósito de contener el colectivismo (Escalante, 2015:18). Sin abordar directamente la articulación entre neoliberalismo y capitalismo, este autor expone de forma crítica tres ideas centrales del pensamiento neoliberal que identifican a los seguidores de esta ideología por encima de las diferencias: la primera, es la necesidad de un Estado nuevo y fuerte, asignándole un papel activo orientado a fortalecer el predominio de la lógica de mercado, lo que traza una diferencia fundamental con el liberalismo del siglo XIX. Otra es la centralidad del mercado como expresión de libertad, con el discurso de que es la “única solución eficiente para los problemas económicos”, porque actúa como instrumento clave en la generación de información sobre el consumo y la producción, sobre la competencia, los precios y el uso de recursos. Y la tercera, es la supremacía de lo privado sobre lo público, que se fundamenta en un sentido técnico, moral y lógico. La idea que subyace es que “lo público es siempre menos eficiente, propenso a la corrupción, al arreglo ventajista a favor de particulares, algo inevitablemente político, engañoso, turbio” (Escalante, 2015:18-22). Una línea sustancial del programa neoliberal es impulsar un proceso continuo de privatización. Ésta se apoya en argumentos técnicos de eficiencia que a través de reformas apuntan hacia una “nueva sociedad, signada por un prejuicio sistemático en contra de lo público” distribuyendo los servicios públicos como mercancías y no como derechos (Escalante, 2015:199-202).
En la lógica neoliberal, la privatización y la liberalización del mercado son estrategias centrales para reorganizar y racionalizar el sistema capitalista. Esta racionalización se logra a través de la desvalorización de bienes de capital y trabajo, de la apropiación privada de derechos colectivos que tienen que ver con condiciones de bienestar social: recursos ambientales, tierra, aire, suelo, trabajo, educación, vivienda, salud, espacio público, pensiones, entre otros, con el propósito de usarlos y reciclarlos en forma lucrativa. Impulsado como alternativa a la crisis del capitalismo, este orden económico promueve la idea de que “las libertades individuales se garantizan mediante la libertad de mercado y de comercio”, lo que siguiendo a Harvey “[…] refleja los intereses de la propiedad privada, de las empresas, de las compañías multinacionales y del capital financiero” (Harvey, 2005:13-14). En este proceso de asedio a los bienes comunes que este autor denomina “acumulación por desposesión”, el objetivo de la política estatal ha sido que los bienes públicos en dominio del Estado se asignen al mercado para inversión, recuperación, regeneración y especulación del capital “sobre acumulado” (Harvey, 2006:29-35).
El neoliberalismo es una ideología asumida por las instituciones. Se ha introducido en el espacio social, redimensionando la relación entre lo público y lo privado, desarrollándose como proyecto político de dominación de clases, en oposición a políticas de bienestar y de redistribución de recursos sociales. Este proceso “geográficamente variable y desigual, multiescalar e interconectado” ha fortalecido el poder de las elites económicas en detrimento de las condiciones sociales. En distintas ciudades se expresa mediante una diversidad de políticas específicas, como los mercados de propiedad y del suelo urbano inmersos en dinámicas especulativas (Hidalgo y Janoshcka, 2014:16). Si bien el pensamiento neoliberal ha transformado el orden económico y las instituciones en el mundo, asume modalidades y particularidades de acuerdo con los distintos contextos donde se introduce y se adecúa. El proceso de neoliberalización es contradictorio, selectivo y diferenciado, parte de las reglas del mercado y es negociado en los límites del Estado en contextos político-culturales preexistentes, donde se arraiga en el territorio, se organiza y se ajusta institucionalmente con especificidades discursivas y programáticas, así como con fragilidades subyacentes que abren posibilidades de resistencias ciudadanas (Peck, 2010).
