N. de la R.: Este artículo integra el Tomo 1: Ciudad, género y espacio doméstico, de la Colección del mismo nombre, editado por Fernando Carrión, Valeria Reinoso Naranjo, Patricia Ramírez Kuri, Marcelo Corti y Pedro Abramo, que será publicado por Editorial FLACSO en el próximo mes de diciembre por iniciativa de Polistic, Urbstic, FLACSO Ecuador, UNAM, Maestría en Urbanismo FAUD-UNC y UFRJ
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Introducción
El propósito de este trabajo es analizar críticamente los conceptos de segregación y gentrificación, su relación con la mezcla social y los efectos para la teoría y la práctica. La idea general es incitar el estudio crítico de conceptos y teorías arraigadas, y hacer énfasis en la necesidad de una reflexión teórico-epistemológica, indispensable antes de involucrarnos con estudios empíricos. El caso de la Ciudad de México (CDMX). se presenta para ilustrar los preceptos teóricos desde la mirada del vecindario. Los actores centrales en los espacios gentrificados tratados en la literatura son las(os) vecinas(os) antiguas(os) de menor ingreso (VA) y vecinas(os) nuevas(os) de mayor nivel socioeconómico (VN), y su papel en los procesos de transformación. La dimensión de género ofrece sin duda alguna, otra mirada para enriquecer el abordaje de la gentrificación, que en su cruce con la dimensión socioeconómica ofrece hallazgos interesantes.
No cabe duda de que el concepto de segregación ha sido ampliamente estudiado y debatido y corresponde a fenómenos socioespaciales que merecen la atención de los estudiosos de la ciudad. Sin embargo, su abordaje acrítico como proceso negativo, en su dimensión socioeconómica, ha provocado confusión y ha conducido a políticas y acciones contraproducentes. A pesar de que la homogeneidad espacial de la pobreza (segregación) es una realidad incuestionable, la evidencia muestra que su combate a través de la mezcla socioespacial no disminuye los problemas, sino que solo los desplaza en el espacio. Estas contradicciones entre postulados teóricos y resultados exigen una revisión y deconstrucción de la segregación y sus conceptos afines, como la gentrificación.
Una mirada crítica al concepto de segregación socioeconómica
La segregación urbana se define como “…la tendencia a la organización del espacio en zonas de fuerte homogeneidad social interna y de fuerte disparidad social entre ellas, entendiéndose esta disparidad no solo en términos de diferencia, sino de jerarquía” (Castells, 1982, p. 204); aquí nos limitaremos a su expresión por nivel socioeconómico y no por etnia, raza, religión, etc. Se trata en principio de un concepto cuyas raíces se encuentran más en la conformación social del espacio como hecho que como concepción teórica. Este enfoque empirista, que parte de lo fenoménico para llegar a formulaciones teóricas, ha levantado serias críticas (Bourdieu,1999; Kosik, 1967; García, 2001; Torres, 2021) que valdría la pena revisar en el caso de los estudios urbanos. El espacio se coloca como manifestante fehaciente de los hechos, el cual presentaría una realidad integra como tal y con toda transparencia ante los ojos del investigador. El estudio del “lugar” se vuelve la fuente para entender, explicar problemas y finalmente proponer soluciones. Bourdieu expresa su escepticismo al señalar que: “…sin embargo todo hace pensar que lo esencial de lo que se vive y se ve sobre el terreno, es decir, las evidencias más sorprendentes y las experiencias más dramáticas, tienen su origen en un lugar completamente distinto (Bourdieu, 1999, p. 119)”.
En la misma línea resulta valioso recordar a Kosik (1967), cuando señala que hay que tomar en cuenta la oposición que puede existir entre fenómeno y esencia. Mientras la apariencia o las formas fenoménicas “se reproducen inmediatamente en la mente como conjunto de representaciones o categorías del “pensamiento ordinario” (o sentido común), estos hechos son distintos y con frecuencia absolutamente contradictorios respecto a la ley del fenómeno, de la estructura de la cosa, o del núcleo interno esencial y su concepto correspondiente” (Kosik, 1967, p. 2).
