Una
ficción metropolitana contemporánea (por entregas).
De
Carmelo Ricot, con Verónicka Ruiz
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Entrega
24: Una walkyria conurbana
¿Vivís
por acá? - No somos perras - La prohibición de involucrarse
- Ningún cuidado es excesivo – Reconversión en el
área servicios - Aparición del príncipe azul

Para ser considerada
correcta, la prestación requería una serie de procedimientos
preliminares y postliminares, que permitieran al cliente recrear
el ambiente de una seducción convencional y dejar de lado
las otras circunstancias: las siempre cuestionables del pago, y
la casi segura indiferencia de la prestadora al consumidor. Le habían
transmitido, antes de presentarla a la clientela, unas determinadas
exigencias en el vestir, en los ademanes de presentación,
un muestrario de sonrisas y caricias, de frases hechas y conversaciones
prefabricadas, con las cuales podría desenvolverse hasta
desarrollar un estilo personal (o más exactamente, hasta
adquirir su propia personalidad en la materia). Tras la fatiga del
acto y los cuidados higiénicos posteriores, y en espera de
que la recepcionista golpeara la puerta para señalar la finalización
del turno, la ortodoxia recomendaba acercarse al cliente (en lo
posible, recostarse sobre su cuerpo, apoyar la cabeza sobre su hombro
o su pecho) y comenzar un diálogo de circunstancias, aunque
fingidamente personal. "¿Vivís por acá?",
"¿a qué te dedicas?", "¿recién salís
de trabajar?" o "¿cómo está el tiempo afuera?",
en caso de lluvia o temperaturas extremas, inducían diálogos
amables y sin mayor compromiso, que evitaban además los silencios
ominosos o, aun peor, los discursos compasivos de algún sujeto
culposo, siempre dispuesto a redimir almas perdidas después
de haber pagado por su perdición.
Había
empezado a trabajar luego de considerarlo durante meses, desde que
una compañera de escuela le contó de su experiencia
y de los réditos visibles de la actividad. Cuando su madre
quedó embarazada de un circunstancial compañero, un
narcotraficante de pequeña escala que días antes de
su acto preñador la había violado a ella misma en
la casilla de atrás de su casa (suceso que solo mencionó
a su amiga, que la ayudó a hacer el test de embarazo, negativo,
y a su madre, que le pegó porque pensó que lo decía
por celos), aceptó ir a trabajar haciendo la limpieza de
la casa, pero sin compromiso alguno con la actividad principal.
Un día remplazó a la recepcionista, que había
faltado sin aviso, y le pagaron el doble. Finalmente una tarde,
luego de pelearse con su novio (un cadete de policía con
el que tenía pensado ir a vivir), habló con su amiga
y con la dueña de la casa, aunque pidió empezar recién
al día siguiente.

Ya había
nacido su hermanito, cuyo padre se había ido sin dejar rastro
alguno unas semanas antes. Según sus cálculos, lo
que sacara durante los meses que dedicará a su nuevo
trabajo le permitiría mantener a su madre y a su hermanito
mientras durara la lactancia, al tiempo que terminar la pieza de
atrás para vivir ella sola. Sus otros hermanos vivían
con su padre en Misiones y no requerían su ayuda; la distancia
le permitía además prescindir de excusas y preguntas
sobre su nuevo trabajo, mientras que su madre ni siquiera hablaba
con ella (la acusaba por la huida de su pretendiente).
Al margen de
su momentáneo padrastro, contra voluntad, y su novio cadete
de la Bonaerense, por voluntad, sus únicos amantes habían
sido un primo que la desfloró siendo poco más que
una niña (por voluntad, aunque arrepentida luego por el dolor
que sintió) y un vecino con el que había coqueteado
su madre (contra voluntad, en su interior, aunque dio el sí
por curiosidad). Quizás transmitiría esto en sus presentaciones
a los clientes, lo cierto es que durante una semana ninguno eligió
pasar con ella, incluso cuando en un par de ocasiones fue la única
opción disponible en la casa. Solange, su amiga, le decía
que a ella le había pasado lo mismo; por fin, un domingo
a la tarde, un camionero brasileño la eligió y la
llevó al cuarto principal.
