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AÑO 8 - NUMERO 75 - Enero 2009

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Título Subtítulo Ciudad
Número Revista
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La mirada del flâneur

Dos Aguafuertes Porteñas

La forma de vivir feliz y las sillas en la vereda I Por Roberto Arlt

 

N. de la R.: La terrible sinceridad es una reflexión sobre la felicidad que ofrecemos como regalo para nuestros lectores y lectoras en este nuevo año; Silla en la vereda es una descripción extraordinaria de una típica situación en un barrio cordial de Buenos Aires en las primeras décadas del siglo XX. 

 

La terrible sinceridad

Me escribe un lector:

“Le ruego me conteste, muy seriamente, de qué forma debe uno vivir para ser feliz”.

Estimado señor: Si yo pudiera contestarle, seria o humorísticamente, de qué modo debe vivirse para ser feliz, en vez de estar pergeñando notas, sería, quizá, el hombre más rico de la tierra, vendiendo, únicamente a diez centavos, la fórmula para vivir dichoso. Ya ve qué disparate me pregunta.

Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al individuo que la practica una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es la sinceridad.

Ser sincero con todos, y más todavía consigo mismo, aunque se perjudique. Aunque se rompa el alma contra el obstáculo. Aunque se quede solo, aislado y sangrando. Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no, pero sí lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vida, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo.

No mire lo que hacen los demás. No se le importe un pepino de lo que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y sobre el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio, entonces. Fuerte a pesar de todos y contra todos. No importe que la pena lo haga dar de cabeza contra una pared. Interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo siguiente:

– ¿Soy sincero conmigo mismo?

Y si el corazón le dice que sí, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con confianza. Siendo sincero no se va a matar. Esté segurísimo de eso. No se va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige nuestra existencia, impedirá que usted se mate tirándose al pozo La vida, providencialmente, colocará, un metro antes de que usted llegue al fondo, un clavo donde se engancharán sus ropas y... usted se salvará.

Me dirá usted: “¿Y si los otros no comprenden que soy sincero?” ¡Qué se le importa a usted de los otros! La tierra y la vida tienen tantos caminos con alturas distintas, que nadie puede ver a más distancia de la que dan sus ojos. Aunque suba a una montaña, no verá un centímetro más lejos de lo que le permita su vista. Pero, escúcheme bien: el día en que los que lo rodean se den cuenta de que usted va por un camino no trillado, pero que marcha guiado por la sinceridad, ese día lo mirarán con asombro, luego con curiosidad. Y el día en que usted, con la fuerza de su sinceridad, les demuestre cuántos poderes tiene entre sus manos, ese día serán sus esclavos espirituales, créalo.

Me dirá usted: “¿Y si me equivoco?”. No tiene importancia. Uno se equivoca cuando tiene que equivocarse. Ni un minuto antes ni un minuto después. ¿Por qué? Porque así lo ha dispuesto la vida, que es esa fuerza misteriosa. Si usted se ha equivocado sinceramente, lo perdonarán. O no lo perdonarán. Interesa poco. Usted sigue su camino. Contra viento y marea. Contra todos, si es necesario ir contra todos. Y créame llegará un momento en que usted se sentirá más fuerte, que la vida y la muerte se convertirán en dos juguetes entre sus manos. Así, como suena. Vida. Muerte. Usted va a mirar esa taba que tiene tal reverso, y de una patada la va a tirar lejos de usted. ¿Qué se le importan los nombres, si usted, con su fuerza, está más allá de los nombres?

La sinceridad tiene un doble fondo curioso. No modifica la naturaleza intrínseca del que la practica, y sí le concede una especie de doble vista, sensibilidad curiosa y que le permite percibir la mentira, y no sólo la mentira, sino los sentimientos del que está a su lado.

Hay una frase de Goethe, respecto a este estado, que vale un Perú. Dice:

“Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás de él”.

Es lo que anteriormente le decía.

