Nota
del editor:
Aunque
siempre nuestra revista advierte
con toda claridad que "las notas firmadas no expresan
necesariamente la opinión del editor", la publicación
de esta nota enviada por nuestro amigo y colaborador Carmelo
Ricot nos obliga a remarcar explícitamente esta aclaración
sobre lo que el lector/a encontrará en los párrafos
que siguen, con respecto a su coincidencia o no con nuestras
íntimas y particulares convicciones. Hecha esta advertencia,
redundante pero necesaria, queremos explicar también
a los lectores/as que café
de las ciudades publica esta nota por contener
algunas consideraciones vinculadas a las cuestiones urbanas
y territoriales que son objeto de nuestra revista y, especialmente,
como ejercicio de la libertad de expresión.
Como
es habitual en las notas que nuestra revista publica sobre
la situación argentina, incorporamos un glosario de
nombres, palabras y expresiones que pueden ser desconocidos
para lectores/as de otros países.

Prologo
(I): el mal que afecta a la Argentina es su derecha
En un
texto poco difundido que escribí hace un tiempo, al
fragor de las cacerolas, sostenía entre otras cosas
las siguientes:
"El
mal que afecta a la Argentina es su derecha.
Solitaria
ocupante del espectro ideológico, en sus múltiples
versiones la fuerza que pregona la reivindicación de
los privilegios y la profundización de las relaciones
de poder existentes tiene dominado el debate sobre cuanto
tema o circunstancia se establezca en nuestra sociedad. Si
por cortas etapas del devenir histórico ha quedado
acorralada en sus propias mentiras y en los recurrentes fracasos
a los que ha arrastrado al país, su capacidad de regeneración
le permite, como al poeta niño de Baudelaire, nutrirse
de las mismas escupidas que recibe en repudio a sus calamidades,
de las mismas heces con que ahoga a un pueblo humillado por
sus desatinos ("en todo lo que come, y en todo lo que bebe,
vuelve a encontrar el néctar bermejo y la ambrosía").
Sin
otro prejuicio que el de su propia perpetuación, la
derecha argentina no escatimará contradicciones, mentiras
ni felonías en su afán de reacomodar los ires
y venires de la política a los intereses parasitarios
de los sectores que acumulan la riqueza de la sociedad (una
riqueza, quede esto claro, que no generan ni estimulan). Carente
de antagonismos a su voluntad hegemónica, solo debe
enfrentar el contrapeso de sus propias atrocidades, que oculta
y minimiza cuando no puede atribuirlas (en el colmo de la
hipocresía) a las conjuras de una izquierda fantasmal,
enredada en su propia glorificación del fracaso.
En
su mentira infinita, teñirá de liberalismo las
autocracias más retrógradas, disfrazará
de nacional la disolución de un país (vertiente
nacionalista esta que le permitirá usufructuar tanto
las vejaciones del nacional - socialismo como la mentira del
socialismo - nacional), echará la culpa de los males
del país a que sus gentes no gustan del trabajo, o,
si el auge de las jornadas laborales de 12 horas por día
las inhiben de proferir semejante dislate, hablarán
del elevado costo del trabajo como si ignoraran que el ingreso
del trabajador argentino está lastimosamente por debajo
del de sus afortunados colegas europeos o norteamericanos.
(N. de
CR: a partir de aquí, el texto entra en consideraciones
muy vinculadas al momento histórico en el que fue escrito.
El lector puede saltear el resto de los párrafos en
itálica y justificados a al margen derecho, si prefiere
entrar directamente en el tema de la nota).
Diciembre
de 2001: el pueblo argentino reacciona contra la barbarie
neoliberal y expulsa a los mentecatos gobernantes de sus sitiales.
¡Revolución, el pueblo asume su destino, ganó
la gente!, gritan los ingenuos con fervor real o fingido.
Mirad en tanto a la bestia, agazapada en las sombras y presta
a lanzar su zarpazo. La derecha mueve su juego a la manera
de aquellos equipos de fútbol que tocan y tocan la
pelota hasta semblantear al rival, adivinar la cara de miedo
del lateral derecho contrario que será fácilmente
sobrepasado por un pelotazo a sus espaldas, o detectar al
escurridizo delantero que picará al vacío en
cuanto salga el estilete preciso de los pies del enganche.
