Este trabajo fue realizado en 2019 en el marco del Instituto de Estudios Urbanos del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires – Distrito V. Fue presentado el 20 de septiembre pasado en la Trienal de Arquitectura y Urbanismo de dicho distrito en Ing. Maschwitz. Los autores integraron un equipo de investigación coordinado por Francisco Cadau y Gustavo Darrigo.
Introducción
El espacio público expresa la democracia en su dimensión territorial. Es el espacio de uso colectivo. Es el ámbito en el que los ciudadanos pueden (o debieran) sentirse como tales, libres e iguales. Es donde la sociedad se escenifica, se representa a sí misma, se muestra como una colectividad que convive, que muestra su diversidad y sus contradicciones y expresa sus demandas y sus conflictos. (Jordi Borja, Espacio público y derecho a la ciudad.)
El trabajo aquí expuesto está inscripto en una afirmación conceptual que bien reflejan estas palabras de Borja sobre el espacio público. Es decir, creemos que el espacio público, dentro del sistema ciudad, es el que mejor puede potencialmente servir a mejorar la trama social de una comunidad. Es por esto la importancia del proceso de participación en su diseño.
La conciencia sobre la necesidad de contar con espacios abiertos, recreativos, con forestación y equipamiento, es una cuenta saldada en la gestión pública de los gobiernos locales. Pero esta intervención no ha logrado superarse con respecto a la metodología de diseño, ignorando los beneficios que las técnicas participativas brindan.
El Diseño Participativo tiene como objetivo principal articular los esfuerzos de los distintos actores comunitarios con el fin de llegar al proyecto más eficiente en términos de responder a las demanda de esa comunidad específica. El Diseño Participativo es la mayor garantía de que los vecinos se apropien y por ende cuiden el espacio público.
Marco conceptual: el derecho a la ciudad
La vida existe en un medio. Para la gran mayoría de los habitantes del planeta ese medio es la ciudad. Ella debe servir a la población que cobija, de igual manera en cada uno de sus sectores. La ciudad es el artefacto humano más complejo y sobre ella intervenimos en distintas escalas, cada uno de sus habitantes a lo largo del tiempo y el espacio. Es el constructo social por excelencia, que materializa en objetos, espacios, sistemas y usos, nuestra manera de ser como sociedad. La ciudad es reflejo de lo que somos, pero también es producción constante. En ellas se expresan modos de vida, culturas, formas sociales, clases, sectores. Estas transformaciones cotidianas –a veces planificadas, a veces espontáneas– expresan también conflictos y disputas, conscientes o no, por la apropiación de la ciudad.
Es por esto que el siglo XXI ha de ser el tiempo de la reapropiación de este derecho fundamental: el derecho a la ciudad. En él convergen distintos derechos de quienes habitamos las ciudades, ya que en ella vivimos, nos recreamos, trabajamos, estudiamos, nos comunicamos, atendemos nuestra salud, etc. Es decir, los derechos humanos se ejercen o se coartan en la ciudad que vivimos y la misma puede estar o no pensada para que esos derechos se garanticen. No pensar la ciudad en este sentido y dejar que la misma se construya “sola” o al ritmo de los flujos e intereses del mercado es desentenderse de la responsabilidad y obligación de todo gobierno sobre sus representados.
En Chivilcoy, como en otras ciudades intermedias y metropolitanas, asistimos a un escenario desigual donde grandes sectores de la población son excluidos de los servicios básicos, equipamiento, espacios recreativos, acceso al suelo y demás derechos que otros ciudadanos poseen por estar en sectores urbanizados. Esta desigualdad generalmente refleja una segregación que es fiel al ingreso económico de los habitantes. Pero el panorama no es lineal. Grupos de alto poder adquisitivo han optado por alejarse del centro, en barrios cerrados o nuevos loteos, donde están construyendo áreas residenciales, carentes en principio de algunos de estos servicios.
