El incendio y destrucción de centenares de viviendas en los cerros de Valparaíso pone dramáticamente en debate uno de los temas centrales del urbanismo contemporáneo: la prevención del riesgo (“natural” o “construido”) y la respuesta frente a las catástrofes. Como siempre, las respuestas están relacionadas con la totalidad de la cuestión urbana, desde la institucional y política hasta la social y económica, atravesando por supuesto los temas relacionados a la estructura e infraestructura de la ciudad.
Así, en un rápido repaso del material de prensa consultado (gentileza de Paula Rodríguez Matta), surgen miradas como la de la arquitecta y docente Andrea Pino, quien sostiene que “las quebradas han estado invisibilizadas por más de un siglo”. Pinto recalca que el fuego consumió parte de un legado que ninguna autoridad consideró: el patrimonio de la autoconstrucción. “El terremoto de 1906 destruyó muchos conventillos y la clase obrera quedó en la calle. La gente que no tenía dónde ir vio en las quebradas, en el extramuro de la ciudad, un lugar donde asentarse. Fueron ellos los que se hicieron cargo de conectarlas con la ciudad: hicieron calles, pasajes, y escaleras. Mucha gente que hoy lo perdió todo tiene un título de dominio reconocido por el ministerio de Bienes Nacionales. Cuando ahora las autoridades dicen que la gente nunca debería haber estado allí, están desconociendo su propia responsabilidad”, afirma en alusión a la desafortunada frase del alcalde Jorge Castro a un poblador: “yo no te mandé a vivir acá”.
Pinto valora “la estética que ha generado la gente, esa capacidad de asumir un territorio complejo, y hacer una casa con terrazas, balcones, galerías, torres, y miradores. Para la gente que vive en las quebradas este espacio urbano es mucho mejor que otros lugares de Valparaíso. La ciudad entera tiene muy poca vegetación y el 95% de los árboles están en las quebradas. Esto es casi como una justicia paisajística: la gente de menos recursos posee el espacio urbano más agradable para vivir” (sobre la maravillosa estética de Valparaíso, ver nuestra nota Hundida para arriba, en el número 53 de café de las ciudades).
Sergio Grez Toso se pregunta “qué se hizo con los recursos aportados por la UNESCO a partir de la declaratoria como “Patrimonio de la Humanidad”, ya que además de la pintura de algunas fachadas y la restauración de un número limitado de obras, no se nota un efecto claro de la llegada de esos recursos. La degradación de la ciudad ha continuado, sucediéndose incendios, explosiones de gas, derrumbes e inundaciones”. Luis Álvarez, Director de Geografía de la PUCV y habitante del cerro La Cruz, sostiene que “el problema es que nuestro Estado entiende las cosas al revés. El ministerio es de Vivienda y Urbanismo porque así se piensan las ciudades: primero se construye y después se ve cómo se arregla”.
No faltan, por cierto, propuestas de reconstrucción inteligente. La Fundación Mi Parque, por ejemplo, imagina un rol central de las quebradas como estructurantes del espacio público y la conectividad urbana, y a la vez como zonas de resguardo “corta fuego”, además de “volver a ser los cauces naturales de evacuación de las aguas lluvias y servir para superar la carencia de áreas verdes que tiene la ciudad. Para lograr esto, es necesario pensar esos espacios, diseñarlos, activarlos y hacer que pasen a ser parte de la ciudad y no su trastienda”.
MC (el que atiende)
Ver también el blog Todos por Valpo, de la Escuela de Periodismo de la PUCV.