N. de la R.: El texto de esta nota reproduce la exposición del autor al debatirse en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la sanción de la Ley 2930, Plan Urbano Ambiental, en la sesión del 13 de noviembre de 2008. A pesar de la posición sostenida por café de las ciudades en acuerdo con la aprobación del Plan, publicamos esta exposición adversa a la misma en razón de la profundidad y fundamentación de sus argumentos, que consideramos adecuados para la etapa de revisión y actualización a la que obliga la normativa existente, tal como exponemos en nuestro análisis crítico publicado en este número.
Pido la palabra.
Señor presidente: para nosotros, el bloque Igualdad Social, es realmente –como lo señaló en algún momento en su exposición el diputado Epszteyn– una situación penosa, porque cuando esta ley se votó en primera lectura, el argumento utilizado, tanto por el bloque del Gobierno como por sus aliados parlamentarios del Frente para la Victoria, era que resultaba casi imprescindible votarla para que no perdiese estado parlamentario. Esto es: “Aprobemos lo que está, no sea cosa que si no votamos esto nos quedemos sin nada, y es mejor un mal plan que un no plan”.
Francamente, uno de los argumentos que se utilizó en esa ocasión era que de esta manera no sólo se cubría el déficit que la Constitución impone sobre la ciudad en términos que debe contar con un Plan Urbano Ambiental, entendiendo que de esa manera entrábamos en un proceso de mayoría de edad que nos lleva de la capiti diminutio de los municipios, caracterizado, como dicen los intendentes, en las 3B –basura, bacheo y bombitas–, y pasábamos a una instancia distinta en términos de creación de una ciudad proyectada en la región metropolitana, en el país, en el subcontinente y también en el mundo.
En ese contexto, lo que uno tenía que suponer era que después de la aprobación de la ley en primera lectura, y luego, fundamentalmente, del proceso de audiencia pública –que para eso la Constitución sabiamente lo estableció–, íbamos a tener como piso el Artículo 13 de la Ley 71, que si me permite, señor presidente, voy a compartir con las diputadas y diputados. El Artículo 13 establece: “El Plan Urbano Ambiental deberá contener, entre otros, los siguientes aspectos: diagnóstico de situación y de gestión; estados futuros previsibles; propuestas alternativas; propuesta recomendada con evaluación de sus efectos y requerimientos e instrumentos de viabilización (recursos administrativos, económicos, financieros, físicos, etcétera)”.
Si tomo el Artículo 13 de la Ley 71 y miro el despacho que ha sido puesto en consideración, veo que más allá de insistir en la apelación de diagnóstico de situación y de gestión incompletos –y luego voy a señalar algún elemento novedoso que sí ha sido receptado por la comisión– estamos dando un fenomenal salto atrás.
¿Por qué digo que hay un diagnóstico novedoso y que creo que es importante para entender lo que estamos votando hoy a la noche? Porque en el análisis establecido en el anexo, la comisión o, por decirlo de alguna manera, el bloque del Gobierno y sus aliados parlamentarios, reconocen que hay una gran cantidad de imposibilidades para la Ciudad.Hay imposibilidades de definir estrategias en la región Metropolitana, imposibilidad de manejar la cuestión del transporte, imposibilidad de trabajar sobre los mercados del trabajo y sobre las migraciones urbanas, y así sucesivamente.
Las dos grandes “inmobiliarias” que tiene esta ley detrás, la inmobiliaria con sede en el Poder Ejecutivo Federal y la inmobiliaria con sede en el Gobierno de la Ciudad, están diciendo que no obstante que son, y llegan a un acuerdo político para este Plan Urbano Ambiental, incapaces de sentar al Ministerio de Planificación Federal, son incapaces de sentar –no obstante de que son del mismo partido– al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y son incapaces de sentar a su propio partido en el marco del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Digo esto porque lo único novedoso es que las dos inmobiliarias nos dicen cuáles son las imposibilidades. No nos dicen claramente, como nos requiere el Artículo 13 de la Ley 71, propuestas alternativas, propuestas recomendadas con evaluación de sus efectos e instrumentos de viabilización de recursos administrativos, económicos y financieros. Tampoco avanzan, y por eso digo que estamos saltando hacia atrás, en haber alimentado el diagnóstico con lo que surge de las audiencias públicas.
