“Si durante la modalidad de gestión estatal el servicio se manejó en forma contradictoria y las condiciones de la población de bajos recursos fue atendida informalmente, esto tuvo que ver tanto con cierta orientación general (democratización del bienestar, promoción del mercado interno, etc.) como de la utilización de comportamientos patrimonialistas de acumulación política, muy probablemente estableciendo vinculaciones de clientela. Con el predominio de las ideas neoliberales al momento de las privatizaciones, el modelo privado-centralizado fue aplicado sin tener en cuenta condiciones particulares, en el entendido de que cada familia o individuo debe hacerse cargo de sus consumos, obteniendo los recursos monetarios por si mismos.
La contradicción entre esas dos orientaciones (entre la permisividad y la disciplina de mercado) explica la emergencia de la protesta. Pero esa protesta, al parecer, no espera volver simplemente a las condiciones anteriores. parecería que, de alguna manera, se espera una inserción en el servicio (y también en la ciudad) que responda a una institucionalización orientada al reconocimiento de derechos de ciudadanía.
Esa institucionalización está aún pendiente” (Pedro Pírez, Las sombras de la luz).
En su más reciente libro, publicado por EUDEBA, Pedro Pírez vuelve a abordar el problema de la gestión metropolitana de Buenos Aires, en este caso a través de la gestión de un servicio público esencial: la electricidad. El texto es resultado de las investigaciones realizadas por Pírez durante una década, analizando desde el punto de vista de la sociología urbana la relación entre distribución eléctrica, configuración urbana y pobreza en la región.
La lectura del libro puede confirmar el carácter fractal de la metrópolis, en que cada uno de sus componentes reproduce las lógicas socio-territoriales de la totalidad. Me refiero en especial a la contradicción fundamental de una metrópolis subdesarrollada: la que resulta de la atracción que un aglomerado urbano ejerce sobre sectores de la población que no tienen acceso al empleo de calidad y a buenos ingresos y no pueden sustentar su propia reproducción, sin que la metrópolis que los atrae pueda resolver estos problemas a partir de su propia base económica. Todo ello, en el caso de la capital argentina, en el contexto de un “Estado de Bienestar” que nunca fue universal ni mucho menos eficiente, pero que resulta desarmado en sucesivas oleadas de ideología anti-estatal, de los ’70 a los ‘90, por la cual servicios esenciales para la vida urbana contemporánea son tratados como bienes de mercado.
En su nota Más allá del Estado de Bienestar, publicada en Página 12 del domingo 23 de agosto pasado, José Natanson aporta algunos elementos interesantes para esta discusión. Siguiendo la definición de T. Marshall, Natanson defne al estado de Bienestar como “una mezcla especialmente virtuosa de democracia, capitalismo y bienestar social”, pensado para sociedades nacionales, industriales y en las que la lucha de clases podía morigerarse mediante el pleno empleo. “En cualquier caso, los Estados de Bienestar europeos han hecho esfuerzos por adaptarse a las nuevas condiciones económicas: seguros de desempleo más largos, edades de retiro más tempranas, estímulos al cuentapropismo. En general, el objetivo consiste en dejar de lado el modelo bismarckiano de prestaciones atadas al trabajo para comenzar a concebir los servicios como un derecho social, lo que hace que en los países europeos más avanzados cualquier persona tenga garantizada educación, salud, jubilación y un ingreso mínimo (salvo que sea inmigrante)”.
A diferencia de estos casos, los Estados de Bienestar latinoamericanos son incompletos y en solo 3 países pudieron desarrollarse (con distintas particularidades y causalidades) de manera extendida: Natanson señala a Costa Rica, Uruguay y la Argentina, único de los tres que, en los ‘90, decidió con un amplio consenso social proceder a su virtual demolición…
Para Natanson, la respuesta de las administraciones kirchneristas a la manifestación terminal de este desmantelamiento, como fue la crisis de la salida de la convertibilidad en 2001-02, “apostó a la idea de que la mejor vía de inclusión social es el trabajo”: así, la redistribución de riqueza posterior al 2003 “no se apoyó en el despliegue de nuevas políticas sociales, sino en la mejora del mercado laboral producto del crecimiento económico y de las políticas oficiales de salario”, explicando la caída de la pobreza resultante. Natanson considera excelente la idea de incorporación social mediante el trabajo, “pero insuficiente para atender las necesidades de una sociedad cuya economía excluye estructuralmente a un porcentaje importante de la población”. Por eso recomienda la aplicación de medidas sociales contracíclicas, “ampliando la cobertura a quienes se encuentran fuera del Estado de Bienestar y profundizando los beneficios”, valorando las propuestas de Ingreso Universal ciudadano y políticas aplicadas por el gobierno del PT en Brasil, como la Bolsa Familia. Políticas “que implican un esfuerzo fiscal enorme” y sostenido.
En el caso de las políticas urbanas, la idea de redistribuir riquezas y superar inequidades de base territorial está asociada a la aplicación de los denostados (por la ortodoxia neoliberal) subsidios cruzados: la urbanización de los ricos debe pagar la urbanización de los pobres. O con más precisión, la especulación sobre el suelo (la más injusta de las rentas que se derivan del desarrollo urbano en una sociedad capitalista, sea avanzada, periférica o emergente) debe pagar la inclusión territorial de los que de otras maneras no podrían acceder a esos beneficios de urbanidad. Pírez lo expresa cuando afirma que “la protesta demanda el derecho de acceso a la red de energía eléctrica. Quienes lo demandan no necesariamente esperan que el acceso sea gratuito sino que ellos estén en condiciones de pagar el servicio”.
Pírez contribuye con una investigación exhaustiva y detallada a la reflexión sobre estas cuestiones. El desarrollo del libro incluye un preciso análisis de los marcos políticos y administrativos en que se desenvuelve más de un siglo de distribución del servicio en la metrópolis, a través de la sucesiva aplicación de las formas de gestión descentralizada-privada, en la primera mitad del siglo XX, centralizada estatal, entre los ’40 y los ’90, y centralizada-privada tras el gobierno de Menem y hasta la actualidad. También resulta sólido el abordaje de las sucesivas crisis de legitimidad de esos modelos, en todos los casos a partir de la mencionada contradicción entre “tres lógicas fundamentales de la construcción de la ciudad: poder, ganancia y necesidad”.
La amplia bibliografía y los ilustrativos cuadros estadísticos contribuyen a la conformación de una obra de referencia indispensable para el estudio de las relaciones entre servicios urbanos, gestión e inclusión social en Buenos Aires.
Las sombras de la luz – Distribución eléctrica, configuración urbana y pobreza en la Región Metropolitana de Buenos Aires, Pedro Pírez, Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 2009, 300 p. 25 x 18 cm. ISBN 978-950-23-1658-1
Sobre el trabajo de Pedro Pírez en relación a las redes de servicio, ver también en café de las ciudades:
Número 27 | Política de las ciudades
El sistema urbano – regional de redes de servicios e infraestructuras | La visión sistémica de Pírez, Rosenfeld, Karol y San Juan. | Marcelo Corti
Y sobre la gestión metropolitana de Buenos Aires, ver también el Observatorio de Institucionalidad Metropolitana, los aportes de la Fundación Metropolitana y los informes trimestrales de Artemio Abba en café de las ciudades.