El discurso de libertad y democracia que acompaña al pensamiento neoliberal apela, en algunos casos, a luchas sociales y políticas orientadas a derrocar dictaduras y regímenes autoritarios para construir sistemas justos y menos desiguales. En este sentido, los creadores del pensamiento neoliberal —señala Harvey (2005)—, se apropiaron de ideales políticos de dignidad y libertad individual que nutrieron a los movimientos sociales y estudiantiles de los años sesenta del siglo pasado y los asumieron como valores civilizatorios amenazados tanto por el fascismo, las dictaduras y el comunismo como por las formas de intervención estatal que privilegian los intereses colectivos por encima de las elecciones libres de los individuos. Al transformar la relación entre el Estado, la sociedad y el territorio; la relación entre el gobierno y la ciudadanía; entre el espacio público y el espacio privado; el proyecto intelectual y político neoliberal altera los referentes de identidad, las formas de trabajo, los modos de vida, las prácticas culturales y de consumo, las relaciones personales y la intimidad.
Fotografía:Plataforma vecinal
Ciudad neoliberal y espacio público
La tendencia histórica relacional de las ciudades se reproduce en el orden económico de capitalismo flexible y se expresa en la globalización neoliberal que surge asociada a procesos que han enfatizado las desigualdades urbanas, los desequilibrios en la relación entre el Estado y la ciudadanía, y entre el espacio público y el espacio privado. Hablar de ciudad neoliberal alude no sólo a las funciones estratégicas y jerarquizadas que cumplen las capitales mundiales en el contexto de predominio del capitalismo flexible, de la tercerización económica, de la sociedad red, de la información y del conocimiento, a escala local, regional y global. Sobre todo, es hablar de ideas traducidas en formas de desarrollo urbano que, a través de discursos, políticas y acciones, enfatizan las divisiones espaciales, producen espacios separados, resguardados y segregados, privando al espacio público de su significado como bien común y como lugar de encuentro e interacción entre miembros diferentes de la sociedad. Estas formas de urbanización introducen cambios en los usos, en las actividades y en las prácticas sociales y de consumo; reconfiguran lugares en los que surgen fronteras físicas, sociales y simbólicas entre personas, grupos y clases sociales, definiendo las geografías heterogéneas y desiguales que distinguen a distintas capitales del actual siglo.
En las sociedades latinoamericanas, a partir de la segunda mitad de los años setenta del siglo XX, los procesos globales y locales de neoliberalización se espacializan en forma diferenciada teniendo a las ciudades como el “locus estratégico” de la nueva economía. Las grandes ciudades han actuado como espacios sociales y urbanos estratégicos para el mercado y los flujos de capital favoreciendo el predominio de actividades comerciales y funciones terciarias, financieras e inmobiliarias, los cambios científico-tecnológicos y la instrumentación de nuevas políticas urbanas. Estas transformaciones cambian las divisiones espaciales previas enfatizando las desigualdades sociales y las formas de segregación urbana (Sabatini et al., 2016), mostrando los efectos sociales y ambientales de las políticas y estrategias urbanas, desfavorables en unos casos, nocivos y devastadores en otros. Entre los efectos de la privatización de la infraestructura y los servicios públicos destaca no sólo la pérdida de capacidad del Estado y de los gobiernos locales para influir y actuar sobre el territorio.
Asimismo, ante la centralidad del mercado y la desregulación urbana la planificación urbano-regional pierde legitimidad como herramienta institucional reguladora y equilibradora en la organización socioterritorial y económica (Pradilla, 2010). En México las políticas de ajuste económico y el repliegue del Estado social se iniciaron a principios de la década de 1980, previo a la reforma política y a la transición democrática. Distintos autores sitúan el inicio de la neoliberalización del Estado mexicano a partir de 1982, con la crisis económica de ese año, la privatización de la banca, la posterior firma de cartas de intención frente a la deuda externa, de acuerdos y tratados internacionales que activan las reformas estructurales apoyadas en privatizaciones cuyo auge ocurre en la década de 1990. El proceso de tercerización y desregulación industrial, comercial y financiera se desarrolla con la influencia de los lineamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) en los gobiernos en turno (Pradilla, 2010).
