En el debate de ideas que sostuvo incansablemente desde (al menos) la década del ‘70, Tony Díaz planteaba, en los últimos tiempos, la importancia del oxímoron como uno de los modos de procedimiento necesarios para una definitiva fusión entre arquitectura y urbanismo. Su ejemplo habitual era la expresión “el instante eterno”. Sólo hace poco supe que tal es el título de uno de los libros de Michel Maffesoli(a quien estimo hace tiempo y que nunca hubiera relacionado con Tony) acerca de nuestra condición contemporánea. Por cierto, uno de los mejores poemas de Borges, de 1964, esconde también ese oxímoron: El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.

Es que el complejo ideario de Tony, siempre uno o más pasos adelante, se iba desplegando de esa manera: presentándolo como si fueran “ideas de todos los días” (para usar una expresión que le gustaba), como manera de ir aproximando al interlocutor a un tipo de comprensión singularísima de la arquitectura, inactual a su pesar, y al mismo tiempo extrañamente verdadera.
Conocimos a Tony en 1983 en la Universidad de Buenos Aires, apenas salidos de la escuela secundaria, cuando a ciegas buscábamos nuestro camino en la Facultad de Arquitectura. Como él solía decir respecto de su propia formación, tuvimos suerte: la Argentina y la Universidad salían de la larga noche de la dictadura cívico-militar, y la Facultad y la Argentina trataban de renovarse de la mejor manera posible. Pronto esta renovación (ambas renovaciones) encontraría sus límites, pero entretanto, nos pudimos formar como arquitectos en un clima cultural único, que mezclaba universidad, rock, literatura, cine, fiestas, militancia política, una calle ganada.
En este clima, el taller de Tony Díaz jugó un rol fundamental para nuestra formación y la de muchos otros. No teníamos idea de dónde venía, qué había sido La Escuelita, por qué las ideas del neorracionalismo eran importantes (y no sus formas), pero abrazamos esa idea de que era posible aprender de la arquitectura común, tanto como de la mejor teoría disponible.Salimos masivamente a caminar esa calle y ese espacio público recuperados, a elegir edificios que nos interesaban, a medirlos y a redibujarlos amorosamente para aprender de ellos. Al mismo tiempo, a leer teoría que apenas comprendíamos, y sobre la que teníamos que escribir (como podíamos) nuestros propios textos.
Y por supuesto, a proyectar. Pero nuestros proyectos eran (querían ser) siempre una interpretación: una operación culturalmente informada, en favor de una reconstrucción disciplinar en un nuevo marco de país. En ese sentido (comprendemos ahora), se trataba de una posición pedagógica profundamente política.
Quisimos, en esos años, trabajar en su estudio. Algunos pudimos hacerlo. Pero fue poco tiempo: sorpresivamente (o no), Tony siguió a España en 1988. Pero su trabajo (y el de otros de aquella experiencia única) estaba hecho: estábamos marcados, y teníamos que seguir nuestro propio camino.Hicimos lo que pudimos en los años siguientes. La crisis de 1989; primeros pasos profesionales, concursos ganados y perdidos, empezar en la docencia (haciendo uso del prestigio de haber pasado por su taller). Algunos, a estudiar en el exterior. Formar parejas y familias. Sociedades armadas y desarmadas. Recesión desde el ’95. Fin de un ciclo en 2001.
Para ser sinceros, nos olvidamos un poco de él. Eran tiempos proto-email, internet y tele o videoconferencias, y sus visitas a Buenos Aires no tenían la frecuencia que podía hacer posible un contacto más cercano. No sabíamos bien qué estaba haciendo. Sus textos no aparecían con mucha frecuencia, o nos pasaban desapercibidos. Su relación con Buenos Aires parecía limitada a sus visitas cada tres o cuatro años, más ligadas a los afectos que a la arquitectura.

