N. de la R. Debido a su extensión, esta nota se publica en sucesivos números de nuestra revista.
Introducción
Las preguntas que dan sentido a este texto surgieron a partir de los anuncios relativos a la pandemia del presidente de la Nación Argentina Alberto Fernández, junto al Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) Horacio Rodríguez Larreta y el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Axel Kicillof. ¿Qué se entiende por el AMBA? ¿Qué geografía abarca? ¿Cuántos municipios comprende?
Con la pandemia el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) se instaló como trending topic; es el mayor aglomerado urbano del país, determinado por la CABA (asiento del gobierno nacional y porteño) y decenas de municipios circunvecinos de la Provincia de Buenos Aires (partidos del conurbano bonaerense), que hoy día tienen, dada su primacía poblacional y económica, una inquietante estadística epidemiológica frente al COVID-19. Pero se repara en un confuso dato geográfico, aunque quizás conocido en círculos profesionales y académicos, de que ese AMBA de trascendentes anuncios gubernamentales no designa a la tradicional definición metropolitana que, por ejemplo, el INDEC agrupa como "CABA + 24 partidos" bajo la tradicional expresión "Gran Buenos Aires". Ciertamente, en el contexto del virus se ubica un AMBA mucho más amplio que el definido en estadísticas y censos, porque agrega 16 populosos partidos del "tercer cordón" metropolitano, incluyendo a 3 municipios bonaerenses que conforman el Gran La Plata, cabecera del gobierno provincial. Aunque, aclaremos que ese AMBA de "CABA + 40 partidos" representa a la definición de "Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA)" adoptado desde hace años por algunos organismos públicos, académicos y sociales.
Ahora bien, parecería en este punto que se trata de tan sólo precisar las palabras (área o región) o los números (24 o 40 municipios). Sin embargo, resulta relevante profundizar en el análisis porque esta ambivalencia que se juzga no hace más que revelar la compleja trama en la construcción del concepto metropolitano. Una confusión cotidiana, que se expresa en divergencias, incluso controversias, en las definiciones geográficas adoptadas (tanto sectoriales como disciplinares), algunas fuertemente arraigadas en el imaginario social. De hecho, la literatura que ha abordado este tema desde diversos anclajes disciplinares (Torres, 1993; Garay, 1995, Caride, 1997; Kralich, 1999; Vapñarsky, 2000, entre otros) han definido conceptos como Conurbano Bonaerense, Aglomeración Gran Buenos Aires, Área Metropolitana, Región Metropolitana, entre otros. Aunque, esas definiciones no se han generalizado, ni tampoco dotado de un significado espacial unívoco o alcance geográfico preciso. De allí el interés por examinarlo más ampliamente, apoyándose en las definiciones de la geografía urbana adoptada en diferentes momentos históricos, basadas en una multiplicidad de disciplinas científicas, sectores gubernamentales y, en general, de los actores sociales implicados en este espacio metropolitano.
El texto dedica, primeramente, una amplia sección con apuntes en clave histórica sobre la construcción del concepto Conurbano, Aglomerado Bonaerense, Gran Buenos Aires, Área Metropolitana, Región Metropolitana, entre otras formas de conceptuación metropolitana. En una segunda sección (en el próximo número de esta revista), se repasa de un modo instructivo algunas regionalizaciones operativas de sectores esenciales encargados de la gestión de servicios públicos a nivel metropolitano. A modo de discusión –y como una hipótesis de trabajo– se analiza la geografía definida como AMBA en el marco de la pandemia del COVID-19 (Decreto 459/2020). Las diferentes secciones fueron hiladas de forma tal de permitir su lectura autónoma. Se espera que este texto enriquezca el actual debate sobre esta cuestión –la encrucijada política capital dada por la concentración demográfica y productiva del ¿AMBA?– en la que hoy la pandemia nos tiene atrapados.
Capital Federal – Aglomerado Bonaerense – Gran Buenos Aires – Conurbano
Esta sección presenta diferentes definiciones metropolitanas construidas a lo largo de más de un siglo (1880-1994). La selección de las historias –sin pretensión de exhaustividad– recorre leyes, planes y proyectos que se juzga definieron, de alguna manera, límites a la geografía metropolitana. El recorrido adoptado reúne a ciertos personajes (técnicos, académicos y políticos) que tuvieron protagonismo para una definición metropolitana, así como también se contrastan ideas y prácticas en un plano desde donde esas elaboraciones conceptuales despliegan actores, instituciones y tensiones características de diferentes escenarios históricos.
