“...Terquedades será
una tribuna de doctrina” (C. Ricot)

“La federalización de
Buenos Aires ciudad consolidó la Argentina moderna.
La división de Buenos Aires provincia es imperativa
para relanzar el proyecto modernizador”. Así de fuerte (“así de
bestia”, dirían en España) es la bajada de título de
la nota “Hipertrofia
bonaerense, enfermedad nacional”,
de Andrés
Malamud,
publicada
en la edición del pasado 8 de mayo del buen periódico
político
El
Estadista.
Resulta difícil disentir
en algo con el acertado diagnóstico de Malamud en sus
dos párrafos iniciales: “Mendoza tiene dos millones
de habitantes y varios diarios de alcance provincial.
Córdoba tiene tres millones de habitantes y La Voz del
Interior. Buenos Aires tiene dieciséis millones de habitantes
y ningún diario que investigue al gobierno y lo lleve
a rendir cuentas. El gobierno bonaerense es el más opaco
del país” [nota personal: hace poco,
califiqué en mi Terquedad
Capital al
gobernador Scioli como el peor de los jefes de Estado
provincial electos democráticamente en toda la historia
de Buenos Aires desde 1810; el tema de la columna era
la propuesta del diputado Julián Domínguez para el traslado
de la Capital argentina]. “¿Quién
conoce los nombres de dos ministros o dos legisladores
provinciales? La unidad política más poblada resulta
la más distante de sus ciudadanos. Ser bonaerense es
una carga, no un privilegio.
Si
Buenos Aires tiene virtudes, entre ellas no figuran
la calidad de la educación, la infraestructura vial
o la seguridad pública. La “mejor policía del mundo”,
como Eduardo Duhalde calificó alguna vez a la Bonaerense,
dispensa comentarios. Hay poco para enorgullecerse en
treinta años de gobiernos democráticos. Y, sin embargo,
tres de los últimos cuatro gobernadores fueron reelectos.
El resultado es la situación de emergencia, declarada
o no, de todas las áreas de gobierno. La mediocre gestión
se sucede ante la falta de alternativas”.
Malamud entra luego en
terrenos más resbaladizos, al tratar de explicar ese
déficit político a partir de un determinismo administrativo,
que sería resultado del “gigantismo” y la “macrocefalia”
bonaerense y que además perjudicaría al resto del país.
“Una
provincia alberga al 39% de los argentinos, las otras
veintitrés al 61% restante. El resultado es la distorsión
de la representación y un federalismo sólo de nombre”,
sostiene Malamud. “Existen países federales como Brasil,
Canadá y Alemania en los que la
mayor unidad federada es mucho más grande que la segunda,
pero en ningún caso se aproximan al caso argentino.
Aún descuartizada, Buenos Aires constituiría la primera,
segunda, tercera y cuarta provincia del país. Pero serían
más transparentes y sus gobernantes estarían más cerca”. El argumento vale más como
expresión de deseos que como resultado de un razonamiento
lógico, pero además falla al omitir un paso previo a
esa situación: cómo convencer a los bonaerenses, y sobre
todo a sus políticos, de tal división. No olvidemos
que el actual formato de la Provincia es resultado de
dos acontecimientos históricos apoyados en aventuras
militares, ambas lideradas por Julio A. Roca: la imposición
de la capitalidad a Buenos Aires y la “Conquista del
Desierto”.