La sinceridad provoca en el que la practica lealmente una serie de fuerzas violentas. Estas fuerzas sólo se muestran cuando tiene que producirse eso de: “Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás”. Y si usted es sincero, va a percibir la voz de estas fuerzas. Ellas lo arrastrarán, quizá, a ejecutar actos absurdos. No importa. Usted los realiza. ¿Que se quedará sangrando? ¡Y es claro! Todo cuesta en esta tierra. La vida no regala nada, absolutamente. Todo hay que comprarlo con libras de carne y sangre.

Y de pronto, descubrirá algo que no es la felicidad, sino un equivalente a ella. La emoción. La terrible emoción de jugarse la piel y la felicidad. No en el naipe, sino convirtiéndose usted en una especie de emocionado naipe humano que busca la felicidad, desesperadamente, mediante las combinaciones más extraordinarias, más inesperadas. ¿O qué se cree usted? ¿Que es uno de esos multimillonarios norteamericanos, ayer vendedores de diarios, más tarde carboneros, luego dueños de circo, y sucesivamente periodistas, vendedores de automóviles, hasta que un golpe de fortuna lo sitúa en el lugar en que inevitablemente debía estar?

Esos hombres se convirtieron en multimillonarios porque querían ser eso. Con eso sabían que realizaban la felicidad de su vida. Pero piense usted en todo lo que se jugaron para ser felices. Y mientras no se producía lo efectivo, la emoción, que derivaba de cada jugada, los hacía más fuertes. ¿Se da cuenta?

Vea amigo: hágase una base de sinceridad, y sobre esa cuerda floja o tensa, cruce el abismo de la vida, con su verdad en la mano, y va a triunfar. No hay nadie, absolutamente nadie, que pueda hacerlo caer. Y hasta los que hoy le tiran piedras, se acercarán mañana a usted para sonreírle tímidamente. Créalo, amigo: un hombre sincero es tan fuerte que sólo él puede reírse y apiadarse de todo.

 

Silla en la vereda

Llegaron las noches de las sillas en la vereda; de las familias estancadas en las puertas de sus casas; llegaron, las noches del amor sentimental de “buenas noches, vecina”, el político e insinuante “¿cómo le va, don Pascual?”. Y don Pascual sonríe y se atusa los “baffi”, que bien sabe por qué el mocito le pregunta cómo le va. Llegaron las noches...

Yo no sé qué tienen estos barrios porteños, tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente. Yo no sé qué tienen; que reos o inteligentes, vagos o activos, todos queremos este barrio con su jardín (sitio para la futura sala) y sus pebetas siempre iguales y siempre distintas, y sus viejos, siempre iguales y siempre distintos también. Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilusión baratieri, ¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!; estos barrios porteños, largos, todos cortados con la misma tijera, todos semejantes con sus casitas atorrantas, sus jardines con la palmera al centro y unos yuyos semiflorecidos que aroman como si la noche reventara por ellos el apasionamiento que encierran las almas de la ciudad; almas que sólo saben el ritmo del tango y del “te quiero”. Fulería poética, eso y algo más.

Algunos purretes que pelotean en el centro de la calle; media docena de vagos en la esquina; una vieja cabrera en una puerta; una menor que soslaya la esquina, donde está la media docena de vagos; tres propietarios que gambetean cifras en diálogo estadístico frente al boliche de la esquina; un piano que larga un vals antiguo; un perro que, atacado repentinamente de epilepsia, circula, se extermina a tarascones una colonia de pulgas que tiene junto a las vértebras de la cola; una pareja en la ventana oscura de una sala: las hermanas en la puerta y el hermano complementando la media docena de vagos que turrean en la esquina. Esto es todo y nada más. Fulería poética, encanto misho, el estudio de Bach o de Beethoven junto a un tango de Filiberto o de Mattos Rodríguez.

Esto es el barrio porteño, barrio profundamente nuestro; barrio que todos, reos o inteligentes, llevamos metido en el tuétano como una brujería de encanto que no muere, que no morirá jamás.