La ciudad es un espacio político y, como tal, está en disputa. Es menester del Estado y las gestiones gubernamentales poner en acción los resortes institucionales para atenuar estas desigualdades. La planificación y la democratización de la ciudad son las herramientas necesarias para tal fin. Pero no sólo tenemos derecho a la ciudad, también tenemos derecho a pensarla y a hacerla. Una ciudad más democrática sólo puede existir en una sociedad más democrática en términos políticos y en términos económicos. Es decir, cuando las decisiones de este calibre realmente representen a las mayorías y no a las minorías de poder.
Participación ciudadana
La participación ciudadana en la producción de la ciudad es la mayor garantía de que estas políticas sobre el acceso al Derecho a la ciudad se adecúen a la población que aloja y contiene. Cuanta mayor participación en el diagnóstico y en la demanda, mayor caudal de información para diseñar y planificar. Sin embargo la participación ciudadana no debe entenderse como una herramienta utilizada por el técnico o funcionario para extraer el dato duro, donde el ciudadano es el objeto de consulta y el funcionario el sujeto de planificación. La práctica participativa es medio y es fin.
Es medio para conocer la realidad, pero es a la vez un fin en sí mismo ya que la experiencia participativa nos hace actores principales en esta historia, sujetos protagonistas de las decisiones políticas. Demás está decir que los funcionarios deben creer en esta participación y protagonismo para propiciarlo, alentarlo y mantenerlo. Es creer verdaderamente en la democracia participativa como experiencia enriquecedora y superadora de la política actual, representativa.
La ciudad y su desarrollo debe ser pensada por los trabajadores, por los estudiantes, por los profesionales, por los adultos, por los jóvenes, por los mayores y por los niños también. El desafío de esta etapa es pasar de una gestión meramente representativa y burocratizada a una abierta y participativa. Más allá de los resultados que se obtengan, de la “eficiencia política”, debemos apostar a la participación, tanto en el diagnóstico, como en la propuesta, en el diseño como en el seguimiento de la ejecución y en la fiscalización de la gestión para transparentarla.
El nuevo paradigma de participación ciudadana involucra a las personas en los procesos de transformación y los vuelve protagonistas, por lo que se sienten parte, pertenecen a un proyecto colectivo, a una comunidad y a una ciudad.
Este nuevo modelo de gestión fortalece la política, la vuelve cercana y concreta. No se aspira a que el Estado o los gobernantes realicen grandes gestas desde la verticalidad del poder sino que articulen y brinden herramientas para que el protagonismo y el poder se encaucen a través de la acción ciudadana.
Los protagonistas de este modelo son de carne y hueso, tienen voz y cuerpo. La participación ciudadana es darle poder transformador a la comunidad.
Los habitantes y usuarios deben tener una participación activa en el diseño y la gestión de sus lugares de vida. La ciudad sólo puede ser el espacio de libertad individual, de cohesión social y el lugar de progreso económico-social si se dan las condiciones mínimas de participación cívica. Como apuntaba Aristóteles “la ciudad es una construcción política”. Josep María Llop Torné, Cátedra Unesco, Ciudades intermedias.
Metodología de trabajo
Como decíamos anteriormente, el Diseño Participativo tiene como objetivo principal articular los esfuerzos de los distintos actores de la comunidad. Para esto se organizan encuentros abiertos y participativos con el objetivo de que tanto los vecinos como las instituciones cercanas puedan expresar libremente sus opiniones, permitiendo a los profesionales ampliar sus conocimientos y enriqueciendo el proyecto arquitectónico.