Malamud
descree de los inestables “equilibrios” que se intentaron
generar a partir de la subrepresentación electoral bonaerense
y del tecnocrático Plan sciolista de Regionalización.
“Por eso abundan las propuestas de reforma”,
sostiene, “pero
todas parten de un supuesto: la unidad de Buenos Aires.
Sin embargo, si el diagnóstico de macrocefalia e hipertrofia
es correcto, el único tratamiento viable es la división”.
Y esa división, introduce sagazmente, “no se puede imponer desde arriba, pero sólo desde arriba se puede abrir
el debate”, que imagina posible de ser planteado
en la próxima campaña electoral.
Hace
ya una década, café
de las ciudades
comentaba en la nota La
construcción de un gobierno democrático metropolitano
(del número 18) una propuesta de Alfredo Garay presentada
en el Encuentro de la Red UR-BAL "Organización
de áreas metropolitanas e instrumentos de intervención". Garay basaba su idea de gobernabilidad metropolitana
en el consenso entre los Gobiernos de la Ciudad
y la Provincia de Buenos Aires, y en el retiro del gobierno
nacional de las cuestiones metropolitanas. A cargo de
esta autoridad se encontraría una persona designada
por ambos jefes de gobierno, una especie de "ministro
compartido" por las dos instancias territoriales.
Poco y nada se ha avanzado desde entonces, pero esta
idea de gobierno metropolitano sui generis, despojado
del poder “alfa” de una gobernación y por lo tanto más
digerible para las sensibilidades dirigenciales, me
ayuda a imaginar otro dispositivo posible de recomposición
metropolitana.
En
mi utopía, pienso en una Provincia de Buenos Aires despojada
de sus secciones electorales Primera y Tercera, que
coinciden en la práctica con el norte y el sur, respectivamente,
de la Región Metropolitana de Buenos Aires (puede discutirse
si algunas localidades periféricas como Campana, Cañuelas
o Mercedes permanecen en la provincia, y seguramente
Berisso, Ensenada, Brandsen, Magdalena y Punta Indio
deberían integrarse a la Octava Sección para componer
un bloque regional con La Plata). Las secciones separadas
podrían conformar regiones autónomas (así como existe
una Ciudad Autónoma) organizadas como federaciones de
municipios, con sus propias Legislaturas, su Poder Judicial
y un Ejecutivo conformado por la asamblea de Intendentes,
que pueden designar a uno de ellos (o a otro ciudadano)
como primus inter
pares a cargo de la representación de los intereses
regionales, sin status de Gobernador. Estas dos “regiones
autónomas” coinciden en su mayor parte con las cuencas
de los Ríos Reconquista y Luján, y Riachuelo-Matanza;
tienen entonces una base de justificación geográfica-ambiental.
Y en conjunto con la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, las Regiones Autónomas Reconquista-Luján y Matanza-Riachuelo
pueden conformar una Región (en términos del artículo
124 de la Constitución Nacional) en condiciones de atender
los asuntos metropolitanos.

Fuente:
Tesis doctoral presentada en la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales UBA, Dra. Ana Carolina Herrero
Esta
ensoñación administrativa tiene algunas ventajas políticas
sobre la situación actual y sobre otras propuestas de
división o recomposición provincial-metropolitana. Por
empezar, al no generar una unidad política más fuerte
que las actualmente existentes, puede atenuar los recelos
del resto de las provincias. A los bonaerenses de las
regiones pampeana, paranaense y atlántica no les generará
ningún trauma (todo lo contrario…) esta separación de
los problemas del conurbano. A la CABA, esta nueva relación
política con sus vecinos le resultará, en el peor de
los casos, indiferente y en el mejor, ventajosa. De
los políticos bonaerenses con aspiraciones presidenciales,
esta propuesta solo puede resultar perjudicial al actual
gobernador, pero en todo caso no sería una herida de
muerte a sus aspiraciones, ya que (por suerte) no tiene
como opción la reelección en su mandato. Solo La Plata,
sus políticos y su orgullo ciudadano pueden sufrir de
esta especie de capitis deminutio, pero si los amigos platenses
se lo piensan bien, se quitan de encima un problema
que históricamente les resultó ingobernable y quedan
como cabeza de una provincia que continuará siendo riquísima
y fascinante.
En
fin, mi fantasía política puede resolver a la vez el
problema del “gigantismo” bonaerense que preocupa a
Malamud y la ingobernabilidad metropolitana que preocupa
a cualquiera que la advierta. Y si no sirve, o si no
es viable… bueno, siempre queda como opción que los
bonaerenses voten mejor la próxima vez.
MLT
Sobre
concentración demográfica y divisiones administrativas,
ver también la nota El Dispositivo
Argentino, por Luis Elio Caporossi,
en este número de café
de las ciudades.
Mensajes
Terccos>
Muy
buena la Terquedad de los muros. ¿Se trata de
la calle paralela a Champagnat, y el barrio que queda
"detrás", en Pilar?
Marcelo Robutti, Buenos Aires
MLT: Si
Terquedades
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