Ya el mismo 19 de diciembre, la televisión nos muestra
a un cacerolero explicando que el y sus vecinos salen a la
calle para demostrar que "no somos negros". La bestia ríe
tranquila en su escondite, segura de que el dispositivo ideológico
incorporado funciona hasta en los momentos en que el esclavo
cree rebelarse contra su yugo. ¿La deuda inmoral es imposible
de ser pagada? ¡Nos dirán que el populismo llevó
al país al default, y se espantarán como viejas
beatas con las risas de los imbéciles que hoy aplauden
el no pago con la misma gana que ayer aplaudieron el megacanje!
¿La farsa del dólar que cuesta un peso es imposible
de mantener? ¡Será que no nos han chupado la sangre
lo suficiente, porque este país nunca renunció
al socialismo... de Perón, Onganía y Videla!
El
mismo pelele sonriente que decreta el default, les sirve para
ser reciclado en candidato populista, preparado para acordar
otra etapa de entrega y humillación, si no de muerte
y represión salvaje. Los ignorantes funcionarios de
los organismos internacionales (confinados allí porque
no tienen el coeficiente intelectual necesario como para ser
subgerentes de una multinacional) tratan a todo un país
con la misma ciclotimia con que una quinceañera presuntuosa
desprecia a sus pretendientes: ¡la bestia los aplaude y nos
hace depender de sus humores con la misma resignación
con que los cristianos miraban el dedo del emperador de turno
en el circo romano!
La
derecha puede convencernos de echar a todos nuestros políticos,
pero sin tocar un pelo del staff de economistas incompetentes,
comunicadores venales, falsos empresarios y en general todo
el elenco estable de la opresión y el saqueo organizados.
Ellos no son políticos: ellos son la Argentina.
La
mentira, la falacia y la repetición obsesiva de un
puñado de mitos les alcanzan para controlar un país
confundido por su dominio (la bolsa de plástico sobre
la cabeza, el gas y las balas, les sirvieron para sofocar
la rebelión). Con el mismo descaro con que convierten
a jóvenes católicos nacionalistas en la supuesta
vanguardia de un ejercito popular, transforman a un plateista
de Racing o a una mística religiosa en líderes
del "progresismo" (o sea, la versión inofensiva de
las fuerzas de izquierda que en otros países de Latinoamérica
nuclean como mínimo al 30 o 40% de la población).
Miradla,
arrojándose con saña tenaz contra todo lo que
hay de bueno y de noble en nuestra sociedad, miradla, travistiendo
el agua en vino y el aceite en vinagre, miradla, vendiendo
al mismo tiempo fósforos y seguros contra incendio,
facturando en todas las ventanillas y pagando en ninguna,
miradla, engordando el pollo que comerá mañana
con los restos del pollo que comió ayer, miradla, temedle,
cuidaos: ¡es la reputísima derecha argentina!".
Reconozco
la furia y la vehemencia que me llevaron a escribir este texto,
pero reivindico su verdad fundamental. La reivindico, a pesar
de que la evolución de los acontecimientos nos llevó
a los pocos meses a una situación mucho más
halagüeña que la que se vislumbraba en aquellos
días de cacerolazos.
Algunos
recientes giros de la opinión pública y la instalación
de ciertas ideas en la agenda política, me hacen volver
sobre este tema. Sobre todo cuando algunos comentarios que
escucho en la calle y en los medios vuelven a traer a mi memoria
ese olor a azufre de las construcciones de la derecha argentina
(cuando no el olor a flatito de bebé de ciertas construcciones
de la izquierda paisana).
Es por
esto que he pensado sistematizar una parte de estas cosas
que escucho y que me ponen tan nervioso, como así también
las respuestas que humildemente tengo para ellas. Siguiendo
con una tradición ensayística latinoamericana
iniciada por Arturo
Jauretche,
le he dado forma de "manual de zonceras". Esa tradición
fue continuada por Alvaro Vargas Llosa (hijo de Mario) y amigos
en otro manual, el del "perfecto idiota latinoamericano",
que sin embargo postulaba como idioteces lo exactamente opuesto
a algunas de las zonceras de Jauretche. Mi decálogo
de boludeces
continua modestamente este subgénero del ensayo político,
a la vez que agrega un grado más de virulencia a la
defenestración de las ideas ajenas: creo que el salto
de "zoncera" a "perfecta imbecilidad" es equivalente al que
va de ese concepto al de "boludez",
que ya implica cierta cuestión corporal al margen del
déficit puramente intelectual que se atribuye a los
adversarios.