Voy a tomar seis ejes de aquellas que podemos denominar indefiniciones estructurales del Plan. Ante todo, está, sin dudas, la relación con esos seis ejes: el mundo, la región, la Nación, la región Metropolitana de la Ciudad y las comunas, para lo que sería bueno preguntar qué cosas se plantean, cómo se plantean, dónde se plantean, cuándo se plantean y con quiénes se realizan.
Vamos al primer punto. Veamos el mundo: el Plan Urbano Ambiental, la ciudad y el mundo. El primer tema que nos surge es que para relacionar la ciudad con el mundo, lo primero que habría que ver es su infraestructura en relación con el mundo. En el Plan Urbano Ambiental no se discute el puerto. Entonces, si no se discute la infraestructura –entre otras cosas, porque es una competencia federal–, porque tienen que debatir con la misma bancada que hoy les está votando el Plan que no les entrega el puerto, como no les entregó el juego y la regulación del transporte –los mismos que hoy les dan los votos; la “inmobiliaria A”, por decirlo de alguna manera–, en ese contexto digo que no pueden discutir la infraestructura pero tampoco qué es lo que tiene el plan.
El plan tampoco plantea cuál es el lugar productivo de la ciudad. En realidad, como ésta es la tercera entrega, han omitido incluso las reconfiguraciones que la ciudad tiene como propio lugar productivo en el contexto mundial. La primera edición del Plan –desde la edición del Plan del año pasado hasta hoy, han aparecido algunos elementos que tienen que ver con que la Ciudad de Buenos Aires– parece expresar su dinamismo a partir del consumo de los sectores de altos ingresos, de las plusvalías urbanas. Me refiero a esas plusvalías urbanas que son poner tierra en valor; o, para decirlo más claro: las carpetas que el ingeniero Macri y sus funcionarios, cuando van al exterior, llevan y dicen, “Tenemos estas tierras fiscales, estos espacios en la Ciudad de Buenos Aires; definan qué proyecto de inversión quieren realizar sobre ellos”. Tampoco tienen una respuesta clara en relación con ese lugar en el mundo.
Uno podría decir, tal vez, que a las inmobiliarias el mundo les queda grande. Entonces, de lo que se trata es de discutir la región, la más inmediata. Uno quisiera que el Plan Urbano de la ciudad, por lo menos, dijese: “Miren, no queremos ser como San Pablo, una ciudad industrial que se destruye y se reconstruye cada 10 ó 15 años; queremos ser un centro financiero internacional, como Montevideo”; o, “queremos ser como lo estamos siendo –pero no porque lo hayamos decidido las mujeres y los hombres de la ciudad, sino porque lo está decidiendo el mercado– proveedores de turismo receptivo, proveedores de bienes culturales”. Es decir, vender fotos del paisaje urbano, vender pedazos de tierra, o vender tango enlatado. Ésa es la política de crecimiento que la ciudad plantea en términos de competencia en la región.
Tampoco tuvieron ni tienen diagnóstico, la capacidad de someter el problema de la relación con la propia Nación. Y, para no abundar, el conflicto de las inmobiliarias está claramente en el tema de las tierras; el tema de las facultades, en términos de seguridad y su financiamiento. Está también el tema del financiamiento general del Estado local, que tampoco lo han problematizado. Digo: no hay una sola página que diga qué relación fiscal en el futuro establece la Ciudad de Buenos Aires con la Nación. Se les escapó.
Pero bueno, tal vez la Nación les quedaba grande a las inmobiliarias. Entonces, vamos a la región metropolitana. Y cuando uno mira la región metropolitana se da cuenta de que tampoco engordaron el diagnóstico, porque no hablaron de los procesos de conflicto que existen en la cuenca Matanza-Riachuelo, que no se puede tener una administración centralizada para su saneamiento; ni siquiera han podido plantear la cuestión de qué va a suceder con los rellenos sanitarios en el marco del conurbano bonaerense o en el territorio de la provincia de Buenos Aires; no han podido definir los criterios de interjurisdiccionalidad en materia de educación, salud y seguridad. Nada de eso está problematizado en el plan. También se les escapó la región metropolitana de Buenos Aires.