Y junto a una puerta, una silla. Silla donde reposa la vieja, silla donde reposa el “jovie”. Silla simbólica, silla que se corre treinta centímetros más hacia un costado cuando llega una visita que merece consideración, mientras que la madre o el padre dice:

– Nena; traete otra silla.

Silla cordial de la puerta de calle, de la vereda; silla de amistad, silla donde se consolida un prestigio de urbanidad ciudadana; silla que se le ofrece al “propietario de al lado”; silla que se ofrece al “joven” que es candidato para ennoviar; silla que la “nena” sonriendo y con modales de dueña de casa ofrece, para demostrar que es muy señorita; silla donde la noche del verano se estanca en una voluptuosa “linuya”, en una charla agradable, mientras “estrila la d'enfrente” o murmura “la de la esquina”.

Silla donde se eterniza el cansancio del verano; silla que hace rueda con otras; silla que obliga al transeúnte a bajar a la calle, mientras que la señora exclama: “¡Pero, hija! Ocupás toda la vereda”.

Bajo un techo de estrellas, diez de la noche, la silla del barrio porteño afirma una modalidad ciudadana.

En el respiro de las fatigas, soportadas durante el día, es la trampa donde muchos quieren caer; silla engrupidora, atrapadora, sirena de nuestros barrios.

Porque si usted pasaba, pasaba para verla, nada más; pero se detuvo. ¿Quién no se para a saludar? ¿Cómo ser tan descortés? Y se queda un rato charlando. ¿Qué mal hay en hablar? Y, de pronto, le ofrecen una silla. Usted dice: “No, no se molesten”. Pero, ¿qué? ya fue volando la “nena” a traerle la silla. Y una vez la silla allí, usted se sienta y sigue charlando.

Silla engrupidora, silla atrapadora.

Usted se sentó y siguió charlando. ¿Y sabe, amigo, dónde terminan a veces esas conversaciones? En el Registro Civil.

Tenga cuidado con esa silla. Es agarradora, fina. Usted se sienta, y se está bien sentado, sobre todo si al lado se tiene una pebeta. ¡Y usted que pasaba para saludar! Tenga cuidado. Por ahí se empieza.

Está, después, la otra silla, silla conventillera, silla de “joviestanos y galaicos; silla esterillada de paja gruesa, silla donde hacen filosofía barata ex barrenderos y peones municipales, todos en mangas de camiseta, todos cachimbo en boca. La luna para arriba sobre los testuces rapados. Un bandoneón rezonga broncas carcelarias en algún patio.

En un quicio de puerta, puerta encalada como la de un convento, él y ella. El, del Escuadrón de Seguridad; ella planchadora o percalera.

Los “jovies”, funcionarios públicos del carro, la pala y el escobillón, dan la lata sobre “eregoyenisme”. Algún mozo matrero reflexiona en un umbral. Alguna criollaza gorda, piensa amarguras. Y este es otro pedazo del barrio nuestro. Esté sonando Cuando llora la milonga o la Patética, importa poco. Los corazones son los mismos, las pasiones las mismas, los odios los mismos, las esperanzas las mismas.

¡Pero tenga cuidado con la silla, socio! Importa poco que sea de Viena o que esté esterillada con paja brava del Delta: los corazones son los mismos...

RA

 El autor fue escritor y periodista, argentino (1900-1942).

Los textos pertenecen a Aguafuertes Porteñas, recopilación de los artículos publicados por Arlt en el diario El Mundo, de Buenos Aires, en las décadas de 1920 y 1930. Hay una edición económica de Editorial Losada: se recomienda su lectura completa y en especial, por su relación con los temas que recorren café de las ciudades, los aguafuertes Filosofía del hombre que necesita ladrillos, Grúas abandonadas en la Isla Maciel, Los tomadores de sol en el Botánico, Casas sin terminar, El próximo adoquinado y Persianas metálicas y chapas de doctor.

