N. de la R: el texto de esta nota ha sido publicado en Barómetro de Política y Equidad Nº 16, Enero 2020.
La tarde del viernes 18 de octubre, las puertas de la estación del metro Pedro de Valdivia estaban cerradas. Más de treinta personas, muchas más, rodeaban las escaleras de ingreso. Un grupo de jóvenes intentaba botar las rejas, empujando furiosamente. La policía estaba en el interior de la estación. Los manifestantes gritaban consignas.
Nosotros también gritamos. Como parte del espacio subalterno, nos hicimos parte y exclamamos codo a codo junto a muchos más: “¡Evadir, no pagar… otra forma de luchar!”.
¿Por qué la consigna? Porque, como dice Thoreau, hay leyes injustas.
Hay leyes injustas: ¿Nos contentaremos con obedecerlas o intentaremos corregirlas y las obedeceremos hasta conseguirlo? ¿O las transgrediremos desde ahora mismo? (Thoureau, 2009).
Fuente: © Paula Rodríguez (2019).
¿Es justo tener que destinar cerca de un quinto del salario mensual al transporte, si se recibe el salario mínimo? Es más que evidente que no lo es.
¿Es justo tener que escuchar que la solución del ex ministro de Economía es “madrugar”? ¿Que ante el reclamo por las alzas de precios en los servicios el ministro de Hacienda recomiende comprar flores, que habían bajado de precio ese mes? ¿Que la ministra de Transporte no comprenda que a los estudiantes les preocupa algo más que lo que les afecta solo particularmente? ¿Que un día antes de las grandes protestas, un ex director del Metro declarara en televisión, dirigiéndose a los estudiantes: “Cabros, esto no prendió. No se han ganado el apoyo de la población”?
Tampoco.
Esta es la soberbia de la derecha que intenta dirigir un país como una empresa. A todo esto, decimos “no”.
1. El inicio de la revuelta
A partir del 7 de octubre y durante dos semanas, los y las estudiantes saltaron por encima de los torniquetes del metro, como protesta por la subida del costo del pasaje. A comienzos de ese mes se había decretado un alza de 30 pesos. Esto no se aplicó para estudiantes. Ellos salieron a manifestarse en apoyo a sus familias:
Si bien no nos afecta directamente, protestar con evasión es un acto necesario ante la crisis económica que afecta a nuestras familias y a las demás personas que, en su mayoría, ganan con suerte el sueldo mínimo, y por miedo a protestar, nosotros lo vamos a hacer con ellos y así demostramos la indignación colectiva que existe frente a este tema (Ayelén Salgado, vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios; 24horas.cl, 18/10/19).
El Gobierno calificó estas protestas como evasiones y amenazó con sancionarlas. Los evasores identificados serían notificados y tendrían un plazo para presentarse en un juzgado de policía local, a fin de pagar lo adeudado. De lo contrario, entrarían a un registro de evasores, lo que implica una serie de restricciones; por ejemplo, para obtener una licencia de conducir.
Las autoridades no lograron comprender que se trataba de una acción solidaria, que permitía que los estudiantes salieran de ellos mismos y fueran al encuentro de los problemas de sus familiares y conocidos (también habían salido a la calle iniciando las protestas masivas de 2006 y 2011).
La Ministra de Transporte, Gloria Hutt, declaró “me cuesta entender que cuando hay evidencia de un esfuerzo tan grande de mejorar el transporte público, se atente contra él, menos los escolares que no tienen un argumento, no aumentó la tarifa para ellos” (La Izquierda Diario, 15/10/19).
Esta incapacidad de comprensión (¿para qué te preocupas, si no te afecta a ti?), este esfuerzo sin fruto ejemplificado por la reacción de la ministra, es la base del problema real.
Fuente: © Paula Rodríguez (2019).
2. Contra los símbolos del abuso
La protesta expresa claramente una ira generalizada contra los símbolos urbanos de los abusos económicos, sociales, políticos. El viernes 18 de octubre en la noche comenzaron las acciones contra la estación del metro Plaza Baquedano, la que constituye un doble símbolo: por una parte, encarna una referencia al alza del transporte; y por otra, remite a la existencia, en espacios de la estación, de una Comisaría de Carabineros. Ahí, se afirmaba, habían torturado a detenidos en manifestaciones anteriores. Simultáneamente comenzó un incendio en el edificio de ENEL, empresa de energía eléctrica que no solo había pretendido vender a todos sus usuarios del país nuevos medidores “inteligentes”, sino que también había anunciado una nueva alza de las tarifas de consumo doméstico (que alcanzaría un total de 19,7% durante el año 2019).
El incendio de ENEL mostró la fragilidad de los lugares de trabajo: el fuego consumió la escalera de escape construida para adecuar el edificio a las normas actuales de seguridad. Más tarde fueron quemadas nueve estaciones del metro de la zona sur.
El presidente Piñera, sin comprender qué ocurría, atribuyó las protestas y desmanes a la existencia de un adversario interno: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie”. El Mercurio reforzó este desacertado comentario indicando: “El Mandatario afirmó que existen grupos organizados que están en conflicto ‘con todos los chilenos que quieren vivir en democracia’” (Camila Lucero, Ignacio Guerra, 20/10/19).
Los días siguientes aparecieron incendiadas estaciones del metro, locales de las cadenas de farmacias que controlan el mercado, bancos, Instituciones de Salud Previsional (isapres), supermercados; fueron saqueadas oficinas públicas, locales del Servicio Nacional de Menores (Sename) en Concepción y Valparaíso. En todos los casos, acciones con fuertes referencias a los abusos denunciados en las protestas; y muchas de ellas realizadas en territorios que por días no contaron con presencia de Carabineros o del Ejército.
Los daños de infraestructura del metro de Santiago, saqueos, incendios, disminución de ventas, han sido altos. Javier Ruiz Tagle, investigador de la Universidad Católica, en un análisis titulado “Poniendo las cosas en contexto”, compara dichos costos con los ingresos que el Estado ha dejado de percibir por excepciones tributarias, subsidios, colusiones, y otras formas de evasión de las grandes empresas. Su conclusión es que el costo de la protesta es menor que el saqueo de los grandes empresarios (Sara Aguilera).
