Ni bien el avión aterriza en Ciudad Juárez, el desierto recibe al visitante. Un paisaje neto y puro: vacío, horizonte y cielo, que nos trae reminiscencias de esos escenarios desolados de los mejores westerns. Sobre ese cielo de contraste una imagen captó mi atención: la figura que dibujaba sobre la superficie plana y continúa del suelo la sombra de una nube aislada flotando sobre un celeste parejo. Cual imagen especular, una definía perfectamente a la otra, la cara reversible de una misma figura. Este primer dibujo terminaría siendo para mí una precisa metáfora de un territorio de contraste. Imagen espejada tanto al interior de la sociedad juarense como en su relación con El Paso, estado de Texas, con la que conforma un área metropolitana binacional de más de 2,7 millones de habitantes.
Visitar Ciudad Juárez es recorrer esa zona indeterminada de frontera, de límite difuso donde se solapan múltiples realidades, muchas invisibles, muchas dichas y no dichas, donde los discursos organizan un entramado complejo que intentan explicar una sociedad que parece vivir al borde de la anomalía. Tristemente famosa por las muertes sistemáticas de mujeres, tal vez Roberto Bolaños en su novela 2666 fue uno de los que más se acercó, en clave literaria, a poner palabras al desconcierto. “La mayoría de los más de mil homicidios solo en el 2018 estarían relacionados con el mercado de drogas, reacomodo de grupos delictivos y roces entre pandillas…”, señalan las autoridades en un intento de aproximar una explicación a la violencia que se ciñe sobre una sociedad por momentos agotada, por momentos acostumbrada a convivir con el horror que da forma a muchos de los imaginarios que el miedo instala –los homicidios son, según las estadísticas, la cuarta causa de muerte en la ciudad.
Cada explicación tiene algunas constantes: la omnipresencia de la industria de las maquiladoras como atractora de empleo pero también de desigualdad; el narcotráfico organizado y endémico y la cambiante política de emigración de Estados Unidos en una de las zonas más sensibles pero a la par más castigadas en la puja territorial.
“En América latina parece funcionar de manera cada vez más fuerte una doble realidad. La visible, que agrupa medios, políticos, retóricas y diagnósticos, y otra, que sin embargo organiza la línea misma entre lo visible y lo invisible. No se trata de dos espacios diferidos, sino de una misma dinámica dual. Un modo del desarrollo de la excepción”, dice la introducción al libro de Rita Segato sobre los feminicidios y la violencia en Ciudad Juarez. Excepción instalada como norma, como modo social de negociación entre la estructura política y económica formal y aquella otra, oculta pero tan presente, tan real como la imagen de la nube proyectada. Segato la definirá como una articulación tentacular que se revela “como un Segundo Estado que controla y da forma a la vida social por debajo del manto de la ley”.
Con Ciudad Juárez, y con México en general, hay una continuidad cultural ineludible que nos hace pensar en términos de región, de continente. Basta como metáfora encontrarnos en el recorrido de la ciudad con la ruta Panamericana, ese gran proyecto inconcluso de unidad americana de comienzo de siglo XX. Somos espejo y reflejo y tal vez esta comprensión pueda ser una clave para construir un pensamiento crítico sobre los mecanismos y la forma que adopta el desarrollo urbano en nuestras ciudades.
Mucho tiempo me interesó esa relación biunívoca entre espacio social y espacio físico, entre la acción de la sociedad sobre el espacio que se desarrolla y sobre la manera o no en que este determina la conformación de la sociedad.
Observando los barrios históricos de la ciudad construida en Argentina e indagando sobre los procesos de crecimiento, renovación y cambio se llega a la conclusión de que la relación no es simétrica. Por momentos el espacio urbano es emergente de procesos sociales desplegados en un territorio, por momentos es este mismo espacio el que condiciona, impide o posibilita que la población desarrolle, además de las aspiraciones individuales, una vida en comunidad. No es casual que el colapso del Estado de bienestar que estamos presenciando traiga conceptos nuevos que intenten recobrar sentido. Así, la defensa del “derecho a la ciudad” como concepto parece querer reafirmar las cualidades intrínsecas del desarrollo en la ciudad occidental, aunque surgen muchas dudas sobre si este derecho involucra una dimensión específicamente urbana o por el contrario son resistencias a las nuevas formas que adquiere la política y la economía la que perfilan la forma de organización social, con consecuencias muchas veces dramáticas para la población.
