Los/as arquitectos/as, como diseñadores/as y planificadores/as de espacios destinados al hábitat humano, tenemos dentro de nuestras incumbencias profesionales la posibilidad de ser garantes objetivos de una ciudad plural. Sin embargo, ejercemos un rol cada vez menos activo en el diseño de las ciudades, en tanto estas va siendo moldeadas con mayor intensidad por intereses particulares, ajenos al bien colectivo. Esto tiende a una ciudad cada vez menos democrática, donde el modelo perseguido responde a intereses de privados (grupos desarrollistas, por ejemplo) que, buscando obtener mayor rédito económico, imponen modificaciones a los códigos urbanísticos a través de “concertaciones público-privadas”: el municipio, falto de recursos para realizar obras de infraestructura, termina “canjeando” la realización de dichas obras a estos grupos a cambio de excepciones a la normativa. Esto se traduce en mayores ganancias para el privado y en una pérdida de una ciudad más democrática y planificada.
Otras de las cuestiones que atentan contra una ciudad democrática es la dificultad de acceso a la ciudad por parte de sectores que, en un contexto cada vez más precarizado de pobreza estructural, se ven privados de hacerlo.
Por otro lado, al no existir una ley que obligue al Estado a concursar el proyecto de la obra pública (como sí existe una ley que obliga a licitar, entre varias empresas, su construcción), muchas veces el diseño de edificios públicos e intervenciones urbanas paradigmáticas es adjudicado “a dedo” a equipos amigos del poder de turno, sin que exista un instrumento legal que lo impida. Los concursos de proyectos, promovidos de vez en cuando por las administraciones, al no ser vinculantes, persiguen un objetivo electoralista: sirven para la foto en campaña de obras que luego se archivan. Estas cuestiones hacen que la mayoría de las/os profesionales de la arquitectura tengamos un rol secundario en el diseño de la ciudad al lado de sectores que concentran el poder político y económico y terminan decidiendo de acuerdo a sus propios intereses.
Otras de las cuestiones que atentan contra una ciudad democrática es la dificultad de acceso a la ciudad por parte de sectores que, en un contexto cada vez más precarizado de pobreza estructural, se ven privados de hacerlo. Por más que físicamente vivan en ella, no son parte de su entramado social, siendo excluidos de la vida urbana activa.
En ese sentido, es fundamental fomentar y articular acciones de extensión donde el/la estudiante tome contacto, durante su formación, con las problemáticas concretas que, a nivel urbano, arquitectónico o técnico, condicionan el derecho a la ciudad
Frente a este escenario, es fundamental el preguntarnos cómo abordamos desde la academia esta problemática: ¿qué ciudades están diseñando nuestros estudiantes y para quiénes están pensando soluciones? Afortunadamente, a raíz de existir una educación masiva, pública y gratuita con un acceso a la docencia a través de concursos públicos y libertad de cátedra, los puntos de abordaje son diversos y heterogéneos. De todas formas, el desafío que se nos presenta es cómo vincular los debates que se dan en la academia para que tengan incidencia en la ciudad “real”. Existen múltiples ejemplos desde la docencia que abordan la problemática del acceso a la ciudad pero, al no tener injerencia en los procesos que definen dicho acceso, quedan por lo general en propuestas teóricas tan inocuas que actúan a nivel urbano como si esas discusiones no se dieran. En ese sentido, es fundamental fomentar y articular acciones de extensión donde el/la estudiante tome contacto, durante su formación, con las problemáticas concretas que, a nivel urbano, arquitectónico o técnico, condicionan el derecho a la ciudad y a la vivienda, y generar ámbitos de intercambio con la comunidad no universitaria. No se puede diseñar teniendo una idea abstracta de los problemas que intervienen en la conformación de la dinámica urbana, ni de sus habitantes. Tenemos que tender puentes entre la academia y la sociedad, volviendo a poner el foco en los problemas reales que desde nuestra disciplina podemos ayudar a solucionar.
GF
El autor es Arquitecto por la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (Universidad Nacional de Córdoba) y Doctor en Proyectos Arquitectónicos por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (Universidad Politécnica de Cataluña). Es Profesor Asistente en Arquitectura 4C y Arquitectura 6B (FAUD-UNC) y socio fundador de FURGRAMA Arquitectos.