N. de la R.: El texto de esta nota es un fragmento del artículo introductorio del libro Desigualdades y conflictos por el habitar y reproducción de la vida en tiempos de crisis. Desafíos en las ciudades latinoamericanas, de María Mercedes Di Virgilio y Mariano Perelman (organizadores), de próxima publicación en café de las ciudades.
Con el tiempo, las prohibiciones y restricciones ligadas a la pandemia se fueron relajando. Ver gente con barbijo por las calles se hizo cada vez menos común, tanto que dos años después, observar a alguien usándolos es lo que nos llama la atención. En los informativos, la cantidad de casos dejó de ser noticia. Pasados más de dos años, la vida parece ya vuelta a la normalidad. Atrás quedaron las reflexiones utópicas, distópicas, optimistas o pesimistas, las imágenes de animales ocupando las ciudades, los noticieros contando muertos, las barreras sanitarias, las personas usando barbijo masivamente. Las preguntas sobre si aprendimos algo se han transformado en evaluaciones morales sobre las acciones de los gobiernos. Poco a poco, los índices económicos retomaron la senda de la “recuperación”, comparándose con la situación prepandémica. Comenzó una nueva etapa: la postpandemia.
La sociedad no es la misma. No sólo porque la sociedad se está haciendo y rehaciendo continuamente, sino porque la pandemia fue un evento crítico que ha quedado en la memoria colectiva y se ha convertido en un hecho traumático en la vida de los humanos (y no humanos) en los últimos años. En este sentido, la pandemia no es solo pasado sino también presente: continúa influyendo en muchos comportamientos, estableciendo relaciones y comparaciones, y ha rearticulado formas de vivir y entender lo que es una vida digna. Tanto es así, que el nuevo escenario político que actualmente organiza la vida cotidiana de nuestro país no podría entenderse sin la pandemia y sus efectos.
El tiempo de la pandemia, entendido como un hecho social total, como evento crítico y como un momento de crisis (Perelman, 2021) requiere comprender las múltiples temporalidades que lo han compuesto. Vayamos por partes. Quizás podamos marcar el inicio de la pandemia. Una pandemia ocurre cuando un brote epidémico afecta a regiones geográficas extensas (varios continentes) y a grandes sectores de la población. La propagación del virus COVID-19 irrumpió progresivamente en las diferentes latitudes: primero en las ciudades asiáticas, luego en las europeas, pasando por las de América del Norte y, finalmente, en el mes de marzo irrumpió en las de América Latina. Con la declaración por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la epidemia por COVID-19 como global el 11 de marzo de 2020, la vida de las ciudades y de sus habitantes se transformó radicalmente.
Los diferentes Estados en sus distintos niveles generaron políticas disímiles que fueron configurando la pandemia, por lo que la propagación de un virus es una condición necesaria pero no suficiente para que esta exista. Una pandemia es un hecho eminentemente político que nomina y desencadena un curso de acción para hacer frente, o para paliar las consecuencias de un virus. Si bien por su propia naturaleza tiene un carácter global, sus efectos y sus sentidos tienen un anclaje local que se configuran en diálogo con las medidas de que los diferentes gobiernos toman para hacer frente a la epidemia, en general, y a la propagación del virus, en particular, con las características de los entornos urbanos, la de los sistemas locales de bienestar y, también, con las prácticas que la(s) ciudadanía(s) desarrollan para adaptarse, contestar, luchar y hacer frente a la nueva situación (sobre todo de las políticas).
En este sentido, la pandemia no es solo pasado sino también presente: continúa influyendo en muchos comportamientos, estableciendo relaciones y comparaciones, y ha rearticulado formas de vivir y entender lo que es una vida digna.
Sin duda, el tiempo de la pandemia ha sido un tiempo de crisis. Neiburg señalaba en 2020 que:
(…) una de las características de las crisis es la alteración radical de la experiencia temporal. Más que una simple aceleración, es una verdadera comprensión de la temporalidad que colapsa el presente, el pasado y el futuro, amenazando con volver obsoleta o banal cualquier fotografía de los acontecimientos en curso. Una exigencia redoblada de responsabilidad para los intelectuales y científicos sociales, más necesitados que nunca de humildad y fundamentos empíricos. Lejos de diagnósticos apresurados que inundan las urgencias, es necesario describirlos y ponerlos en perspectiva. (s/p) [traducción propia]
Esta es una de las características que marcan los estudios sobre las crisis: los cambios en la percepción del tiempo en el que ocurren las cosas, el modo en el que nuestras vivencias tienen otras temporalidades. Un presente permanente, un pasado lejano, un futuro inexistente.
