El Matadero de Esteban Echeverría es el cuento que inicia la literatura argentina. El cuento pasa en las Afueras de Buenos Aires, en su deslinde con el Interior.
Gran parte de la literatura argentina trata de personajes moviéndose en la variable frontera de centralidades y afueras. El territorio argentino, desde su primera configuración como colonia española, ha dejado patrones de interpretación, por caso el dictum de la Argentina definida como la ciudad de Buenos Aires más “el Interior”. Así descripta, Buenos Aires resulta ser el Exterior, el Afuera.
El matadero es un ecosistema económico cultural y político, además de una localización espacial. Es un pudridero de pesadilla y sin bordes, donde sangre, mierda y barro se mezclan con achuras y restos de animales.
En el cuento recién paró de llover. Esto no es un detalle, en la gauchesca todo está ocurriendo ahora:
Aquí me pongo a cantar…
Era la tarde y la hora en que el sol la cresta dora…
Mirá gaucho salvajón yo no pierdo la esperanza de hacerte saber qué cosa…
Y como recién terminó de llover, la luz de la escena es la del cuadro de Della Valle La vuelta del Malón, cuando este, precisamente, regresa con su botín a las Afueras (o al Interior), desde donde partió.
Una luz acida y biliosa (también la podemos encontrar en Hooper) ilumina un personaje atildado y ridículo y a un grupo de carniceros, achuradores, curiosos, sacadores de vidas, barras bravas, mulatos negros y zambos, mazorqueros, todos dibujados por Molina Campos y fotografiados por Marcos López.
A la altiva soledad del ridículo jinete cabalgando al trote ingles se le opone la orgiástica alegre actividad depostadora, carnívora y decapitadora del colectivo grupal. Digamos que se registra una grieta y no solo en las hablas respectivas.
Si en el cuento cesó de llover, en la Historia recién cesó el siglo XVIII. En Kipling, Conrad, Jack London, Melville, Steveson, Hudson, Hernández, circulan estos personajes perdidos en las afueras, cruzando a su riesgo fronteras sin permiso, sin cielos protectores.
Estos personajes, a veces sin premeditación, investigan la inter-cambiabilidad o no de conceptos como civilización y barbarie (Borges trata esto en textos como Historia del guerrero y la cautiva, Biografía de Isidoro Tadeo Cruz, Deutsche Requiem entre otros; es el área temática que corrida a fines del siglo XIX va investigar Hugo Pratt.
Tomando al Matadero como guion, Borges le suma un cuento, un poema y un panfleto. Tanto en el cuento como en el poema, Borges se resigna y atenúa la dicotomía de la oposición. El cuento es Sur, el poema Poema Conjetural y el panfleto La Fiesta del Monstruo. Francisco Narciso de Laprida (Cuya voz declaro la Independencia de estas crueles Provincias), Juan Dahlman (en la discordia de sus dos linajes), y un ignoto judío replican, todos a su propia costa, la imprudencia del solitario jinete del Matadero.
En el cuento se deja atrás la lluvia y el siglo XVIII para ingresar en esa difusa violencia polimórfica propia de un tiempo frontera entre el pasado colonial y la monopolización de la violencia por parte del estado nacional en proceso de constitución (Revolución y guerra, Halperín Donghi).
En el Martin Fierro el espacio del matadero expansiona hasta cubrir la totalidad del llamado desierto, oxímoron por la tercera gran pradera planetaria. Borges genialmente descubre que la aparente extrema visibilidad de las afueras oculta un confuso y ciego laberinto, un lugar donde superpuestas y portátiles fronteras pierden a los viajeros y a las partidas: el vacío como una trampa ilimitada y sin bordes, donde toda acción de escape y fuga hacia la centralidad corre el riesgo de transformarse en un acercamiento al corazón variable de la nada. Tolderías, fortines, estancias, batallas son los nodos de una red de configuración variable y difícil permanencia (Tuve en mi pago en un tiempo, hijos hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera y que iba hallar al volver, tan solo halle la tapera). Tolderías y fortines fueron a su vez taperas a su tiempo y al final aniquiladas –barridas una a una de la llanura. El espacio del Martin Fierro no linda con ninguna centralidad y el vacío es su centro magnético de atracción. Si en la primera parte Martin Fierro pasa a la clandestinidad en las tolderías (Cruz le dijo que mirara las ultimas poblaciones y a Fierro dos lagrimones le pasaron por la cara) en la segunda simplemente se evapora y desaparece tras un cambio de nombres. Quien intenta remplazarlo ya no es él, sino una suerte de puntero político, Juan Moreira, precursor de los futuros Ruggieritos.
No por casualidad, desde El desierto entra a la ciudad de Arlt a El año del Desierto de Pedro Mairal, la posibilidad de una utopía disruptiva y palindrómica sobre la historia informa de lo breve y compacto de la transformación, del pasaje del caballo al vapor. Tanto Alberdi (contra Sarmiento) y Martínez Estrada (contra casi todos) alertan precisamente sobre las insuficiencias de las culturas de invernadero ante “la cultura de las cosas”.
La literatura argentina trata de centros y afueras, siempre vistos desde Afuera.