Al día siguiente de la primera manifestación pública, el Gobierno decretó estado de emergencia. A los cuatro días, había eliminado el alza de los pasajes, pero ya era tarde. A los cinco días, la aplicación de la nueva tarifa de electricidad fue aplazada indefinidamente. A los siete días, un millón y medio de personas se reunía en las calles de Santiago. A las tres semanas se discutía el itinerario de una nueva Constitución; y a las ocho semanas fue destituido el ministro del Interior, por el Congreso. A las doce semanas, continúa la represión.
3. La rebelión del coro
La revuelta popular nos trae a la memoria el ensayo de José Nun, La rebelión del Coro (1981, publicado en Nexos, 2018), la asonada de los oprimidos, del pueblo. En la tragedia griega, el centro de la trama era la vida de los héroes; el coro estaba situado en un espacio subalterno y sin rostro; sus caras, cubiertas por máscaras.
El 18 de octubre 2019, en Santiago, el coro se salió del libreto neoliberal. Emergió de su discreto lugar subalterno y se rebeló ante innumerables situaciones de abuso. Apareció en el espacio de la ciudad, en la tarde de ese día, sorprendiendo a las autoridades, que creyeron que se trataría de otra protesta más y que a esa hora los coreutas se habían retirado a sus casas. La sorpresa de las autoridades quedó registrada en las redes sociales con la imagen del presidente Piñera en una pizzería celebrando con sus nietos; y ello mientras, simultáneamente, los noticiarios de televisión mostraban una ciudad que comenzaba a arder: la estación Baquedano y el edificio de ENEL. Esa noche los sueños del presidente se derrumbaron. Chile no era un “oasis”. Se esfumaron el Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC) y la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, COP25.
En los días siguientes se comprobó que no se trataba de una protesta reivindicativa solo por el precio del transporte o por una rebaja del costo de las tarifas eléctricas. Era una revuelta social, política, en contra de los múltiples abusos que ocurren en la vida cotidiana de chilenas y chilenos: trabajadores con salarios insuficientes, personas mayores con pensiones mínimas, estudiantes con deudas del Crédito con Aval del Estado (CAE), enfermos con costos imposible de pagar, jóvenes con precios de viviendas o alquileres impagables, alzas de los servicios de transporte, electricidad, agua. Miserias e indignidades que se resumen en el petitorio de los recolectores de basura que, entre sus diferentes demandas por mejores condiciones de trabajo, incluyen la de contar con un baño, una ducha, algo que nos remite a las condiciones de vida de la clase obrera del siglo 19.
En años anteriores, las grandes manifestaciones habían tenido expresiones sectoriales. Las marchas del movimiento ecologista contra la generación de energía eléctrica tenía un lema preciso: Patagonia sin represas. Las marchas de los estudiantes demandaban solución al alto costo de la educación: Educación gratuita.
Ahora lo que hay es una movilización contra todos los abusos que en los últimos treinta años no han sido resueltos, sino incluso incrementados. El reclamo es dignidad. Esta demanda convoca transversalmente a diversas capas de la sociedad chilena y ha sido acogida con una masividad muy pocas veces vista en nuestras ciudades.
El sistema político quedó sorprendido, golpeado. Inicialmente no supo reaccionar, luego declaró la guerra a lo que denominó un enemigo poderoso, cruel.
Quedó en discusión la inmutabilidad constitucional —el libreto que ordena a los actores, a los héroes y al coro—. Algo impensable antes del 18 de octubre.
Para Nun (1981), “la rebelión del coro” señala la aparición de nuevos actores, los oprimidos que la codicia —de los héroes— despoja implacablemente en cada momento de la vida.
La ciudad apareció con su diversidad y simultaneidad como el lugar —siempre en palabras de Nun— para “reivindicar y potenciar los contenidos políticos de la cotidianeidad de todos los sectores oprimidos”. Así lo hemos comprobado estas semanas, desde las grandes multitudes en las plazas y avenidas, al cacerolazo en esquinas de los barrios o desde el interior de las viviendas. Pero, como advierte Nun (s/p) “ni esos contenidos ni esta cotidianeidad están ahí, ya dados, listos para ser aprehendidos en clave empiricista. Requieren ser construidos como objetos e interpretados”. Y aquí entramos a una discusión histórica.
4. El celular y los alienígenas
La prevalencia del teléfono celular por sobre otros medios de comunicación ha sido la tónica en las interacciones durante estas semanas de protestas. Esto se ha traducido en una sobreproducción de mensajes, vídeos, memes y audios, que han sido enviados y reenviados en cadenas, entre grupos cerrados o listados de personas, organizaciones e instituciones seleccionadas por cada usuario. Se trata de la constitución de sobresaturados espacios contrapúblicos en los que circula una enorme cantidad de información sobre marchas, concentraciones, testimonios, denuncias de abusos policiales, chistes, canciones, entre muchos otros. Esta producción hiperdinámica ha permitido la puesta en circulación expansiva de una cantidad abismal de significantes, en muy poco tiempo.
Un ejemplo de lo anterior fue la difusión de un mensaje (al parecer privado) de la Primera Dama de la Nación, destinado a una amiga suya, en que daba cuenta del pánico que sintió los primeros días de protesta social. Pero pronto su nota salió del ámbito personal y se hizo ampliamente conocida: el domingo 20 de octubre se difundió la grabación en la que se escuchaba la voz de Cecilia Morel diciendo:
Amiga, yo creo que lo más importante es tratar de nosotros mantener la cabeza fría, no seguir calentándonos, porque lo que viene es muy, muy, muy grave. Adelantaron el toque de queda porque se supo que la estrategia es romper toda la cadena de abastecimiento, de alimentos, incluso en algunas zonas el agua, las farmacias, intentaron quemar un hospital e intentaron tomarse el aeropuerto, o sea, estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas. Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar la comida, y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás.
