En la práctica proyectual de los diseños [1], los actuales discursos de verdad [2] se encuentran atravesados por el pensamiento sociopolítico del neoliberalismo, en sus diversas derivas, hasta las más extremas. Así, configuran su morfología de proyecto, vinculada a las dinámicas de los agentes económicos, en el marco del consumo de mercancías [3] y el posicionamiento del sujeto social como consumidor [4], según su capacidad de acceso. El contexto de retracción del Estado de fin de siglo XX configuró un espacio determinante para estas prácticas disciplinares contemporáneas y sus actores, con orientación a la provisión de servicios materiales/artefactuales, en pos de dinamizar el consumo a través de prácticas de innovación, proyectando futuros próximos dentro del marco de los discursos de verdad construidos. Las universidades, inclusive las del sistema público, colaboraron -con algunas excepciones- en la reproducción de estas morfologías disciplinares; formaron, de manera eficaz, en competencias para dar respuesta a demandas de sectores productivos y de servicios, en una relación contratado-contratante. El centro del hacer es el producto y orienta su acción el proyecto de innovación. Las redes productivas responden a estos horizontes, configurando formas de habitar vinculantes y vinculadas a las prácticas político-económicas neoliberales; discursos de verdad para una vida socio-productiva regida por los patrones de acumulación y consumo.
Este nuevo eje en el campo del diseño social, valioso y a su vez confuso, relativizó, puso en conflicto algunos basamentos de los discursos de verdad, pero, no obstante, sus desarrollos también fueron re-significados
La dinámica descripta posee fisuras, discontinuidades que permiten pensar en espacios de disputa de sentidos. Una de ellas se encuadra en las prácticas del llamado diseño social, diseño inclusivo. Situado en el campo de lo popular, esta faceta proyectual acciona con diversas estrategias de deconstrucción y reconstrucción. Tuvo sus primeras prácticas en Argentina y Latinoamérica hace aproximadamente un cuarto de siglo. En ese entonces emergía un posicionamiento para un hacer enfocado en la gestión, un pasaje de la centralidad del producto a lo procesual. Este nuevo eje en el campo del diseño social, valioso y a su vez confuso, relativizó, puso en conflicto algunos basamentos de los discursos de verdad, pero, no obstante, sus desarrollos también fueron re-significados, en el marco de la gestión de diseño de mercancías. La continuidad de los procesos de revisión de los diseños y lo popular se fortalecieron en su relación con lo tecnológico. Esto permitió la profundización en las estrategias de acción disciplinar proyectual en el hábitat popular. La concepción socio-tecnológica del proyecto, la no neutralidad de sus externalidades, posicionó a la organización en el centro de las prácticas. El actor productivo y las organizaciones se constituyeron como el campo de acción, en búsqueda de fortalecimiento, político, económico, social, con horizonte en la ampliación de derechos. Posteriormente continuó la profundización teórico-práctica de los diseños y el campo popular a través de un acrecentamiento de foco, en base al trabajo con redes organizacionales (alianzas, cadenas, clústeres), con el objetivo de establecer bases sólidas de sustentabilidad de los procesos de transformación.
El Estado es el actor estratégico: co-productor, co-gestor de estos procesos de transformación. A través de su estructura sociopolítica tiene el poder de promover, regir y administrar el desarrollo socio-tecnológico de los sectores productivos populares
El sostenimiento y profundización de las prácticas del diseño social y de sus resultados en el campo popular requieren de la acción política para la superación de las formas de reproducción y la disputa en el campo de los discursos de verdad. El Estado es el actor estratégico: co-productor, co-gestor de estos procesos de transformación. A través de su estructura sociopolítica tiene el poder de promover, regir y administrar el desarrollo socio-tecnológico de los sectores productivos populares, posicionándolos como participes estratégicos en los procesos de transformación del hábitat. En lo político, el Estado es el garante de la ampliación de derechos a través de sus órganos ejecutivos, estableciendo y sosteniendo políticas públicas en el tiempo para los actores y organizaciones productivas del campo popular. El colectivo de actores proyectuales se ve necesariamente participe de la función pública a fin de contribuir en esta producción, requiriendo la formación en nuevas competencias y conocimientos que aporten eficacia en sus procesos.
PS
El autor es Diseñador industrial y Magister en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología (UBA). Es docente de grado y postgrado. Ha sido Coordinador Nacional de Tecnología y Producción de la Secretaría de Hábitat, Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, hasta abril 2021. Ha desarrollado en co-autoría programas de vivienda y hábitat en su relación con proyectos de desarrollo productivo locales, ha acompañado a unidades y conglomerados productivos populares y ha sido evaluador en ámbito público de diversas líneas de fortalecimiento a la producción en el hábitat popular, desde el año 2006. Ha publicado en coautoría libros, partes de libros y artículos en revistas nacionales e internacionales.
[1] Utilizamos el plural “los diseños”: entendemos que las disciplinas proyectuales incluidas (industrial, grafico, imagen y sonido, textil e indumentaria, arquitectura, paisajismo) conforman un colectivo coincidente en prácticas proyectivas, interpretativa de futuros próximos.
[2] Foucault. Concepto que se desprende de la lectura de la reflexión de autor acerca de la verdad.
[3] Productos y servicios.
[4] Y en los casos más mesurados, en usuarix, que refiere a una mirada puesta en las condiciones de uso, ergonomía, sin disputa de sentido en términos de la forma de adquisición.