Este loop es interesante y paradójico. Son los intelectuales letrados y urbanos los que, interesados por el habla popular de la campaña, la traducen y emplean en sus obras. La gauchesca, como género urbano que es, confirma el rol traductor que tiene toda ciudad: la ciudad genera lenguas francas que paradójicamente dejan al centro productor, la propia ciudad, ausente e invisible. La voluntad de pasar del habla popular a escritura impresa, a publicación –y esto comprende en suma el acto de traducción– recorre todo el proyecto desde las iniciales capturas del habla rural (mozo jinetazo ahijuna) al habla orillera (el lunfardo: percanta que me amuraste), a las hablas inmigratorias (el cocoliche), a la actuales jergas narcas suburbanas y tumberas. Todo este sistema circular de producción cultural organizado por sectores cultos y urbanos incluye la impresión de textos en periódicos, folletines, libros, obras de teatro, etc., y termina naturalizando como espontáneos, al invisibilizarse el efecto de la traducción, productos perfectamente convencionales. Es notable el loop o “espejeo” entre realidad y literatura entre personajes históricos y literarios: los espectadores a veces querían pegarle al actor que encarnaba a Hormiga Negra, de modo similar a como los indios que actuaban en el Circo de Búffalo Bill actuaban de sí mismos sobre guiones de libre composición (el personaje Sitting Bull era actuado por el verdadero Sitting Bull).
Frontera, Centros y Afueras configuran un sistema de interpretación con consecuencias territoriales y topológicas. Así, a la expansión y cubertura territorial y programática tanto del Facundo como del Martin Fierro a escala nacional le siguen recortes escalares regionales a partir del concepto de Pago en Don Segundo Sombra o barriales como el definido por Borges en las orillas de las primeras décadas del siglo (las calles sin vereda de enfrente). En la cultura popular corresponde a la serie Betinotti, Corsini, Edmundo Rivero.
Hoy esta elección borgiana se mantiene pero ya en la complejidad socio-cultural del área metropolitana, en lo que se ha dado en llamar la literatura del Conurbano. Aquí esta frontera adquiere consistencia de territorio ficcional apto para todo tipo de experimentos, desde El Gran Surubí de Mairal a Marcelo Cohen, a Incardona, Oyola, Mey, Ramos, Cucurto o incluso el Quejido Huacho de Brascó.
Pero también Centros, Afueras y Fronteras pueden estructurarse como sistema de redes de estrategias superpuestas, ya no territoriales sino políticas, artísticas, culturales. Tanto en el Facundo como el Martin Fierro, Sarmiento y Hernández innovan desde Afuera del sistema de los géneros literarios al establecer la estructura formal de sus obras. Estas también amplían las fronteras, superando las restricciones convencionales dictadas por la centralidad académica. Son obras de una originalidad desconocida.
Aquí la vinculación entre ciudad y modernidad es evidente. La estrategia política de Hernández de confiar, en definitiva, una denuncia y propuesta política no a la prosa sino a la facilidad de la memoria oral, dadas las características de su público, es moderna, tanto como la feliz e innovadora mezcla de ensayo antropológico, biografía, novela y programa político del Facundo.
LEC
PD: "El Ciudadano ilustre", en la deriva de este itinerario colectivo, propone una fascinante vuelta de tuerca, una singular variación. Ahora lo que se registra como " el Otro", en el territorio en que quedó transformado el desierto inicial del Martin Fierro, ya no es el gaucho sino nosotros mismos y el escritor Mantovani, el distraído jinete del cuento inicial de Echeverría, como el José Francisco del Poema Conjetural, una versión desgarrada y sobreviviente de ese mismo nosotros.
El autor es Arquitecto (UNLP) y docente. Ha obtenido numerosos premios en concursos nacionales. De su autoría ver también entre otros textos en café de las ciudades:
Número 95 | La mirada del flâneur
Sueños del Bocha | Formas, explicaciones y olvidos | Luis Elio Caporossi
Número 111 | Cultura de las ciudades (I)
Un pequeño jardín | Microfísica de un lugar en Pehuen Co | Luis Elio Caporossi
Número 127 | Arquitectura de las ciudades
Última charla con Vivanco I Salvaje, y a mucha honra I Por Luis Elio Caporossi
Número 135/136 | Cultura de las ciudades
Borges y la arquitectura I Patrones, modelos, objetos y la eterna discusión de dos filósofos…I Por Luis Elio Caporossi
Número 138/139 | Cultura de las ciudades
El fin de Macondo I Algunas hipótesis controversiales sobre Cien años de soledad. I Por Luis Elio Caporossi
Número 142-143 I Cultura de las ciudades
Territorios siniestros (el sitio no miente) I Cine, series, psico-geografía y Borges. I Por Luis Elio Caporossi
Número 144-145 I Cultura de las ciudades
Picasso y el pasado I De las cosas a la relación entre las cosas I Por Luis Elio Caporossi
Número 148 I La mirada del flâneur
Los dibujos de Luis Díaz I Dibujamos para recuperar algo ausente I Por Luis Elio Caporossi
Del Facundo o Civilización y barbarie, de Domingo Faustino Sarmiento, ver el fragmento Ahí…, abajo, entre los pastos (la Ciudad Docta). Córdoba en 1825, “forzada a replegarse sobre sí misma”, en nuestro número 73.