En el origen de Robocop está el urbanismo: los malos, la Organización de Políticas de Consumo, tienen el proyecto de una ciudad de servicios, ocio y residencias de lujo que reactivará en clave de la era postfordista la economía de la ciudad más literalmente fordista que se pueda imaginar: Detroit. Así se veía el comienzo del siglo XXI en 1987. El futuro llegó y, dándole la razón a Los Redondos de Ricota, fue todo un palo… Detroit es hoy una ciudad en bancarrota fiscal, despoblada a menos de la mitad de los casi dos millones de habitantes que albergaba en los `50, su edad de oro, y ediliciamente en ruinas en la mayoría de sus barrios pericentrales (la inner city).
La solución urbanística que se propone hoy para la “Motor City” es bien distinta a la que imaginaba el guión de Neumeier y Miner en la gran película de Paul Verhoeven. El plan de la Detroit Blight Removal Task Force (nombre ya de por si significativo: una oficina de planificación cuya tarea es remover escombros, herrumbre, polvo) pone como objetivo la demolición de 40.000 edificios en el lapso de 5 años y la ruralizacion de los predios que hoy ocupan. La componente ambiental que en otras ciudades se asigna a la compacidad urbana, la movilidad sustentable y la reconversión energética, en el blight removal de Detroit pasa por la correcta disposición de los asbestos y la reutilización de los materiales recuperables.
Nos resulta difícil imaginar, desde un lugar del mundo donde el problema son las ciudades que crecen sin plan, sin control y sin recursos, la lógica de una ciudad donde la gente ya no quiere ni puede vivir. Pero el caso de Detroit puede ser un ejemplo interesante de una ciudad fordista en que las soluciones postindustriales no sirven para resolver los problemas que generó la crisis de la industria. El Gran Proyecto Urbano, la Delta City cuya construcción debía proteger Robocop, ha fracasado y en su reemplazo se encomienda al urbanismo la tarea de remover las ruinas.
MC (el que atiende)