Como sucede con otras comunicaciones mediadas por aplicaciones de telefonía celular (WhatsApp, Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram, Telegram, etcétera), uno de los conflictos más habituales remite a cómo se confirma la veracidad de lo que se difunde. El espacio virtual de la ciudad también estuvo en disputa: ¿era Cecilia Morel quien señalaba que el Gobierno no tenía armas para combatir? (Inevitablemente aparece la imagen de un sable de luz, tipo Star Wars, al escuchar o leer la preocupación de la Primera Dama).
Pasaron algunos días hasta que se confirmó, desde La Moneda, que se trataba de un mensaje grabado por la esposa del Presidente de la República.
Los comentarios de Cecilia Morel provocaron todo tipo de reacciones, desde las agresiones escritas y verbales, los comentarios jocosos ante las escasas herramientas analíticas de la Primera Dama para hacer una lectura adecuada de la realidad, hasta los dichos que revelaban algún grado de sorpresa y enojo frente a la naturalidad con que hablaba de sus privilegios de clase.
Por otra parte, y desde su misma orilla política, muchos agradecieron que alguien hablara por ellos, dando cuenta exacta de cómo experimentaron y vivenciaron los primeros días de protesta social:
La ministra Cecilia Pérez aseguró que en el registro enviado por la Primera Dama a un grupo de amigas “les manifiesta lo que creo todos los chilenos sentimos, que es la angustia, la frustración, la desesperación por lo que estábamos viendo y viviendo” (Carlos Reyes, La Tercera, 22/10/19).
¿Era la primera vez que se anunciaba, con pánico, la llegada de extraterrestres? No. Debemos tener buena memoria. Esta no ha sido la única vez que se ha anunciado una invasión alienígena. Hubo otra, también en octubre. En 1938, Orson Welles provocó gran alarma en la población, al transmitir el siguiente mensaje, desde el Estudio Uno de la Columbia Broadcasting en Nueva York:
Damas y caballeros, tengo que anunciarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte. (Josep Gavaldà, National Geographic, 2019).
Lo preocupante en el caso chileno es que Cecilia Morel habló de un Otro por completo extraño y diferente para señalar lo que ella entendía por normal y adecuado. Lo que Morel distingue para autodefinirse son los extraterrestres, los que viven fuera de todo el planeta donde ella habita. Ellos vienen por todo lo que es de ella y que la constituye: el montón de privilegios de clase de los que goza y que no ha tenido que compartir.
Ciertamente fue alarmante su desconocimiento de la realidad social, también la exigua cantidad de palabras para referirse a una compleja situación que comenzaba a desarrollarse en el país. Pero esto no es exclusivo de Cecilia Morel. Por el contrario. Es habitual y también transversal a otros grupos. Su comentario no fue distintivo de ella o de su clase, tampoco su infinita capacidad para sesgar un análisis a partir de su situación particular.
Es cierto que el día 19 de octubre, casi la mitad de las estaciones del metro habían sido dañadas en Santiago (20 de ellas incendiadas y 9 completamente quemadas), pero poco tuvo que ver con alienígenas. Y nombrarlos, para realizar una lectura de lo sucedido haciendo una comparación con una (hasta el momento) entelequia, poco y nada ha aportado a la resolución del conflicto social. Asunto aparte es el programa Alienígenas ancestrales, transmitido por History Channel, donde se vincula con extraterrestres el trabajo realizado para levantar pirámides o trazar las líneas de Nazca, por ejemplo. Pero, lo que sí es cierto es que los alienígenas ni construyeron ni destruyeron las líneas del metro en Santiago de Chile.
Lo que puede ser considerado chocante en esta preocupación es que está relacionada con la construcción de un estereotipo que permite que Morel establezca un orden social y simbólico, señalando aquello que se desvía de lo normal y que está excluido. Ello a partir de la elaboración de un Otro que se vincula con una pregunta que aún no ha podido ser respondida: ¿existe vida en otros planetas aparte del nuestro? Se sabe que en algunos parece haber agua, pero eso es todo.
La hegemonía se conquista, pero también se pierde. Necesita alianzas, agencias, la construcción de sentidos comunes. Morel perderá sus privilegios de clase si esto se incluye en la nueva Constitución. Y será así, porque se trata de un asunto de justicia social y redistributiva.
5. Las veredas y las fachadas
Las calles han vuelto a ser un espacio de furiosa socialización. Las avenidas han cambiado, también lo han hecho las plazas, los paseos, las carreteras y los comercios, la periferia. La revuelta ha modificado el medioambiente construido de una manera no vista antes. También lo han hecho los espacios íntimos: se han modificado las conversaciones entre pares, amigos, parientes, vecinos. Se habla de otras cosas con el desconocido con el que se comparte asiento en el transporte público. Se cruzan insultos si no se comparten opiniones, ópticas, valoraciones. Se opta por el silencio en algunas reuniones de trabajo, familiares o amicales. En las discrepancias políticas se observa claramente que se producen por estados de ánimo que no dialogan entre diferentes.
Toda la superficie de la ciudad ha virado en otra dirección. Basta caminar por la Alameda, eje central de Santiago, para descubrir nuevos signos en el espacio urbano: monumentos reapropiados mediante intervenciones gráficas y pintadas, o solo descabezados; muros cubiertos por diferentes capas de grafitis, afiches y distintas pegatinas; locales comerciales cerrados; sedes de bancos, farmacias e iglesias quemadas; entradas de metro cerradas o bloqueadas con distintos materiales; buses quemados (los primeros días de la protesta); vitrinas cubiertas con planchas de madera o aluminio, otras de fierro soldadas; veredas sin bloques de cemento; semáforos apagados; fuerte olor a meado luego de las manifestaciones.
Más allá del centro, en otros municipios, junto con estaciones del metro y supermercados incendiados, se levantan pequeños homenajes a víctimas en las veredas. La gente se reúne para conversar acerca del devenir en asambleas y cabildos; también marcha por sus barrios. Algunos forman agrupaciones espontáneas para prevenir incendios, saqueos y robos.
