Los medios televisivos del mundo entero difundieron, en este otoño boreal de 2005, las imágenes de edificios y automóviles en llamas en las calles de los suburbios franceses. Esta imagen de una insurrección generalizada de la juventud inmigrante es, a la vez, reveladora y tramposa. Pone en todo caso en cuestión el modelo francés de inmigración, así como el urbanismo de la metrópolis parisina.
Los incendiarios han sido considerados en un principio como agentes de una especie de complot islámico: es muy fácil relacionar las escenas nocturnas parisinas con aquellas de la Intifada palestina o de Iraq, con el terrorismo anti-americano o anti-chiíta.
El balance de los arrestos realizados por la policía fue, sin embargo, revelador. Los jóvenes incendiarios no poseían antecedentes delictivos ni estaban organizados por bandas, al margen de su conjunto habitacional de origen. Ningún “director de orquesta” clandestino organizó una campaña sistemática de sabotaje o de destrucción.
Si ha habido una orquestación de esta protesta violenta, es en otro lado en donde hay que buscarla. El origen directo de la cólera suburbana se encuentra en las posiciones provocativas del ministro del interior Nicolas Sarkozy, deseoso, con miras a la elección presidencial de 2007, de aparecer como un “duro” para captar al electorado xenófobo de Jean-Marie Le Pen. Su propuesta de “limpiar con Kärcher (N. d ela R.: una famosa marca de máquinas para la limpieza industrial) la escoria que habita en el suburbio” tenía todo lo necesario como para hacer enojar a unos jóvenes sin perspectivas.
Es justamente sobre este punto que las razones fundamentales para la cólera deben ser consideradas. Los jóvenes, al quemar en su desesperanza los autos de sus padres, sus escuelas, los negocios de su ciudad, revelan con una suerte de gesto suicida y manifestante su ausencia de perspectivas en cuanto al acceso a la educación y el empleo.
Sin embargo, los programas llamados de “política de la ciudad” no habían faltado durante los veinte años iniciados con el primer mandato del Presidente François Mitterrand. Pero la política de los gobiernos de derecha, implementada a partir de 2002, fue desmantelar sistemáticamente los financiamientos que permitían el desarrollo de actividades sociales, educativas y asociativas en los grandes conjuntos de vivienda que nuclean lo esencial de la población inmigrante y, también, tornar inoperante a la policía de “proximidad”, que jugaba un rol importante en la animación de las ciudades.
Fundamentalmente, es en la organización urbana de la región parisina, tal como ha sido concebida y puesta en práctica después de los años ´60 (al tiempo que la descolonización contribuía a alimentar una fuerte inmigración nordafricana), donde hay que buscar las raíces profundas de esta situación de crisis.
La decisión de crear un zoning radical de los conjuntos de vivienda, segregados en las periferias lejanas, ha sido el primer factor de marginalización. El segundo, y sin duda el más grave, ha sido el incitar a la clase obrera calificada y a la clase media que habitaba junto a los inmigrantes en los grandes ensambles funcionalistas, a localizarse a partir de 1975 en las nuevas zonas de vivienda pabellonaria, reduciendo así la diversidad de las ciudades. Esta partida en masa ha contribuido a aminorar el reclutamiento de las escuelas y colegios y a crear de esta forma una suerte de desierto escolar.
Hasta la insurrección de noviembre de 2005, la única respuesta del gobierno de Chirac había sido la de destruir los equipamientos colectivos de los años 1960-1970, como para hacer desaparecer por milagro los problemas. Lamentablemente, es claro que al margen de la represión (que es lo único que se puede esperar de Nicolas Sarkozy), es todo el arsenal de políticas sociales abandonadas por la derecha el que debe ser restituido.
¿Iremos hacia medidas de reconstrucción social de las metrópolis francesas, o la política represiva será la principal preocupación del poder? El porvenir cercano clarificará esta alternativa.
JLC
El autor es arquitecto e historiador. Es docente en el Institut Français d’Urbanisme de la Université de Paris-8 y el Institute of Fine Arts de la New York University. Es miembro de los consejos científicos del MOMA y del Getty Grant Program de Los Angeles. Ha escrito y publicado libros y artículos sobre arquitectos como Le Corbusier, Mies Van Der Rohe, Frank Gehry, Paul Chemetov, Ivan Leonidov, etc.
Sobre los disturbios en la periferia de París, ver la entrevista a Jordi Borja en este número de café de las ciudades.
Agradecemos la colaboración de Mariana Cavalli.