Pero ¿cuáles son las razones más profundas de este empirismo, aparte de la inmediatez y facilidad con la que se perciben los fenómenos? Según Torres (2021), la “… ilusión científica del empirismo, ideológicamente promueve el acceso al conocimiento riguroso de lo social prescindiendo de un proceso de conceptualización y de construcción teórica.”
En otras palabras, se señala la visión política y social de la ciencia en el sentido de su rol en el desarrollo de la sociedad y la relación entre ideología y “objetividad científica” (Becera y Castorina, 2016). La práctica científica es como una actividad de relevancia social ligada a problemas sociales; es decir, “la ciencia se encuentra enteramente cruzada por ideologías” (García, 2001).
Un artículo reciente de Zanotto (2020) aporta nuevos elementos sobre el tema, al señalar que el marco epistémico -la postura frente a la realidad- condicionado por la ideología, no afecta sólo el campo de la teoría y la metodología de la investigación, sino también condiciona a la planeación y a la praxis del urbanismo. El neoliberalismo, según la autora, se comprueba no solo como un conjunto de políticas, sino también como ideología que organiza de un modo particular el abordaje y la orientación de la acción (políticas públicas). La ideología como sistema de creencias socialmente compartido se vuelve el sentido común que determina el discurso de la planeación y del desarrollo urbano (que a su vez se vuelve dominante) y que justifica ciertas acciones presentándolas como la única salida sin la posibilidad de soluciones alternativas. La naturaleza ideológica del discurso neoliberal se visibiliza a través de la simplificación u ocultamiento de relaciones complejas y la invisibilización selectiva de elementos estructurales.
Bajo estas líneas rectoras nos proponemos a indagar a fondo el concepto de segregación bajo su noción negativa, ya que representa el antecedente para estigmatizar la homogeneidad espacial y construir un discurso a favor de la mixtura social. Para ello se necesita deconstruir el concepto para descubrir las razones de su génesis, su evolución, su relación con la gentrificación y sus efectos en el discurso dominante, la planeación y el desarrollo de la ciudad contemporánea.
El origen de la segregación como antecesora de la gentrificación urbana
Una revisión de la historia de sociedades urbanas jerarquizadas comprueba la persistente existencia de algún tipo de diferenciación socioespacial, aunque bajo criterios muy diversos. Como señala Bourdieu: “en una sociedad jerárquica, no hay espacio que no esté jerarquizado y no exprese las jerarquías y las distancias sociales, de un modo más o menos deformado y sobre todo enmascarado por el efecto de naturalización que entraña la inscripción duradera de las realidades sociales en el mundo natural …” (Bourdieu, 1999, p.120).
Pero no es sino hasta la década de 1920 en EE. UU., cuando se introduce por primera vez en la sociología urbana el concepto segregación por los sociólogos de la Escuela de Chicago, concepto prestado de la biología. La segregación urbana expresaba la conformación de las ciudades con base en áreas socialmente (étnicamente) homogéneas. Este fenómeno se consideraba como una etapa en el proceso natural de la constitución urbana que se eliminaría por sí solo a través de un proceso de asimilación de los diversos grupos étnicos.
Todo ello coincide con un momento histórico de una nación en proceso de consolidación y la necesidad de mano de obra nueva, proveniente de diferentes partes del mundo. Para ello la “asimilación” cultural, moral, política y social (melting pot) (Santos, 2007), se convertía en el elemento vital para lograr la paz social y evitar conflictos (Torres, F. 2005). Esta necesidad del asimilacionismo cultural dio origen a la connotación negativa de la segregación espacial (de base étnica o racial), entendida como separación física de rasgos culturales similares, ya que se opondría a la constitución de una vida cultural común.
Una vez lograda la asimilación estructural de los inmigrantes (participación e incorporación en la vida económica) y dadas las reivindicaciones étnicas (ethnic revival) de los años 1960 y 1970 (Smith, 1981), se da un giro hacia el llamado “pluralismo cultural” que tolera la permanencia de sólo ciertos rasgos distintivos, pero secundarios de prácticas cotidianas en términos de una “etnicidad simbólica” (Santos, 2007, pp. 826-827). Este nuevo multiculturalismo apuntalaría, sin embargo, a una identidad de tipo “anodino” que no se contraponía a la asimilación estructural.