Uno. Los límites para la Capital Federal.
La definición de los límites de la Ciudad de Buenos Aires fue el corolario de cruentos conflictos que atravesaron la política argentina durante el siglo XIX y que culminaron con su federalización en 1880. Las disidencias entre la Nación y la Provincia de Buenos Aires, tramadas ideológicamente en la oposición «civilización y barbarie» de Sarmiento, desembocan en la instauración de un orden metropolitano, la Capital Federal, jurisdiccionalmente separado de la Provincia. Este conflicto –después de un sangriento episodio bélico– tuvo como condición limitar el poder de la Provincia con la federalización de la que era por entonces su ciudad capital (Novick y Caride, 1998).
Figura 1. Plano de la federalización de Buenos Aires
Mapa de Buenos Aires del Departamento de Ingenieros de la Nación (1888). El antiguo municipio de Buenos Aires, federalizado en 1880, el ensanche fijado y un amplio territorio anexado, que incluía los núcleos urbanos de Flores y Belgrano y una vasta zona de tierras rurales. Litografía del Departamento de Ingenieros. Dib. Vigier, 1888. Ciertamente, la capitalización de Buenos Aires configura el federalismo argentino sobre una cuestión que había dividido a las provincias: se dota de mayor poder al Gobierno Nacional, quedándole algo de preponderancia a la Provincia de Buenos Aires. La Nación, al hacer de Buenos Aires su capital, asumió la responsabilidad de prestar servicios, de embellecerla, de engrandecerla. El Gobierno Nacional –y su dependiente Municipalidad capitalina desde entonces– construyó aceleradamente el puerto (de ahí su emergente gentilicio porteño), centenares de edificios escolares, grandes edificios públicos, obras sanitarias… Con ese poder nacional se transforma en veinte años una "aldea en una gran ciudad", pretendido foco de civilización europea trasplantada en América del Sur.
En 1887, siete años después de decidida la federalización de la ciudad de Buenos Aires, se le asignan nuevos límites que pautan el crecimiento urbano posterior, anexando al antiguo municipio un amplio territorio federal que engloba a los poblados de Flores y de Belgrano. Precisamente los nuevos límites para la Capital Federal, además del Río de la Plata y el Riachuelo, se trazan en base a una línea geométrica, que recién se materializa en 1936 con un camino de circunvalación denominado Avenida General Paz (figura 1). En rigor, el proyecto del límite definitivo fue del Intendente Crespo, junto con el proyecto de las avenidas diagonales (Norte y Sur) que mediante actuaciones urbanas buscaban preservar, pese al cambio de escala que adquiere la jurisdicción municipal, una centralidad y simetría de la ciudad tradicional (Gorelik, 2004: 92). Gorelik aclara el error historiográfico de adjudicar al Intendente Alvear el límite definitivo de la Capital Federal. Es que anteriormente Alvear propuso un ensanche –envolvente y mucho más próximo al antiguo municipio– que no se vinculaba con la necesidad de ampliar sobre un vasto territorio bonaerense, sino más bien "regularizar el límite tradicional del municipio". Ocurre que para realizar la regularización de su proyecto, también proponía una cesión de tierras –aunque una porción más pequeña– de los municipios de Flores y Belgrano, y no lo que ocurrirá en 1887 bajo la Intendencia de Crespo cuando cede por completo los núcleos urbanos de dos municipios, abarcando una gran extensión de tierras rurales de éstas e incluso cesiones de tierras involucradas con los municipios de San Martín y San Isidro.
Aunque, en realidad, ya hacía décadas atrás se verificaba un continuum entre el centro de la ciudad tradicional (Plaza de Mayo) en dirección al sur, siguiendo los viejos caminos, hacia Barracas al Sud (actual partido de Avellaneda). Pero la definición geográfica del límite de la Capital Federal desechó esta realidad metropolitana, imponiendo como límite el Riachuelo (Gorelik y Silvestri, 1991). La Provincia de Buenos Aires, entretanto, desprovista de su ciudad capital, en 1882 creaba ex nihilo su cabecera, La Plata, a unos 70 kilómetros al sur de Buenos Aires, hecho único en la Argentina moderna.