Prologo (II): zonceras de Jauretche
Si bien
suscribo el carácter de zonceras de la mayoría
de las que Jauretche postula como tales (el mal que afecta
a la Argentina es su extensión, en este país
no trabaja el que no quiere, etcétera), quiero decir
que el pensamiento de este autor hoy reivindicado (con entera
justicia) no está exento de otras zonceras contra las
que vale la pena prevenirse. Así, la reivindicación
de las hipótesis de conflicto de la Argentina con países
hermanos como Chile y Brasil, el reconocimiento a Roca por
la "conquista del desierto", la justificación del asilo
a los criminales nazis y otras "joyitas" que se cuelan en
los textos de Don Arturo, deberían ser revisados con
un fuerte sentido crítico por quienes deseen aprovechar
la claridad y lucidez de este pensador nacional y popular.
Hecha
esta aclaración, pasemos al listado:
Decálogo
de boludeces:
- Los
piqueteros
deberían
buscar otra forma de protestar, que no moleste al resto
de los ciudadanos.

Veremos
más adelante que sí, que los piqueteros deberían
buscar otras formas de protestar, pero entendámonos:
una protesta social sin visibilidad y sin consecuencias,
que no le moleste a nadie, lamentablemente no es efectiva.
¿Alguien cree que los colonos norteamericanos que arrojaron
té a la bahía de Boston, por ejemplo, no querían
molestar a nadie? En otras épocas, la gente tenía
trabajo y en busca de mejores condiciones hacía huelga,
para presionar a sus patrones. La crítica que se
hacía en los '80 a los huelguistas, sugería
que hicieran huelga a la japonesa y produjeran más
(otra boludez: como si esas huelgas japonesas no fueran
más perjudiciales para las empresas toyotistas que
las huelgas tradicionales, porque generan stocks que las
empresas no están en condiciones de acumular, y así
atentan contra el principio del "just in time").
Los desocupados, justamente por no tener trabajo, no
tienen nadie a quien hacerle huelga, por eso deben buscar
otras formas de expresión que los hagan visibles
al resto de la sociedad. Por supuesto, estas formas de protesta
deben buscar la solidaridad del resto de los ciudadanos,
y no la reiteración de molestias contra quienes no
tienen la culpa de los problemas sociales (o por lo menos,
no tienen más culpa que la de haber votado a tal
o cual). Lo que nos lleva a la segunda boludez, en este
caso de signo contrario:
- Quienes
se quejan de los piqueteros porque cortan calles no tienen
solidaridad ni comprensión con los problemas sociales.
Puede
ser así en algunos casos, ¿cómo no?, pero
lo cierto es que la estrategia piquetera de hacerse visibles
cortando calles está agotada. No porque sea
ilegítima, como hemos visto, sino porque los más
perjudicados con los cortes de calles suelen ser gente de
clase media que no se benefició con los '90, y pobres
tan pobres como los piqueteros que por algún motivo
necesitan transitar por la ciudad. Al reiterarse, al hacerse
cotidiano, el piquete pierde sentido, divide a los perjudicados
del modelo, y es funcional a la estrategia derechista
del "empate social". En todo caso, si un sector socialmente
perjudicado carece de conciencia social, la protesta tiene
que buscar la forma de generar esa conciencia y no de castigar
a quienes no la tienen, porque sino al problema que teníamos
(la desocupación) le sumamos otro: la división
de los jodidos por el modelo.
- El
derecho a reclamar y protestar de algunos ciudadanos (los
piqueteros que cortan calles) no puede afectar el derecho
a circular del resto de los ciudadanos.
Esta
es una visión absolutamente limitada de los derechos
ciudadanos, que pretende que el derecho a circular es anterior
y superior a cualquier otro derecho. Como el de trabajar,
por ejemplo, que es bueno recordar como la reivindicación
primaria de los desocupados que comenzaron esta metodología
del corte de rutas y calle como forma de protesta social.
Algo parecido a la sacralización del derecho de propiedad,
frente a los que aseguran la vivienda digna o la propia
vida.