Para conseguir estos objetivos, proponemos desarrollar el siguiente proceso de trabajo:
I. Constituir el grupo promotor.
El equipo promotor es quien coordina este proceso aplicando los pasos propuestos en la metodología. Este grupo está compuesto por personas que entienden y valoran el proceso participativo como herramienta de transformación social y enriquecimiento del proyecto arquitectónico. Poseen una mirada estratégica del desarrollo del trabajo y determinan sus fases a través de la metodología diseñada. Es ideal contar con personas referentes del barrio o sector, de las instituciones intermedias y del estado municipal para poder delimitar la factibilidad económica del proyecto. También puede realizarse de manera autogestiva pero siempre es recomendable tender puentes con los responsables de los espacios públicos y abogar para que se incluyan en el proceso de trabajo.
II. Diagnóstico preliminar y estudio de factibilidad.
El grupo promotor estará encargado de realizar este diagnóstico inicial que nos permitirá conocer en qué situación nos encontramos para encarar el proceso de trabajo. Para esto proponemos las siguientes preguntas-disparadores:
• ¿Con qué actores contamos? Comisión de Fomento, escuela, clubes, Municipio.
• ¿Existe el lugar físico?
• ¿Existe la demanda social del espacio?
• ¿Qué característica tiene la comunidad?
• ¿Qué grado de participación existe por parte de las instituciones intermedias?
III. Relevamiento.
En este paso, desde el grupo promotor, observamos y recopilamos los siguientes datos:
• ¿Qué características tiene el lugar?
• ¿Quién tiene la posesión, quién es propietario?
• ¿Cuáles son las delimitaciones del terreno, físicas y legales?
• ¿Cuáles son las condiciones climáticas, del suelo, accesibilidad, etc.?
IV. Diagnóstico participativo
Una vez puesto en funcionamiento el proceso de trabajo, interactuando con los agentes territoriales, conociendo la situación general del barrio a intervenir y habiendo relevado el lugar, se convoca a la participación de la comunidad. El equipo coordinador invita a participar a los vecinos con la finalidad de que expresen sus miradas, opiniones, percepciones del lugar como de lo que podría suceder allí. Es decir, para que expresen tanto sus anhelos y expectativas como sus miedos y preocupaciones. Todos estos testimonios son el insumo para trabajar en un diseño que contemple y exprese a las personas que usarán el espacio.
V. Anteproyecto arquitectónico.
Los profesionales comienzan la elaboración del anteproyecto ponderando las opiniones de la comunidad. Se establecen las aéreas de ocupación y usos del terreno, formas de accesibilidad y conectividad con el entorno urbano, etc.
VI. Devolución y Diseño Participativo
Se presenta el anteproyecto para ser considerado por los futuros usuarios. Para esto se vuelve a realizar una convocatoria abierta, preferentemente en espacios de carácter neutral o sea, donde sean convocados la mayor cantidad de gente de la comunidad específica, preferentemente un salón de comisión de fomento, escuela o en el terreno a trabajar. Se exponen las ideas realizadas por los profesionales y se ponen a consideración de los presentes para que éstos se interioricen y tomen parte en el mismo.
VII. Proyecto final.
Tomando las observaciones y propuestas realizadas en el encuentro de Diseño Participativo, se termina configurando el proyecto final a presentar. Este será el material que se utilizará para la etapa de gestión que se propone la concreción física del proyecto.
VIII. Gestión.
La gestión puede ser realizada en etapas, según se proyecte por las autoridades responsables de la misma. Se considera, para continuar con los principios antepuestos de Participación Ciudadana y Derecho a la Ciudad, que la comunidad sea tenida en cuenta y se le abra la posibilidad de ser parte de la gestión y de la fiscalización de la obra. Existen tareas de ejecución de un espacio público pueden ser realizadas por los vecinos. Desde plantar árboles, hasta convocar mano de obra del barrio o personas con oficios para realizar equipamiento. Toda labor que posibilite la injerencia de la comunidad en el proyecto y obra será la garantía de que estos sean incorporados, cuidados y mejorados por los usuarios.
Trabajo de campo.
Diseño Participativo: Un parque para el Barrio Héroes de Malvinas.