El “pluralismo cultural” que sigue el período de la asimilación, fundamentado sobre valores incuestionables como la libertad, tolerancia, e inclusión, alababa la presencia de una diversidad étnica que se acompañaba por ciertas condiciones espaciales. La ruptura de las delimitaciones de las zonas étnicamente homogéneas, en el sentido de la segregación espacial, se volvería un factor positivo para la mezcla en el espacio y la multiculturalidad. Estas primeras nociones negativas de la segregación de base étnica y racial se extienden con el tiempo hacia otros rasgos como el nivel socioeconómico, que tendría profundas repercusiones tanto en la teoría urbana como en la práctica del urbanismo.
Fundamentada en un enfoque “sustancialista” de los lugares (Bourdieu, 1999: 1), la ruptura de la segregación buscaría entonces corregir a las evidencias espaciales, en lugar de resolver los problemas sociales causantes. La realidad se acotaría a sus expresiones físicas secundarias pero visibles, como la concentración espacial de la pobreza. Al mismo tiempo las relaciones sociales estructurantes se invisibilizarían, se negarían o quedarían disimuladas.
Varios estudiosos han señalado la perversidad de la segregación y los valores que la fundamentan (Bolt, Phillips y Van Kempen, 2010, en Tagle, 2016). Los lugares con presencia de diferencias sociales (espacios no segregados) se convertirían según sus opiniones en fragmentos desconectados con ausencia de interacción y compromiso ciudadano; la mezcla social no redundaría en relaciones de socialización; la tolerancia se convertiría en indiferencia; y el multiculturalismo induciría a una falta de compromiso y responsabilidad social. (Sennet, 1992, pp. 121-128). El acercamiento espacial de individuos socialmente distantes no implica por lo tanto acercamiento social, y además esta proximidad física se vuelve intolerable (Bourdieu, 1999, p. 123).
La diversidad socioespacial por nivel de ingreso ha permeado en las últimas décadas el discurso “progresista” y se ha vuelto piedra angular en diversas políticas urbanas. La creciente polarización socioeconómica se intenta entonces combatir a través de la mezcla espacial. El mito del “goteo” se amplía hacia el espacio en una suerte de los supuestos beneficios desde los privilegiados hacia los más necesitados debido a las inversiones y a las mejoras del entorno. Los reiterados e innegables fracasos de estas políticas anti-segregación (Bridge, G., and Butler, T. (Eds.), 2011), deberían, sin embargo, abonar a un escepticismo justo y un profundo cuestionamiento teórico de la segregación como unidad analítica. La segregación espacial por nivel socioeconómico resulta incapaz de mostrar y explicar la realidad urbana más apremiante, como es la pobreza y la desigualdad.
Esta crítica a la segregación no niega, sin embargo, la presencia de conformaciones socioespaciales diferenciadas en sociedades estratificadas (Bourdieu, 1999, p.120). Lo que se cuestiona es la falsa relevancia que se le atribuyen a los rasgos sociales del espacio y la realidad tergiversada resultante: la homogeneidad espacial no es el problema ni la causa de la pobreza, ya que ella persistirá a pesar de su dispersión. Las correlaciones innegables entre segregación y problemas sociales no implican causalidad (Luque, 2016). La segregación no es el factor explicativo de la pobreza y la desigualdad, y por lo tanto su combate no soluciona los problemas de fondo.
Gentrificación: el mito del “goteo espacial”
La connotación negativa de la segregación fundamentada en el paradigma funcionalista, al colocar las causas de los problemas sociales en la conformación del espacio, conduce a políticas que promueven la inmigración de grupos afluentes en zonas habitadas por el sector popular. La inversión de capitales y el incremento de la mezcla social beneficiaría de forma colateral a los habitantes originales más necesitados, en una suerte del “goteo espacial”.
Este falso discurso, sin fundamento teórico en el sentido de Zanotto (2020), sobre los beneficios de la mezcla social, convierte prácticas controversiales e infundadas en objetivos deseables que se presentan como únicas salidas a los problemas de la pobreza y la desigualdad. Según eso no habría otra manera de atacar los graves problemas del sector popular que promover la inmigración de grupos pudientes que atraen inversión y mejoran el entorno.