Al tiempo hacía
cuatro o cinco clientes diarios, lo suficiente como para cumplir
cómodamente sus previsiones. Tenía incluso algunos
habitúes que se habían acostumbrado a pasar con ella
y había desarrollado una rutina, satisfactoria para ellos
y cómoda para ella. Cortaba los avances indeseables convincentemente
con su latiguillo "no soy completa", un auxiliar tan imprescindible
como el "sí, pero con forro". Varias veces Solange
la llamó para algún "combinado", donde aprendía
algunos secretos de la buena práctica; le daban vergüenza
algunas actitudes inapropiadas de su amiga, pero apreciaba el aprendizaje
y las buenas propinas, en especial cuando lograba ser convincente
en la simulación. Lo único claramente desagradable
que le tocó vivir fue cuando entró a la casa un marginal
que juntaba basura en el barrio, un tipo que olía a vino
barato y a mugre de varios meses sin bañarse. La dueña
pretendía que las chicas salieran a presentarse, pero finalmente
echó al tipo con alguna excusa vaga. Solange le reprochó
a la dueña no haber entendido enseguida que debía
prescindir del tal cliente: "nosotros somos prostitutas, pero
no somos perras para pasar por esta situación", le dijo,
y la dueña aceptó pidiendo perdón. Al día
siguiente apareció con un juego de ropa interior de regalo
para cada chica, la abrazaron, lloraron y dieron por terminado el
episodio.
Por primera
vez en su vida tenía dinero, una rutina y algunas certezas.
Los días libres aprovechaba para controlar la marcha de la
obra, llevándole mate a los dos vecinos albañiles
a los que había elegido por ser mayores y con mujeres celosas,
que no les permitirían avanzar sobre ella estando a la vista
del barrio. Otros días iba a la mañana al shopping
de Haedo, donde compraba ropa y juguetes para su hermanito y lencería
para su trabajo. Por rapidez y practicidad, la presentación
se hacía en ropa interior; al tiempo comprobó con
buen humor que tenía mucha más ropa para su trabajo
que para salir a la calle. Al otro día compró jeans
de marca, blusas y t-shirts, carteras y zapatos.

Una tarde su
antiguo novio, ya policía, apareció en la casa. Aterrada,
pidió a la dueña que le permitiera no presentarse.
El tipo eligió a Solange y se quedó toda la noche:
por las preguntas que le hizo, infirió que sabía de
su presencia. Al otro día, el policía mató
al padre de su hermanito en una redada por drogas. No creyó
la versión oficial, pero recordó la humillación
de aquella tarde bajo las chapas de la casilla y sintió una
entera satisfacción.
Ese episodio
incidió en sus elecciones posteriores. Comenzó a sentir
la necesidad de acotar su presencia en la casa; a veces inventaba
indisposiciones o la necesidad de acompañar a su hermanito
al médico para faltar una tarde. Se mostraba esquiva en las
presentaciones cuando el cliente no le gustaba, y rehuía
los combinados. No había perdido en profesionalismo, pero
si en motivación.
Lalo, el marido
de la dueña, decidió abrir una parrilla en el patio
de la casa, con salida a la ruta. Apenas un quincho abierto y un
abundante lugar de estacionamiento marcaban el lugar. Se enteró
que les faltaba alguien para atender y un día, tras consultarlo
con Solange, decidió ofrecerse a la dueña para ser
camarera. Dejaría de trabajar en la casa los días
de semana, pero continuaría los sábados y domingos.
Prefería ese cronograma: eran días en que iban menos
camioneros y trabajadores de las fábricas, y abundaban en
cambio los muchachos de clase media que iban con sus familias a
las quintas de los alrededores. Eran más habladores, pero
le agradaba su aroma y algunos hasta lograban excitarla por su vigor.
Le causaba gracia la vergüenza que muchos de ellos sentían,
y se encariñaba con los más tímidos, que preguntaban
siempre por ella.
En la parilla
de Lalo ganaba menos que en la casa, pero compensaba con las buenas
propinas. Lalo le fue extendiendo en pocas semanas su confianza
y sus tareas, siendo prácticamente la encargada del lugar.
Cada tanto, una o dos veces por mes, Lalo parecía estar algo
nervioso y la miraba con ojos preocupados. En esos casos, ella sabía
que al irse el último cliente Lalo dejaría al cocinero
encargado de ordenar el local y la llevaría a un hotel por
horas en la autopista. No le agradaba especialmente, pero Lalo le
pagaba por eso (sin descontar la comisión a la casa, como
en sus clientes del fin de semana) y la dueña de la casa
no tenía reparos, porque así se aseguraba que no "la
molestara" a ella. Lalo evitaba cualquier otro acercamiento
el resto de los días, y ella apreciaba ese desdoblamiento.