El concepto “ciudad neoliberal” es útil para observar y describir el conjunto de cambios socioespaciales impulsados por el mercado como resultado de ideas, políticas y acciones que han enfatizado las desigualdades, segregaciones y exclusiones previamente existentes. Ciudad neoliberal se refiere a la idea de ciudad eficiente a partir del predominio de la gestión privada de servicios públicos, respaldada en la persistente desconfianza hacia lo público. La lógica predominante del orden social urbano pone el énfasis en la limitación de la distribución y el acceso universal a bienes colectivos al ofertarlos como mercancías y en el condicionamiento del espacio público a intereses privados, al adecuar su diseño y uso a usuarios y clases sociales con capacidad de consumo, promoviendo prácticas socioculturales y actividades específicas. Espacialmente, las políticas neoliberales en la ciudad han influido en la forma, la estructura y las funciones, acentuando la tendencia al desplazamiento, a la exclusión e incluso a la expulsión de grupos sociales que no responden a los intereses y códigos de comportamiento trazados por la ciudad formal, a las necesidades de la economía, a los perfiles que requiere el mercado de suelo, habitacional, laboral, educativo, de salud.
Esta lógica de desarrollo urbano ha modificado la morfología física y social de la ciudad. Los efectos sociales de este modo de desarrollo se expresan en las crisis económicas, políticas y ambientales que surgen en los lugares que habita la gente.
Hablar de ciudad neoliberal se refiere a un fenómeno urbano heterogéneo, que no se expresa de la misma manera en el espacio social. Su utilidad como concepto permite observar los lugares estudiados y las divisiones espaciales que separan socialmente, describir realidades complejas y discutir políticas y acciones urbanas en la ciudad, inspiradas en la lógica de mercado, privatizadora y anticolectivista, que han debilitado los derechos urbanos. También permite observar y describir la distancia de las instituciones de gobierno frente a la ciudadanía, las disputas, conflictos y violencias que cruzan las relaciones sociales de clase, género y trabajo.
Los procesos locales y globales –mencionados en forma no exhaustiva– que se producen en el espacio social de la ciudad han redimensionado la relación interdependiente entre lo público y lo privado, lo que se expresa en el del automóvil privado frente a otras formas de movilidad y transporte en la vía pública; en el uso del espacio público para vivir como expresión de la carencia que padecen grupos sociales sin vivienda adecuada, sin un lugar donde realizar prácticas privadas como dormir, bañarse, comer, entre otras; en la práctica de trabajar en lugares públicos para generar ingresos, como expresión de la falta de empleo formal asalariado, contractual y con derechos; la proliferación de colonias y fraccionamientos privados cerrados al uso o tránsito público; la privatización de diversos bienes colectivos tales como la tierra, el agua, el aire, el fortalecimiento del acceso privado a los servicios de salud y educación.
Las políticas urbanas que en las últimas décadas han respaldado las acciones institucionales y gubernamentales se han orientado más a favorecer la primacía de lo privado, promoviendo tanto la expansión del sector financiero e inmobiliario como la privatización de bienes públicos, que a diseñar y fortalecer políticas de atención a las injusticias espaciales y a las demandas de los habitantes en lo que se refiere al hábitat social. El interés en poner atención en el espacio público se debe a que es, en esta dimensión del orden social urbano, donde se exhiben los efectos del neoliberalismo, en la imagen, en la estructura, en las actividades de producción y consumo, en los modos de vida y en las prácticas sociales que se desarrollan en el entorno construido. Esta forma de desarrollo urbano que ha promovido e implantado el cierre, privatización y mercantilización de lugares comunes, de bienes públicos y de derechos colectivos, ha debilitado al espacio público como espacio de la ciudadanía. Ante esta situación, ¿qué significado puede tener el espacio público?