Adicionalmente, detrás de la diversificación social del espacio en zonas pobres habría otras intenciones (Bridge, G., and Butler, T. (Eds.), 2011), como la apropiación de la brecha de renta (Smith, 1987) por sectores privilegiados que redunda en una forma de redistribución regresiva (Harvey, 2007, p.52), es decir, la riqueza urbana generada por recursos públicos termina en manos de grupos minoritarios privilegiados. En espacios con relativamente bajos precios del suelo, por ser habitados por el sector popular, se compran terrenos e inmuebles que, a través de inversiones públicas posteriores, incrementan de forma extraordinaria sus valores que son apropiados por el sector inmobiliario o por los grupos minoritarios privilegiados de nuevos propietarios, en el sentido de una acumulación por desposesión (Harvey, 2004, p. 113).
El estudio presentado a continuación aporta evidencias en ese sentido, que refuerzan las premisas teóricas sobre la irrelevancia de la mezcla social en la solución de problemas apremiantes. Aún más, la investigación ofrece suficientes indicios para identificar efectos negativos de la gentrificación, desde la percepción de sus habitantes, por nivel socioeconómico y por género.
Gentrificación en la CDMX. Miradas ciudadanas desde el vecindario
El propósito de la presentación de los hallazgos de la primera encuesta representativa sobre gentrificación en la CDMX. (2015) aplicada en 540 hogares (Bournazou, 2017) aportar elementos para corroborar y enriquecer los postulados teóricos sobre los efectos sociales, económicos y espaciales que detona la gentrificación. Las opiniones de las y los vecinos (as) de menor ingreso (VA) y particularmente de las mujeres que habitan en espacios con transformaciones urbanas atípicas, debidas a la llegada de grupos de mayor ingreso (VN), ofrecen claras muestras de los efectos perversos de la mezcla social para la vida de los grupos vulnerables. Temas como la pobreza, las relaciones intervecinales, los problemas entre VA y VN, la confianza y la aceptación del “otro”, se analizan tanto para los que permanecen en el vecindario como para los que se ven obligados a desplazarse.
Partimos de la definición clásica de (Clark, 2005, in Lees, et. al., 2010, p. 25) que identifica la gentrificación como “un proceso que involucra cambios en la población usuaria del espacio, de tal forma que los nuevos usuarios son de mayor estatus socioeconómico que los anteriores, que sucede junto con cambios asociados en el entorno construido a través de la reinversión de capitales.” Para el caso de nuestro estudio la definición de la gentrificación fue condicionada por la disponibilidad de datos censales como aparecen en la Tabla1.
Tabla 1. Datos censales para la definición del Índice de Transformación Socioespacial (ITSE)
Los resultados de la aplicación del Índice de Transformación Socioespacial (ITSE) (Bournazou, 2015) en la CDMX arrojaron una población de casi 1.4 millones de habitantes que viven en espacios que experimentan gentrificación bajo la definición adoptada, como se aprecia en la Tabla 2.
Tabla 2. Tipología de AGEB de acuerdo con el ITSE en la Ciudad de México, 2015.
Una vez que contamos con el universo de pobladores, se calculó la muestra representativa de los hogares y se precisó su localización en la ciudad para la aplicación de la encuesta, como aparece en el Mapa 1.
Mapa 1. AGEB de la CCDMX., seleccionadas para la aplicación de la encuesta.
Inicialmente identificamos dos grupos sociales de interés que representan los principales actores del vecindario: 66% vecinas(os) con permanencia de más de 10 años en la colonia y de menor nivel socioeconómico (VA), y 34% vecinas(os) de recién arribo, con menos de 10 de años y mayor poder adquisitivo (VN). En una segunda etapa se llevó a cabo el procesamiento de las opiniones bajo el criterio de género aplicado en el grupo de VA, que son los afectados por los cambios experimentados.
El tema del posible desplazamiento de los VA, como resultado de la gentrificación y por lo tanto de la mezcla social, representa un tema muy controvertido y crucial para el análisis del fenómeno. Al considerar la relevancia que tiene el entorno a la vivienda (el vecindario) especialmente para el sector de menores ingresos, el desplazamiento se vuelve una variable central en el estudio de los efectos de la gentrificación.