Uno dice: “Tal vez es tan chica la ambición o la visión de las inmobiliarias que sólo se fijaron en la Ciudad”. Y cuando uno mira la Ciudad encuentra tres cuestiones centrales: no hay un sólo diagnóstico móvil que sitúe las cuestiones de riesgo, los desafíos y la capacidad de respuesta en los tres ejes que debieran ser la problematización del diagnóstico, que es el equilibrio interterritorial, intergeneracional e intersocial de la Ciudad, la densificación y la heterogeneidad estructural de la Ciudad. Respecto de esto no han podido dar un diagnóstico medianamente serio en términos de hacia dónde vamos.
Como dijo la diputada Walsh recién: obviamente tampoco tomaron en cuenta la cuestión de la descentralización, no sólo en términos de descentralización estatal, sino tampoco los efectos socio-territoriales de la descentralización.
Ahora bien, cuando uno dice esto, la primera pregunta que se le viene a la cabeza es la siguiente: si todo esto se les pasó, ¿quién suponía que iba a dar respuesta al qué, cómo, dónde, cuándo y con quién? Porque la Ciudad no está esperando que hoy sancionemos el plan urbano ambiental para empezar a producirse; la Ciudad se está produciendo día a día: está produciendo iniquidades día a día; está produciendo ghettos día a día; y está produciendo fenómenos muy interesantes que yo hubiera querido ver más allá de la cifra agregada del déficit habitacional, que es que estamos generando islotes de ricos e islotes de miserables, porque la escala de la densificación de los lugares de ricos crece y se reduce la escala de territorios de los asentamientos y villas. Tenemos microbarrios de 20 pisos y microvillas de seis manzanas. Nada de esto, con los peligros para quienes viven en esos contextos hostiles, que son las villas, que no tienen la capacidad de articular resistencia social, como las grandes villas viejas de la Ciudad de Buenos Aires, es materia de problematización del diagnóstico.
Seguramente, tendremos que esperar que aparezca un muerto o una nueva catástrofe en un centro de refugiados para decir: “Hay villas chicas que son más riesgosas para los que viven adentro de las villas grandes”. Pero también se les escapó. ¿Por qué se les escapó? Porque para muchos de los problemas que tiene planteado el plan urbano ambiental hay una respuesta implícita: las tendencias actuales de la Ciudad lo van a resolver. ¿Y qué son las tendencias actuales? ¿Los planificadores urbanos? ¿Los funcionarios del gobierno local? ¿Los funcionarios del gobierno federal, que tan generosamente les van a dar el voto hoy? No, es claramente la asociación de los operadores de mercado, de los grandes desarrolladores inmobiliarios y especuladores inmobiliarios, que buscan rentas urbanas, que están haciendo la Ciudad a su gusto y no al gusto de lo que debiera ser la participación de cada hombre y cada mujer.
También está muy claro que estos mismos actores no existen como problema en el plan. Esto es como si uno pretendiese caracterizar una obra de teatro sólo por su escenografía. Vamos corriendo la escenografía, pero la obra no aparece porque faltan los actores: falta el gobierno federal, falta el gobierno local, faltan las políticas de alianza entre los especuladores y los grandes creadores de negocios; y como pasa todo eso, parece que vamos haciendo un juego de “Mis ladrillos”, en lugar de construir una Ciudad.
Señor presidente, para decirlo simplemente: un plan es mucho más que una oferta de tierra y mano de obra. Es una cosa mucho más compleja que decir: “En esta área rezonificamos y ponemos un hotel de 20 pisos”; es mucho más complejo que decir: “Vamos a dar instrucción primaria y secundaria para que haya mozos que puedan hablar inglés y reciban a los turistas que llegan”. Un plan es mucho más que eso. También es mucho más que la protección estética a las áreas de los que están satisfechos. Es mucho más que eso. Es mucho más que decir: “A esta área, porque culturalmente no la queremos tirar, la vamos a proteger”, cuando el Plan Urbano dice en su contexto: “Me importa un pepino si la gente tiene que viajar dos horas desde Soldati a Villa Urquiza, porque no me importa dónde duermen, cómo duermen y ni siquiera cómo viven”. Pero, en alguna medida, nos convertimos en grandes protectores de fachadas y en grandes creadores de injusticia social, porque el plan no dice nada de eso.