Y por
otro lado, cualquiera que esté reclamando por sus
derechos puede, en determinadas ocasiones, estar cometiendo
actos que desafían el derecho oficial vigente
(la legalidad, que no la legitimidad). Quienes saltaban
el Muro de Berlín arriesgando sus vidas infligían
las normativas vigentes en Alemania Oriental, pero, ¿los
acusaremos por transgredirlas? ¿Los parisinos que tomaron
La Bastilla, eran infractores municipales, o delincuentes
que atentaban contra el patrimonio del Estado? La misma
CAME
(Confederación
Argentina de la Mediana Empresa,
de
la que casi no se recuerda su importante rol en la gestación
de los cacerolazos de diciembre de 2001) reconoce en una
solicitada reciente, dirigida a los piqueteros para pedirles
que revisen sus métodos, que como asociación
empresarial propiciaron cortes "de rutas y de avenidas"
para reclamar por sus derechos.
Esta
tercera boludez se asocia con una perversión nada
inocente del discurso político, la que iguala
a los piqueteros con los secuestradores o los delincuentes.
Puedo cuestionar la eficacia o la oportunidad política
de los métodos piqueteros, pero jamás se me
ocurriría ponerlos en la misma categoría que
un punguista,
por ejemplo.

- Los
piqueteros (o su imagen por televisión) ahuyentan
a los inversores.
Los
"inversores" invierten, y mucho, por ejemplo en México,
a pesar del ejército zapatista y de las sublevaciones
indígenas, o en Italia, donde hay huelgas todos los
días y fuertes movimientos secesionistas. La protesta
social no espanta seriamente a ningún inversor, lo
que espanta es la falta de rentabilidad de la inversión.
Hay un empresario petrolero argentino que hace unos años
invirtió en Afganistán, e incluso financió
políticamente al régimen talibán. ¿No
lo asustaban esos tipos con sus turbantes y sus ametralladoras?
Si los "inversores" (empezando por los propios argentinos,
que tienen en el extranjero capitales por más de
cien mil millones de dólares) no invierten aquí
es porque el mercado interno está restringido por
la pobreza, y para el mercado global aun el costo de la
mano de obra no es competitivo. Y esperemos que no lo sea
nunca, si la competitividad está dada por los dos
dólares por día que gana una chica semianalfabeta
de 14 años en una barraca de Indonesia o de Filipinas.
- Los
piqueteros cobran los planes Jefes y Jefas de Hogar, que
destruyeron la cultura del trabajo. Sus beneficiarios prefieren
cobrar los 150 pesos del Plan
Jefes y Jefas de Hogar y
no ir a trabajar por 300 pesos.
Y lo
bien que hacen: ese es uno de los objetivos de cualquier
seguro de desempleo en el mundo (como el Plan Jefes y Jefas
de Hogar): incidir en la mejora salarial. Lo que
destruyó la cultura del trabajo es el neoliberalismo,
la superstición de que un capital que viene por unas
semana a buscar rentabilidad es "una inversión",
las fabricas que cerraron porque sus dueños se dedicaron
a importar y a aprovechar las ventajas cambiarias.
- En
el conurbano bonaerense predominan las prácticas
clientelísticas de los punteros,
muchas de ellas compartidas por los dirigentes piqueteros.
¿Toleramos
la exclusión social al modo sudamericano, pero queremos
ciudadanía a la sueca? El clientelismo no se elimina
con clases de instrucción cívica ni con "reformas
políticas" promovidas desde el Barrio
Norte,
ni mucho menos cortando la asistencia social a los que nada
tienen, sino generando las condiciones básicas
de la ciudadanía: trabajo renumerado y posibilidad
real de educarse. Ahora bien, los piqueteros que nos han
llevado estas 6 primeras boludeces cortan calles, mientras
que otra gente las privatiza, lo que nos lleva a la séptima
boludez:
- Hoy
la gente se va a los barrios
cerrados
buscando seguridad.
¿Y
que hay del costo de la tierra mucho más barato,
del prestigio social de la segregación, del supuesto
contacto con la naturaleza? Sin hablar de las condiciones
de seguridad, o su ausencia, en las rutas de acceso. Ni
de los robos y copamientos no declarados. La seguridad
es más una representación que un dato concreto.
