N. de la R.: El texto de esta nota fue publicada con el título “Los desafíos de la próxima etapa” en la edición del viernes 4 de mayo del semanario El Economista. Debido a su relación con la elección del Jefe de Gobierno de Buenos Aires, cuya primera vuelta se desarrolló el pasado 3 de junio, se reproduce en café de las ciudades con carácter editorial respecto a la próxima etapa política de la Ciudad.
La publicidad de los candidatos a Jefe de Gobierno oscila entre la filosofía zen y el temor a molestar a los votantes con alguna propuesta. Pero quien finalmente asuma en la Ciudad de Buenos Aires el próximo 10 de diciembre se enfrentará a una agenda concreta y de urgente resolución. Son las grandes cuestiones urbanas que en 10 años de autonomía política han quedado irresueltas por omisión, incapacidad o carencia de liderazgo. Sin solucionarlas, la Ciudad continuará siendo un mero escalón hacia instancias políticas nacionales o, en los peores casos, la hoguera de las vanidades políticas.
Es impostergable, por ejemplo, la renovación e integración de la postergada Zona Sur, asiento de una inmensa capacidad de producción económica y cultural. Allí persisten anacronismos como el del Mercado de Hacienda en Mataderos. Como ocurre con otras tierras de propiedad nacional (portuarias y ferroviarias, en su mayoría) Buenos Aires tiene allí, una de sus pulseadas más decisivas: determinar el destino de estas inmensas áreas vacantes sobre las que la Ciudad tiene poder normativo, el mercado fuertes intereses y los vecinos un atendible reclamo de calidad ambiental. También con la Nación (y con la Provincia de Buenos Aires) deberá resolverse el saneamiento del Riachuelo, un área de oportunidad urbana excepcional.
Con la reactivación económica y los 500.000 autos vendidos en los últimos meses, han recrudecido los problemas de transporte. Sin espacio (ni físico ni conceptual) para soluciones basadas en el transporte privado, Buenos Aires deberá encarar una pronta reestructuración de su movilidad. Santiago de Chile ha intentado al respecto una solución ambiciosa e integral, el Transantiago, que sin embargo ha derivado en una crisis política nacional ante su aparente fracaso. Con menos estudios y más población, aunque con mejores infraestructuras existentes, Buenos Aires deberá racionalizar su transporte público y modernizar sus medios guiados para poder ofrecer una alternativa concreta al automóvil. Las decisiones abarcan tanto la movilidad de las personas como de las cargas, y hasta comprometen el futuro y la permanencia del Puerto.
La gestión de los residuos sólidos requiere un auténtico cambio cultural en la conducta de los porteños, que no podrán seguir derivando alegremente al conurbano su promedio “primermundista” de más de un kilo de basura diaria por habitante (las reacciones del pueblo de Brandsen son claras al respecto). La Ciudad deberá encarar programas serios y masivos de reducción de residuos, separación en origen, reciclaje y disposición final, más allá de las discusiones parroquiales sobre veredas limpias y cartoneros.
Buenos Aires atrae inversores internacionales que compran viviendas en San Telmo, Palermo o Puerto Madero, y trabajadores de toda la región que buscan su lugar en una ciudad de oportunidades. Para responder a todos, la Ciudad necesita regular su mercado inmobiliario para estimular la inversión en vivienda y no la especulación con el suelo. El aumento de los precios de la propiedad es tomado a menudo como un indicador de prosperidad, cuando en realidad es un profundo factor de segregación si no está acompañado de medidas de protección y fomento para la vivienda social y las clases medias no propietarias. En tal sentido, la continua proliferación de villas, asentamientos y ocupaciones no es contradictoria con el boom inmobiliario, sino su contracara.
Las falencias del ya obsoleto Código de Planeamiento también quedan al desnudo con el boom. La indefinición sobre el Plan Urbano Ambiental deja a la Ciudad sin instrumentos para mediar en la actual tensión entre actores vecinales que reclaman por su calidad de vida y actores de la construcción y el real estate que procuran mantener las actuales tendencias de crecimiento (por otro lado, una de las fuentes más claras de la reactivación y de la baja del desempleo).
Aun cuando su instrumentación política pueda ser motivo de conflictos, dos escalas territoriales que complementan a la Ciudad pueden servir para encontrar alternativas de gestión: una, la de las Comunas (cuyas autoridades deberán votarse este año), un ámbito adecuado para implementar políticas de subsidiariedad y mejorar la mediación entre Estado y ciudadanos. La otra es la Región Metropolitana, que requiere una planificación y gestión integral con la Ciudad. Es absolutamente inviable una reconfiguración de las jurisdicciones políticas, pero sí es posible encarar la consideración de problemas y consensos comunes entre las actuales jurisdicciones. Ello requiere madurez de las partes y, sobre todo, conciencia de la mutua necesidad de complementación.
MC
Sobre la necesidad de políticas territoriales en Buenos Aires, ver la nota sobre Asimetrías Urbanas en este número de café de las ciudades. Ver también en números anteriores:
Número 55 I Planes de las ciudades
Andar con pensamiento I Ciudad y urbe en tiempos del Bicentenario I Por Mario Sabugo
Número 47 I Planes de las ciudades
Cómo cambiar de una vez por todas el ya agotado (y además confuso) Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires I Apuntes para una normativa urbana (III). I Mario L. Tercco
Número 46 I Política de las ciudades (I)
El Planeamiento Urbano y las Comunas I Los caminos de la descentralización en Buenos Aires. I Hernán Cesar Petrelli
Número 21 I Planes de las ciudades
El Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires I Origen y situación actual. I Rubén Gazzoli
Número 18 I Política
La construcción de un gobierno democrático metropolitano I Debate y propuestas en el Encuentro del Proyecto UR-BAL. I Marcelo Corti