Las fotos de esta nota integran la presentación de Humberto Eliash D. al X SAL
Después de un largo periodo del siglo XX dominado por el funcionalismo (“la forma sigue a la función”) presenciamos un fin de siglo signado con un postmodernismo irreverente que reivindicó la forma y los referentes históricos proclamando que la función debe subordinarse a formas tipológicamente preestablecidas (“la función sigue a la forma”).
El pragmatismo resultante de los cambios acaecidos durante el siglo XX, que constituyen la pesada carga con que se inicia este nuevo milenio (neoliberalismo y globalización incluidos), nos enfrenta a un nuevo paradigma, donde la gestión de los proyectos y la administración de instrumentos y recursos ha cobrado tal relevancia que termina por ser el factor determinante en los proyectos tanto urbanos como arquitectónicos. Esta nota analiza los antecedentes, los alcances y los riesgos de este nuevo referente que se sintetiza en la sentencia “la forma sigue a la gestión” en la planificación urbana.
La famosa frase “Form follows function” (la forma sigue a la función) del arquitecto Louis Sullivan, inaugura una época de preeminencia de la función por sobre las otras componentes del proceso arquitectónico, aunque el funcionalismo había comenzado antes que Sullivan.
El cambio al siglo XXI ha significado el reemplazo de grandes paradigmas que tuvieron el valor de dogmas en el siglo XX por otros entre los que se cuenta el nuevo orden económico del neoliberalismo y la globalización, producto de la integración que provoca la sociedad de la información.
La gestión de los proyectos ha cobrado tal importancia que podemos afirmar que en el mundo actual “la forma sigue a la gestión”. Es decir: ni la forma, ni el funcionamiento, ni la ejecución de un proyecto urbano tienen sentido si no se tiene resuelto cómo se lleva adelante la operación completa del diseño de un producto. Este proceso va desde la política estratégica que gesta el proyecto hasta la evaluación de sus resultados, pasando por la ejecución y entrega al usuario final.
Existen cuatro elementos de la gestión que tienen directa relación con la forma final de un proyecto: la naturaleza del cliente, el formato del encargo, el marco económico y los mecanismos de financiamiento. El modo cómo se desarrolla cada uno de ellos condiciona en buena medida el resultado formal.
a) La naturaleza del cliente
En los proyectos urbanos el cliente puede ser el estado, el municipio, la comunidad organizada o un cliente privado. Que sea uno u otro el cliente de una obra urbana es un factor preponderante en sus resultados.
En América Latina tenemos muchos ejemplos ya que, desde el mismísimo instante del “descubrimiento” de América, hemos sido un inmenso laboratorio de experiencias urbanas ligadas a determinados modelos de gestión política o económica.
Tomemos como ejemplo un icono de la modernidad urbana: el Plan Piloto de Brasilia. Esta ciudad es el resultado formal de una gestión política y económica propia de la circunstancia particular del Brasil de los años 50: un estado fuerte, un país pujante de gran reconocimiento internacional. Realizada hoy día esa operación urbana sería completamente diferente ya que intervendría no solo el estado sino con toda seguridad el sector privado nacional e internacional. Su forma final sería un “collage” heterogéneo y complejo más semejante al barrio La Defense en París, o a Canary Wharf en Londres, o al centro de Kuala Lumpur, que la imagen unitaria y escultórica de la Brasilia creada por Oscar Niemeyer y Lucio Costa.

Puerto Madero, Buenos Aires
Ahora, si tomamos un ejemplo contemporáneo y analizamos el caso de Puerto Madero en Buenos Aires, tenemos que su forma no responde al patrón clásico de un proyecto urbano de los años 50 o 60. ¿Por qué? Obviamente no tiene nada que ver con Brasilia que está en Brasil, pero lo notable es que tampoco tiene que ver con el proyecto Catalinas Norte que está a un costado, en la misma ciudad, a la misma distancia del centro histórico y del Río de la Plata. ¿Cambiaron los estilos arquitectónicos, cambió el patrón del gusto de los argentinos? No necesariamente. Lo que realmente cambió fue el modelo de gestión que lo hizo posible más allá de la relación entre forma, función y construcción.
La forma en que se relaciona el poder del estado y de la ciudad con los inversionistas privados y la comunidad organizada es lo que realmente hace la diferencia que se traduce en una forma urbana diferente.
b) El formato del encargo
Uno de los aspectos más determinantes de la forma urbana es el modo cómo se gesta un proyecto. Tanto el modo como se gesta la idea de hacerlo y como se desarrolla la propuesta. Si se trata de un proyecto realizado por funcionarios del estado, por consultores externos a través de encargo directo o asignado por concurso su forma será completamente diferente.
Los proyectos realizados por encargo directo a un autor suelen tener más audacia que aquellos que son el resultado de un concurso. Los concursos públicos son buenos para una distribución equitativa del trabajo pero no necesariamente promueven las mejores obras. Por cierto hay excepciones.

