Entrega 19: El amor asoma su sucia cabeza
Hipótesis de conflicto – El perseguidor – Preguntas capciosas – Efectos colaterales – Sólo en Buenos Aires – La tristeza de un jueves a la tarde
Claudio levanta la pierna derecha de Yanina y la pasa por encima de sus nalgas; ahora sus movimientos se hacen más parejos, trepado al vientre de la muchacha, cara a cara en la habitación romana del hotel de Haedo (no es ahora cuando los celos, es al dejarla, en la entrada del barrio, una sensación que empieza con una serie de imágenes, pasa a las rodillas que tiemblan y regresa a unas frases en serie que desfilan por un telón en blanco).
La toma de la espalda y la lleva contra el espejo del borde, la levanta y se yergue para mirarse, aprovechando sus ojos cerrados y quejidos. Lento y pausado su empuje, igualadas sus pieles por la luz mortecina, sus figuras se confunden y continúan desde la curva del encuentro, los sexos unidos en el coito furtivo, la transpiración que los baña (las frases hablan de Yanina ramera en el burdel de Lalo, los clientes violentos, el coito inseguro, el embarazo, la ficción, las mentiras, Claudio engañado).
Tras el giro, el cuerpo entero de Claudio descansa en el vientre de Yanina y, en un sentido más amplio, en la concavidad que forman sus piernas cruzadas, sus tetas abiertas y sus brazos cerrados sobre su cuello. Claudio reduce al mínimo su movimiento, y luego a nada, y es su amante la que lo lleva y lo trae con sus espasmos pero, ¿quién sostiene a Yanina, quien da aliento a sus gemidos?
En unas semanas, el límite de Claudio se había corrido, sutilmente, desde un genérico “no perjudicar mi matrimonio”, pasando por “no perjudicar a mi familia”, a un más ambiguo “no perjudicar a mis hijos”. No es claro, no fue claro a Claudio con el tiempo, en que momento su romance clandestino con Yanina (o para ser más preciso, sus celos con respecto al pasado y presente de la camarera de Lalo, y sus acciones consiguientes) habían coincidido con la comprobación resignada, pasiva, del colapso de su matrimonio, del extrañamiento con Carmen. Habitualmente sólido en sus cronologías y recuerdos, Claudio solo ubica en los comienzos del otoño la certeza de la crisis con Carmen (y aun así, ¿la certeza del fin de un amor, la certeza de los problemas, el abandono conceptual del matrimonio…?), sin que en sus recuerdos se relacionen las acciones de inteligencia en el prostíbulo y en el barrio (destinadas a corroborar la verdad o falsedad de sus sospechas) con sus ausencias y las de Carmen, las discusiones sin salida, los silencios ominosos, el nulo pudor para ocultar las infidelidades, el hastío, las ternuras finales.
Un día, Claudio demoró a propósito la salida del hotel, a pesar del apuro de Yanina por llevar a su hermano al turno con el dentista. Yanina no demostró malestar, pero al volver por la ruta miraba el reloj y solo contestaba con monosílabos y palabras de compromiso las preguntas de Claudio (pero solo demostraba apuro y nerviosismo, no disgusto). Al llegar a la entrada del barrio, Claudio no se detuvo sino que se metió por la calle de tierra, prometiendo o amenazando, según se mire, “te llevo a tu casa y después al dentista”. Yanina lo miró con extrañeza, pero, percibió o quiso percibir Claudio, sin contrariedad ni temor; solo se refirió con humor a los peligros que pasaría alguien con el auto de Claudio en ese barrio si no fuera por ir con alguien conocido. Al mismo tiempo, Claudio se ilusionó con la ausencia de cuestiones que ocultar con respecto al hermano de Yanina y su verdadero parentesco, tanto como por la idea de que, en caso de existir alguien que compitiera por ella, no era alguien que residiera en su barrio ni que allí tuviera informantes.
Pero la felicidad nunca es completa. Llegados a donde Yanina le indicó, a su casa (una construcción de ladrillos, sin revocar, grande, de apariencia sólida, en un terreno arbolado y con una casilla de madera en el fondo), un Fiat 1600 color azul, con rastros de algunos choques en sus puertas del lado derecho y la parte inferior de los guardabarros oxidada, estaba estacionado cerca de la entrada. Con toda naturalidad, con alegría de apariencia sincera, Yanina le agradeció la “molestia”y adujo la presencia de un primo hermano, propietario del Fiat, que sin dudas la llevaría al odontólogo con su hermano. Las palabras de Yanina dejaban absolutamente de lado la posibilidad de que, por más voluntad que su primo tuviera de ayudarla, una falla mecánica del auto o algún compromiso que fueran la razón de su presencia inesperada en la casa le impidieran acercarla al centro de salud. También, pero esto solo después lo pensó Claudio, parecían dejar de lado los riesgos que Claudio correría volviendo solo por el barrio y que habría evitado en el viaje de ida con la compañía de Yanina (salvo en el caso, pensó también Claudio, de que las fuerzas siniestras del barrio, al haberlos visto juntos a través de su sistema de informantes, ya lo hubiera registrado y procediera a darle inmunidad diplomática en su retorno a la ruta).
