En abril de 2019, se realizó un Censo Popular organizado por un conjunto de organizaciones de la sociedad civil que dio cuenta de la existencia de 7.251 personas en la calle, de las cuales 5.412 dormían en ella y 1839 pernoctaban en centros de inclusión social (CIS), que son sitios que administra el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCABA), en los que se puede dormir, higienizarse y tomar cursos o talleres. Este censo –que es realizado periódicamente por organizaciones sociales para confrontar con los “conteos” anuales que implementa el GCBA y que otorgan una cifra mucho menor– ya había sido realizado en el año 2017 arrojando los siguientes resultados: 4.394 personas en situación de calle efectiva, 1.478 en dispositivos de alojamiento públicos o religiosos y un total de 20.000 en riesgo de estar en la calle debido a desalojos próximos, egresos de instituciones de minoridad, etc. Del total de personas en situación de calle, un 23% había ingresado en dicho estado en el último año, es decir, entre 2016 y 2017 (Observatorio del Derecho a la Ciudad, 2017).
Como puede verse, entre 2017 y 2019 se generó un aumento importante de la cantidad de personas en situación de calle y no existen datos anteriores para evaluar desde cuándo comenzó el crecimiento. ¿Cómo se llegó a tal situación? ¿qué características tienen dichas personas y qué estrategias y redes implementan para vivir diariamente?
Respecto de ello, los datos de los censos y una serie de entrevistas tomadas en comedores populares, centros de integración (ex paradores) o en la calle, permiten ahondar en sus vidas. En cuanto al género, en 2019, el 80% dijo ser varón, el 19% mujer y un 1% trans/travesti, mientras que la mayoría de las personas estaban solas y aproximadamente un 12% declaró ser parte de un grupo familiar. Respecto del tiempo en la calle, fue registrado solamente por el censo de 2017, que dio a conocer que un 58% hacía más de tres años que estaba en la calle, mientras que el 23% había ingresado en el último año.
En cuanto a los motivos, en 2019, el 42% manifestó que fue debido a la pérdida de trabajo o a la incapacidad de pago de los alojamientos y el resto a sucesos de diverso orden que oscilan entre las peleas familiares, el consumo de alcohol, drogas u otros problemas de salud. (Informe ejecutivo, 2019).
Algunos testimonios recogidos durante el trabajo de campo confirman las razones expuestas en el censo, lo mismo que el tiempo en la calle. Por ejemplo, D, 49 años, “hace 15 meses que está en la calle porque se quedó sin el trabajo que realizaba y no tiene familia. Cena en el comedor de una iglesia del barrio de Almagro. No posee subsidio habitacional ni ingresos de ningún tipo” (entrevista, octubre de 2019), o A, 53 años, argentino, “se quedó sin trabajo hace 5 meses, tiene familia pero no pueden ayudarlo porque también están en condición económica crítica”. (Entrevista, noviembre de 2019)
Tanto como estos, cualquier testimonio recogido de las personas que pernoctan en la calle daría cuenta de historias que conjugan el desempleo, la enfermedad, la traición o las adicciones, siempre en el marco de un trasfondo de pobreza que impide otra salida.
Si bien el 80% de las personas duerme en la calle y otro 20% alterna entre el hotel, el parador o la calle, lo cierto es que nadie pernocta de modo permanente en ella y la mayoría concurre a un hotel, aunque sea una vez al mes, para descansar o higienizarse con tranquilidad.
En cuanto al otro 20% que transita entre el hotel y la calle, buscan modos de acceder a recursos monetarios que les permitan alojarse en hoteles al menos de vez en cuando. Es el caso de R, que está desde hace un año en situación de calle. “Carga y descarga camiones de modo eventual y con ese dinero puede alquilar un cuarto de hotel, pero no en forma permanente. Es muy prudente con el uso del dinero ya que el propósito es ahorrar para utilizar la plata los días de lluvia y/o frío. Me comenta que el mes de julio de 2018, que fue especialmente frío y lluvioso, él la pasó en un cuarto de hotel”. (R, octubre de 2018).