Un día
apareció en la parrilla, casi sobre las tres de la tarde,
un tipo vestido con un traje azul y camisa blanca, con corbata al
tono y zapatos muy brillantes, casi de la edad de Lalo, de aspecto
tímido pero seguro en sus movimientos, que le sonrió
de un modo especial al tomar asiento (luego sabría que la
sonrisa era en realidad una especie de ruego corporal por ser atendido
a pesar de haber llegado tan tarde). Le hizo un comentario sobre
su elegancia y le gustó el tono que el tipo puso en su respuesta,
algo que transmitía humildad y cierta seguridad en si mismo
a la vez. Ella rió todo el tiempo y al limpiar la mesa, se
agachó delante del tipo luciendo el nacimiento de las tetas
por encima de la blusa entrabierta. Creyó haberse excedido
y se puso seria, aunque recuperó la simpatía al saludar
desde el fondo de la parrilla al tipo que se iba. Esa tarde Lalo
le propuso ir al hotel pero ella mintió una indisposición.
El tipo comenzó a ir con cierta frecuencia, pero pasaron
unos meses hasta que se animó a hacer una proposición
en concreto.
CR
c/VR

Próxima entrega (25): Vidas paralelas
El pisito - Carmen en vuelo -Una ruptura civilizada -La primavera
de Praga -
Permanencias y rupturas - No el amor, sino la felicidad - Dos vidas,
un cuerpo
Carmelo
Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la
prestación de servicios administrativos a la producción
del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad,
interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano
con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka
Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en
México, estudió geografía en Amsterdam y psicología
en Copenhague.
En
entregas anteriores
1:
SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja
la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista
del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2:
El "Manifesto"
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías
para el arte contemporáneo. ¿Marketing, genio, compromiso,
palabrerío? ¿La ciudad como arte...?
3:
Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha,
y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y
Javier.
4:
La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado
despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5:
El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes
en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6:
Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas
que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara
(y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7:
Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a
Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8:
Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior
ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9:
La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis.
Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas
de la diferencia horaria.
10:
Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda.
Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una
oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11:
Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello
del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera
detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de
la historia.
12:
El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores
raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y
perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13:
Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación.
Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso
de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano
con Mónica.
14:
No podrías pagarlo
Refugio
para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas.
Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis
en busca del equilibrio.
15:
La carta infame
Estudios
de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza.
Sensiblería y procacidad.
Entrega
16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica,
proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite
Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega
(17): La investigación
aplicada
Más
de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones
y conjeturas.
Entremés
- Solo por excepción (I) / La drástica decisión.
Entremés
- Solo por excepción (II)
/ Los trabajos y los días
Entremés
- Solo por excepción (III y última del entremés)
/ El experimento Rochester.
18:
La afirmación positiva
Una visión
panóptica. La eficacia de las caricias. No lejos de la fábrica.
Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista. Certero
impacto del Artista Pop.
19:
El amor asoma su sucia cabeza
Hipótesis
de conflicto - El perseguidor - Preguntas capciosas - Efectos colaterales
-
Sólo en Buenos Aires – La tristeza de un jueves a la tarde
20:
La forja de un rebelde
Propuesta
del superior – Llegar tarde a todo – Disciplina y cinismo – La luz
y el aire del Sur –
Adiestramiento de un servicio – Los pruritos morales – Doble agente
21:
Al servicio de la República
La llegada
a América y las primeras misiones - Jean Luc seduce a propios
y extraños -
Por la razón o por la fuerza - Foja de servicios – El hombre
justo en el lugar equivocado
22:
¿Qué pasa, General?
Pequeño
apartamento en Las Condes - Aeropuerto ´73 - Balada del mochilero
-
Dos puntas tiene el camino - El trabajo ya está hecho - Reciclaje
y redención
23:
Suite Mediterránea
Mujer
en el balcón - Vernissage - Lo útil y lo agradable
- La entropía de un matrimonio feliz -
Animales - Los caminos del arte contemporáneo – Hipertexto
y collage
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