A partir del cambio radical de condiciones en el mundo, quisiera contribuir para un diálogo con estas reflexiones iniciales. Reflexiones de alguien que observa, analiza, interpreta y trata de “desconfinarse” mentalmente.
Voy a comenzar tomando cinco cuestiones que considero fundamentales en este momento: lo político, lo económico-productivo-tecnológico, la “cosa pública”, la “vigilancia” y la subjetividad.
En el primero, lo político, vemos diariamente en los medios en general (de todo tipo) llamados a la cordura comportamental, lo que es algo positivo.
Pero la crisis también puso en evidencia la falta total de una coordinación internacional de acciones, siendo esto, desde mi punto de vista, lo más grave, la incapacidad de una acción común. Lo que más se vio fue un aislamiento nazionalista.
Primó demasiado el “sálvese quien pueda”, con poca solidaridad (o ninguna) internacional.
Vimos como el “pensamiento” economicista ofuscó el razonamiento de la mayoría de los países. Fue colocada una falsa alternativa entre “lo económico” y la vida. Hipótesis, obviamente, individualista, mezquina y errónea.
Esta crisis está mostrando actitudes solidarias, tanto individuales como colectivas, junto con individualismos y egoísmos feroces, destructivos.
En un texto de Deleuze en italiano, él se refiere a que, a veces, “manca il popolo”. Diciendo que en determinadas circunstacias “se il popolo manca, io posso essere il popolo. Perché, se il popolo manca, se si scinde in minoranze, sono io in primo luogo a essere un popolo; il popolo dei miei atomi, il popolo delle mie arterie” [si falta el pueblo, yo puedo ser el pueblo. Porque, si falta el pueblo, si se escinde en minorías, estoy yo en primer lugar para ser un pueblo; el pueblo de mis átomos, el pueblo de mis arterias].
Obviamente, Deleuze no se estaba refiriendo a algo como lo que sucede en el momento actual en el planeta, que es de otra “naturaleza”, pero creo que ayuda a pensar, nos incita a pensar.
Frente a la falta de una “inteligencia de liderazgo planetario”, una ecología existencial se torna imprescindible.
Hay una cuestión fundamental colocada con toda su fuerza en este momento, la relativa al rol del Estado y su función insustituible, contra todo lo que preconizaba el neoliberalismo. Esto creo que queda bien claro ahora. A pesar de lo que conservadores reaccionarios todavía balbucean (sabemos que hay también conservadores serios que es necesario escuchar) quedó evidente la necesidad de un Estado articulador, al cual nosotros, arquitectos y urbanistas, junto a todos aquellos del campo de las ciencias sociales que actúan en la salud, la educación, las ciencias, la filosofía y el psicoanálisis, debemos contribuir para apuntalar políticas públicas responsables.
Y está claro también que es necesario capacidad para liderar los procesos.
Un tema adicional lo constituye el de la escala de los problemas. Quedó demostrado que no es posible manejarse a escala planetaria desde la lógica limitada de cada país. Como tampoco es posible inducir la infinita variedad de las conductas individuales, solamente dependiendo de la tecnología, de las “redes sociales”, que también contribuyen a la “negligencia de las probabilidades” mediante la confusión de las informaciones, de las “noticias”, de la sobreinformación. Es necesario combatir la ignorancia y la desinformación y estimular el espíritu de colaboración y confianza entre los ciudadanos y entre los países.
Es evidente la falta de instancias capaces de coordinar lo global con lo local y lo colectivo. Y eso no fue, ni está siendo, hecho de la manera necesaria.
En relación con lo económico-productivo-social, debemos considerar simultáneamente la crisis del modo de acumulación de capital (que comprende “el colapso de la espiral de acumulación infinita” a la que se refiere David Harvey, y la financierización de la vida), el modo vigente de producción y consumo irresponsables, los comportamientos sociales tipo “gado feliz" [ganado feliz] de una gran parte de la población del planeta (vamos a viajar, vamos a consumir “porque está barato”) y el desarrollo tecnológico que substituye trabajo humano por máquinas, sin pensar alternativas, en todas las áreas de producción, tanto en la industria como en los servicios y en el campo.
Este conjunto de factores combinados, ligados a la extendida urbanización del planeta y a la cría industrial intensiva de animales confinados (que además de ser una barbarie es fuente de producción de virus) es bastante preocupante. Queda evidente la falta de relación entre “desarrollo”, “progreso”, “crecimiento” y condición humana. Está claro que esos paradigmas no sirven más. Hay un gap en la relación entre individuo, sociedad y “sistema” (¿cuál sistema?).
En las últimas décadas, el neoliberalismo ha exacerbado las conductas individualistas y competitivas, la meritocracia. Hay que hacer un giro radical, sin duda. Este es un momento para la reflexión, la autocrítica y la revisión-redireccionamiento. Tanto en lo individual cuanto en lo colectivo y en lo que se refiere al rol del Estado.
Al mismo tiempo hay un apagamiento del horizonte de expectativas; la sociedad en su conjunto queda hoy “desnorteada”. Flota una sensación de futuro más incierto que nunca.
Lo que impone repensar y reorientar los hábitos de una gran parte de la población del planeta. Incluyendo los hábitos de manejo de “la cosa pública”.
Está también colocada ahora una discusión, que deberá ser prolongada, envolviendo individuo, sociedad y Estado, sobre el tema de la vigilancia, que tiene que ver con la relación público-privado. Se abrió una brecha para que “pasen” todo tipo de medidas restrictivas de la privacidad, en nombre de “el bienestar de todos”. Pero esta discusión deberá ser realizada afirmando al mismo tiempo el individuo y la búsqueda de un sentido de comunidad política, teniendo al Estado como garantía de un nuevo pluralismo identitario renegociable, donde la Constitución podrá tener que ser periódicamente revisada.
En cuanto a la subjetividad, la primera constatación es la reconsideración de la relación con el tiempo que las circunstancias imponen. El tiempo quedó sin parámetro. Se interrumpió lo cronológico habitual. Hay una “suspensión” temporal. Que abre interrogantes. Y aquí viene la pregunta: ¿Cuál es nuestra “contribución” al estado de cosas?
La subjetividad de nuestra época saldrá profundamente afectada.
También está claro que no se trata solo de lo racionalmente correcto. Están en juego la ética y el deseo. Como ya expuse en otros textos, de acuerdo con el psicoanálisis, se trata justamente de no ceder del deseo. Deseo que es siempre de otra cosa.
Y aquí vuelvo a la cuestión de Freud: ¿Pulsión de vida o pulsión de muerte? La respuesta continúa siempre en abierto…
Y, finalmente, no coincido con los “optimismos” en esto de que haya “servido” para estrechar lazos familiares, sociales, de amistad, etc. (vean al respecto lo que dice Massimo Cacciari en su texto “la casa è un inferno” en estos días). Junto con eso aparece la desagregación, el exhibicionismo de todo tipo de “especialistas” y opinadores; inconsecuencias. El abandono y la indiferencia con espasmos de “alegría” forzada para “animar e informar a la gente” –en el mejor de los casos…
Los medios deberán pasar de ser solo transmisores de informaciones y opiniones a hacer aparecer el debate de la sociedad.
Debemos buscar el equilibrio entre la libertad para los individuos y grupos, sin perder la capacidad de gobernar el conjunto social del cual somos miembros.
JMJ
Rio de Janeiro, 14 de abril de 2020
Ilustraciones: @telier metropolitano
El autor es arquitecto y responsable de numerosas realizaciones del programa Favela Bairro en Río de Janeiro. Dirige el @telier metropolitano, oficina de arquitectura y urbanismo.
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