 

Ver también en café de las ciudades:

Número 14 I La mirada del flâneur
El placer de vagabundear I “Los extraordinarios encuentros de la calle”. I Roberto Arlt 

Glosario de palabras “lunfardas” (jerga o slang de Buenos Aires):

Atorrantas: Callejeras, vagas, sinvergüenzas. El origen de la palabra atorrante se origina (supuestamente) a fines de siglo XIX, cuando unos homeless usaron los caños de cemento A. Torrant, importados de Francia para la construcción del sistema de cloacas de la ciudad, como improvisado dormitorio.

Baffi: Bigotes

Baratieri: Barato (el mecanismo de formación de la palabra es transformar el adjetivo en un supuesto apellido italiano)

Cabrera: Enojada

Engrupidora: Engañadora

Eregoyenisme: Yrigoyenismo, corriente mayoritaria de la Unión Cívica Radical en el primer tercio del siglo XX, tendencia política de los seguidores del Presidente Hipólito Irigoyen. La palabra está deformada por la pronunciación del inmigrante italiano.

 Estrila: Se enoja (fuente: Diccionario de la lengua lunfarda)

 Fulería: Indigencia, ordinario, mala calidad / Deslealtad, viveza (fuente: Diccionario de la lengua lunfarda)

 Jovie: Viejo (el mecanismo de formación de la palabra es la simple inversión de sus silabas)

 Linuya: Pereza (fuente: Diccionario de la lengua lunfarda)

 Misho: Indigente (fuente: Diccionario de la lengua lunfarda )

 Mistonga: Humilde, insignificante (fuente: Diccionario de la lengua lunfarda)

 Purretes: Niños

 Tanosy galaicos: italianos y españoles, aun cuando no sean napolitanos ni gallegos

 Turrean: El verbo turrear indicaría lo propio del “turro”, de la persona deshonesta o malintencionada

Nuestros antepasados
Pedro Navaja
Violencia urbana y creación cultural de un mito latino I Por Marcelo Corti

La historia pergeñada por Blades es sólida por donde se la mire: habla del contexto socio-urbano más que de sus protagonistas, pero los lleva (en especial a Pedro) a la categoría de mitos; condensa y abre otras historias y referencias, desde el Mack the Knife brechtiano que supuestamente inspiró el nombre del protagonista (en otra velada referencia urbana, el reporte radial que cierra la canción aclara que su verdadero nombre es Pedro Barrios) y los pandilleros de West Side Story (también homenajeado en el final con una rápida cita del “I like to live in America”) al Juanito Alimaña con que Héctor Lavoe inauguró los homenajes del género a su himno más celebrado; elude prolijamente toda crítica moral o causalidad sociológica, y deja la “didáctica”, las lamentaciones y las ironías para esa especie de coro griego final.

 
La Intervencion Anti-Urbana
Un factor hegemónico I Por Norberto Chaves

Los proyectos urbanos reconocen un repertorio muy limitado de actores, generalmente concertados y en proceso de concentración. Y dicha centralización progresiva de la intervención urbana tiene sus orígenes en un proceso de cambios que ha alterado el propio concepto de ciudad al alterar su modo de vinculación con el sistema económico. El hecho urbano ya no es sólo el espacio en el cual concurren los distintos actores sociales para materializar su vida de relación y constituir una comunidad. Ya no es el mero contenedor y símbolo del intercambio, sino bien intercambiable él mismo, y esto altera estructuralmente el concepto de hábitat: la “plaza”, ámbito del mercado, ha devenido ella misma, mercancía. Y ha devenido mercancía no sólo como infraestructura física sino como puro nudo de flujos.

