Si las ciudades han sido históricamente imanes de grandes contingentes migratorios en busca de posibilidades materiales para reproducir su vida, hoy en día su viabilidad como lugares habitables se encuentra sumida en una creciente incertidumbre. Se han configurado como espacios estratégicamente privilegiados para el avance reestructurador del orden neoliberal y de los procesos de re-mercantilización de las condiciones de vida que este implica, incluyendo la puesta en jaque de la accesibilidad al suelo y al resto de los bienes y servicios urbanos que permiten el habitar.
En su modo hardcore las políticas estatales son cómplices de la acumulación por desposesión que arrasa con recursos ajenos y derechos comunitarios, promoviendo procesos de desplazamiento, fragmentación social y desigualdad e informalidad sociourbana.
Con el concepto de acumulación por desposesión, David Harvey da cuenta del carácter intrínsecamente injusto del capitalismo en su modo neoliberal, al explicar cómo ciertos actores económicos y políticos acumulan riqueza y poder a partir del despojo de activos o medios de vida ajenos o bienes comunes. En lo urbano, las contradicciones del neoliberalismo se agudizan y, si en su versión soft se admite un Estado cuyas políticas económicas puedan dejar algo a su paso, en su modo hardcore las políticas estatales son cómplices de la acumulación por desposesión que arrasa con recursos ajenos y derechos comunitarios, promoviendo procesos de desplazamiento, fragmentación social y desigualdad e informalidad sociourbana. Últimamente esto llega a tales puntos inusitados que un candidato a presidente dice que una empresa puede contaminar el río todo lo que quiera porque sobra el agua y entonces no existe tal daño.
Pedro Abramo identifica el “retorno del mercado” como elemento hegemónico en la producción de la ciudad neoliberal, en contraste con el fuerte papel mediador del Estado como productor de materialidades urbanas durante el período anterior. Las respuestas sobre qué pasaría si se eligieran caminos como la dolarización o la profundización en la desregulación de los mercados ya están plasmadas en los modos en los que se produce ciudad y se accede (o no) a ella. En Argentina, para poner un caso, la historia (económica) de las dificultades de acceso a la vivienda tiene como hitos las medidas económicas desregulatorias de la gestión de Martínez de Hoz como ministro de economía de la última dictadura: la liberalización del sistema financiero y cambiario a través de la Ley de Entidades Financieras del ‘77, la dolarización del mercado inmobiliario y la liberalización del mercado de vivienda a través de Ley de Normalización de Locaciones Urbanas del ‘76.
Lo que las propuestas políticas y económicas del neoliberalismo extremo vuelven a ofrecer es la ilusión de que lo que es óptimo para el mercado, el panorama más beneficioso, es lo óptimo, y por ende lo justo, para las ciudades y las sociedades.
La idea que sustenta ideológicamente al neoliberalismo es la de que el mercado, en su versión abierta, competitiva y no regulada, es el mecanismo óptimo para el desarrollo socioeconómico y, por lo tanto, urbano. Pero ese no es más que un falso óptimo, o más bien, uno que desde un punto de vista colectivo no cuaja. Justamente lo que las propuestas políticas y económicas del neoliberalismo extremo vuelven a ofrecer es la ilusión de que lo que es óptimo para el mercado, el panorama más beneficioso, es lo óptimo, y por ende lo justo, para las ciudades y las sociedades.
Esta falsa identificación entre las necesidades del mercado y las necesidades de la sociedad es lo que hay que volver a poner en duda a partir de orientar mejor la planificación urbana hacia la satisfacción de estas últimas. En definitiva, dejar de jugar a este gran juego de la silla en el que se convirtió el neoliberalismo, en el que nos sacan una a una las opciones para sentarnos al mismo tiempo que se nos va olvidando preguntarnos qué pasó con las sillas anteriores, quién las sacó y quienes se quedaron afuera. Evitemos llegar al final del juego, donde sólo uno tiene donde sentarse, y pocos dónde vivir.
SL
La autora es Licenciada en Economía, docente, becaria doctoral CONICET y maestranda en Estudios Urbanos y de la Vivienda en América Latina (FADU-UBA). Es becaria UBA de Formación en Investigaciones Estratégicas y Diplomada en Sistemas de Información Geográfico como Herramienta para el Análisis Territorial (UBA). Integra el Colectivo Sinergia Urbana.