6. La plaza Italia Dignidad
Al centro de todo, la ex plaza Italia, renombrada plaza de la Dignidad, el punto cero de la ciudad. Todo parece ocurrir en ese lugar. Cada día, desde la mañana, se reúne gran cantidad de gente para manifestar su descontento. A medida que avanzan las horas, va aumentado la concurrencia. Y si se trata de una tarde en que se ha convocado a una concentración o marcha, es aún mayor el número de personas que confluyen en dicho punto de la ciudad.
En este nuevo espacio urbano, distintos grupos definen y articulan sus relaciones de poder: Primera Línea, grupo de choque y seguridad de los manifestantes (Roberto Fernández, El Desconcierto, 22/12/19), a la que se suman otras, conformando un conjunto orgánico en las protestas en las calles: creadores de elementos para levantar barricadas, obstaculizadores, escuderos, cocteleros, tiradores, punteros, arqueros y enfermeros. La lucha es por ocupar o recuperar la plaza de la Dignidad.
Pero también aparecen pequeños vendedores ambulantes ofreciendo mercancía ad hoc: pañuelos, limones, bicarbonato, banderas de distintos tipos (mapuche, anarquista, chilena, chilena de luto), cervezas y refrescos, hamburguesas y burritos veganos, “queques felices”, afiches, imanes, postales, entre muchos otros. Y nuevos héroes urbanos, como PareMan o Capitán Alameda (CHV Noticias, 6/11/19).
Fuente: © Paula Rodríguez (2019).
Lo que se disputa es la plaza de la Dignidad. Ahí se producen enfrentamientos, luchas cuerpo a cuerpo en situación de desigualdad con la policía, pero también desacuerdos verbales con los vecinos que habitan o trabajan en los lugares o con los transeúntes que ven impedido el paso:
Estamos en una angustia que se nos hace insufrible y no entendemos por qué permanece ese grupo de Carabineros, que utilizan esa parte del Metro como una especie de albergue, porque no ofrecen ninguna protección, sino que, al contrario, incitan por presencia, además que al verle la gente sabe que ahí está esa comisaría y son atacados, y con ellos nuestro edificio. (El Mostrador, 25/11/19).
Las capas de la ciudad de la desobediencia civil son muchas y producen un espacio urbano denso, en el que se encuentran y confrontan múltiples derechos. La morfología física de la ciudad se activa y enerva, sensible a las demandas de todas aquellas personas que —parafraseando a Thoureau— piensan con libertad, sueñan con libertad e imaginan con libertad.
Las representaciones de la ciudad se multiplican. Aparecen los mapas de los detenidos en las protestas, de saqueos, protestas por grupos sociales, infraestructura pública destruida, de incendios, heridos y mutilados por el uso excesivo de fuerza y brutalidad policial.
Fuente: © Paula Rodríguez (2019).
La producción de imágenes se intensifica. Las personas crean sus propios registros de cada acontecimiento, de los cambios en las infraestructuras de la ciudad, utilizando aplicaciones como Instagram o Facebook. Cada una de estas producciones es contrapuesta y sobrevalorada en comparación con los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio, televisión). La revuelta a veces se resuelve en un conjunto de imágenes y también en una relación social mediatizada por imágenes. Se dota de objetividad al registro individual, por sobre los contenidos que difunden las corporaciones mediáticas. De lado y lado aparecen vídeos trucados, que circulan por aplicaciones de telefonía celular dando a conocer quiénes fueron los verdaderos artífices y culpables de algún evento catalogado como desastre. Los debates se tornan violentos en los conversatorios virtuales que se despliegan en Internet, también en Facebook o en otras aplicaciones. O se está ciento por ciento a favor de la movilización, tal cual se produce en estos momentos, o no se ha entendido nada de nada. Por el otro lado, o se reprueba en igual porcentaje los saqueos y la destrucción o se ha sido vencido por la lógica populista de los “países bananeros”.
Cada atropello o violación a los Derechos Humanos enerva aún más los ánimos. Lo mismo ocurre con la indolencia del Gobierno, que solo ve malas decisiones individuales donde hay claras faltas por parte de las instituciones. Las personas mayores recuerdan los tiempos que antecedieron al golpe cívico militar de 1973 y los 17 años de dictadura. Los jóvenes no tienen memoria:
Y es que estos jóvenes del 2019 crecieron sin conocer el miedo, no arrastran consigo los traumas de 1973 y de los años ochenta, pero ven a sus familias tratando de salir adelante con malos sueldos, acudir sin esperanza a la salud pública, acceder a la educación pública sin recursos y esperar una jubilación de mierda, a la vez que son testigos de que el agua potable, la electricidad, los recursos naturales, incluso la salud y la educación son el negocio de otros ciudadanos que son en realidad superciudadanos, dueños de la mayor parte de la riqueza de Chile. (Mario Guarda Rayianque, Diario Lagoranco, 23/10/19).
El balance, en dos meses, es terrible: dos jóvenes ciegos, más de trescientas personas con heridas y pérdida de visión en un ojo por balines disparados por carabineros a corta distancia. Estas son cifras que no tienen parangón, incluso con los heridos durante la dictadura cívico-militar.
Se suceden las marchas “temáticas”, organizadas en torno a demandas particulares, que forman parte de la petición por el fin del modelo neoliberal: de disidencias sexuales, de pueblos originarios, de agrupaciones ecológicas, federaciones de estudiantes, colegios profesionales, técnicos, barras bravas, movimientos pacifistas, veganos, cristianos, anarquistas, hare krishnas. También marchas y performances feministas, como LasTesis, con gran repercusión mundial (Ana País, BBC Mundo). Los únicos ausentes son los partidos políticos. Todos los otros confluyen en el centro de la ciudad, cada semana.
