
“¡Viva
México! Recuerdo del Centenario”, litografía celebratoria
Varios
países latinoamericanos celebran en estos años los respectivos
bicentenarios de sus declaraciones de Independencia o de las gestas
a ellas asociadas. Ya lo ha hecho Haití; Ecuador y Bolivia lo
hacen este año, México y Venezuela en el 2010 y Venezuela y Paraguay
en el 2001. En el caso de la
Argentina, se recordará el establecimiento del
primer Gobierno Patrio (la Primera Junta), el 25 de mayo
de 1810, que precedió en 6 años a la efectiva emancipación.
Como
en la vida de las personas, estas ocasiones pueden dar lugar a
distintas formas de celebración. Por ejemplo, el mero acto formal y solemne de la recordación,
con abundancia de discursos, arengas patrióticas, homenajes y
ofrendas florales, en el contexto de una generalizada movilización
turística para aprovechar el feriado (el “puente”, como se denomina
en algunos países de la región).
En
el extremo opuesto, los países pueden interpretar el festejo como
ocasión para ritos fundacionales
o re-fundacionales. Una sociedad puede proponerse, por ejemplo,
resolver algunos de sus problemas más graves (o más modestamente,
reducir los indicadores del problema) para el aniversario de ocasión
o a partir del mismo. Tengo mis prevenciones contra esta opción:
una sociedad no puede esperar a que el calendario determine un número
terminado en cero para afrontar sus urgencias y necesidades,
ni mucho menos plantearse, con la ficticia voluntad de un cocainómano,
solucionar sus aflicciones “de cara al Bicentenario” como quien
promete que el lunes empezará su dieta o que después de su cumpleaños
irá al dentista.
Una
opción más razonable, y también más justa para con los héroes
que construyeron nuestras naciones, parece ser la de un doble
juego de representación
e introspección: puesta en escena por un lado de singularidades
festivas, accionando y cohesionando los mecanismos de la memoria
colectiva; ocasión por otra parte para las
preguntas incómodas y los debates postergados. En todo caso,
el Gran Aniversario suele ser explícito en cuanto al estado de
ánimo colectivo de una sociedad o, al menos, de su estamento dirigencial
y los sectores hegemónicos de su cultura.

“Buenos
Aires en el año 2010”, Arturo Eusevi, revista PBT N. 287, 25/5/1910
En
el caso de la Argentina, la fiesta (los
“fastos”) del Centenario en 1910 fue el punto culminante de la
autocelebración conservadora en el apogeo del proyecto
de modernización llevado a cabo por la Generación del ’80. Cien años después, tras la crisis
continental del neoliberalismo, la fragmentación social y la no
menos estrepitosa crisis actual (planetaria, en este caso), ¿qué
puede esperarse de nuestro Bicentenario? Un libro editado hace
ya varios años por Margarita Gutman aporta algunas opiniones significativas al respecto.
Se trata de Construir
Bicentenarios: Argentina, publicado por la
editorial Caras y Caretas en 2005 y auspiciado
por el Observatorio Argentina de la New
York University
(cuyo Observatorio Latinoamérica está organizando numerosas actividades relacionadas con los bicentenarios
en la región). Ya en la primera frase de Gutman
en su presentación aparece esta cuestión del sentido celebratorio
que mencionamos arriba: “Si
algo nos permite la posibilidad de un aniversario es elegir. Nos
permite elegir si lo tomamos en cuenta o lo dejamos
pasar por el almanaque sin mayores complicaciones”.
La
producción del texto es colectiva y se estructura en cuatro secciones:
“Horizontes del Bicentenario” explora el pasado histórico de la
Argentina, “Conmemorar desde otros horizontes”
indaga el sentido de la celebración y las fechas patrias en Brasil,
México, España y algunos países africanos, “Construir el bicentenario”
analiza las posibles formas y, sobre todo, objetivos de la conmemoración,
y “El porvenir del bicentenario” indaga sobre ideas y proyectos
de futuro posteriores a la celebración.