Política de las ciudades (II)
El estigma de vivir en la villa
“Los mil barrios (in)formales” de Buenos Aires, en dos libros recientes y un seminario I Por Marcelo Corti

Sobre 819 casos identificados, 363 son villas, 429 asentamientos y en 27 casos no se pudo identificar la tipología, ocupando algo menos de 6.500 hectáreas en donde habitan un millón de personas. Los autores sostienen que la informalidad se ha constituido en la principal forma de crecimiento poblacional en el Area Metropolitana de Buenos Aires, en gran parte debido a la dificultad que implica para los sectores populares el acceso al suelo urbano. También exploran los paradigmas de intervención en estos barrios: la erradicación sin alternativas (propia, aunque no exclusiva, de los gobiernos dictatoriales), la erradicación a conjuntos de vivienda construidos por el Estado y la regularización dominial en sus distintas variantes, incluyendo la radicación en viviendas de producción estatal.

 
Buenas y Malas Prácticas Urbanas 2008: los premios
Barrio Alto Comedero (Jujuy) y Rellenos en el Río de la Plata I Por Marcelo Corti

La incómoda heterogeneidad del tejido urbano en la capital bonaerense fue votada no solo por platenses sino también por gente de otras ciudades donde se registran problemas similares. Desde Cataluña llegaron muchas críticas al inexplicable Parque Central de Poble Nou. Y en relación a la proliferación del juego en la Argentina (y su expresión física en los generalmente espantosos edificios que albergan la actividad), María Azucena Villoldo nos acercó un dato y una reflexión interesantes: "acerca de la atinada foto con la que ilustran el tema, ya que soy de Resistencia y reconozco la imagen como una de las "reescrituras" urbanas más vergonzosas que existen, por las dimensiones cívica y política que también implica. Ese hotel-casino que muestra la foto fue levantado -con "lujo asiático"- allí donde murió de pobreza el Hospital para la Madre y el Niño".

 
¡Basta de Demoler!
La protesta vecinal por el patrimonio construido en Buenos Aires I Por Adriana Perez Moralejo y Carlos A. Blanco

Definimos la ciudad como producto de su historia y geografía, con la impronta formada por las huellas de cada período, una suma de estratos en los que cada generación sucesiva ha dejado algo de sí. Comprendemos nuestro destino como una construcción colectiva que atañe a generaciones sucesivas unidas por un fuerte lazo de identidad y pertenencia común. Todos los bienes que consideremos patrimoniales, objetos arquitectónicos y espacio público, reflejan a la sociedad que los generó y comprendemos a través de ellos las luchas y conflictos en la historia del poder territorial. El planeamiento urbano es una herramienta de control de los efectos negativos del mercado: pone orden, establece límites a la propiedad privada mediante restricciones al dominio, interpreta derechos consagrados por la Constitución y restringe los del Código Civil.

Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Columna a cargo de Mario L. Tercco.

En este número: Terquedad morfológica

 

Nuevo blog rosarino y los deseos de nuestros amigos y amigas para el año que empieza.

 

Bogotá Moderna - BEYOND MEDIA – VISIONS, en Florencia - Convocatoria de la Revista Transporte y Territorio - Simposio sobre Vigilancia, en Curitiba - Bienal de Arquitectura de Paisaje, en México - Curso de Planificación y Gestión Urbano-Territorial en Municipios 2009 - El IADEPP fue ganador del Premio al emprendedor solidario - Regularización de tierras en Argentina - Número 3 de cremortártaro - Autoridades de la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos - Crónica de una toma de tierras.

 

 

 

> ACERCA DE CAFÉ DE LAS CIUDADES

café de las ciudades es un lugar en la red para el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina o profesión: cualquiera que tenga algo que decir puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos. Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas, según el gusto de cada uno), y tolerancia con las opiniones ajenas, son la única condición para entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café: trataremos de demostrarle su error. Nuestro café está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar, pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque desde allí se mira mejor en todas las direcciones. Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles, y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar caminando a nuestro café, y por eso viene gente del centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única cadena a la que pertenece el café de las ciudades: la de todos los cafés únicos e irrepetibles, en cualquier esquina de cualquier ciudad.

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Editor y Director: Marcelo Corti
Diseño:
Laura I. Corti
Corresponsal en Buenos Aires: Mario L. Tercco

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