En este contexto, de calles y ánimos enervados, vale la pena recordar las preguntas que planteó Lúcio Kowarick, hace ya nueve años, en su artículo “La ciudad como espacio de disputa”:
Las agrupaciones urbanas que actúan en las áreas centrales de São Paulo, ¿rompen con los valores del mundo instituido? ¿O representan un nivel organizativo y reivindicativo cuyo alcance busca alterar las prioridades de las políticas urbanas, al mismo tiempo que, en el ámbito de los valores que deben dirigir los usos de una ciudad —“ciudad abierta, democrática para todos”—, producen un discurso cuya retórica no toma en cuenta la sociabilidad cotidiana de la mayoría de los que habitan y trabajan en el centro de la ciudad? ¿Existen redes de solidaridad que generan concepciones éticas de justicia capaces de impactar núcleos institucionales de las decisiones estratégicas sobre la ciudad? (Proposiciones 37. Ediciones SUR, 2010, p. 71).
7. Represión
La respuesta del gobierno a las manifestaciones, marchas, concentraciones, acciones de protesta, ha sido la represión militar y policial, con un nivel de violencia y crueldad nunca visto en los últimos treinta años.
Informes de Amnesty International, Human Rights Watch, lo señalaron; y el Alto Comisionado de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos concluyó:
“Existen razones fundadas para creer” que desde el 18 de octubre se han cometido un elevado número de violaciones de derechos humanos de manos de Carabineros y militares en Chile entre las que se encuentran el uso excesivo e innecesario de la fuerza que ocasionó muertes ilícitas y heridas, tortura y malos tratos, violencia sexual, y detenciones arbitrarias. (Destacados en el original). (Noticias ONU, 3/12/19)
El Informe Anual sobre la Situación de los Derechos Humanos en Chile en el contexto de la crisis social, del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), del 23 de diciembre, presenta un registro de las violaciones a los derechos humanos cometidos por el Gobierno de Chile en el período 18 de octubre al 30 de noviembre:
- Personas muertas. El número varía entre 23 y 26 personas. El INDH indica que la Fiscalía Nacional del Ministerio Público mantiene abiertas 23 investigaciones por muertes, 16 de ellas fallecidas en delitos comunes; 2 fallecidas bajo custodia del Estado; y 5 fallecidas por acción de agentes del Estado (p. 27).
- Personas detenidas. Según diferentes fuentes oficiales consultadas por el INDH, para el período 18 de octubre–30 de noviembre el total de controles de detención alcanzó a 20.583 personas, de las cuales 1379 eran adolescentes; 1098 detenciones fueron declaradas ilegales por los Tribunales de Justicia. De este total, solo 950 quedaron con prisión preventiva; el resto, 19.663 personas, quedaron en libertad (p. 61).
- Personas heridas. Para el mismo período, el INDH recoge información del Ministerio de Salud (Minsal) que, en el marco del conflicto social, registró un total de 11.179 personas heridas para el período comprendido entre el 18 de octubre y el 30 de noviembre. De este total, el 12,7% son menores de edad.
Tabla 1. Número de personas heridas a nivel nacional en el período de análisis, desagregado por sexo y edad
Fuente. INDH (2019), Tabla 4, p. 31. A partir de información de Minsal.
- Lesiones en los ojos. Más de 300 personas han resultado con pérdida de la visión parcial o total de un ojo, y 5 personas con pérdida de la visión de los dos ojos, como resultado de disparos de balines y bombas lacrimógenas al rostro de los manifestantes desde corta distancia. Nunca en los últimos treinta años se había registrado una situación similar, que expresa una sistemática forma de actuación de personal de Carabineros y del Ejército.
Tabla 2. Principales tipos de lesiones por trauma ocular a nivel nacional
Fuente IHDH (2019), p. 35.
8. La guerra en la ciudad: toque de queda
En octubre de 2019 fuimos los protagonistas obligados de una vuelta al peor pasado de Chile, de la mano de la derecha profunda.
Hace 32 años que no se decretaba toque de queda en el país, en el marco de protestas y revuelta popular.
Después de 14 años de dictadura cívico-militar, sólo en enero de 1987 el general Pinochet levantó el toque de queda y no renovó el estado de sitio:
Ambas medidas forman parte de un plan anunciado en la Nochevieja por el general Pinochet, que incluye la autorización para el regreso de exiliados y el acondicionamiento de la ley de partidos políticos. La oposición, mientras tanto, ha diseñado un amplio plan de movilizaciones masivas con un objetivo central: exigir elecciones libres. (Manuel Délano, El País, 3/1/87).
Esa había sido la última ocasión en que se habían limitado arbitrariamente libertades de circulación y reunión, entre muchas otras. Hasta el sábado 19 de octubre de este año. Ese día, el Presidente declaró: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite” (Infobae, 20/10/19).
Tras su irresponsable anuncio, sacó a la calle 10.500 militares. Un contingente comandado por un general que declaró —en desacuerdo con la Autoridad— que él no estaba “en guerra con nadie”. También sacaron a otros cientos de policías. Todos a copar el espacio urbano.
La pesadilla de hasta el más tibio de los demócratas tomó cuerpo en nuestras calles: tanquetas militares y un enervado y poco instruido contingente militar aprisionando espacios públicos, limitando la circulación de personas y, muy pronto, cometiendo gran cantidad de abusos contra civiles. Todo, en defensa del capital y los espacios de acumulación del capital: un sistema de transporte caro y que no funciona, bancos, supermercados, oficinas de empresas de servicios básicos privatizados y centros comerciales.
Fuente: El Dínamo (2019).
Pero los jóvenes no tienen memoria. Quienes nacieron después de 1989 no poseen ningún recuerdo propio de la dictadura. Algunos no comprendieron la mecánica del estado de sitio y pensaban que el inicio del toque era la señal para comenzar a volver a casa. Otros lo entendieron, pero se rebelaron contra esa imposición y no abandonaron las calles. La desobediencia de los jóvenes comenzó a multiplicarse en concentraciones de personas en el centro y en los municipios de mayores ingresos, no solo de Santiago, sino de ciudades de todo el país.
Durante estas semanas se registró en mayor número de personas heridas.
Gráfico 1. Cantidad de heridos por semana de las protestas
Fuente. INDH (2019), Gráfico 3, p. 32.
El hecho urbano más simbólico ocurrió el lunes 21 de octubre, día en que una marcha con cientos de manifestantes pacíficos que avanzó en el área cercana a la Escuela Militar y barrios de altos ingresos al grito de “¡Sin violencia!” fue detenida por un despliegue militar, mientras carros de asalto cerraban la avenida y se veían francotiradores en los techos.