Claudio volvió a su casa muy nervioso, arriesgando incluso un accidente al aumentar la velocidad en la ruta por puro resentimiento con la situación. En los días siguientes, extrañamente para sus conocidos y empleados, pareció variar ostensiblemente su carácter con respecto a lo habitual conocido por todos: hosco, irascible como no se tenía memoria de verlo ni aun en los momentos de mayores complicaciones de la fábrica. Hasta al propio Jean Luc, quien pidió verlo por una “cuestión personal” y que parecía contrariado por alguna situación (también, como si ambos estuvieran signados por circunstancias paralelas, de modo opuesto a su habitual imperturbabilidad), lo recibió de manera distante y sin dar pie al Depredador a trasladarle su problema o inquietud. En ocasiones, parecía retornar a su actitud habitual, y entraba en diálogo con incluso los empleados más subalternos de su personal, pero en estos casos se trataba de una estrategia destinada a encontrar, en las respuestas a preguntas sobre sus vidas familiares, sus problemas y sus divertimentos, algunas pistas que por alguna asociación pensaba llegarían a darle respuesta a su duda. Con Yanina disminuyó los tiempos de intervalo entre sus citas, pero comenzó a desarrollar una serie de tácticas de interrogación que pretendían suplir la frustrada estrategia de haberla acompañado a su casa aquel día de la cita con el odontólogo. En una ocasión, después de una sesión particularmente satisfactoria en el hotel, aun jadeando y mojado en una mezcla de las dos transpiraciones, le preguntó de improviso algo sobre su hermanito, pero referido, como si fuera un error involuntario, a “tu hijo”. Yanina le contestó muy sonriente, como extrañada por el supuesto error, sin nerviosismo aparente, pero Claudio, tras una efímera satisfacción, volvió a molestarse, esta vez por la idea de una Yanina muy en guardia y alertada por sus preocupaciones, y preparada para contestar con rapidez y eficacia a sus embates, a su especie de terrorismo coloquial.
Una tarde en que decidió volver temprano a su casa para ayudar a Carmen con los preparativos de su viaje a Milán (la curadora volvía a encontrarse con el artista japonés para arreglar detalles del proyecto para su galería), tuvo por primera vez la audacia o inconsciencia de llamar, desde su propia casa, donde se encontraba Carmen con sus valijas y los niños, al celular que le había regalado a Yanina para el “festejo” de un determinado número de meses desde aquella primera tarde furtiva en el hotel. Por supuesto, el regalo tenía también el interés no demasiado oculto de controlar los movimientos de su amante, y a tal fin lo compró como parte de un paquete, lo dejó a su nombre y se ocupaba de los pagos mensuales, solo para tener acceso a los listados de llamadas que el plan le permitía revisar, por ser el titular. El vacío afectivo en que lo dejó no poder comunicarse (dejó, y luego se arrepintió, un mensaje en el contestador) y, al mismo tiempo, la aceptación, por algún motivo que no le resultó evidente, de que el afecto y respeto que aun se tenían mutuamente con Carmen no era obstáculo para la indiferencia mutua que también ostentaban, lo entristecieron a pleno. Salió al balcón, procurando que el aire fresco le devolviera parte de su estabilidad emocional; en sus pensamientos, cruzaban acciones contrapuestas que involucraban sucesivamente a Carmen y a Yanina, sin que ninguna de estas, pero menos aún su incertidumbre actual, le parecieran dignas de vivirse ni merecedora de los riesgos que en cada caso involucraban.
El llamado de Yanina entró a los cinco minutos; algo perturbado porque su ubicación en la terraza, con el ruido de Libertador y las ventanas cerradas por el aire acondicionado, lo aislaban acústicamente de Carmen pero no le impedían verla por la ventana del dormitorio, exasperada con las valijas (darse vuelta para hablar mirando a la avenida le parecía que despertaría alguna sospecha si Carmen lo miraba, aunque esto no había sucedido, pensó también con tristeza, en toda la tarde), la alegría de escuchar la voz risueña de Yanina le hizo olvidar sus culpas y temores, pero también lo estremeció de vértigo (y en esto no tenían nada que ver los 23 pisos sobre la Avenida ni la vista despejada hacia el horizonte uruguayo).
CR c/VR
Imágenes: obras del pintor noruego Edvard Munch en el sitio mundofree.com.
Próxima entrega (20): La forja de un rebelde
Propuesta del superior – Llegaba tarde a todo – Disciplina y cinismo – La luz y el aire del Sur – Adiestramiento de un servicio – Los pruritos morales – Doble agente
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo.
¿ Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7: Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8: Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9: La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas de la diferencia horaria.
10: Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.
12: El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13: Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano con Mónica.
14: No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
15: La carta infame
Estudios de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza. Sensiblería y procacidad.
Entrega 16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica, proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega (17): La investigación aplicada
Más de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones y conjeturas.
Entremés – Solo por excepción (I) / La drástica decisión.
Entremés – Solo por excepción (II)/ Los trabajos y los días
Entremés – Solo por excepción (III y última del entremés)/ El experimento Rochester.
18: La afirmación positiva
Una visión panóptica. La eficacia de las caricias. No lejos de la fábrica.
Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista. Certero impacto del Artista Pop.