Entre 1880 y 1920, antes de que se ensayaran planes urbanos, se construyen artefactos de la ciudad moderna: obras sanitarias, ferrocarriles y tranvías, frigoríficos (la industria del campo) y las sedes del poder gubernamental (el Congreso de la Nación, los Tribunales, los Ministerios). A la par de los trabajos de embellecimiento de parques y jardines, instalación de mercados, adoquinado de las calles, se promovió –mediante el sistema de concesiones– la instalación de los servicios eléctricos y de las primeras redes de gas. En ese contexto surgen políticas higienistas para la población, como la masiva promoción de la inmigración que “bajaban de los barcos” en el Hotel Inmigrantes y habitaban conventillos obreros. Italianos y españoles en el paisaje porteño, ahora «más europea que cualquier ciudad de Europa, que son francesas o inglesas o alemanas, pero no europeas», como observó alguna vez Jorge Luis Borges (Molina y Vedia, 1997: 84).
Dos. La conurbación bonaerense.
Entre las décadas del 1920 y 1930 proliferan conceptualizaciones sobre la ciudad real, que ve traspasar los límites capitalinos. Irónicamente, encontramos en el topónimo "conurbano bonaerense" un concepto –aunque ignorada su adopción como uso corriente– filiable al neologismo acuñado por el polifacético biólogo escocés Patrick Geddes, cuando adelanta en Cities in Evolution (1915) el término conurbation al definir la expresión material del agrupamiento poblacional –y también de gobierno y administración–, en forma de continuum edificado, tal como se venía produciendo notablemente en Buenos Aires desde principio de siglo XX. Entre los censos poblacionales de 1869 (214.344) a 1914 (1.921.831) la Capital Federal, junto a 15 partidos de los alrededores, crecía casi nurve veces (Besio Moreno, 1939). Ese crecimiento urbano está encarnada, fundamentalmente, por migrantes de ultramar bajo regímenes de promoción estatal. En una época de esplendor del comercio internacional de Argentina, inmediatamente antes del inicio de la Primera Guerra Mundial y la consecuente temporaria interrupción de los flujos de comercio internacional. Acaso este término conurbación que traemos nos ofrece un derrotero para reunir algunas referencias históricas sobre este tema.
El enfoque pionero para la conurbación se establece, probablemente, a partir de del abordaje "sanitarista" con la creación en 1912 de Obras Sanitarias de la Nación (OSN), que reorganiza a la antigua Dirección de Salubridad de la Capital.
Figura 2. Distrito Sanitario del Aglomerado Bonaerense, 1941
Tanto en el proyecto de "Saneamiento del Territorio de la Capital Federal 'Radio Nuevo' de Agustín González (1908) como en el "Proyecto de ampliación de los servicios de Agua y Cloacas para una población de 6.000.000 de habitantes" de Antonio Paitoví (1923) hay un planteo metropolitano que adopta un área operativa, con algunas localidades aledañas de la zona Sur. Pero Enrique Butty plantea una verdadera unidad metropolitana en forma de "distrito sanitario". Efectivamente, en el "Distrito Sanitario del Aglomerado Bonaerense" detalla nuevos depósitos proyectados que se adicionan a los existentes y su alimentación desde la Planta Palermo (San Martín) como epicentro de cobertura para un radio de 35km a abastecer a 16 municipios (incluyendo la Capital Federal), el tipo de servicio (agua, cloaca, ambos) y de gestión (empresa privada-OSN) brindada en cada localidad (Babbo, 2019). El plano define un límite considerado para "Aglomerado Bonaerense" que, curiosamente, es la delimitación para "Gran Buenos Aires" definido en 1939 de Besio Moreno (figura 4). Fuente: Butty, 1941. Distrito Sanitario del Aglomerado Bonaerense. Talleres Gráficos OSN.