Ciudad Abierta, por U.C.V. Ritoque, Arquitectos. Valparaiso
Otro factor determinante en los proyectos urbanos, que tiene que ver con el formato del encargo, son los plazos de ejecución. Al existir autoridades que, en el sistema democrático se renuevan periódicamente, se produce una estrecha relación entre plazo y magnitud de un proyecto. Las autoridades difícilmente van a promover un proyecto urbano cuya realización exceda su período de ejercicio y no puedan ofrecerle a sus electores resultados concretos. Por eso los periodos muy cortos de alcaldías o intendencias son muy malos para la ciudad porque solo viabilizan proyectos de poca relevancia urbana. Los proyectos urbanos que abordan temas de alta complejidad requieren de plazos de gestión más largos y una mínima estabilidad institucional que los sustente. Las gestiones exitosas de Jaime Lerner en Curitiba (Brasil), de Fernando Castillo Velasco en La Reina (Santiago de Chile) y de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa (Bogotá) tienen que ver con un trabajo persistente y continuo de más de un lustro en cada caso.
c) El marco económico
El marco económico es fundamental en la determinación del tipo de intervención urbana, tanto en términos macro como en términos micro económicos. Si el sistema económico le permite al usuario que participe directamente en las decisiones, o si es intermediado por organismos o si participa como comprador en el mercado inmobiliario, será determinante en la forma urbana.

San Juán de Puerto Rico
Comparemos La Habana con San Juan de Puerto Rico y entenderemos mejor esta situación. Estas son dos ciudades del Caribe con raíces ancestrales y trazas históricas semejantes cuya evolución posterior las ha hecho radicalmente distintas. En la Habana se trata de la preeminencia de un modelo de desarrollo socialista de economía centralizada donde las decisiones sobre lo que se construye o no y sobre lo que se demuele o no son tomadas por un organismo de un estado todopoderoso. En San Juan se trata del modelo de desarrollo capitalista con fuerte participación del usuario a través de un mercado transparente y altamente competitivo. Los resultados son evidentemente diferentes.
El socialismo y el libre mercado son dos polos opuestos, pero existen innumerables mecanismos diferentes tales como los grupos cooperativos, las concesiones del estado a privados, etc. que a su vez condicionan diversas formas de proyectos.
d) Los mecanismos de financiamiento
Los chinos, cuando se juntan para salir a comer, antes de decidir a qué restaurante irán y qué van a comer se ponen de acuerdo cómo se pagará la cuenta. Luego deciden el resto en consecuencia con aquella decisión.
En el mundo actual estos mecanismos tienen – nos guste o no- una gran incidencia en la forma (y en el éxito o fracaso) de cualquier proyecto. Esto es plenamente aplicable a la planificación urbana, donde en la concepción actual, los mecanismos de financiamiento son absolutamente inseparables de la gestión del proyecto o plan.
Tomemos como ejemplo la ciudad de Córdoba en Argentina. Ahí se dio en los últimos 20 años un fenómeno inmobiliario interesante. La empresa del arquitecto Togo Díaz hizo una serie de edificios de departamentos forrados en ladrillo que al cabo de unos años, le dio una fisonomía particular a toda la ciudad. Aparte de la buena calidad de su arquitectura y sistema constructivo, la clave del éxito de la operación estuvo en la forma de financiar y comercializar los edificios. Se minimizaba el costo financiero debido a los altos intereses y a la inexistencia de créditos hipotecarios de largo plazo, pagando a los proveedores y profesionales con metros cuadrados construidos. El sistema funcionó bien hasta que el derrumbe de la economía argentina arrastró también a esta empresa, la cual quebró y dejó de hacer estos edificios que habían comenzado a ser imitados por otros desarrolladores.

Plan de concesiones del Ministerio de Obras Públicas, Chile
Otro ejemplo notable ha sido el caso chileno de la construcción de infraestructura de transporte a través del Programa de Concesiones del Ministerio de Obras Públicas, que permitió la realización de innumerables autopistas, aeropuertos, puertos, etc., con financiamiento privado.
De haber sido realizadas por el estado esas obras (cuestión prácticamente imposible por las altas inversiones realizadas en pocos años) habrían sido completamente diferentes a las realizadas por las empresas concesionarias.
Hoy día existen diversos instrumentos de financiamiento para proyectos urbanos que combinan el interés público con el privado, y que dan resultados bien diferentes a los que resultan del solo financiamiento estatal.
Es indudable que hay muchos casos en que la gestión pasa a ser tan preponderante que se transforma en una patología. Los riesgos de que la gestión se transforme en “gestionitis” son tan probables y tan indeseables como el formalismo, o el funcionalismo exagerado. El reconocer que existe un factor importante en el desarrollo de la planificación urbana no significa que deba desplazar a los otros factores que deben mantener su importancia relativa. Una ciudad, para crecer armónicamente, debe lograr un equilibrio sostenible de todos los factores que inciden en su desarrollo.
HED
Arquitecto chileno, profesor de la Universidad de Chile, consultor en arquitectura y urbanismo. Esta nota reproduce la ponencia presentada por el autor al X Seminario de Arquitectura Latinoamericana, Montevideo, septiembre de 2003.
Sobre el X SAL ver nota en este mismo número de café de las ciudades.
Sobre la gestión de Puerto Madero, Buenos Aires, ver el sitio WEB de la Corporación Antiguo Puerto Madero.
Sobre Brasilia, Cutitiba y Bogotá, ver sus respectivos sitios WEB.