Las crisis a menudo aparecen como algo evidente para quienes las vivimos y nos cuesta definirla con palabras. Existe una sensación de crisis, una experiencia sensorial más o menos conocida que a veces resulta difícil de cuantificar (retomamos esta idea de Federico Neiburg (2023), quien plantea la utilidad del concepto de “atmósfera” de Derek McCormack (2015) para pensar la dimensión sensorial de las crisis inflacionarias y las emergencias económicas). Algunos autores han expresado que las crisis pueden revelar la estructura social de forma paradigmática (Sahlins, 1972). Como las catástrofes, constituyen momentos en los que los actores sociales movilizan los acontecimientos (como la propagación del virus) para producir agravios morales, promover agendas, reafirmar el poder político (Barrios, 2017) o producir nuevas formas de pensar futuros posibles.
Se producen compresiones temporales en las explicaciones que los y las intelectuales hacen. Los futuros que las personas imaginan, incluso intelectuales, se dan en un contexto de crisis donde los marcos de referencia son puestos temporalmente en duda. Claro que no todas las personas ven sus marcos de referencia truncos. Para algunas la pandemia pareció cumplir un lugar casi natural en los acontecimientos imaginados, como las que adhirieron a teorías conspirativas sobre el control de poblaciones, los intereses de las corporaciones, etc. También ha sido un acontecimiento natural, o al menos esperable, para quienes estudian y perciben la destrucción del planeta, el cambio climático y que ven en la era del antropoceno o en el capitaloceno el posible fin de la vida como la conocemos.
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Las crisis a menudo aparecen como algo evidente para quienes las vivimos y nos cuesta definirla con palabras. Existe una sensación de crisis, una experiencia sensorial más o menos conocida que a veces resulta difícil de cuantificar
La pandemia, en tanto crisis, se reactualiza constantemente. La experiencia de la pandemia no es pasado, sino que forma parte de un “espacio de experiencia” por lo que la pandemia también forma parte de los horizontes de expectativas que marcan la vida (Retomamos esta perspectiva de los escritos de Koselleck así como de de L’Estoile, 2014). A modo de ejemplo, les presentamos dos conversaciones que uno de nosotrxs (Mariano) tuvo un mismo día del año 2024 y que dan cuenta como la pandemia se cuela en nuestro presente:
En una charla sobre medicina y sobre estudios e investigaciones, al realizar un comentario sobre el contenido de los papers científicos, una de las interlocutoras —en desacuerdo con mi postura— respondió: “durante la pandemia los papers decían que nos íbamos a morir todos de COVID”. Horas más tarde acompañé a mi hijo a una calesita de una plaza, que siempre está rebosante de niños y niñas, y me puse a hablar con el calesitero. Él me contaba que estaba yendo poca gente, en especial los días de semana en los que a veces iban cinco niños o niñas por día. Me dijo que esperaba el fin de semana para que haya algo de trabajo. Le advertí que se esperaba lluvia para el fin de semana, a lo que él me respondió: “desde la pandemia la gente sale más. Si llueve la gente sale igual”. Claro que los procesos están situados. No es la misma pandemia la de una colega o la del calesitero o, incluso, la que cualquiera de los dos vivieron en 2020. De lo que se trata es de reconocer que la pandemia como argumento moral se ha instalado como forma de decir cosas. Así, las experiencias en torno a ella serán por muchos años parte de un largo presente en el que se reinterpretará más allá de los números. Y será arena de discusión política.
¿Ha sido este gobierno de derecha, empobrecedor, regresivo, reaccionario, producto de la pandemia? Seguramente no sea el único factor. Gran parte de esa batalla cultural que el gobierno de Milei viene a dar se ancla en transformar esas memorias colectivas
La pandemia nos permite comprender las múltiples caras del presente. Un hoy que se nos impone oscuro en Argentina, aunque no solamente. Semán (2023), por ejemplo, otorga un lugar central a la pandemia en la experiencia de los jóvenes votantes del autoproclamado anarcocapitalista y presidente argentino desde el 20 de diciembre de 2023, Javier Milei.