Los antecedentes higienistas a los problemas del crecimiento de la ciudad estuvieron históricamente signadas por las epidemias de cólera y fiebre amarilla de 1867-1871, que diezmaron Buenos Aires. De ahí el posterior desarrollo de las redes de provisión de agua, desagües cloacales y pluviales para la ciudad recostadas a partir de entonces sobre el recurso hídrico del caudaloso Río de la Plata. La creación de una empresa estatal nacional, empujada por empresas británicas del sector, asume el monopolio de la expansión sanitaria por fuera de la división jurisdiccional capitalina –además de la extensión del servicio en ciudades del territorio nacional– que lleva con los años a sincerar una realidad metropolitana. Bajo imperativos tecnológicos y geográficos no exentos de intereses y controversias, se celebra una ley-convenio con la Provincia de Buenos Aires para la provisión de esos servicios públicos. Quizás el punto más notable de ese abordaje se da recién en tiempos del Ingeniero Civil Enrique Butty al frente de OSN, cuando a fines de la década de 1930 emprende un plan de agua potable y saneamiento unificado para un "Aglomerado Bonaerense", en el marco de un plan regulador del sector (Brunstein, 1989; Catenazzi, 2017; Babbo, 2019; Tobías, 2019) que incluye la Capital Federal con 15 municipios conurbados de la Provincia de Buenos Aires (se entiende como "aglomeración" a una localidad concebida como concentración de edificios y calles; Vapñarsky, 2004).
El agrónomo Benito Carrasco –siguiendo a Caride (1997)– fue acaso quien propuso por primera vez un planteo "paisajístico" que integre la capital con las localidades de los alrededores. Carrasco (1927), despojado de fundamentos históricos, productivos o demográficos, argumenta las consecuencias naturales para una ciudad que había sobrepasado ya sus límites. Apela al método d’embellissement et d’extension afiliado al paisajismo francés, aunque también abrevando ideales del Garden Cities del inglés Ebenezer Howard. Su trabajo consistió en un relevamiento regional con pretendidas conexiones paisajísticas entre los elementos naturales que brindan las costas del estuario rioplatense y la llanura pampeana, tomando como partido geográfico a los ejes ferroviarios, con especial interés en la integración de las localidades del eje norte (Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre) que unía con el pionero paraje turístico del delta de Tigre. Además considera un eje oeste, siguiendo las vías del Ferrocarril Oeste (localidades de Ciudadela, Ramos Mejía, Haedo y Morón). Un tercer eje del Ferrocarril al Pacífico destaca hacia el noroeste la vinculación con Palomar, Hurlingham, Bella Vista, Muñíz y San Miguel. De ahí que exhorta para tal efecto a crear una "Confederación de Municipios" que permita una integración administrativa con las facultades, para implementar un plan regulador que asegure la armonía de su crecimiento. Curiosamente, no aparece relevado en su trabajo el eje sur, originaria conurbación de la Capital, que manifestaba hacía ya un siglo una continuidad física notable respecto a otros ejes del crecimiento urbano (Caride, 1997) y que la expansión de las redes de OSN ya habían sincerado.
En este debate también se anticipa el ingeniero-urbanista Della Paolera, que hacia mediado de 1920 realiza estudios de doctorado en París, desde donde envía artículos al diario La Razón. Años después publica conferencias en el naciente Instituto de Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y, posteriormente, al frente de su creada Oficina del Plan de Urbanización (1932-1938) de Capital Federal. Della Paolera coincidía con Carrasco en la necesidad de un plan regulador para la Aglomeración Bonaerense, pero con un enfoque tributario a la aglomération parisienne (Novick, 1993), fundado en una aglomeración adecuada a la estadística poblacional, a nociones de espacios libres y circulación del tránsito, entre otros temas. Della Paolera insta a solucionar urgentemente el "anacronismo urbanístico" en el que estaba inmerso el "Gran Buenos Aires", tal como lo comienzan a abordar para esa misma época las grandes ciudades del mundo (Londres, París, Berlín, Tokio). Entre las ideas propuestas se destaca el desarrollo de una densa edificación, envolviendo a un núcleo urbano con una cintura de espacios verdes a mantenerse en estado natural. Esa medida debía implementarse mediante una "Ley-convenio" única y general entre la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires (Della Paolera, 1977: 80). Pensemos que ya desde fines de la década de 1920 está en marcha otro flujo migratorio que viene del interior argentino, especialmente encarnado por migrantes internos o "cabecitas negras", quienes llegan desde los quebrachales, desde las zafras, desde los ingenios, desde los pueblos agrícolas, como consecuencia de la crisis de las economías regionales, por efecto derivado de la llamada Gran Depresión de 1929. Buenos Aires pasa a convertirse en un polo de atracción al estar inmersa en una industrialización sustitutiva de importaciones en torno al puerto, en frigoríficos, en las fábricas, en playones ferroviarios.