Rally
Conurbano en Munro, “intervención política” citada
por Saskia Sassen como una de las posibles
“estrategias de narración que en vez de consolidar los lazos con
el mundo del comercio, por el contrario, nacen de un campo urbano
cotidiano” (ver Munro, furor y decadencia,
en el número 44 de café de las ciudades)
La
entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner presenta el libro con un llamado a retomar los idearios
de Moreno y Belgrano y reconstruir
la autoestima del pueblo argentino. La breve síntesis que
realiza de la historia nacional solo flaquea en su mirada parcializada
sobre los primeros años de la recuperación de la democracia (quizás
preocupada por identificar la gestión presidencial de la época
con el “espíritu fundacional” que reclama a sus conciudadanos).
En los artículos siguientes, Gutman
evoca las imágenes del futuro que la prensa, la intelectualidad
y la dirigencia política sostenían en el Centenario de 1910 (al
decir de Olga Paterlini, “un número
mágico que sirvió para hacer un repaso de lo actuado y una evaluación
del porvenir”), postulando hacia el final la “reinstalación de un derecho al
futuro”.
Josep Ramoneda comienza su intervención (y la
sección destinada a las conmemoraciones externas) afirmando que
“España no ha conseguido tener una fiesta nacional
realmente compartida y celebrada por todos”; propone a tal
efecto “el tabú de la guerra
civil” como base de una nueva identidad. Arjun
Appadurai sostiene que “el trabajo de la imaginación no es un privilegio de las elites, intelectuales
y autodenominados marxistas, sino que está
efectivamente siendo ejercida por las personas pobres”
en la búsqueda mundial de posibilidades de migración. Esta hipótesis
sería seguramente compartida por Abdou
Maliq Simona, quien describe diversos
episodios de sacrificio y esperanza del islamismo africano, a
uno y otro lado del Mediterráneo.
Diego
Golombek analiza el desarrollo y, sobre
todo, los problemas de la enseñanza de la ciencia en la Argentina. Su
propuesta pedagógica rescata el método científico cómo fomento
de una visión novedosa del país y sus problemas: “aprender a formular preguntas y a diseñar planes
y estrategias para
intentar posibles respuestas”. Adriana Clemente señala el
retorno de las políticas sociales a la órbita de la sociedad civil,
como en la época del primer Centenario, a partir del abandono
de las políticas universales y asumidas por el Estado; si en el
modelo conservador se trataba de beneficencia y filantropía, en
el modelo focalizado y segmentado la responsabilidad se traslada
a las familias y a las organizaciones sociales.
Daniel
Sabsay reivindica la transformación de la democracia en participativa
como un aspecto inherente al deseo de una “gobernabilidad para
la sustentabilidad”, sin que esto signifique
el abandono de las modalidades representativas sino la necesidad
de enriquecerlas con la incorporación
de diversas formas de participación ciudadana en la toma de
decisiones.
El
lado oscuro del primer Centenario estructura la argumentación
de José Pablo Feinmann, quien termina
proponiendo un estimulante Manifiesto para 2010: un Bicentenario
“sin
hambrientos, sin excluidos, sin marginados; un país con trabajo, producción, consumo, mercado interno y proyección
latinoamericana”, “sin
una bestia represora como Ramón L. Falcón que justifique la bomba
de Simón Radowizky”. Para David Kullock,
“lo mejor que nos podría
pasar es usar el formato, el pretexto, la oportunidad formal que
nos brinda el bicentenario para retomar un camino, no de éxitos
garantizados, pero si de objetivos consensuados, de metas acordadas,
de resultados anhelados”.