En otros casos, las personas alternan entre el hotel y el parador. Por ejemplo F, que hace 7 años que está en situación de calle y en este tiempo ha combinado vivir en la calle y alojarse en hoteles o paradores. Actualmente ha conseguido un trabajo en seguridad (garita) y duerme en un parador (CIS) operado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. “Prefiero dormir en el parador. Ahora tengo un trabajo de 14 a 22. Y siempre que haya lugar me permiten ingresar. Ayer pude dormir, bañarme, luego vengo acá al centro de día, almuerzo y luego voy a trabajar”. Más allá de la elección de F, lo cierto es que el parador no es la opción más elegida por las personas que viven en la calle, que más bien se alejan de este sitio.
Quienes pernoctan en la urbe utilizan la infraestructura de la ciudad: veredas, bajo puente, bajo autopistas, cajeros automáticos, parques, plazas, negocios vacíos, estaciones de micro, salas de espera de los hospitales. A partir de allí se arma una rutina diaria conformada por el tránsito hacia los comedores barriales donde almuerzan y/o se higienizan –todo el mundo conoce los días y horarios en que funcionan los diferentes comedores del barrio– y los recorridos por la calle buscando otro sitio o maneras de conseguir algún recurso monetario. Por ejemplo, D, mujer, 62 años, hace 20 años que está en la calle. “Duerme en un hospital. Estuvo en un hogar definitivo para mujeres mayores de 60 pero no le gustó porque debía compartir la habitación con otra persona cuyos hábitos le molestaban y dejó el hogar. Su rutina consiste en dormir en las sillas del hospital, levantarse temprano e ir a la biblioteca, en cuyo baño hasta puede higienizarse. Se alimenta en los comedores de las iglesias y vuelve a pernoctar al mismo hospital en donde deja sus cosas durante el día” (entrevista en comedor religioso, septiembre de 2018). Cabe aclarar que la elección de los barrios depende de estos servicios y/o de lazos emocionales que sostienen las personas con esos lugares. Por ejemplo, haber transitado el sitio por trabajo, haber vivido allí con anterioridad o haber estado internado en el hospital de la zona. (Paiva, 2019)
La vida cotidiana de estas personas y los recursos necesarios para vivir se obtienen a partir de redes que se tejen con vecinos, organizaciones sociales e instituciones del Estado. En cuanto al concepto de red ha sido muy utilizado en las ciencias sociales y hace alusión al conjunto de contactos que posee un sujeto y que le permiten obtener los elementos necesarios para vivir, en este caso, alimentos, albergue, recursos monetarios, ropas (Granovetter, 1973; Lomnitz, 1998; Feldman, 2002; Di Virgilio, 2004).
En cuanto a las organizaciones sociales, la ciudad de Buenos Aires es prolífica en comedores populares y en grupos que recorren las calles para repartir viandas, bebidas y otros elementos esenciales. Los Amigos en el Camino, la Fundación Sí, Caminos Solidarios, Ciudad sin Techo, la Red Solidaria y toda la gama de grupos religiosos que recorren la urbe son muy importantes en la vida de la gente.
También las instituciones del Estado conforman parte de la red cotidiana de la persona que está en la calle. Básicamente, la atención del Estado –centralmente el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que es quien tiene la primera competencia sobre el tema– consiste en una dotación de centros de inclusión social (CIS) y de hogares donde la gente puede pernoctar.
Los CIS, antes llamados paradores, son sitios donde las personas pueden pasar la noche, higienizarse y tomar talleres de capacitación o diseñar para sí un proyecto para salir de la calle. La residencia es sólo por 24 horas y se puede volver a ingresar al otro día. Los hogares, son sitios de mayor tiempo de estadía. Hay hogares para personas de 18 a 59 años y otros dos dirigidos a mayores de 60, que es la edad que la legislación considera adultos mayores, estableciendo políticas especiales.
Como dije, los Centros de Integración y los hogares están gestionados por el GCABA solo o en conjunto con organizaciones de la sociedad civil. Entre los hogares de gerenciamiento propio se encuentra el Félix Lora (varones), el 26 de Julio (mujeres solas o con hijos pequeños) y el Centro de Inclusión Costanera (familias). Entre los conveniados están aquellos que administra Proyecto 7 (FRIDA y Monteagudo), los que administra CARITAS o el Ejército de Salvación.