Nadie gana prestigio diciendo "me mudo a Pilar porque no
me alcanza para comprar una casa en Belgrano", sino sugiriendo
"me va tan bien que tengo que cuidarme, porque algún
muerto de hambre me envidiará y querrá robarme
mi dinero, mi auto, mi reloj, mi mujer o las bicicletas
de mis hijos, así que mejor me voy a un barrio cerrado
donde de paso respiraré aire puro". Como contrapartida
de esta boludez, está la reivindicación de
aquella época idílica donde de chicos jugábamos
en las calles de esos barrios donde convivían el
hijo del portero con el hijo del doctor. Como bien dice
el editor de esta revista en la nota Muros de la Vergüenza,
del
número
14,
"sería bueno que investigáramos hasta donde
es real este recuerdo. ¿No convivía ese igualitarismo
social con el autoritarismo político que generó
las dictaduras, los golpes, la tortura y las desapariciones?".
Por
otro lado, esa misma imagen idílica está
en las estrategias de mercadeo y de venta de los barrios
cerrados y en general de las urbanizaciones privadas.
- Las
villas
miseria
son fuente de inseguridad (o "Tal barrio es más seguro
porque no hay villas"). La Villa
31
de Retiro, por ejemplo, es una vergüenza para la ciudad
de Buenos Aires.
Lo que
es una fuente de inseguridad es la exclusión, la
miseria y la falta de futuro. Se vive en las villas porque
no queda otra. Y la villa de Retiro es una vergüenza
como cualquier otra, aunque esta moleste más porque
es más visible: pero es una vergüenza, no para
quienes viven allí, sino para la sociedad, sus
dirigentes y sus empresarios. Francia, Italia, España,
Estados Unidos, tuvieron su versión de las villas
miserias y las favelas hasta no hace demasiado tiempo: 40,
50, 60 años. Lo que permitió solucionar el
problema (las bidonvilles, las shanty town)
no fue la erradicación y la expulsión, sino
el crecimiento económico, el pleno empleo, las políticas
sociales y el Estado de Bienestar. Ese Estado de Bienestar
"ineficiente y paternalista", ese que "afectaba la competitividad
de las economías", ese que "dejaba inalteradas las
condiciones de explotación de la clase obrera", ese
que en un par de generaciones duplicó la expectativa
de vida de la humanidad en su conjunto.

- Los
cartoneros
ensucian la ciudad.
No
ensucian la ciudad: ellos son los que reciclan la basura,
aunque lo hagan mal. Y lo hacen porque necesitan los 3 o
4 pesos que pueden sacar por día para comprar algo
de leche para sus bebés, y algún fideo o algo
de mate para ellos mismos. Con políticas adecuadas
del estado, y con su propia autoorganización (vean
sino lo que hace la Asociación
El Ceibo)
los cartoneros pueden ser la base de la restructuración
de un sistema de recolección de residuos que ya está
al borde del colapso en Buenos Aires. Siempre, claro está,
que nos preocupe más la sostenibilidad ambiental
y social que la rentabilidad de las empresas contratistas.
- Dijimos
"que
se vayan todos",
y al final se quedaron todos porque los votamos de nuevo.
No es
que seamos idiotas, es que para echar a alguien había
que remplazarlo por otro, y justamente como se pedía
que se fueran todos no quedaba nadie para echar a los otros...
O sí: los hechos fueron más sabios que las consignas
y lo que vino, por primera vez en muchos años, fue
mejor que lo que se esperaba (salvo para los neoliberales
y la derecha del que hablé en el primer prologo, por
suerte). Esta boludez tiene su complejidad y de ella hablo
algo más en el epilogo, que ahora viene.
Epílogo:
la consigna más idiota
Si: que-se-vayan-todos
era una consigna de imposible cumplimiento y tufillo fascista,
negador de la mediación política. Me resisto
a suscribir ese discurso que sostiene que un militante político
es un sospechoso (de corrupción, de clientelismo, de
algo, de lo que sea) mientras que un señor o una señora
que en 20, 30, 40 o 50 años de vida jamás tuvieron
una militancia, pero por el motivo que sea toman una cacerola
y salen a protestar, son necesariamente ciudadanos modelo
que están haciendo una revolución (o la "reforma
política", para quien le guste más decirlo de
esa forma). Y no me refiero solamente a los que salieron a
la calle en defensa de sus cuentas bancarias (después
de todo, me parece que ejercían un derecho), sino a
todos, empezando por ese señor que el 19 de diciembre
a las 11 de la noche, en una plaza de Buenos Aires, decía
que "salimos a la calle para que vean que no somos negros".