Figura 3. Esbozo para un Plan Regional de Buenos Aires, 1932
Escriben Vautier y Bereterbide (1932): «el límite de la zona actualmente loteada (mancha negra) debe ser el límite definitivo del Gran Buenos Aires, el cual ya no debe extenderse más ocupando los espacios libres. La zona comprendida dentro de este límite (con una cabida para una población de 10 millones) debe ser remodelada paulatinamente en loteo, tipo de edificación, vialidad y espacios libres, de acuerdo con las directrices del urbanismo contemporáneo». Plano de Carlos María Della Paolera, Oficina del Plan de Urbanización.
En esos años, la circulación internacional del urbanismo desembarca con las célebres visitas de los arquitectos-urbanistas Jaussély (1926), Le Corbusier (1929) y Hegemann (1931), instalando la disciplina como un abordaje a los problemas del crecimiento urbano e industrialización de Buenos Aires. Esas visitas se traducen en ideas para abordar la conurbación más allá de los límites capitalinos, aunque tributando a diferentes ideologías urbanísticas, a veces enfrentadas. Quizás en ese debate hay que entender el laudatorio ¿Qué es el urbanismo? (1932) de los arquitectos Bereterbide y Vautier, con el esbozo de un Plan Regional para Buenos Aires y el pedido de un Plan Regulador. La publicación, editada por el Concejo Deliberante de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, elabora lineamientos en problemas como el tránsito en el centro, la falta de los espacios verdes, el abastecimiento del mercado central, la eliminación de residuos y, especialmente, la organización política de la conurbación de la capital (Molina y Vedia, 1997). Vautier y Bereterbide, con el mapa de Della Paolera (figura 3), propugnan un área "urbanizada" para el Gran Buenos Aires, en base a zonas loteadas (mancha negra), comprendida dentro de un límite físico que estimaba un potencial poblacional de 10 millones. En tanto desde el ejecutivo porteño Della Paolera, insiste en considerar la dimensión metropolitana para el Gran Buenos Aires, aunque no logra establecer una gestión mancomunada con la Provincia ni confeccionar el pregonado Plan Regulador (Novick, 1993).
El geógrafo Romualdo Ardissone alerta sobre lo que juzga como la falta de coincidencia entre la ciudad (como ciudad real, en su dimensión regional) y el municipio (como jurisdicción formal, la Capital Federal); las cursivas pertenecen a Gorelik, 2004: 399). Ardissone, en el trabajo titulado justamente La ciudad de Buenos Aires excede los límites de la Capital Federal. Necesidad de levantar un censo que abarque la totalidad de la aglomeración urbana bonaerense (1937), contrasta esas dos entidades cuando escribe: la ciudad "constituye una cosa viva, palpitante, que, en el caso de Buenos aires, manifiesta una formidable tendencia a la expansión", mientras que el municipio, "es una cosa rígida, presenta un límite cristalizado con una fuerte tendencia a no transformarlo aunque la realidad lo haya superado desde hace tiempo". Por eso va señalar que quienes "se oponen a la creación institucional del 'Gran Buenos Aires' no deberían aceptar tampoco los límites 'recientes' de la General Paz y el Riachuelo", que fueran creados en el curso del proceso expansivo y como respuesta a éste, sino que deberían retroceder "a una expresión muchísimo menor: a los límites establecidos por Garay en 1580, y suprimir todas las ampliaciones sucesivas". Su planteo trata de capitalizar la "aglomeración bonaerense", irresuelta en su dimensión municipal, para trazar vialidades, organizar el saneamiento, delinear parques regionales y unificar reglamentación y legislación urbanística para los tres brazos de expansión urbana. De ahí que proponga que el Censo Municipal de 1936, en coincidencia con el aniversario celebratorio de la primera fundación de la ciudad, abarque a toda la conurbación, e insta a sincerar esa realidad metropolitana. Sin embargo, su planteo no fue considerado cuando se realizan en 1936 el Censo Municipal y, dos años después, el Censo Provincial 1938.