Además de los CIS y los hogares, a los que se asiste a través de la línea 108 de asistencia social, el GCBA posee el “subsidio habitacional”, que es un monto de dinero dirigido a que las personas puedan acceder a alquileres de hoteles o pensiones. La realidad demuestra que el monto del subsidio siempre es menor al precio de mercado y que los mecanismos para acceder a él son tan difíciles de cumplir que sólo un pequeño grupo de personas lo consigue.
Resulta útil reseñar brevemente los cambios sucedidos a partir de la expansión del COVID 19 en la Argentina y especialmente en la ciudad de Buenos Aires, que es el ámbito geográfico de nuestro estudio.
A partir de marzo de 2020 y con la sanción del Decreto 297/2020 de “Aislamiento social, preventivo y obligatorio”, la vida cotidiana de la ciudad cambió sustancialmente. Las calles dejaron de tener el caudal de transeúntes habitual y se generó una merma en las actividades monetarias que son habituales en este grupo poblacional. Si bien las organizaciones sociales no dejaron de recorrer las calles con las viandas y los vecinos se constituyeron en un soporte muy presente, sí estuvo vedado el ingreso a los comedores populares, las duchas y los sitios de higiene, como así también a los baños públicos. De modo que, si bien la alimentación no entró en crisis, sí lo hizo todo el resto de actividades de higiene personal que hacen a la vida de cualquier sujeto.
En cuanto a las opciones que brinda el Estado, la línea 108 continúo en funcionamiento asistiendo a quien quisiera trasladarse a los centros de integración, pero no hubo reparto de barbijos, alcohol en gel o testeos especiales para los que quedaron en la calle. Respecto de los Centros de Integración, se detectaron enfermos en algunos (Costanera, La Boca y Retiro); en el caso del Parador Retiro, debieron cerrarlo, por lo cual se dispusieron nuevos sitios: el Polideportivo Parque Chacabuco, Parque Avellaneda, Parque Sarmiento, Polideportivo Martín Fierro, Olímpico, Uspallata y Venialbo. A partir de la expansión del COVID 19, allí se podía ingresar pero no salir, es decir, se abrieron para residir durante la cuarentena. Los centros de inclusión social se higienizaban tres veces por día y quien accedía debía lavar su ropa y sus manos y ya no podía retirarse de manera diaria, como era habitual. (Lag, 2020)
Por último, vale realizar el siguiente comentario. En el año 2019 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires sancionó la Ley 3706 que establece a quienes se considera en situación de calle o en riesgo de estarlo y también los derechos de protección integral de que gozan. De acuerdo con dicha ley se considera en situación de calle a quienes duermen transitoria o permanentemente en ella o en dispositivos de alojamiento nocturno y se considera en riesgo a quienes se encuentren en situaciones de peligro habitacional, tales como próximos egresos de instituciones de menores, desalojos u otros casos de vulnerabilidad residencial.
Sin embargo, el trabajo de campo realizado en comedores populares, iglesias o en la calle, dejó ver que la debilidad habitacional excede las situaciones previstas por la ley, ya que existe un número considerable de personas que residen en hoteles y pensiones pero que asisten a los comedores barriales para retirar el alimento diario, porque si no, no llegan a pagar el monto mensual del hotel o pensión. (Paiva, 2019) Por lo cual, cabe preguntarse: ¿qué significa realmente estar en situación de calle? ¿Cuántas personas se encuentran en esta situación o en otras de vulnerabilidad habitacional?
En síntesis
Los censos populares realizados por las organizaciones sociales dejaron ver un número creciente de personas que se encuentran en la calle, número que el desempleo y la crisis económica provocada por la pandemia de coronavirus en 2020 no hizo más que incrementar.
Habitualmente los estudios centrados en la población que vive en la calle ponen el acento en los cuadros de adicción a drogas o alcohol, problemas psiquiátricos o en la falta de contención familiar como origen del problema. Respecto de ello, consideramos que si bien dichas situaciones no pueden desconocerse porque forman parte del cuadro general que exhibe la gente, lo cierto es que no son los aspectos centrales esbozados por quienes contestaron los censos de 2017 y 2019, que adujeron el despido y el desempleo como razón primordial.