De acuerdo con los resultados de una encuesta representativa a nivel nacional sobre capital social, se comprueba claramente el papel de la colonia para la vida del sector de menores ingresos en comparación con los de mayor nivel. Para los grupos con ingresos menores a 2 veces el salario mínimo, el 40,5% de sus relaciones que les permiten acceso potencial a recursos, están circunscritas dentro de su vecindario, mientras que para el grupo de más de 6 veces del salario mínimo este porcentaje se reduce a sólo 18,2% (Gordon, 2008, p. 330).
Este hecho contrarresta algunas tesis que sostienen que el desplazamiento no es forzosamente negativo ya que la venta de la propiedad, supuestamente revalorizada por la gentrificación, beneficiaría a fin de cuentas a los desplazados. Faltaría profundizar más en este aspecto hacia un balance final entre efectos económicos, sociales y culturales, con el fin de evaluar integralmente el desplazamiento. Mientras tanto nos colocamos en una postura crítica frente al desplazamiento, debido a sus efectos más negativos que positivos como muestran las opiniones de las/los VA. Por la relevancia del desplazamiento en el fenómeno estudiado clasificamos los hallazgos de la encuesta en dos bloques: las(os) vecinas(os) que permanecen en el vecindario y las(os) que se desplazan hacia otras colonias.
Efectos para los habitantes que permanecen en el lugar
- El costo de vida y la calidad de los servicios públicos
Entre todas las opiniones registradas en temas relacionados sobre la culpa del “otro” en los cambios negativos experimentados en la colonia, el aumento del costo de la vida (del 47% en gentrificación ligera al 64% en gentrificación avanzada) que la(os) VA imputan a la(os) VN, representa de los porcentajes más altos; mientras que el detrimento de los servicios públicos ocupa el segundo lugar con 47% en la gentrificación ligera y 85% en la gentrificación avanzada. La(os) VA reclaman que los recién llegados han impactado en el deterioro del suministro de agua potable, energía eléctrica y drenaje, a pesar de la mejora de la infraestructura. Según los testimonios las mejoras han beneficiado selectivamente solo a las(os) VN. Este aprovechamiento selectivo de las inversiones públicas por parte de los habitantes privilegiados ejemplifica una cierta redistribución regresiva de la riqueza que amplía las desigualdades preexistentes (Harvey, 2007).
Un primer procesamiento de las opiniones por género muestra por su lado mayor porcentaje de hombres que imputan el encarecimiento de la vida a los VN con un 43.8%, frente a un 38% según la opinión de las mujeres, mientras que para el caso de los servicios las opiniones por género son coincidentes.
- Relaciones entre vecinas/os, confianza y aceptación del “otro”
Junto con las percepciones sobre las transformaciones del entorno físico y los aspectos económicos, también fue valioso registrar opiniones de las(os) VA sobre sus relaciones con las(os) VN, que son ampliamente debatidas en la literatura. Según diversos estudios, la gentrificación debería empeorar la relación entre los dos grupos (Davidson, 2010; Uitermark & Bosker, 2014; Shaw & Hagemans, 2015). Los resultados obtenidos fueron inesperados, ya que muestran el predominio de relaciones neutrales (indiferentes y respetuosas, 50% a 68%) más que negativas (violentas / agresivas y conflictivas, 1% a 4%).
Al desglosar las opiniones a la misma pregunta por la variable género, resultó interesante notar la mayor incidencia en las opiniones de las mujeres para el caso de relaciones positivas, como solidarias y cordiales, entre VA, mientras que para los hombres son las relaciones neutrales que presentan mayor incidencia. Parecería que la mayor permanencia de las mujeres en el vecindario (menor número de desplazamientos cotidianos frente a los hombres) intensifica su relación con el entorno a la vivienda y desarrolla mayores y más intensas relaciones con las (os) VA.
Este resultado, sobre cierta percepción no negativa de las relaciones entre VA y VN, podría verse reforzado por la aceptación que expresan las(os) vecinas(os) sobre la presencia de “personas diferentes” (46%), lo que podríamos interpretar como cierta aprobación a una mezcla social. Cuando disgregamos las opiniones por la variable de género se vislumbran matices interesantes: cuando el “otro” es el o la VA, las mujeres muestran mayor aceptación que los hombres, hecho que se invierte cuando el “otro” es el/la VN.