Red
de foros públicos y obras generadoras (William R. Morrish)
William
Morrish plantea por su parte una interesante
propuesta de integración territorial, innovación y sensibilidad
ambiental: construir el escenario del 2010 sobre la base de una
red nacional de obras generadoras, “polos
que revelen las líneas de intersección de servicios públicos,
sistemas ecológicos y patrones culturales que conectan a ciudades
asociadas y forman la infraestructura de su bio-región y la personalidad pública de sus ciudades”;
Morrish pone como ejemplo la captación de energía eólica que
realiza la ciudad patagónica de Pico Truncado junto con su vecina
Koluel Naike, y su complemento artístico, el parque de esculturas
Ciudad
Sonora. Desentona en su artículo la forzada metáfora
de los bailarines de tango aplicada a las ciudades (y también
la inclusión del Area Forum 2004 de
Barcelona entre los ejemplos de obras generadoras…). Más sólida
resulta la argumentación de Michael Cohen, que reclama “romper con la visión dicotómica del territorio nacional y preguntar cómo
la productividad de la pampa y otras áreas rurales del país dependen
la una de la otra, y cómo
estas diferentes formas de productividad pueden ser aceleradas
y sostenidas”. Esta línea de análisis lleva a Cohen a
reformular una vieja pregunta acerca del financiamiento fiscal
de Buenos Aires (“¿los ingresos
fiscales por sus actividades subsidian al resto del país o su
relativamente alto nivel de vida es subsidiado por los impuestos
a la producción rural?”), recomendar la corrección de la concentración
económica originada en la economía global a través de la atención
hacia los mercados internos y, especialmente, alertar que “la población está subutilizada” y no
ha tenido en décadas el apoyo gubernamental necesario para desarrollar
las “pericias, por ejemplo, en ciencia y tecnología,
para incrementar la riqueza dentro del nuevo mercado mundial globalizado”.
Oscar Tangelson sostiene al respecto
que “se pretende fundamentar
en los problemas inmediatos la falta de elaboración de proyectos
cuando, por el contrario, es
la falta de un Proyecto lo que nos hace esclavos de las urgencias”.

Dos
textos se destacan claramente, a mi entender, en un conjunto de
buen nivel: “Relatos históricos, pedagogías cívicas e identidad
nacional”, del historiador Fernando J. Devoto,
y “El bicentenario como festival”, del politólogo José Nun.
Devoto recorre los vaivenes de la historiografía entre el período
inmediatamente posterior a Caseros y el revisionismo de las primeras
décadas del siglo XX, reproduciendo la coetánea tendencia latinoamericana
a “construir relatos históricos que fundaran una tradición”. Este recorrido
se inicia con Bartolomé Mitre, responsable de una imagen del pasado
en la que “los argentinos quisieron reconocerse durante
casi un siglo”, imagen surgida del intento de justificar en
un pasado común “la necesidad
histórica de reconstrucción unitaria del nuevo país”. La “excepcionalidad
argentina”, la herencia europea y la tradición republicana
americana que Mitre postula en su relato resulta la más adecuada
a las necesidades de identificación de las clases medias urbanas. Aunque
Devoto ubica en 1943 el punto de crisis de este relato (cuestionado
o reivindicado por el positivismo, los nacionalismos, la difusión
escolar y en general todo el aparato historiográfico, pero siempre
hegemónico), considera que los “restos
del edificio” perdurarían por mucho tiempo en las “ilusiones
compartidas acerca de la especificidad argentina y su destino”.
Nun retoma la idea de Durkheim sobre el festival,
concebido como un gran
momento de entusiasmo colectivo, de efervescencia social (de
manera similar, Pablo Capanna propone “enfrentar
este nuevo centenario como un rito de pasaje, para comenzar a
reconstruir la esperanza y delinear proyectos que nos incluyan
a todos, asumiendo el pasado para superarlo”). Tras discurrir
sobre la magnitud de la catástrofe socioeconómica argentina partir
del último cuarto del siglo XX (que redujo la Argentina a un país para
la mitad de la población que realmente alberga, “efecto de devastación comparable
a un conflicto bélico”) inscribe a la democracia representativa
en un elemento necesario pero no suficiente del “buen gobierno”,
que requiere además “el
respeto a las libertades individuales, una absoluta protección
de los derechos humanos, el progreso económico, la justicia social
y la existencia de instituciones estables”. Comparando las
opciones llevadas a cabo por dos países de similares características
a fines del siglo XIX, Nun explica la
noción de Proyecto Nacional,
que en el caso de Canadá se basó en la protección arancelaria
a la industria, la estructuración del ferrocarril en el sentido
integrador este - oeste y la facilidad de los inmigrantes para
acceder a la tierra controlada por el Estado, y en la
Argentina, en el ambiguo “Paz y Administración”
de Julio A. Roca. Nun basa la posibilidad
de un verdadero proyecto nacional para el siglo XXI en las ideas
fuerza de la autonomía (“el
mayor grado posible de autodeterminación conseguible
en cada coyuntura”), unidad territorial, económica y social
(que diferencia de la mera homogeneidad) e identidad cultural.