Creemos que el motivo principal que atraviesa la vida de quienes están en la calle es la pobreza de ingresos con su costado habitacional, más allá de las adicciones o la falta de red familiar que pudieran exhibir algunos. Tal como arrojan los datos estadísticos, la pobreza y la indigencia en la ciudad de Buenos Aires no cesan de crecer. En 2018, los pobres e indigentes representaban el 21% de la población y en 2020 el 28, 2%, de los cuales el 11,7% era indigente. (Dirección General de Estadística y Censo, 2020). Este escenario de empobrecimiento tiene una dimensión habitacional que se expresa en el incremento paulatino de las personas en situación de calle, que (como vimos) pasaron de ser 4.304 en 2017 a 7.251 en 2019, según el Censo Popular de Personas en situación de calle realizado en ese año.
Ante ello, las opciones habitacionales que ofrece el Gobierno de la Ciudad son los centros de integración social, los hogares o el subsidio habitacional, que consiste en un monto de dinero que nunca asciende a los precios reales de mercado exigidos por los hoteles y pensiones y que demandan una serie de requisitos formales que raramente pueden ser cumplidos por las personas en situación de calle. Además, existe una proporción de la población de la ciudad de Buenos Aires que vive en hoteles y pensiones pero que debe alimentarse en comedores barriales porque no completan el ingreso mínimo necesario para su reproducción cotidiana.
Respecto de los hoteles, un informe solicitado por un juez en el año 2018 dio como resultado que el precio de los mismos no sólo estaba muy por encima del subsidio habitacional que otorga el GCBA sino que sus condiciones eran deficientes. El informe dice: “De 136 hoteles, no se registra visita de personal del Ministerio de Hábitat y Desarrollo Humano en el 37% de ellos. El 41% se niegan a emitir presupuestos por escrito y el 32% de los hoteles no permite el ingreso de familias que cuenten con personas menores de edad (…) se registraron 39 hoteles con disposición de clausura vigente, de los cuales al menos en ocho casos se cuenta con un pedido de desalojo sugerido por el órgano de control” (Asesoría Titular N°1, 2018: 4).
De acuerdo con lo expuesto, queda claro que hay un escenario de empobrecimiento creciente de las condiciones de vida de la población de la ciudad de Buenos Aires, que tiene un costado habitacional respecto del cual la situación de calle es la expresión más cruda. En este panorama, resulta claro que urge la implementación de medidas estructurales para contener las situaciones de vulnerabilidad habitacional, pero también de instrumentos de control respecto de las condiciones sanitarias en que esta se desarrolla.
VP
La autora es Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Dirige un proyecto UBACyT sobre " Personas en situación de calle y usos del espacio público"con sede en el CIHAM. Es Titular de la materia Sociología Urbana en FADU-UBA.
Sobre el tema, ver también La maldita calle, por Marcelo Corti en Crítica Urbana N° 18.
Bibliografía
Asesoría Tutelar N° 1 (2018) Informe sobre condiciones habitacionales en los hoteles de la ciudad autónoma de Buenos Aires.
Di Virgilio, Mercedes (2007). “Trayectorias residenciales y estrategias habitaciones entre familias de sectores populares y medios residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Argentina”. Ponencia presentada en el Congreso latinoamericano y caribeño de ciencias sociales, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, 29-31 de octubre.
Dirección general de estadística y censo (2020) “Líneas de pobreza y canasta básica de consumo para la ciudad de Buenos Aires” en Informes de resultados.
Feldman, Silvio y Miguel Murmis (2002). “Las ocupaciones informales y sus formas de sociabilidad: apicultores, albañiles y feriantes”, en Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90, 171-221. Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento-Biblos.
Granovetter, Mark (1973). “La fuerza de los vínculos débiles” en American Journal of Sociology 78 (6): 1360-1380.
Lag, Nahuel (2020). “Coronavirus: los paradores de la Ciudad de Buenos Aires, potenciales focos de contagio” en Página 12, 26/5/2020.
Lomnitz, Larissa (1998). Cómo sobreviven los marginados. Madrid: Siglo XXI Editores
Observatorio del Derecho a la Ciudad (2017). Informe con los resultados del censo popular de personas en situación de calle realizado por organizaciones sociales (CABA).
Paiva, Verónica (2019) “Derecho a la ciudad. Personas en situación de calle y en riesgo de situación de calle en la ciudad de Buenos Aires. 2017-2019” en Sociologías, año 22, número 55.
Entrevistas:
En comedores barriales, parroquiales o en la calle, realizadas entre 2018 y 2020