I. Grupo promotor.
Configuramos el grupo promotor a partir de nuestro contacto con la Comisión de Fomento del barrio. Fueron ellos quienes nos contaron la historia del mismo y nos presentaron la necesidad de contar con un espacio público recreativo en un terreno fiscal para tal fin. Desde el equipo IEU CAPBA DV les propusimos desarrollar este proyecto de Diseño Participativo. Posteriormente fue la escuela primaria del barrio, a través de su directora y el equipo docente, quienes se entusiasmaron con la idea y nos brindaron la posibilidad de interactuar con los y las alumnos/as y con sus familias. Actualmente se ha sumado a la iniciativa autoridades del Centro Universitario de Chivilcoy, también ubicado en el territorio de actuación.
II. Diagnóstico preliminar y estudio de factibilidad.
El barrio, su historia, su gente y el terreno.
El barrio, de carácter periurbano, se ubica en zona sudoeste de la ciudad, donde el crecimiento no involucra emprendimientos inmobiliarios o una planificación potencialmente auspiciosa. Es decir, es una de las zonas con menor atención por parte de las gestiones gubernamentales o privadas. El barrio comienza en la avenida de segunda circunvalación y se extiende diez cuadras hacia “atrás”, de cara al centro. En él se han construido viviendas del Plan Federal y se han conformado, de manera progresiva, asentamientos irregulares. Posee una población de gente trabajadora, mayoritariamente changarines, albañiles y asalariados.
El terreno a trabajar es de forma triangular, debido a que las dos manzanas que ocupa están atravesadas por un canal a cielo abierto de aguas pluviales. De un lado las tierras fiscales fueron ocupadas por viviendas y del margen sudeste está el vacío que se pretende diseñar. El canal, sin tratamiento urbano, más que las tareas de dragado, le ha otorgado al sector un disvalor. El barrio es conocido popularmente como “el zanjón”, situación que estigmatiza y genera, en términos no sólo simbólicos sino concretos, a los propios habitantes del sector un rechazo debido al peligro de caer en el mismo o problemas de inseguridad. Por esto el terreno es hoy un conflicto para la gente. Con el correr de los años, la comisión ha logrado poner un poste de alumbrado público y dos arcos de fútbol, pero esto no logra cambiar los rasgos esenciales del terreno, de amplias dimensiones.
III. Relevamiento.
Iniciamos el relevamiento cartográfico y fotográfico, hicimos nuestras propias mediciones y las contrastamos con las de Catastro Municipal. También nos entrevistamos con personal de Hidráulica para conocer reglamentaciones y límites a la intervención del canal. Por otro lado evaluamos con una paisajista la flora existente, comprobando que contenía un gran valor paisajístico.
IV. Diagnóstico participativo.
Demandas iniciales.
La Comisión de Fomento y el personal de la Escuela Primaria N°10 nos adentraron en las demandas iniciales de la comunidad para determinar los pros y contras del terreno y el sector. El barrio carece de un espacio recreativo cercano por lo que la población debe recorrer varias cuadras para acceder a una plaza o parque en otro barrio. Por otro lado el terreno en las condiciones actuales funciona de “tapón” entre un sector del barrio y otro ya que el canal corta la continuidad de la circulación de la calle trasversal que es, justamente, la que conecta con la escuela. Es decir, se debe bordear el terreno. Por otro lado es menester, tanto para la comisión como para la institución educativa, contar con un salón de usos múltiples para realizar eventos sociales o festivos.
Se acuerda con la comisión y las autoridades escolares realizar un encuentro en el marco de la Feria de Ciencia de la escuela, donde se invita a las familias a conocer la propuesta de Diseño Participativo. Se convoca en el terreno mismo considerando que es propicio que la comunidad se encuentre allí para que tome conciencia de que es un espacio que le pertenece y puedan imaginar posibles usos de plaza o parque.