¿Ha sido este gobierno de derecha, empobrecedor, regresivo, reaccionario, producto de la pandemia? Seguramente no sea el único factor. Gran parte de esa batalla cultural que el gobierno de Milei viene a dar se ancla en transformar esas memorias colectivas en torno a la acción del Estado antes y después de la pandemia y, sobre todo, durante el confinamiento. Aun cuando algunos estudios han mostrado que, estadísticamente, Argentina ha sido uno de los países que mejor manejó la pandemia (Schumacher et al., 2024), millones de personas —no sin razón— han sentido que el Estado ha sido ineficiente, que “no los cuidó”, que “tuvieron que arreglársela solos”. A pesar de ello o precisamente por ello, las crisis no presentan garantías (Barrios, 2021) ni de cambio ni de una inspiración tal que permita predecir aquello que nos depara el futuro. Cuál de los futuros terminará realizándose dependerá no sólo de las decisiones del tiempo presente sino, también, de los cursos de acción y de las posibles respuestas movilizadas por distintos actores en este marco. Dependerá de las oportunidades o clausuras sociales que dichos itinerarios de acción colectiva habiliten.
MMDV y MP
Mercedes Di Virgilio es Licenciada en Sociología y Doctora en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Es Profesora titular regular de Metodología de la Investigación Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Investigadora principal del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (Universidad de Buenos Aires). Entre 2018 y 2019 se desempeñó como Subsecretaria de Vinculación en la Universidad de Buenos Aires. Entre 2014 y 2018, ocupó el cargo de Secretaria de Estudios Avanzados, Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Mariano Perelman es doctor en Antropología (UBA). Es investigador Independiente del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto Gino Germani (UBA). Es profesor del Departamento de Antropología (UBA), del programa de doctorado en Ciencias Sociales de la UBA y de la FACSO-UNICEN. Sus temas de investigación refieren al modo en que las personas lidian con la incertidumbre.
Para mayor información, ingresar a la cronología de la respuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se detalla en la página web del organismo.
Sobre la pandemia, ver también en café de las ciudades las notas reproducidas del libro Memorias del confinamiento, de Alessia de Biase; Las calles del centro, las calles de la periferia. Medellín, memorias del confinamiento, de Victorine Dréau; Paris, autobús 86, mayo 2020, de Caroline de Saint Pierre; París, 18° distrito, junio de 2021, de Alessia de Biase; Macao, enero de 2020, de Sheyla S. Zandonai.
Referencias bibliográficas
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Barrios, R. E. (2021, September 10). A crisis for whom? Epistemologies, historiographies, and praxis in times of upheaval. The Center for Historical Research’s Series, Department of History at Ohio State.
de L’Estoile, B. (2014). “Money is good, but a friend is better”: Uncertainty, orientation to the future, and “the economy.” Current Anthropology, 55(S9), S62–S73.
Koselleck, R. (1993). Futuro pasado: Para una semántica de los tiempos históricos. Ed. Paidos.
McCormack, D. (2015). Governing inflation: Price and atmospheres of emergency. Theory, Culture y Society, 32(2), 131–154.
Neiburg, F. (2020). Vidas, economia e emergência. Boletin, Cientistas Sociais e o Coronavírus, ANPOCS, 22, 1–6.
Neiburg, F. (2023). Inflation – Pragmatics of money and inflationary sensoria. Economic Sociology. Perspectives and Conversations, 24(3), 9–17.
Perelman, M. D. (2021). La pandemia como hecho social total, como crisis y la desigualdad urbana. Caderno CRH, 34, 1–16.
Sahlins, M. (1972). Stone age economics. Aldine Atherton Inc.
Schumacher, A. E., Kyu, H. H., Aali, A., Abbafati, C., Abbas, J., Abbasgholizadeh, R., Abbasi, M. A., Abbasian, M., Abd ElHafeez, S., Abdelmasseh, M., Abd-Elsalam, S., Abdelwahab, A., Abdollahi, M., Abdoun, M., Abdullahi, A., Abdurehman, A. M., Abebe, M., Abedi, A., Abedi, A., … Murray, C. J. L. (2024). Global age-sex-specific mortality, life expectancy, and population estimates in 204 countries and territories and 811 subnational locations, 1950–2021, and the impact of the COVID-19 pandemic: A comprehensive demographic analysis for the Global Burden of Disease Study 2021. The Lancet.
Semán, P. “Introducción. La piedra en el espejo de la ilusión progresista” En P. Semán (ed.), Está entre nosotros ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (9-42). Buenos Aires: Siglo XXI ed.