En este razonamiento, la idea de un festival del Bicentenario
se centra en crear conciencia en la ciudadanía acerca de “un
horizonte común que le de un sentido unificador a las obras y
metas que debemos emprender
de inmediato”. Porque como sostiene David Harvey,
“la memoria colectiva en y sobre la ciudad tiene una cualidad escurridiza,
evanescente, fragmentada y elusiva. Pero a pesar de ello, es políticamente
poderosa”.
MC
Construir Bicentenarios: Argentina, Margarita Gutman (Editora), Observatorio
Argentina, New York
University, Editorial
Caras y Caretas, 2005, con artículos de Arjun
Appadurai, Dora Barrancos, Pablo Capanna,
Adriana Clemente, Michael Cohen, Juan Corradi,
Alberto Croce, Fernando Devoto, Roberto
Doberti, Bernardo Dujovne,
José Pablo Feinmann, Cristina Fernández
de Kirchner, Enrique Florescano, Leonardo
Franco, Diego Golombek, Margarita Gutman, David Harvey, Alejandro
Kawabata, David Kullock, Edith Litwin, Lelio Mármora,
William Morrrish, José Nun,
Olga Paterlini, Margarita Pierini,
Josep Ramoneda,
Daniel Sabsay, María Seoane, Saskia
Sassen, Abdou
Maliq Simone, Oscar Tangelson y Jorge
Wilheim. 372 páginas de 28 x 20 cm. ISBN: 987-22557-0-9
Ver
información, agenda y vínculos sobre las actividades preparatorias
bicentenarias en la
Argentina y América Latina en el Programa
Bicentenarios de la
FADU UBA y en el Observatorio
Latinoamérica (OLA) de la New York University.
Sobre
Margarita Gutman, ver también en café
de las ciudades:
Número
61 I Historia y Planes de las ciudades
Buenos
Aires 1536-2006 I La Historia urbana del Area
Metropolitana, por Margarita Gutman
y Jorge Enrique Hardoy I Marcelo Corti
Como
resultado de la
Convocatoria Internacional de Ensayos y Presentaciones
Visuales Digitales “Construir Bicentenarios Latinaomericanos
en la Era
de la Globalización”,
organizada en 2008 desde el OLA/NewSchool, la
FADU/UBA
y la
Universidad Central de Chile, se recibieron 75
trabajos de 16 países. El pasado 2 de diciembre, en la Universidad Central de Chile, fueron otorgados por
un jurado internacional los 5
premios y 7 menciones; los 5 autores premiados están
invitados a presentar sus
trabajos en la Conferencia Internacional
sobre los Bicentenarios Latinoamericanos que se realizará el 26
y 27 de febrero en el OLA, en Nueva York.
Con este material y otros capítulos que están en marcha se publicará
el segundo tomo de la serie, “Construir Bicentenarios Latinoamericanos”,
en noviembre de 2009.
Sobre
el tema, ver también en café
de las ciudades:
Número
55 I Planes de las ciudades
Andar
con pensamiento I Ciudad y urbe en tiempos
del Bicentenario I Mario Sabugo
Número
3 I Proyectos
Portal
Bicentenario: Santiago y la Reforma Urbana I Recuperación
de un antiguo aeropuerto y políticas de integración territorial
en la capital chilena. La reforma urbana chilena según su Secretario
Ejecutivo, Mario Tala I Marcelo Corti