N. de la R.:
el texto y las imágenes de esta nota corresponden a la exposición La Ciudad Dorada,
en exhibición en el Centro
Cultural Recoleta (Buenos Aires) hasta el 25
de mayo.
1)
EL DORADO
Sitio
legendario que, según la creencia extendida entre los
conquistadores del Nuevo Mundo, existía en América del
Sur. Se refería a una mítica tierra, comarca fabulosa
y repleta de oro, piedras preciosas, ciudades doradas,
ideales.
El
término de “El Dorado” quedó grabado como un
lugar idealizado en el cual abundaba el oro y era
un sinónimo de lugar de riquezas infinitas.
Los
conquistadores no solo aportaban a las nuevas tierras
“soberanía” y “progreso” sino también impiedad y avaricia, arrebatando toneladas de oro, un filón en forma
de mil y un objetos que parecían no tener fin, y cuya
ansia aumentaba al oír las leyendas que los aborígenes
contaban a los conquistadores.
La
mística del oro ha mantenido en casi todas las culturas
una extraña relación con el ser humano, despertando su
codicia.
Un
incentivo que les permitió soportar grandes penurias impuestas
por el terreno desconocido, el clima duro y los nativos
hostiles…
En
sus frenéticos recorridos por montañas, junglas, sabanas
y ríos sudamericanos, los aventureros nunca satisficieron
su apetito por ganancias fáciles, pero por
accidente exploraron y cartografiaron todo un continente.
Tierras
de increíbles riquezas que siempre se encontraban en la
próxima comarca, tras la siguiente montaña, o al cruzar
el siguiente río.
Quizá
la codicia fue el irónico castigo de los conquistadores
que creyeron fácilmente en la leyenda del Dorado.

Pintura
2007/9, Acrílico sobre tela, 180x180 cm
2)
TESORO
Siempre
me agradó la sensación de poder encontrar un tesoro (en
la tierra, en el aire, en el mar...).
La
idea de esconder algo, ocultarlo en algún lugar secreto, un rincón extraño,
con la idea de volver a verlo después de un tiempo, es
una sensación que aún me acompaña.
El
solo hecho de esconderlo le daba valor, importancia al
objeto, ese mágico momento de encontrarlo y nuevamente
esconderlo...
Esta
operación, una especie de alquimia, era acompañada de
la ejecución de un dibujo, un mapa, “atemporal”, “irreal”,
lleno de signos, marcas, recorridos imposibles, misteriosos.
Este dibujo invitaba a descifrar
los códigos, mensajes para descubrir el punto donde
se encontraba el tesoro, la ciudad dorada que lo albergaba.

Dibujo
1965, Juan Fontana niño, Lápiz y tinta sobre papel, 20x30
cm.
3)
SALA
En
la exposición “CIUDAD DORADA”, un dibujo de Juan Fontana
niño inicia el relato de la instalación, compuesta de
una pintura, un dibujo y 10
000 disquetes convertidos en tablillas (a la manera
de las antiguas tablas mesopotámicas y egipcias), con
nueva información: signos, marcas, tramas... Aparentan
ser mapas con ubicación de posibles tesoros...
Los
disquetes son intervenidos manualmente, grabados, tallados.
Son todos diferentes (conteniendo el mapa del tesoro),
se encuentran numerados (del 0000 al 9999), firmados y
lacrados (sol argentino); estos módulos, disquetes, se
agrupan dentro de la sala configurando un todo, una unidad.
Cada sector del espacio ofrece una ambientación diferente,
dibujo y pintura, agrupación lineal de las piezas, exhibición
en mesas forzando un Damero, cajas de transporte y los
contenedores de venta.
La
tablilla cuneiforme era un símbolo
del estudio y de la iniciación cultural. El nombre
sumero de “escuela” o de “biblioteca”
(edubba) significa literalmente “casa de la tableta” (é “casa”; dub “tableta”, de donde
el acádico tuppu).
En
un texto literario de cerca del 2000, se encuentra la
historia de un escolar. El maestro pregunta al niño: “¿Qué
has hecho en la escuela?”, a lo que éste responde: “He
recitado mi tableta...; he preparado mi nueva tableta,
la he llenado de escritura.”
José
S. Croatto, Origen y evolución
del alfabeto, Nuevos Esquemas, Buenos Aires, 1968.
4)
BREVE EXPLICACION
(Marco
conceptual / Objetivos plásticos)
El
diseño de la serie “Ciudad Dorada”, se inicia con una
imagen plástica general y la intención de intervenir un
módulo cuadrado, repetible y de pequeño formato: “Dkts”
(disquetes). Éstos, cargados en forma manual de un nuevo
significado (signos, mapas, planos), son
tallados, grabados, sobre su superficie, superponiendo
varias capas de información y materia.
El
proceso del armado de la instalación comienza con la búsqueda
de los 10 000 “Dkts”, para luego intervenir manualmente sobre cada uno (dibujando un mapa), dorarlos, incrustarles
el punto clave, como si fuera una joya kistch
(indicando el sitio del tesoro), numerarlo, lacrarlo y
firmarlo, diseñar los envases y los contenedores para
el traslado y almacenamiento.
Los
“Dkts” pertenecen a la era tecnológica,
informática, globalizada; producidos en serie, envasados
industrialmente, listos para recibir información y luego
ser descartados.
Son
reciclados, intervenidos en forma manual, uno por uno,
resemantizándolos, otorgando
una nueva información, la ubicación de un tesoro en alguna
ciudad ideal o comarca desconocida. Este proceso tiende
a producir una
obra artesanal, regional, contemporánea, actual.
El
criterio de obra abierta, flexible, permite que los “Dkts”
(disquetes) sean organizados de diferentes maneras, para
cada exposición, de acuerdo al espacio disponible.

BS.
AS. TRAMA INFINITA
un disquete = una manzana (o módulo
urbano)
Al
ir avanzando en el desarrollo de la serie comencé a darme
cuenta... reflexionar
y asociar a mi ciudad dorada con la ciudad de Buenos Aires
(metrópolis), esa
cuadrícula que se repite casi configurando un laberinto,
asociada cada manzana a un módulo o disquete de la serie.
A
esta trama, exótica por sus dimensiones y extensión, la
considero mi “ciudad Dorada”; curiosamente, se encuentra
emplazada junto a un gran y exótico río llamado Río de la Plata.
JF
El
autor es arquitecto y pintor, vive y trabaja en Buenos
Aires. Su exposición La Ciudad Dorada puede visitarse
hasta el 25 de mayo en el Centro
Cultural Recoleta, Junín 1930, Buenos Aires.
Sobre
la obra de Juan Fontana, ver su página
Web y esta nota en café
de las ciudades:
Número
4 I Cultura
Muralla
para una ciudad I Un viaje al origen
de las ciudades, en la pintura de Juan Fontana. I Marcelo
Corti