Fuente: The Clinic (2019).
9. La protesta más grande: ¡no estamos en guerra!
Una aparición tan enigmática como universal es la de la masa que de pronto aparece donde antes no había nada. (Elías Canetti).
Una semana después del inicio de la revuelta popular, distintas organizaciones sociales y sindicales convocaron a una marcha de respuesta ciudadana a la declaración de guerra de las autoridades. La masividad de la convocatoria dejó en claro que el Presidente y su Gobierno “habían perdido la guerra”.
Justo una semana después de que estallara la revuelta en Santiago y que esta se extendiera rápidamente a las capitales de regiones y luego a todo el país, se convocó para las 17.00 de ese viernes a la llamada “Marcha de la Historia”, una convocatoria amplia, transversal y sin dirigentes a la que le bastó solo una hora para convertirse, en los hechos, en la manifestación más multitudinaria de la historia de Chile (El Mostrador, 25/11/19).
Más de un millón doscientas mil personas, tan solo en Santiago, se volcaron a las calles para pedir tres cosas: la salida inmediata de las Fuerzas Armadas de las calles y su retorno a los cuarteles, el retiro en el Congreso de todas las leyes que van contra el pueblo y la redacción de una nueva Constitución a cargo de una Asamblea Constituyente.
Un movimiento sin líderes u orgánica, transversal, logró ocupar el centro de la ciudad de una manera no vista antes. Miles de personas llegaron a la plaza Italia o lo intentaron. Con distintas pancartas, banderas o estandartes, aparecieron en grupos, parejas o en solitario, a decir que no estábamos en guerra, que no habían llegado alienígenas y que se debía desmilitarizar la ciudad de inmediato.
Fuente: Radio Nuevo Mundo.
Ocupantes del centro de la ciudad, desbordado, los manifestantes cubrieron la plaza por completo, también sus alrededores. Los distintos colectivos presentes, desde sus peticiones particulares, confluyeron y enriquecieron la demanda de cambio estructural y el rechazo a las medidas paliativas del Gobierno. Esa fue una pluralista mayoría democrática compuesta de una enorme diversidad.
Hacía tiempo que no nos encontrábamos las caras, entre distintos, pero similares en nuestras demandas estructurales. Con la emoción a flor de piel, volvimos a nuestras casas.
El sábado 26 de octubre, el día siguiente de la marcha más grande de Chile:
El presidente pidió la renuncia de todos sus ministros y anunció que si la situación lo permitía terminarían con el “estado de emergencia”. Se levantó el toque de queda en Santiago, Valparaíso y Concepción, aunque continuará en La Serena y Coquimbo, al norte del país, lo que muestra lo extendidas que están las protestas. (Página 12, 27/10/19).
10. Demandas por la ciudad
La protesta social expresada en la inicial evasión de pago en las estaciones del metro ha dado paso a demandas en diferentes dimensiones, que expresan la fragilidad de la vida cotidiana en materia de salarios, acceso a sistema de salud, previsión social, deudas de los estudiantes, aumento de los costos de vivienda, privatización de los recursos naturales, todo ello en un marco de corrupción de las Fuerzas Armadas y abusos de las grandes empresas. De ahí que, por la masividad y violencia de la protesta urbana e incapacidad de diálogo del Gobierno, la cuestión de una nueva Constitución se instaló en el centro de la discusión política.
Un paso importante en esta dirección lo dio la Asociación Chilena de Municipalidades (AChM), cuyos integrantes —alcaldes y concejales—, además de conocer de cerca los problemas de la vida cotidiana de los vecinos, percibían de manera directa los efectos de las protestas en sus territorios. Fue así que, frente a la indecisión del Gobierno en la búsqueda de una salida política a la crisis de la protesta generalizada, en una Asamblea Nacional de Alcaldes y Concejales (7 de noviembre) acordaron efectuar una consulta ciudadana el 15 de diciembre sobre la necesidad o no de una nueva Constitución Política, los mecanismos para el cambio de dicho documento, las prioridades en demandas sociales, y otras materias de interés de cada municipio (“Asociación Chilena de Municipalidades entrega balance general de la consulta ciudadana municipal 2019”).
El protagonismo que alcanzaron las autoridades locales en la opinión pública con su propuesta de consulta ciudadana sobre una nueva Constitución descolocó al Gobierno, y particularmente a los parlamentarios. Esto apresuró un acuerdo en el Congreso Nacional sobre una hoja de ruta constitucional, con un calendario de plebiscitos, elección de miembros que elaborarían una Nueva Constitución y modalidad con que ello se desarrollaría: una Convención Constituyente para unos, Asamblea Nacional Constituyente para otros. Fue un acuerdo que, de cierta manera, ordenó (o animó) la discusión política. Lo que vale destacar en este punto es que, a pesar de que la reacción del Congreso y de la mayoría de los partidos restó importancia simbólica a la consulta, las autoridades municipales persistieron y la realizaron el domingo 15 de diciembre. Ese día, alrededor de dos millones y medio de personas participaron voluntariamente en 200 comunas del país (en consultaciudadana2019.cl, actualizado el martes 17 de diciembre 2019, se presentan los resultados de 691 mesas con un total de 2.419.287 votos nacionales).
La consulta constaba de tres papeletas. En una primera se preguntaba sobre la necesidad o no de una nueva Constitución para Chile, y modalidades de participación en su formulación. Los resultados señalan un casi total acuerdo de las personas que votaron en la necesidad de una nueva Constitución: el 92,2% declaró su acuerdo. En cuanto a las modalidades de composición de la entidad encargada de su redacción, un 71,5% optó por la elección directa de la totalidad de las personas constituyentes. No se incluyó en esta consulta la pregunta sobre la paridad de género de los constituyentes y cuotas de pueblos originarios, temas actualmente en debate parlamentario (los resultados oficiales de la papeleta 1 no incluyen los resultados de las municipalidades en las cuales la opción era “asamblea constituyente”, y no “convención constituyente”).