Una segunda lectura más profunda podría revelar, sin embargo, otra posible realidad. Las interrelaciones neutrales y la aceptación del “otro”, pierden fuerza cuando se cruzan con la confianza y los problemas entre vecinas(os). Si bien la confianza entre VA alcanza un consenso de hasta el 81% (una de las frecuencias más altas entre todas las opiniones) se reduce drásticamente hasta en un 40% cuando se trata de su relación con los VN. Las respuestas discriminadas por género muestran que, en las opiniones sobre los VN, las mujeres se expresan con mayor desconfianza que los hombres.
Por otro lado, la opinión sobre los problemas entre vecinas(os) se duplica desde la gentrificación leve (14%) a la gentrificación avanzada (30%), lo que se constata en los resultados por género. Estos hallazgos muestran que la valoración positiva sobre la presencia de “personas diferentes” podría corresponder a una respuesta “socialmente correcta” más que a una opinión genuinamente veraz. Recordando a Sennet, la presencia de diferencias sociales puede no contribuir a la interacción, el compromiso ciudadano y la socialización, y en estos espacios la tolerancia se traduce en indiferencia y falta de compromiso ciudadano que debe invitarnos a repensar profundamente “vivir en la diferencia y la diversidad” (Sennet, 1992, págs.121-128).
- Efectos para los habitantes que se desplazan a la periferia
El tema del posible desplazamiento de habitantes antiguos debido a la gentrificación y, por tanto, a la mezcla social, es muy controvertido y crucial para el análisis de la gentrificación. Dado que la identificación de vecinas(os) desplazadas(os) se convierte en una tarea casi imposible, trabajamos de forma indirecta a través de las opiniones expresadas por las y los que permanecen en el vecindario. Las preguntas fueron sobre las ofertas por parte del sector inmobiliario para comprar su propiedad y sobre su conocimiento de vecinas/os que se hayan visto obligadas/os a desplazarse.
Las opiniones de las(os) VA sobre las(os) desplazadas(os) reflejan una clara tendencia ascendente que comienza con un consenso del 17% en las primeras etapas de gentrificación y casi se duplica con un 31% en los casos de gentrificación avanzada. De manera similar se comportan las ofertas de las agencias inmobiliarias para comprar propiedades de VA que aumentan de un 8% en la gentrificación ligera hasta representar el 26% de las opiniones en la etapa avanzada.
Estos hallazgos, junto con el indiscutible aumento en el costo de la vida, el deterioro de los bienes y servicios públicos y los problemas entre vecinos/as, brindan suficientes elementos para sugerir un peligro inminente y una creciente presión hacia el desplazamiento que experimentan VA.
Pero más allá del desplazamiento como un hecho vale la pena analizar sus efectos. Desde el momento que reconocemos la relevancia de las redes de apoyo dentro del vecindario, el cambio de lugar de residencia implicaría primeramente una ruptura de importantes fuentes de recursos. (Gordon, 2008). Dentro de este grupo de población de menores recursos, las mujeres representan al sector todavía más ligado y dependiente de su entorno inmediato a la vivienda por su relativa baja movilidad física intraurbana. Su cotidianidad, que se desenvuelve en la mayoría de los casos alrededor del hogar, redunda en sentimientos de arraigo, redes de apoyo, así como relaciones de confianza y solidaridad con las/los vecinas/os. Para estas primeras hipótesis que derivan de las opiniones, faltaría sin embargo una sólida fundamentación teórica para guiar la interpretación de los resultados, como se llevó a cabo para el caso del procesamiento por nivel s/e.
Desde la mirada de la pobreza multidimensional, el desplazamiento hacia la periferia podría incrementar la pobreza con relación al acceso a bienes públicos. Datos duros confirman un proceso de homogeneización de la periferia habitada por los pobres (Aguilar y Mateos, 2011 y Schteingart y Rubalcava, 2012. En Aguilar, A. G., & Escamilla, I. (Eds.), 2015, pp. 5-6), hecho que sugiere una movilidad intraurbana de los habitantes precarios desde zonas centrales dotadas de servicios hacia la periferia ya habitada por pobres. Al considerar la alta correlación positiva entre localización periférica y escasez de bienes y servicios (Ruiz-Rivera, et. al., 2016), podemos deducir los efectos perversos del desplazamiento en el incremento de la pobreza general de las personas, como resultado de la gentrificación, el incremento de la mezcla social y la disminución de la segregación.