Algo de eso empezó a cambiar en 2006. Aceptó la invitación que le hicimos con Luis Ibarlucía para hacer el concurso del Centro Cultural del Bicentenario, que incluía ideas para su entorno urbano inmediato. Acordamos que con Luis nos haríamos cargo del edificio, y Tony desde Madrid de los temas urbanos. Ambos frentes se iban discutiendo y casi todo se dibujaba en Buenos Aires.
Volviendo a mirar aquel proyecto y a releer la memoria que escribimos juntos, vuelvo a encontrar una propuesta que, usando al Correo Central como herramienta, era capaz de reconstruir ese fragmento del centro de Buenos Aires, integrando a la Plaza de Mayo, el nuevo complejo cultural y Puerto Madero (tarea que la ciudad aún tiene pendiente). Arrimamos al premio principal; sigo creyendo que nuestra propuesta urbana era la mejor (y la de arquitectura lo suficientemente buena). Ojalá hubiéramos podido hacerla. Durante un tiempo, fantaseamos con que el Gobierno de la Ciudad llamara a un segundo concurso, esta vez para el desarrollo concreto de estos temas urbanos (más allá del edificio).
También en 2006, después del concurso, con un grupo de trabajo de la Facultad le pedimos una opinión sobre la inserción del Urbanismo en un nuevo plan de estudios de la carrera de Arquitectura. Sigo considerando que su respuesta (una carilla mecanografiada con diez ideas y un almuerzo en Palermo cuando pasó por Buenos Aires, meses más tarde) es lo que hay que hacer.Ese nuevo plan de estudios aún espera.
A partir de esas dos experiencias, me parece a mí que Tony empezó a tener con Buenos Aires una relación un poco diferente, más “arquitectónica”. Publicó un libro en Infinito y vino para presentarlo; empezamos algunas charlas a la distancia; lo visité en Madrid en 2010, cenamos en su casa un sábado (a una cuadra del Bernabéu, a pesar de que se había hecho hincha del Barcelona),y me llevó a ver sus tres manzanasde vivienda protegida en Alcorcón el lunes (recién terminadasdos y en obra la tercera: quitaba las fundas de los artefactos de iluminación para que las fotos salieran bien). Estaba informado del estado de la arquitectura y el urbanismo en Buenos Aires: sus temas eran siempre las relaciones entre lo que pasaba aquí con lo que se estaba pensando, y lo que estaba pasando, internacionalmente. Seguía los temas de política universitaria y los de política nacional argentinos.

Me impresiona pensar en lo intenso de su relación con Buenos Aires en lo que sería el último año activo de su vida. Su último proyecto fue para la Argentina: el concurso para las Playas Ferroviarias de Caballito en 2013. Esta vez se invirtió lo de 2006; nos invitó él a hacerlo (aunque nosotros ya nos lo habíamos propuesto), y casi todo se dibujó en Madrid. Publicó aquí un texto que para mí establece un nuevo fundamento: La Arquitectura después de la Metrópolis (PLOT, Vol. 16, Diciembre 2013-Enero 2014, pp. 180-186), con sus ideas de los últimos doce años. Viajó para ser nombrado Académico Correspondiente en España de la Academia Nacional de Bellas Artes, y pronunció un discurso ejemplar. Aceptó hacer una entrevista sobre su vida, para Moderna Buenos Aires. Visitó por última vez la Facultad, para hacer una charla con estudiantes, y dio una conferencia en la Universidad Di Tella.
El proyecto para las Playas Ferroviarias de Caballito se verá, con el tiempo, como el primer intento de traducir las ideas de La Arquitectura después de la Metrópolis en una propuesta urbana concreta; en este caso, para Buenos Aires. No fue entendido: no importa. Seguirá su influenciainvisible, como tantas de las cosas importantes sobre las que Tony llamó la atención, hacia un presente futuro.
En la fusión de arquitectura y urbanismo a la que dedicó sus investigaciones de la última década larga (y pensándolo bien, quizá de toda su vida), no eludió el lugar que le cabe al lenguaje personal, tomando el riesgo que implica llevar a sus propias obras sus ideas al respecto. En esto, creo que estuvo a la altura de quienes (como ha señalado Deleuze), a pesar de no perseguir un estilo, son a menudo los más grandes estilistas.
Escribiendo en 1995 un texto acerca de la partida de Ernesto Katzenstein, Tony decía: “va a ser complicado saber cómo recordarlo; era un tipo infinito”. Para mí, Tony Díaz también era un tipo infinito. La diferencia es que nos deja un programa: estar a su altura seráquizá (para terminar con Maffesoli) tarea de la comunidad de sus santos.

La noche de hace diez días en la que supe que se iba (en el mismo lugar donde lo conocí), abrí una botella de buen vino y brindé con él mientras mi familia dormía. No sabía qué más hacer. Creo que eso le hubiera gustado.
PJ
5 de Octubre de 2014
El autor es Arquitecto 1990, FADU/UBA, Medalla de Honor CPAU, Profesor Titular de Arquitectura II, IV, Proyecto Urbano y Proyecto Arquitectónico en la FADU-UBA (Catedra Jaimes) (ir a http://www.catedrajaimes.com.ar/Catedra_Jaimes.html)y actual Coordinador del Área Urbanismo de la FADU. Profesor Invitado en la Carrera de Arquitectura de la Universidad Torcuato Di Tella.Desde 2001 es titular de Polo Jaimes Oficina de Arquitectura y, desde 2004, de CFG Planeamiento y Arquitectura. Ha sido funcionario público en áreas de planeamiento urbano. Ha obtenido premios en concursos urbanos y de anteproyectos.
Tony Díaz fue, además de un Maestro de la arquitectura argentina, un gran lector y amigo de café de las ciudades. Le estamos agradecidos por ese honor. De su autoría, publicamos en 2013:
Número 130 I Arquitectura y Proyectos de las ciudades (I)
Crónica de un desencuentro I Una propuesta para el Concurso de Caballito y la intervención en las metrópolis post-industriales. I Por Tony Diaz