Roma, Quevedo y Piranesi: sé que suena a formación futbolística de los ´60, pero déjenme explicarles.
Hace ya casi veinte años propuse en el legendario número 2 de esta revista un divertimento que llevaba por título Roma y lo efímero y que el editor definió pomposamente como “Una hipótesis estética (con algo de ficción documental)”. Creo que la nota inauguraba la sección La mirada del flâneur, con la particularidad de una incómoda desatención en la ortografía de la palabra francesa (pecados editoriales de revista nueva). Allí vinculaba dos vidas paralelas aunque distantes, la del joven diplomático y poeta Francisco de Quevedo y Lucientes en el siglo XVII y la de un burócrata académico europeo en los albores del XXI, unidos por Roma, la melancolía de un soneto y los flujos del Museo de Arte Contemporáneo proyectado por Zaha Hadid.
A Roma, sepultada en sus ruinas
Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,
y en Roma misma, a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas,
y tumba de si propio el Aventino
yace, donde reinaba el Palatino;
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.
Solo el Tíber quedó, cuya corriente
si ciudad la regó, ya, sepultura
la llora con funesto son doliente.
¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.
Pasó el tiempo, ese Tiber insensible, y hace unos días me trajo un dato que desconocía a través de una nota de Esteban Torre en la revista Rhythmica, Traducción y métrica comparada: a propósito de dos sonetos de Francisco de Quevedo, encontrada al azar (luego les explico). Me entero así que el soneto quevediano no es de su inspiración original sino la traducción o interpretación, según se mire, de un poema del francés Joachim du Bellay…
Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome
Et rien de Rome en Rome n’aperçois,
Ces vieux palais, ces vieux arcs que tu vois,
Et ces vieux murs, c’est ce que Rome on nomme.
Vois quel orgueil, quelle ruine:
et comme Celle qui mit le monde sous ses lois,
Pour dompter tout, se dompta quelquefois,
Et devint proie au temps, qui tout consomme.
Rome de Rome est le seul monument,
Et Rome Rome a vaincu seulement.
Le Tibre seul, qui vers la mer s’enfuit,
Reste de Rome. Ô mondaine inconstance!
Ce qui est ferme, est par le temps détruit,
Et ce qui fuit, au temps fait résistance.
…que a su vez es versión del soneto original en latín del siciliano Janus Vitalis.
Qui Romam in media quaeris novus advena Roma,
Et Romae in Roma nil reperis media,
Aspice murorum moles, praeruptaque saxa,
Obrutaque horrenti vasta theatra situ:
Haec sunt Roma. Viden velut ipsa cadavera, tantae
Urbis adhuc spirent imperiosa minas.
Vicit ut haec mundum, nixa est se vincere; vicit,
A se non victum ne quid in orbe foret.
Nunc victa in Roma Roma illa invicta sepulta est,
Atque eadem victrix victaque Roma fuit.
Albula Romani restat nunc nominis index,
Quinetiam rapidis fertur in aequor aquis.
Disce hinc, quid possit fortuna; immota labascunt,
Et quae perpetuo sunt agitata manent.
A su vez la versión de Bellay tiene una traducción al inglés del seiscentista Edmund Spenser, el original de Vitalis una versión castellana de Luis Martín de la Plaza y, siglos después, nada menos que don Ezra Pound se le anima a Bellay en From the French of Joachim du Bellay:
O thou, new comer, who seekst Rome in Rome
And find’st in Rome no thing thou canst call Roman:
Arches worn old and palaces made common
Rome’s name alone within these walls keeps home.
Behold how pride and ruin can befall
One who hath set the whole world ‘neath her laws,
All-conquering, now conquered, because
She is Time’s prey and Time consumeth all.
Rome that art Rome’s one sole last monument,
Rome that alone hast conquered Rome the town,
Tiber alone, transient and seaward bent,
Remains of Rome. O world, thou unconstant mime!
That which stands firm in thee Time batters down,
And that which fleeteth doth outrun swift time.
Como en las versiones nacionales de las series de hoy en día, una misma idea deudora de Heráclito y corporizada en la decadencia romana atraviesa la literatura de varias naciones y diversas lenguas. Esas paradojas del tiempo y del espacio encuentran una expresión gráfica en las Vedute di Roma de Giovanni Battista Piranesi, arquitecto, arqueólogo y grabador del XVIII. Sus perspectivas a la vez lineales y atmosféricas muestran la magnificencia de la arquitectura; la vegetación que parasita los muros derruidos y los escombros que pavimentan sus alrededores cuestionan o puntúan, según se mire, la pretensión de permanencia. Piranesi intuía algo que asomaba entre las ruinas. Hay algo en su trabajo de "lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer" (quizás exageramos y simplemente era un extraordinario dibujante…). Una recomendable fan account, @ArtistPiranesi, homenajea su obra en Twitter; fue por ella que iniciamos la googleada que nos llevó hacia Torre y los sonetos hermanos del de Quevedo. Lo fugitivo permanece y dura.
CR
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I) en el número 70, El Muro de La Horqueta (c/ Lucila Martínez A.) en el número 79, Turín y la Mole en el número 105, Elefante Blanco en el número 116, Sídney, lo mejor de ambos mundos en el número 126, Clásico y Pompidou (c/Carola Ines Posic) en el número 149/150 y México ´70 en el número 168/9. Es uno de los autores de Cien Cafés.
Ver Roma y lo efímero. Una hipótesis estética (con algo de ficción documental)” en nuestro número 2.