Tabla 3. Usted está de acuerdo o en desacuerdo con que Chile tenga una nueva Constitución
Fuente: Asociación Chilena de Municipios, resultados Consulta Ciudadana. Actualizado martes 17 diciembre.
En una segunda papeleta, las personas votantes priorizaban tres de las demandas sociales que consideraban más sentidas de una lista de once opciones (pensiones, salud, equidad, sueldos, servicios básicos, transporte, seguridad, medioambiente, pueblos originarios, agua, corrupción y abusos).
Los resultados son los siguientes:
Tabla 4. Priorización de las demandas sociales
Fuente: Asociación Chilena de Municipios, resultados Consulta Ciudadana. Actualizado viernes 17 diciembre. Nota: No todas las comunas incluyeron las 11 alternativas planteadas inicialmente por la Asociación Chilena de Municipalidades.
Los resultados muestran las desigualdades de nuestra sociedad, evidenciadas en las bajas pensiones, los problemas del cuidado de las personas mayores, la existencia de dos sistemas de salud y educación (uno privado de mayor calidad y otro público de menor), la disparidad y concentración de los ingresos, el abuso en los precios de las medicinas, entre otras.
Lo que llama la atención es la baja valoración que las personas que participaron en esta consulta otorgaron a la opción “Reducir la impunidad y la delincuencia”. Y ello particularmente por la atribución de presencia de extremistas, delincuentes y narcotraficantes en las acciones de saqueos e incendios. Una respuesta es que un 64% de personas participantes en la encuesta Cadem del 27 de diciembre aprueba la continuación de las movilizaciones, 5 puntos más que en la encuesta del 6 de diciembre (Plaza Pública, Encuesta Cadem, 27/12/19).
Comentarios finales: La ciudad es el mensaje
Cuando existen situaciones de abusos repetidos que se vuelven intolerables, basta una chispa para que barrios y ciudades sean incendiados. Esto ha ocurrido en otras ciudades, en otros países; por ejemplo, en Estados Unidos, como respuesta a la brutalidad policial en conflictos raciales.
En el caso chileno, la revuelta ha estallado en las ciudades producto de una creciente desigualdad y concentración de riqueza en un sector muy reducido, de robos y colusiones, de desfalcos cometidos por distintas instituciones; de la impunidad con que cometen abusos y agresiones autoridades civiles, religiosas y militares.
La ciudad se ha vuelto el mensaje de la protesta. En el espacio urbano se registran las grandes concentraciones: los muros, las paredes, las fachadas comerciales, relucientes por años, hoy están pintadas con consignas, pegatinas, insultos. El caminante se ve enfrentado a una infinidad de imágenes y situaciones inéditas: los ventanales y puertas de vidrio de entidades bancarias, comercios, edificios públicos, tapiados con planchas de fierro fundidas entre sí (también rayadas y pintadas); las esquinas sin semáforos con problemas de tráfico; barreras de carabineros montados a caballo, y así por delante. Quienes recorren el espacio público de la ciudad perciben claramente que algo está ocurriendo en la calle, en su gente. Y si uno camina y se detiene a leer las consignas en las paredes, ahí están las demandas expresadas en la consulta ciudadana de las municipalidades el 15 de diciembre: mejores pensiones, personas mayores, salud, educación.
Con esta explosión de imágenes se atacan “las distancias habituales, que están a la vista de todos y rigen por doquier” (Canetti, 1981, pp. 9-10).
Las protestas han demostrado cuán sensibles son los límites de nuestras ciudades y cuáles son las verdaderas fracturas internas, las que no son habitualmente perceptibles por la esfera política.
La periferia volcada al centro de la ciudad ha logrado abolir ciertas distancias. También ha demostrado lo que está en la base del modelo económico chileno: un profundo desprecio hacia los Otros, los invisibilizados, los que son relegados a cumplir la función de coro.
En noviembre de 2019 se realizó una pequeña protesta frente a un mall en La Dehesa, uno de los municipios de mayores ingresos en la ciudad. Para el sentido común de los clientes habituales (de las capas altas) del centro comercial era impensable que los manifestantes pudieran ser sus vecinos. Así quedó consignado en una nota de prensa:
En uno de los videos, uno de los clientes del centro comercial increpó a los manifestantes con fuertes epítetos. “Ándate a tu población de mierda, roto concha de tu madre”, dijo. “Señor, vivimos acá”, le respondió una manifestante. (Radio Biobío, 25/11/19).
Podríamos finalizar diciendo que es largo el camino para responder al derecho a la ciudad, desde una perspectiva integrada de derechos. Por lo mismo, se puede suponer que estas protestas continuarán por varios meses. Al menos será así hasta que se cuente con una nueva Constitución. Y este será un proceso que podría durar dos años. Pero también dependerá de que se logre que las demandas redistributivas y de representación queden plasmadas en la nueva Carta.
Por lo pronto, existe una medida concreta que, en ciudades fuertemente segregadas como las chilenas, permitiría avanzar decididamente hacia la redistribución de los recursos urbanos: el transporte público de tarifa cero. Esto es, democratizar la circulación y el movimiento de las personas por la ciudad, sin ningún tipo de restricción económica o social.
AR y PR
Alfredo Rodríguez es arquitecto, investigador en SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación.
Paula Rodríguez es Doctora en Ciencias Sociales. Fondecyt 3180012; Universidad Alberto Hurtado.