No creo absolutamente en las virtudes del espontaneísmo:
la política es una construcción colectiva,
en el tiempo, no un espasmo. Ese 19 de diciembre las agrupaciones
de izquierda llegaron a la plaza de Mayo una o dos horas después
que los espontáneos y los curiosos (entre quienes estaba
nada menos que don Cosme Beccar Varela, lider de Tradición,
Familia y Propiedad), seguramente luego de hacer sus asambleas
para ver si eso era o no "la Revolución". A las pocas
semanas, se encargaron de destruir las Asambleas barriales.
A los pocos meses, sacaron su histórico 2 % en las
elecciones.
CR
El
autor es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja
en la prestación de servicios administrativos a la
producción del hábitat. Dilettante, y
estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña)
su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética,
erotismo y política. Ver algunas de sus notas por ejemplo
en los números 3,
12
y 13
de
café
de las ciudades.
Sobre
la realidad social y política argentina, ver por ejemplo
la nota "Queremos cambiar el escenario, porque la ciudad
ya no nos acepta" en el número
2
de café
de las ciudades.
Sobre
los cartoneros y el trabajo de la Asociación El Ceibo,
ver la nota de Alfonso Sánchez Uzábal en el
número
11 de
café
de las ciudades.
Glosario
(expresiones y nombres argentinos):
Barrios
cerrados: urbanizaciones privadas en la periferia de Buenos
Aires y otras ciudades argentinas.
Barrio
Norte: área inmediatamente al norte del centro
de Buenos Aires, tradicional enclave residencial de clase
alta y media alta.
Boludo:
tonto, idiota, gilipollas, comemierda, mamón, pendejo,
huevón, pelotudo. Con el tiempo adquirió un
tono coloquial, hoy es virtualmente un apelativo a la manera
de che, pana, brother, mano, güey,
que no tiene intenciones de ofender. Pero en un contexto de
discusión, especialmente entre desconocidos, sigue
siendo un agravio. O una manera fácil de descalificar:
"el boludo de Fulano..."
Boludez:
algo dicho por un boludo, o por alguien que sin ser un boludo
estructural es boludo en el momento en que dice "semejante
boludez" (este es el sentido que tiene en esta nota). Dicese
también de la condición o estado del boludo
("La era de la boludez" es el título de un disco del
grupo musical Divididos).
Cartoneros:
Recolectores informales de residuos, que separan cartón,
papel, vidrio y otros elementos de los residuos urbanos domiciliarios
para venderlos a operadores privados de reciclado (en Buenos
Aires no existe la separación de residuos, salvo una
experiencia reciente precisamente destinada a facilitar el
trabajo de los cartoneros) y así procurar su sustento.
Arturo
Jauretche: intelectual argentino, de origen radical yrigoyenista,
y posteriormente vinculado al peronismo. Uno de los ideólogos
más lúcidos de "lo nacional y popular" frente
a la cultura internacionalista (o europeizante, o colonialista,
de acuerdo a como se la mire) del conservadorismo argentino
y de no pocos "izquierdistas".
Piqueteros:
Militantes políticos que realizan piquetes para cortar
calles y/o rutas, y protestar así contra la desocupación.
Plan
Jefes y Jefas de Hogar: Subsidio a jefes de familia en
situación de extrema pobreza y desocupación,
implementado por el gobierno de Eduardo Duhalde en 2002 para
paliar la angustiosa situación social posterior a la
crisis que derivo en la renuncia de Fernando De la Rúa.
Punguista:
ladrón de carteras y billeteras.
Puntero:
caudillo barrial al servicio de dirigentes políticos
de los principales partidos. Controla de manera clientelista
a un grupo de vecinos (de quienes se dice que son sus "puntos")
a quienes induce a votar a su candidato en elecciones internas
o generales, concurrir a actos políticos, etc. Por
extensión, se aplica el mismo nombre a los narcotraficantes
barriales.
"Que
se vayan todos": consigna surgida en el año 2001
ante el desprestigio de los partidos políticos tradicionales,
y popularizada a partir de los episodios de diciembre de aquel
año. Fue utilizada por un gran número de los
movimientos sociales surgidos o consolidados en los "cacerolazos".