Quiero tomar un muy buen argumento que planteó la diputada Walsh y decir que el plan, señor presidente, consagra este bendito principio de que “con esto tenemos ley; y, como la ley nos cubre a todos, la ley nos protege a todos”. Fenomenal mentira, porque si esta ciudad está produciendo desigualdad, la ley nos trata igual a todos. Y la ley no obliga a los que tienen más poder a torcer su sistema de decisiones: lo que hace la ley es proteger el sistema de decisiones inequitativas que hoy tiene la ciudad.
El plan tendría que venir a corregir eso. El plan tendría que venir a poner el límite a la especulación inmobiliaria. El plan tendría que venir a poner el límite a los barrios de emergencia en términos de la desatención estatal. El plan tendría que poner un límite a la inexistencia de un sistema de transportes que permita que la gente se comunique entre sí, más allá de dónde va a vender su fuente de trabajo; pero de esto no se ocupa. Seguramente, es una cuestión menor.
Ahora, lo llamativo es que cuando cambia el diagnóstico, se introdujeron dos cosas. Una, es muy interesante y tiene que ver con la condición experta de muchos de los buenos profesionales y técnicos que trabajaron en el plan. En este sentido, quiero dejar salvaguardada la buena disposición, el buen trabajo y –por qué no decirlo– la buena vista que han tenido en términos de buscar dónde están los problemas de esta ciudad. Pero aquí no se trata de un problema de planificadores ni de arquitectos. No es un problema de sociólogos, de geógrafos, de economistas ni de cientistas sociales. Es un problema de institución del tipo de ciudad, de instituir una ciudad. Eso no lo puede hacer un plan si la política no se lo plantea.
Está muy claro que la política en este plan abdicó de su capacidad de instituir formas distintas de convivencia, de instituir formas distintas de equidad entre los barrios y entre las mujeres y los hombres de la ciudad. Pero como tuvieron que recurrir a una base estadística para decir: “Tenemos un problema”, pusieron dos o tres cosas interesantes.
La primera de ellas es que, efectivamente, la ciudad integra un área que asocia a 14 millones de personas. Ahora, 14 millones de personas tienen problemas. Más allá de contar a las personas, la pregunta es cuáles son los problemas que en la ciudad y desde la ciudad se solucionan o se potencian entre esos 14 millones de personas.
Visto desde ese ángulo, aparece una lista de problemas que tienen que ver con el stock del mobiliario urbano, con las calles o con el sistema de transporte, pero falta la gente. No están esos 14 millones de personas. Podrán ser medidos como demanda del sistema de transporte, como demanda del sistema de seguridad, como demanda del sistema de salud pública o como demanda de la escuela, pero no como integridad de sujetos en el marco de la ciudad.
En ese contexto, omitieron un dato interesante, que es preguntarse cómo afecta a esta ciudad el hecho de que, habiendo la misma cantidad de habitantes, tengamos el crecimiento exponencial de metros cuadrados. Hay que ver qué tipos de hogares, de estructuras y de relaciones familiares se están construyendo en el marco de la ciudad. De esto debiera dar cuenta el planeamiento para entender si tenemos hogares individuales o multifamiliares. Esto no lo sabemos, porque tampoco en el diagnóstico sabemos si esos metros cuadrados de torres que se están construyendo, que implican un proceso de privatización de la subjetividad, tienen que ver o no con alguna política pública que rompa con esas prisiones de lujo que se están construyendo en la ciudad.
Señor presidente: para ir al hueso y para terminar con mi exposición, aun yo tomaría en serio el plan. Repito, lo tomaría en serio, con todas estas cuestiones que hemos planteado, si el bloque de la mayoría y su aliado del Gobierno Federal –es decir, la “inmobiliaria A” y la “inmobiliaria B”– hubiesen dicho a la Legislatura, en primer lugar, qué relación tiene el Plan Urbano Ambiental planteado con el presupuesto 2009. Hubiese sido otra cosa.
Aquí no hay plan si no hay recursos. Aquí no hay plan si no hay políticas. Los invito y los desafío a que lo contesten, ya que quieren que votemos hoy el plan ¿Cuál es la correlación entre el Plan Urbano Ambiental que votamos hoy y el Presupuesto 2009? ¿Cuál es la correlación entre el Plan Urbano Ambiental que pretenden que votemos hoy y el Plan Plurianual de Inversiones que viene zamarreándose desde hace tres años? En concreto: ¿qué tienen que ver las buenas intenciones con dónde estamos poniendo la plata en el marco de los presupuestos que están planteando? Lo otro sería, como decía un gran filósofo argentino, sanata.