En el contexto del urbanismo neoliberal y ante las tendencias a la privatización que traza fronteras entre miembros diferentes de la sociedad, el espacio público, como lugar de convergencia de libertad y necesidad, pareciera resignificarse a partir del conflicto urbano en el que influyen intereses privados, el carácter de clase que le es inherente, el consumo, el mercado y la defensa de los derechos colectivos. La Ciudad de México condensa transformaciones impulsadas por estos procesos de neoliberalización que provocaron, desde la década de los años ochenta del siglo XX, cambios estructurales en la economía y en la relación entre el Estado y la sociedad. No obstante que el cambio de siglo destaca por la introducción de políticas sociales inéditas e innovadoras en el contexto de un gobierno de izquierda, las demandas y conflictos urbanos se han incrementado en la segunda década asociados a problemas que tienen que ver con el medio ambiente, el empleo, el uso de suelo, la vivienda, el agua, el transporte, la movilidad, el patrimonio, los desalojos, las violencias sociales y de género, entre otras cuestiones que afectan las condiciones de vida de los habitantes. Los espacios públicos revelan el incremento de las desigualdades en el acceso a la ciudad y a los recursos sociales, así como los conflictos por los derechos que surgen como respuesta a las consecuencias de los cambios ocurridos.
Interesa comprender las transformaciones del espacio público como proceso que hace a la ciudad en formas distintas y contrapuestas, en lugares comunes de encuentro entre diferentes donde coexiste civilidad y solidaridad, con riesgos, exclusiones, desigualdades y violencias. En la actualidad, lo público pareciera alejarse de su significado como espacio de aprendizaje de valores compartidos, tales como la democracia, el respeto, la solidaridad, la justicia, la libertad, entre otros, que influyen en la construcción de ciudadanía en la ciudad. Este libro se acerca a estas transformaciones en la relación entre el espacio público y la ciudadanía. En el enfoque socioespacial, los conceptos ciudad neoliberal y espacio público han sido centrales en relación con una red de conceptos, tales como ciudadanía, trabajo, segregación, desigualdad, informalidad, derechos, conflicto y política urbana, entre otros, usados como herramientas de análisis de acuerdo con la utilidad para cada tema de investigación, análisis de problemáticas tratadas en cada caso de estudio. En este proceso de investigación el trabajo de campo representó un desafío clave para acercarnos a lo que ocurre en las relaciones sociales y de tensión existentes entre miembros diferentes de la sociedad. […]
PRK
La autora es Doctora en Sociología, investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Estudia la ciudad, el espacio público y la ciudadanía desde las relaciones sociales de cooperación y de conflicto entre diferentes actores urbanos. Destaca su experiencia en docencia e investigación urbana, en la coordinación de proyectos académicos y de planificación. Forma parte de las redes latinoamericanas Ciudad y Derechos Urbanos y CIVITIC. Su producción académica ha contribuido a ampliar el conocimiento sobre la ciudad y las formas de habitar.
Espacios públicos y ciudadanías en conflicto en la Ciudad de México. Patricia Ramírez Kuri (coordinadora). Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Sociales. Juan Pablos editor, Ciudad de México, 2021.
El libro es producto del proyecto de investigación La ciudad neoliberal y los derechos urbanos. Estudio comparativo del espacio público, género y ciudadanía. PAPIIT-DGAPA IG300617 (2017-2019).
Contenido:
Prólogo. Ciudad neoliberal Fernando Carrión M.
Introducción. Patricia Ramírez Kuri
Trabajo de mujeres, trayectorias urbanas y conflictos por el espacio público. Yutzil Tania Cadena Pedraza
Personas en situación de calle. La Plaza de la Soledad y sus paradojas. Elizabeth Rosas Tapia
Urbanismo neoliberal y voces ciudadanas en el espacio público. Del Huerto Roma al Café Trevi, CDMX. Adrián Orozco
Espacio público, formas urbanas y modos de habitar en la Portales. Gloria P. Medina Serna
Arte público y espacio público en la ciudad neoliberal. Del atrio de San Francisco a la Ciudadela, Centro Histórico-CDMX. Paulina V. Pulido
Movilidad cotidiana y disputas por el espacio público en Paseo de la Reforma. Varinia Loya Ramírez
El Bosque de Chapultepec. Espacio público de la capital en tiempos de urbanismo neoliberal. Blanca Mónica Garduño Serrano
La ciudad neoliberal en Santa Fe. El sentido privado del espacio público. Patricia Ramírez Kuri
Epílogo. Lo neoliberal en la agenda urbana: aportes del libro. Manuel Dammert-Guardia
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