En la actividad, realizada en el mes de mayo de 2019, se trabajó a partir de preguntas donde las personas nos contaron qué les gusta y qué no del terreno, cuáles son sus deseos y las necesidades de uso que se podrían alojar en el mismo. Esta tarea se realizó también con los alumnos de la escuela a quienes invitamos a dibujar cómo sería el parque que sueñan. La jornada fue muy enriquecedora y se vieron ratificadas las demandas iniciales que habíamos recogido y se sumaron nuevas, entre ellas la posibilidad de contar con baños, un dispensario, un puente que atraviese el canal y conecte con la escuela, tratamiento de las aguas grises vertidas en el canal por las casas lindantes, entre otros.
V. Anteproyecto arquitectónico.
A partir de los datos recabados nos adentramos en el diseño arquitectónico del Parque. Establecimos que en el mismo desarrollaríamos un programa general para luego ser consensuado en un encuentro posterior con la comunidad, en el cual queden plasmadas las aéreas de uso, la accesibilidad y conectividad del terreno con el barrio, sectores arbolados y sectores abiertos para realizar deportes y un tratamiento especial con respecto al uso del canal para que éste comience a ser percibido como una fortaleza del sector y no como una amenaza. Vale destacar que no existe en la ciudad un espacio público que cuente con este elemento de gran valor paisajístico.
Hasta el momento hemos alcanzado esta etapa del proceso de trabajo, quedando las siguientes a la espera de ser concretadas en el corto plazo: devolución y diseño participativo, proyecto final y gestión.
Conclusión
Habiendo realizado la experiencia práctica, con las vicisitudes propias de un trabajo comunitario y participativo, podemos dar cuenta de la potencialidad que un proceso de diseño de estas características conlleva. Nos suele suceder en nuestra profesión, cuando nos encontramos frente a un comitente, que vemos necesario y casi ineludible contar con la mirada del usuario de nuestro proyecto arquitectónico. Pero cuando se trata de un espacio público, por determinadas cuestiones, prejuzgamos que lo mejor es diseñar sin los protagonistas reales de dicho espacio. Volviendo a la cita de Jordi Borja en el comienzo, si el espacio público es el lugar que contiene y donde se manifiesta el conflicto social, es donde se congrega la diversidad de personas y demandas, debemos encontrar las formas para que ese conflicto se encauce de la mejor manera y contenga a la mayor cantidad de personas y expresiones. Es por esto que el Diseño Participativo –es decir, la inclusión de los sujetos en la toma de decisiones y en la gestión– obliga a los ciudadanos a expresarse, a exponer sus ideas, confrontándolas y trabajando por el consenso con los otros. Esta metodología podría ser incluso una buena práctica para forjar no sólo espacios públicos atractivos, apropiables y bellos sino también una sociedad políticamente más democrática y socialmente más integrada. Los procesos de trabajo que apuestan a abrirse a la comunidad seguramente encuentren más escollos en el camino y demanden más esfuerzo, pero los resultados en términos materiales, sociales y simbólicos se recogen con creces. La comunidad del Barrio Héroes de Malvinas ha recibido con gusto que el Colegio de Arquitectos haya visibilizado su demanda y ha mostrado entusiasmo en este recorrido, a la espera de ver concretado el Parque del barrio.
IS y EC
Los autores son arquitectos e integran el IEU del CAPBA DV.
Sobre planificación participativa de espacios públicos, ver también en café de las ciudades:
Número 103 I Proyectos de las ciudades
Proyecto 4 Plazas: renovación del eje central del barrio San Vicente en Córdoba I El barrio como unidad de gestión y planificación integral I Por Celina Caporossi
Número 82 I Arquitectura de las ciudades
Sueños de plaza I Refundación poética y afectiva del paisaje cultural de Rosario. I Por Ana Valderrama
Y sobre ciudades intermedias, la nota Agenda metropolitana Santa Fe – Paraná en nuestro número 116.