Reflexiones finales
Las opiniones representativas de las/los VA de la CDMX que habitan espacios en proceso de trasformación socioespacial atípica (mayores que el promedio de la ciudad), en el sentido de su incremento de la mezcla social que se define como gentrificación, muestran aspectos interesantes que en su conjunto indican una percepción negativa de los cambios experimentados. El aumento en el costo de vida, el deterioro de los servicios públicos, los problemas entre vecinos, la falta de confianza y la predominancia de relaciones indiferentes con el otro grupo social (VN), representan aspectos de coincidencia entre hombres y mujeres.
Estos hallazgos brindan elementos suficientes para suponer una inminente y creciente vulnerabilidad hacia el desplazamiento que experimenta la población antigua en las colonias bajo proceso de gentrificación. Al tomar en cuenta la relación más estrecha de las mujeres con el hogar y su entorno inmediato, este grupo se vuelve aún más vulnerable en comparación con los hombres pertenecientes al mismo grupo social de menor ingreso.
El análisis por género muestra el mayor énfasis que las mujeres, en comparación con los hombres, atribuyen a las relaciones positivas (solidaridad, respeto) dentro del grupo de VA, mientras que los hombres se inclinan más hacia las relaciones neutras. Por otro lado, las mujeres también se expresan con mayor desconfianza hacia las/los VN frente a las opiniones de los hombres. Sin justificar y/o reforzar el hecho de que las mujeres deben seguir desempeñando su rol predominante en el cuidado y atención del hogar y la familia, queremos sólo mostrar cómo esta condición deriva en relaciones más intensas con sus vecinas/os que en el caso de los hombres y sugiere ciertas bondades de la cercanía espacial de grupos sociales similares. Este hecho apunta de nuevo hacia la crítica a la noción negativa de la segregación y se alimenta por las ideas de Bourdieu y Sennett en relación a su escepticismo sobre las cualidades positivas de la mezcla social y sobre la necesidad de repensar sobre bases sólidas el vivir en presencia de la diferencia y la diversidad.
Como rasgo general, se observa una alta coincidencia en las opiniones tanto de mujeres como de hombres dentro del mismo grupo de VA frente a los efectos negativos que provoca la llegada de VN, tanto en aspectos de incremento de la pobreza como en las relaciones sociales. Las diferencias de opinión comparadas por grupo social (VA frente a VN) resultan mayores que las diferencias entre género dentro del mismo grupo.
Tanto desde la teoría como desde los hallazgos del caso empírico presentado, hallamos aspectos perjudiciales de la segregación socioeconómica como concepto negativo que en la mayoría de los casos conduce a la mezcla social por medio de la gentrificación. Las reflexiones de Bourdieu y Sennet en contra de la convivencia espacial de personas pertenecientes a distintos grupos sociales, junto con el análisis crítico del nacimiento y evolución de la segregación, nos obliga a repensar y quizás renunciar a la segregación socioeconómica en su conceptualización negativa. A lo que podría servir la “segregación” (mapas de homogeneidad de la pobreza), bajo una mirada completamente distinta, sería utilizarla como instrumento para dirigir políticas públicas de dotación de bienes públicos hacia estos espacios necesitados, sin pretender de forma arbitraria romper la concentración de la pobreza.
EDBM
La autora es Arquitecta (ETH-Zurich), Magister y Doctora en Urbanismo (UNAM). Profesora de Tiempo Completo en el Programa de Maestría y Doctorado en Urbanismo (PMDU) en la UNAM.
Sobre el tema, ver también en café de las ciudades La gentrificación es nuestro más grave problema urbanístico (Exceptuando todos los demás), por Carmelo Ricot, La gentrificación y el enemigo disponible. “Olvidemos por un momento el rastro de los cupcakes”, por Rubén Martínez, ¿Para quién es Londres? Sobre Big Capital de Anna Minton, y Sobre la “nueva geografía de la gentrificación” y la emancipación de la visión angloamericana. Un diálogo con Loretta Lees, por María Celina Añaños
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