En concreto: cuando uno correlaciona las áreas de riesgo, las políticas planteadas, los mecanismos mediante los cuales se da una hipotética solución a los problemas que el propio plan tiene, y lo vincula con el plan presupuestario para el ejercicio que viene y con el plan de obras que ya se ha presentado, los puntos de intersección son casi nulos. En consecuencia, señor presidente, en esa línea no encontramos más que declaraciones de buenas intenciones.
Para ir terminando, señor presidente, quiero referirme a dos límites muy interesantes, que tienen que ver con el uso del territorio. El primero de ellos se vincula con cómo se plantea este Plan Urbano Ambiental: recuperar capacidad de decisión, de apropiación fiscal y de captura de plusvalías urbanas del quinto de la ciudad que está en manos de especulación inmobiliaria. ¿Cómo se plantea este plan? Plantea lógicas de diseños distintos en relación con lo vigente del tercio de la ciudad que está bajo el manejo de la Corporación del Sur. Es decir, si ni siquiera pueden dar cuenta de lo que hoy tienen a la mano, ¿qué espejitos de colores nos quieren vender? ¿A qué ciudad nos quieren llevar a vivir?
Le aclaro, señor presidente, que me parece que es importante que esta coalición política de los negocios en el marco de la Ciudad de Buenos Aires que, repito, es el bloque del PRO y el Frente para la Victoria, se haga cargo de que ellos y ustedes son responsables de las imposibilidades para pensar la ciudad futura. Son responsables de esas imposibilidades. Son los mismos que nos piden votar un sueño de ciudad futura.
En segundo lugar, son también ellos y ustedes los titulares de las imprecisiones de ese sueño que ocultan, bajo enunciados muy interesantes, lógicas de creación de sufrimiento colectivo, segregación territorial y amputación de capacidades efectivas de mujeres y hombres de la ciudad, bajo enunciaciones que parecen documentos de Naciones Unidas hablando del futuro del año 3000, cuando acá no podemos sacar la cabeza en el año 2008.
Finalmente, señor presidente, son los acuerdos que tienen los que están afuera de la ciudad y los que están adentro los que nos impiden a las mujeres y los hombres que vivimos en esta ciudad plantearnos una ciudad justa e igualitaria.
Para no convalidar la estafa y para no rodear de buenas intenciones los ejercicios de ambas inmobiliarias, es que nuestro bloque no va a acompañar con el voto este plan.
MH
El autor es Economista y Diputado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ver su sitio en la Web.
Sobre el Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires, ver el análisis crítico y la Terquedad de los vecinos y los medios en este número de café de las ciudades y, entre otras, las siguientes notas:
Número 74 I Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Terquedad del Plan Urbano Ambiental I Mario L. Tercco
Número 66 I Planes y Política de las Ciudades (I)
Aprobar y mejorar el PUA I Presentación en la Audiencia Pública del Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires I Marcelo Corti
Número 63 I Planes de las ciudades (II)
Valija de Antonini Wilson 14 – Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires 1 I En el juego mediático, el planeamiento de la Ciudad pierde por goleada I Artemio Abba
Número 60 I Planes de las ciudades (I)
El Plan Urbano Ambiental: momento de decisión I Un marco legal imprescindible para Buenos Aires I Mario Sabugo
Número 46 I Política de las ciudades (I)
Número 21 I Planes
El Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires I Origen y situación actual. I Rubén Gazzoli
Y sobre otros temas mencionados por Hourest:
Número 46 I Política de las ciudades (I)
El Planeamiento Urbano y las Comunas I Los caminos de la descentralización en Buenos Aires. I Hernán Cesar Petrelli
Número 32 | Recorridos
El Riachuelo recobrado | La ilusionada navegación de una utopía urbana. | Marcelo Corti
Número 3 | Ambiente
La cuenca del Riachuelo | Consensos para la acción en el sector más postergado de Buenos Aires. | Marcelo Corti |
Número 80 | Economía de las ciudades
Sobre la captación de plusvalías urbanísticas | Una herramienta para la construcción de ciudades más justas y sustentables | Grisela García Ortiz