Obviamente, alude a los "políticos".
Villas
miseria o villas de emergencia: barrios informales de
chabolas o ranchos precarios, similares a las favelas brasileñas.
Villa
31: Una de las villas miseria más conocidas y emblemáticas,
ubicada entre la terminal ferroviaria de Retiro y la zona
portuaria de Buenos Aires (cerca del Barrio Norte). Escenario
de la tarea del legendario cura peronista Carlos Mujica, fue
erradicada por la dictadura militar en 1977, pero reapareció
a los pocos años. En 1990 sus moradores recibieron
títulos de propiedad sobre los terrenos donde habitan.
El debate sobre su destino (erradicación, urbanización,
mejoramiento, etc.) es persistente en la discusión
urbana sobre Buenos Aires.
Apéndice
con cartas de lectores:
Me parece
interesante agregar a la nota tres cartas recogidas al azar
de entre las que todos los días publica el diario La
Nación
sobre
estos temas. Como lo importante es lo que dicen y no quien
lo dice, y para que no recaiga sobre sus autores el anatema
de "decir boludeces", mantengo anónimos sus nombres.
Aunque decir boludeces no transforma a uno en un boludo (salvo,
parafraseando a Wilde, que se digan con énfasis...),
y aunque una de las cartas (que dejo que identifique el lector)
no dice ninguna boludez.
CR
"El
21 de noviembre se realizó en el Aula Magna de la Academia
Nacional de Medicina el acto de la entrega de premios de la
Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Concurrí con inmensa emoción porque el más
joven de los premiados es un hijo mío. El acto y los
nueve premiados pusieron de manifiesto que nuestro país
no es solamente el terreno de los negociados, las coimas y
los piqueteros. Prestigiosas figuras ya consagradas en sus
respectivas especialidades desfilaron por el escenario para
recibir sus merecidos premios. Cada uno resumió en
pocas palabras largos años de trabajos y sacrificios
dedicados a la investigación, aún en circunstancias
adversas como las que han caracterizado a nuestro país,
en casi cuarenta años. En el acto no estaban los medios,
ningún periodista de la radio o la televisión,
solamente parientes y amigos emocionados". De una carta
publicada el 9 de diciembre de 2003.
"Las resoluciones
dictadas en los casos Smith y provincia de San Luis dieron
tranquilidad y esperanza a los ciudadanos despojados de sus
ahorros. Todo parecía cuestión de esperar un
poco más para que esos precedentes hicieran jurisprudencia
y fueran seguidos por los demás tribunales inferiores
del país. Esto era así hasta que una ostensible
coalición del Poder Ejecutivo con el Legislativo, impropia
e indigna de una república, apoyada por un sector del
periodismo y del populismo imperante, desdeñoso de
los ahorristas y con empatía piquetera, avasalló
al órgano supremo del Poder Judicial para que no declarara
la inconstitucionalidad de la pesificación de los depósitos,
primero con amenazas asentadas en otros pretextos y luego
con un juicio político denigrante a los ojos de cualquier
hombre de derecho". De una carta publicada el 9 de diciembre
de 2003.
"Piquete con champagne. El 15/12 se celebró una fiesta
en el local Opera Bay, de Puerto Madero. Para sorpresa de
muchos de los que a diario transitamos el lugar, el operativo
de seguridad del ágape incluyó el cierre de
varias calles, cortando incluso la circulación sobre
el puente de la calle Cecilia Grierson. Desde las tres de
la tarde, efectivos de seguridad y Prefectura Naval impidieron
el tránsito sobre la vía pública a quienes
no poseyeran invitación. Dos semanas antes, una fiesta
de una conocida revista provocó los mismos inconvenientes.
¿Existe alguna explicación a esta flagrante apropiación
del espacio público por parte de una empresa privada?
¿Es justo que se corten calles y un puente y se pida invitación
a los transeúntes? Me hubiera gustado consultar a los
concurrentes a la farra su opinión sobre los piqueteros
y la legitimidad de su reclamo. Al margen de su opinión,
no me importa demorarme si quien protesta reclama pan y trabajo.
Me resulta sumamente enojoso, en cambio, hacerlo por una fiesta".
De una carta publicada el 18 de diciembre de 2003.
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