En la ciudad de Buenos Aires y su espacio metropolitano, en las últimas dos décadas, se ha instalado un proceso que rompe los patrones tradicionales de crecimiento a partir de la emergencia de enclaves fortificados, los “parques cerrados”, que encapsulan actividades, fragmentan territorios, segregan población.
Se observa entonces cómo las actividades productivas, por ejemplo, tienden a concentrarse en Parques Industriales, las de intercambio en Parques Comerciales, las de innovación en Parques Tecnológicos, las habitacionales en Parques Residenciales, o las de esparcimiento en Parques Recreativos.
Dado el rígido acordonamiento que estos enclaves le imprimen a su perímetro y el carácter selectivo de su interior, los efectos de estos procesos generan una aguda polarización urbana, en el que unos pocos espacios concentran riqueza y muchos otros se sumergen en un estado de abandono y precariedad extremos.
En este marco, comenzó a desarrollarse en el Barrio La Estrella de San Miguel Oeste, bajo la figura de “Parque Social”, una experiencia singular como instrumento de contención, de integración e inclusión, que tiene en esencia un espíritu contestatario a estas nuevas formas de crecimiento diferencial de la ciudad.
De esta manera, la comunidad local ofreció respuestas alternativas que apuntan a recuperar valores sociales en pugna sobre el territorio, tales como: competitividad y cooperación; solidaridad y compromiso; seguridad y recreación; iniciativa y desarrollo; formación y trabajo; futuro y presente; capacidades y oportunidades.
La Estrella… un barrio abierto de loteos populares
El Barrio La Estrella contiene patrones representativos de los procesos de loteos populares abiertos del segundo cordón metropolitano: tejido urbano discontinuo, bajas densidades, viviendas de autoconstrucción, precaria accesibilidad, suelos inundables, ausencia de infraestructuras, calles sin pavimentar, escasez de equipamientos.
Se encuentra situado en el municipio de San Miguel, en el deslinde con los de Moreno y José C. Paz, y abarca unas cien manzanas caracterizadas por bajo nivel socioeconómico, exigua actividad comercial y productiva, alto nivel de desempleo, predominancia del trabajo informal, importante deserción escolar.
Asimismo, las condiciones de inseguridad general se agravan por la creciente delincuencia juvenil y por el tráfico y consumo de drogas, que hacen del espacio público el escenario de confrontación. Con lo cual, estas circunstancias instalan en el barrio problemáticas en correspondencia con las de áreas sociales de alto riesgo.
Construcción colectiva de problemas y respuestas
A partir de la confluencia de ciertos episodios de saturación, la comunidad local produjo dos giros significativos: por un lado, comenzó a organizarse para construir colectivamente problemas a atender; y por otro, generó instancias de toma de decisiones que ofreciesen respuestas suficientemente vastas, factibles e inclusivas.
Grupos de vecinos fueron movilizados por la sociedad de fomento barrial y, aunando fuerzas con organizaciones civiles sin fines de lucro, mantuvieron masivas reuniones de discusión en la escuela de la zona, donde pusieron en evidencia conflictos, temores y frustraciones, y –también– posibilidades, expectativas y oportunidades.
Luego de un año, la decena de encuentros concluyó en la necesidad de revertir la situación crítica del barrio a partir de acciones que permitan la reinserción de los jóvenes en el sistema educativo, la generación de herramientas de acceso al empleo y el desarrollo de microemprendimientos que potencien las capacidades locales.
La compleja formulación de un escenario consensuado
Como respuesta al conjunto de problemas identificados, se propuso la recuperación de un terreno baldío adyacente para emprender actividades de contención múltiples. Tras algunas gestiones con los propietarios, se acordó una cesión gratuita en comodato para desarrollar allí un “Parque Social” que fije un rumbo deseable a la población local.
El primer paso había sido dado. Y transformar un basural en parque, retirando escombros, quitando malezas, rellenando suelos, fue el siguiente; que se logró con la participación de importantes empresas e instituciones, convocadas por las organizaciones vecinales a aportar recursos, tecnologías y maquinarias.
Cómo darle espacialidad a las actividades era el interrogante que se abría, y para ello se convino en el llamado a un concurso de ideas que terminó planteando un horizonte consensuado a mediano y largo plazo. Si bien la propuesta se sabía ambiciosa, permitió plasmar una orientación sobre cómo crecer cuando deba hacerse.
Entre lo real y lo ideal, un debate sobre lo posible
Hoy, en el imaginario del Barrio La Estrella dos discursos se debaten: por un lado, qué hacer frente a la intensificación de los problemas derivados de la inseguridad, del desempleo y de la falta de infraestructuras y servicios; y, por otro, cómo aproximarse a la concreción de ese modelo soñado en las ideas del concurso para el parque.
Con lo cuál, la discusión tiende a saldarse en el marco de lo posible. Dos importantes acciones se han logrado implementar en el último año: una incipiente toma de conciencia sobre la necesidad de mantener la limpieza y el cuidado del parque; y una progresiva utilización del espacio para desarrollar actividades de recreación y deporte.
Asimismo, otras dos acciones se encuentran en intenso proceso de gestión: la creación de una plaza pública de una hectárea, con bancos y juegos infantiles, y la adecuación de un espacio de dos hectáreas para que las escuelas realicen actividades físicas, acompañado de un “corredor seguro” para el traslado de los estudiantes.
La lección que se comienza a gestar desde el parque
En consecuencia, los territorios de borde en las grandes áreas metropolitanas atraviesan por agudos procesos de fragmentación territorial que acentúan los problemas de exclusión y de segregación social. Ante este marco, mediante tan aisladas como pequeñas iniciativas locales, comienzan a surgir nodos urbanos de inclusión.
En el Barrio La Estrella, a partir de los recursos movilizados en el área, donde se generaron instancias de construcción colectiva de problemas y de formulación de escenarios consensuados, los vecinos han adquirido nuevas capacidades para gestionar el territorio y para liderar el propio proceso de desarrollo.
De modo que, frente a un crecimiento diferencial de la ciudad, es indispensable sostener, consolidar y reproducir esta incipiente experiencia de “Parques Sociales”, que tienden redes de contención, fortalecen relaciones de vecindad, ofrecen nuevas oportunidades a la población y permiten recuperar valores sociales en pugna.
GT, EC, VC, LG y DN
Guillermo Tella es arquitecto, urbanista y Profesor-Investigador Adjunto de la Universidad Nacional de General Sarmiento.Estela Cañellas, Viviana Colella, Luciana Garavaglia y Daniela Natale son estudiantes de la Licenciatura en Urbanismo y Ecología Urbana, Universidad Nacional de General Sarmiento.
Sobre la periferia metropolitana de Buenos Aires ver las notas La extrema periferia e Historia en dos ciudades, en los números 16 y 26, respectivamente, de café de los ciudades.
Ver la página de Redes Comunitarias sobre el Parque San Miguel Oeste.
Ver las notas publicadas por los sitios buenostiempos.com.ar y eco2site.com.
Ver la opinión de la Cámara de Diputados de la Nación sobre la recuperación del Parque San Miguel Oeste.