Como en la primavera árabe y en Madrid en 2011, Estambul y Río de Janeiro en 2013 y como en general en cualquier sociedad y en cualquier época, el espacio público, las calles, las plazas, son el lugar donde se expresa, se define y a veces hasta se dirime el conflicto social y político.
En este mes de octubre, las protestas atraviesan el mundo de sur a norte y de este a oeste, de Quito y Santiago a Barcelona, Beirut y Hong Kong. Ahora incorporan el registro anónimo y en tiempo real de las fotos en las redes sociales; se coordinan también las estrategias de defensa y respuesta ante la represión (circulan de un continente a otro las infografías con instrucciones para protegerse del gas lacrimógeno o reportar detenciones sumarias). Algunas tienen incluso componentes ligadas al desarrollo urbano y la movilidad: el alza de los combustibles en Quito –como en las protestas parisinas de los chalecos amarillos– o de las tarifas del Metro en Santiago. Pero como señala Raquel Rolnik en este número: no es por los 30 pesos…
Este octubre es también abundante en definiciones electorales para Sudamérica: renovación de Alcalde/sa en Bogotá y de Jefe de Gobierno en Buenos Aires, comicios presidenciales en Bolivia, Uruguay y Argentina, con poco territorio y poca ciudad en los debates. La calle y el voto, la demanda directa y la representación, dos modos para el ejercicio de la ciudadanía. Se requiere preservarlos, se requiere optimizarlos.
MC (el que atiende)