La estructura urbana de Ciudad Juárez da cuenta de la falta de cualquier tipo de desarrollo urbano planificado, entendido este como forma organizada del Estado para dirigir las fuerzas económicas y sociales. Solo la vialidad parece constituir el único elemento físico de valor. Montada sobre el modelo de desarrollo americano de crecimiento expansivo a baja densidad y centros comerciales autónomos sobre vías rápidas y con el automóvil como único medio posible de relación territorial, la ciudad avanza en un desarrollo desarticulado.
Recorrer los barrios pericentrales de Ciudad Juarez es hacer presentes las ausencias del Estado pero también de la sociedad civil organizada, por miedo o por agotamiento. Falta que deja a la luz múltiples carencias: ausencia de espacios públicos –plazas, parques, lugares de encuentro social–, ausencia de calles, de instalaciones, de cordón cuneta, de arbolado, ausencia de ciudad. Una ausencia tan poderosa, un abandono tan presente que por momentos parece constituir en sí mismo una forma de omnipresencia, de control. Sobre este paisaje desolado las casas vacías, abandonadas y destruidas a modo de heridas abiertas son recordatorios presentes de la violencia y el desamparo. Marcas de los que cruzaron la frontera en apuros, marcas de la guerra entre bandas, marcas de la violencia vecinal.
¿Es posible intervenir en estos barrios con tantas carencias acumuladas y que presentan a la par un tejido social activo pero profundamente dañado? Esa es la pregunta que quedo planteada en el encuentro organizado por el Instituto Municipal de Investigación y Planificación de Ciudad Juárez para pensar la renovación de barrios. Sin duda algunas claves podrían ir conformando respuestas, pero en todos los casos se presupone el indispensable involucramiento del Estado –del Estado formal–, porque la sociedad civil necesita de amparo y su organización de garantías. Por eso requiere de una fuerte voluntad política estatal que pretenda convertir la zona de frontera en un lugar atractivo para el desarrollo de la vida urbana, revirtiendo así el dramático destino predeterminado por su propia condición desigual. Regeneración urbana que debería comprometer a todos y cada uno de los niveles del Estado mejicano, capaz de dirigir y liderar políticas públicas multisectoriales con una fuerte financiación en materia de obra pública y, sin duda, políticas de reconstrucción y consolidación que exigirían programas de shock de mucha visibilidad e impacto.
El espacio público, en su dimensión física y simbólica, es por excelencia el espacio de lo común, donde se construye la imagen social de cada comunidad; su ausencia solo depara más desequilibrios en sociedades tan frágiles y expuestas como las nuestras.
CC
La autora es Arquitecta (UNC, 1997) y Magister en Ciudad y Urbanismo (Universitat Oberta de Catalunya, 2016). Ha integrado diversos equipos técnicos responsables de estudios, proyectos y planes urbanos en la ciudad de Córdoba, Rawson (San Juan), Estación Juárez Celman, Embalse de Calamuchita, Misiones, entre otros. Integra la red de consultores La Ciudad Posible y es socia fundadora de Estudio Estrategias. Ha obtenido el Primer Premio en el Concurso Nacional Soluciones para el transporte en el Corredor Norte del Área Metropolitana de Buenos Aires (2012), el Primer Premio del Concurso Nacional de Ideas para la Integración urbana de la Nueva Terminal de ómnibus de la Provincia de Catamarca (2011) y otros premios en diversos concursos de arquitectura y urbanismo. Es Profesora Titular de Arquitectura 2D en la FAUD-UNC. Ha escrito numerosos artículos para café de las ciudades y ha publicado el libro Las centralidades barriales en la planificación urbana.
Sobre Ciudad Juárez, ver también en café de las ciudades:
Número 160/1 I Urbanidad contemporánea
Juarenses I Deseconomías de aglomeración y vulnerabilidad ciudadana. Marcelo Corti
Planes, Política I Número 155
Los derechos urbanos para pensar las ciudades del siglo XXI. Ciudad Juárez y su caracterización sociourbana. I Luis Alfonso Herrera Robles
Lecturas:
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. Segato, Laura Rita. – 1a. ed. – Buenos Aires : Tinta Limón, 2013. ISBN 978-987-27390-4-1 1.
La ciudad Posible. Cambios y transformaciones en el S.XXI. Coordinadores Luis Alfonso Herrera Robles, Alvaro Roberto Mora Palacios. Instituto Municipal de Investigación y Planeación. Editorial Universidad del Quindío. – 1a. ed. – México. 2018. ISBN 978 958 8593 93 7
2666. Bolaño, Roberto. Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-6867-8