De o sobre su autoría, ver también en café de las ciudades:
Número 151/2 I Economía y Política de las ciudades
La planificación urbana importa I El caso Caval, las catástrofes y las políticas de suelo y ciudad en Chile I Por Alfredo Rodríguez y Paula Rodríguez
Número 19 | Economía
El problema de los "con techo"… | Alfredo Rodríguez describe las paradojas del subsidio habitacional en Chile. | Alfredo Rodríguez
Número 95 | Ambiente y Política de las ciudades
Fenómenos naturales, negocios inmobiliarios | Sobre el terremoto y la reconstrucción en Chile | Alfredo Rodríguez Arranz
Número 118 | Política, Proyectos y Planes de las ciudades
Los grandes proyectos urbanos | “Mirá lo que quedó…” | Alfredo Rodríguez Arranz
Sobre la revuelta en Chile y otros episodios de lucha social en las calles y plazas del mundo:
Número 177/8 I Política
No es por los 30 pesos I Causas y riesgos del descontento chileno. I Raquel Rolnik
Número 129 | Política de las ciudades
En la ciudad y por la ciudad | De Estambul a Río, se reclama por los derechos urbanos | Marcelo Corti
La fiesta de la FIFA | Los ganadores se quedan con todo, los pobres contribuyen… | José Luis Lezama
Ciudad Maravillosa, Ciudad Olímpica, Ciudad Negocio | Megaeventos, transformación urbana y capital inmobiliario | Guadalupe Granero Realini
Número 131 I Política de las ciudades
Las calles recuperadas I Ciudades brasileñas: el mundial de fútbol y la crisis del modelo urbano I Por Paulo Roberto Rodrigues Soares
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
El Estado del Sol | 15 M: la rebelión de los indignados | Fernando Carrión Mena
Carta desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva de una acción política | Jordi Borja
Número 38 | Política de las ciudades
"El circulo vicioso de la marginación" | Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París. | Jordi Borja
¿Arde París? I Reconstrucción social o represión. Jean Louis Cohen
“¡Evadir, no pagar… otra forma de luchar!”: Este grito ya se usó en 2014, en protesta contra otro sistema de transporte público, el Transantiago. Véase “Imágenes de protesta contra el Transantiago”, El Pueblo, 2 de julio, 2014.
Un panel de expertos (tres personas) informa al ministro(a) de Transportes de las alzas según variaciones de precios de diferentes factores. Este panel, por su reglamento, solo puede informar alzas, pero no de rebajas de las tarifas del Metro (aunque alguno de los factores baje sus costos). Véase cooperativa.cl, “Así opera el panel de expertos que sube las tarifas del transporte”, 16 de octubre, 2019.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “Mecanismos de cambio constitucional en el mundo” (2015), los métodos para generar una nueva Constitución, de acuerdo a la experiencia internacional, son los siguientes: Congreso Constituyente, conformado por diputados y senadores; Convención Constituyente, constituida tanto por parlamentarios como por personas escogidas democráticamente solo para este fin; y Asamblea Nacional Constituyente, correspondiente a “un órgano colegiado conformado por un grupo de ciudadanos y ciudadanas electos por sufragio popular para discutir y diseñar exclusivamente un nuevo texto y orden constitucional”.
Referencias:
24horas.cl: “Evasiones masivas: En las últimas dos semanas Metro ha registrado 200 disturbios en sus estaciones”, 18 de octubre, 2019.
Sara AGUILERA. “Javier Ruiz-Tagle: poniendo las cosas en contexto”.
Elías CANETTI, Masa y poder (Barcelona: Muchnik Editores, 1981), p. 5.
CHV Noticias: “PareMan, el nuevo ícono de las manifestaciones que ahora tiene su propio comic”, 6 noviembre 2019
Manuel DÉLANO, “Levantado el toque de queda en Santiago de Chile”, El País, Internacional, 3 de enero, 1987.
El Desconcierto: “‘Cabros, esto no prendió’: El día en que Clemente Pérez le dijo a los estudiantes que su protesta generaba rechazo en la población”, 23 de octubre, 2019.
El Mostrador: “Más de un millón 200 mil personas en Santiago y otras miles en regiones dieron la señal política más potente desde el NO”, País, 25 de octubre, 2019.
El Mostrador: “Vecinos de Lo Hermida interponen recursos de protección para acabar con los ‘ataques a la población’ de Carabineros”, 25 de noviembre, 2019.
Roberto FERNÁNDEZ “Qué es y qué expresa la Primera Línea”, Opinión, El Desconcierto, 20 de diciembre, 2019.
Josep GAVALDÀ, “La guerra de los mundos, la invasión de Marte que aterrorizó a América”, National Geographic, 2019.
Mario GUARDA RAYIANQUE, Columna de opinión: “Los jóvenes del 2019, la generación que creció sin conocer el miedo”. Diario Lagoranco, 23 de octubre de 2019.
Infobae: “Sebastián Piñera: ‘Estamos en guerra contra un enemigo poderoso’”, 20 de octubre, 2019.
La Izquierda Diario: “‘Evadir no pagar, otra forma de luchar’: estudiantes secundarios realizan masivos actos de evasión en el Metro”, 15 de octubre, 2019.
Camila LUCERO, Ignacio GUERRA, “Presidente Piñera: ‘Estamos en guerra contra un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie’”. 20 de octubre, 2019. Emol.com,
Noticias ONU: “Los Carabineros y militares en Chile cometieron graves violaciones de derechos humanos”, 3 de diciembre, 2019.
José NUN. La rebelión del coro. Nexos, 1 de octubre, 2018.
Página 12: “La protesta sigue sonando en Chile”, 27 de octubre, 2019.
Ana PAÍS, “‘Un violador en tu camino’, de Las Tesis: cómo se convirtió en un himno feminista mundial”. Vídeo de la BBC Mundo (2019).
Plaza Pública, Encuesta Cadem, 27 diciembre, 2019.
Proposiciones 37. Lúcio KOWARICK, “La ciudad como espacio de disputa”. Santiago: Ediciones SUR, 2010.
Radio Biobío: “Protesta en el Portal La Dehesa terminó en enfrentamientos entre clientes y manifestantes”, 25 de noviembre, 2019.
Carlos REYES, “Vocera por audio de Cecilia Morel: ‘Cuando señala que estamos sobrepasados, no se refiere al gobierno, no se refiere a las FF.AA.’”, La Tercera, 22 de octubre, 2019.
Verónica REYES, martes 08 octubre de 2019, “Ministro de Economía por alza del Metro: ‘Quien madrugue puede ser ayudado por una tarifa más baja’ ”. Biobiochile.cl, Economía.
Henry David THOREAU, Desobediencia civil y otros textos (Buenos Aires: Utopía Libertaria, 2009), p, 49.