Justamente fue el ingeniero civil Nicolás Besio Moreno (1939) quien logra por primera vez una estimación "poblacional" para el Gran Buenos Aires, valiéndose de técnicas demográficas, en base a datos que arrojaron los censos en uno y otro lado de la naciente avenida Gral. Paz. El procedimiento adoptado, en función de los cálculos de densidad definido para un "Gran Buenos Aires", traza un límite en la envolvente urbanizada interior a los ramales ferroviarios, de los partidos inmediatos y mediatos hasta un radio de 50 kilómetros de la Capital Federal, cuya población es mayor a 300 habitantes por km² (Besio Moreno, 1939: 416-417). Esa estimación indica que la población de la Capital proyectada a 1938, según el Censo Municipal de 1936, era de 2.469.045 personas, duplicando el número de habitantes registrados en 1909. En la envolvente de esos municipios, según el Censo Provincial de 1938, residían 1.135.719 bonaerenses; es decir, fuera de los límites capitalinos se localizaba casi la mitad de la población porteña y una tercera parte del total la población (3.604.764). El Gran Buenos Aires de Besio Moreno, en base a la pauta poblacional, no comprende el área "que aspiraría a otorgarle el moderno urbanismo, el cual procura encerrar dentro de la urbe, para la producción de víveres fundamentales para su alimentación y la comarca entera de esparcimiento que tanto beneficia a la higiene de las poblaciones" (Besio Moreno, 1939: 417). La referencia al "urbanismo" da cuenta del concepto de región de influencia o comarca, sobre los cuales coinciden los fundamentos del urbanismo organicista que pregona Della Paolera y la Carta de Atenas (1933) y que Besio Moreno conscientemente no adopta porque se limita al concepto de "recinto urbano edificado" de su objetivo demográfico (Caride, 1997).
Figura 4. Gran Buenos Aires, 1939
Fuente: Besio Moreno, 1939.
Hasta aquí dimos cuenta con apuntes de dos décadas de debates y ensayos oficiales para el Aglomerado Bonaerense, y posteriormente, Gran Buenos Aires, con partidos geográficos convergentes y divergentes en virtud de diversos anclajes disciplinares y técnicos (sanitaristas, paisajísticas, urbanísticas, demográficas, geográficas, administración…) pero que, ciertamente, confluyen en la necesidad de delimitar el continuum que, a todas luces, excedió los límites de la Capital Federal. De alguna manera, la construcción de la Avenida Gral. Paz (1936-41) que emprende el intendente De Vedia y Mitre clausura el ciclo de esos debates cuando se materializa una enorme frontera vial que desde entonces circunvala la Capital Federal entre el Río de la Plata y el Riachuelo, separándola de la Provincia. Con esa operación territorial, tal como sostiene Gorelik (2004: 399-400), se cristaliza un repliegue jurisdiccional de la Capital Federal, es decir, cobra forma una ruptura deliberada tanto material como simbólica.
LF
(continúa en el próximo número)
El autor es ecólogo urbano y urbanista. Investigador-docente del Instituto del Conurbano. Universidad Nacional de General Sarmiento.
Sobre su trabajo, ver también en café de las ciudades:
Número 186 I Ambiente
Infraestructura ecológica para la Región Metropolitana de Buenos Aires en tiempos de pandemia I Antecedentes históricos y factibilidad de implementación. I Por Leonardo Fernández
Número 132 I Ambiente y Planes de las ciudades
Biodiversidad Urbana I Apuntes para un sistema de áreas verdes en la Región Metropolitana de Buenos Aires I Por Diego Garay y Leonardo Fernández
Número 74 | Ambiente
“De los ríos no me río” | Ana Carolina Herrero y Leonardo Fernández investigan (seriamente) las cuencas metropolitanas de Buenos Aires | Marcelo Corti
Ver también su trabajo La ecología en el Gran Buenos Aires en tiempos de pandemia.
Referencias
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Ardissone, Romualdo. “La ciudad de Buenos Aires excede los límites de la Capital Federal. Necesidad de levantar un censo que abarque la totalidad de la aglomeración urbana bonaerense”, GAEA (Anales de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos), Buenos Aires, 1937, Tomo V, p. 470.
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