N. de la R.: Esta nota reproduce el prólogo de la autora a La
Cuestión Urbana Interrogada. Transformaciones
urbanas, ambientales y políticas públicas en Argentina,
de Mercedes Di Virgilio, Hilda Herzer, Gabriela Merlinsky
y María Carla Rodríguez (compiladoras), editado en Buenos
Aires por café
de las ciudades.
El libro reúne avances de investigación, producto de los esfuerzos
colectivos en el marco de varios proyectos actualmente
en curso en el Área de Estudios Urbanos del Instituto
de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos
Aires y compila las ponencias presentadas en el Taller
Transformaciones urbanas, ambientales y políticas públicas,
que tuvo lugar los días 4, 5 y 6 de agosto de 2010 en
la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires.

A nivel mundial, la
cuestión urbana ha sido objeto
de estudio desde inicios del siglo XX, según distintas
disciplinas y sus respectivos abordajes epistemológicos.
Las disciplinas que más han aportado han sido: la sociología
(desde la Escuela de Chicago en los años veinte; las
teorías de la dependencia y la marginalidad en los cincuenta
e inicios de los sesenta, hasta la incorporación del
marxismo a fines de los años sesenta); la economía (desde las corrientes neoclásicas a las marxistas); la geografía (entre las descripciones locacionales,
el análisis marxista –en especial el estructuralista–
y la nueva geografía); el urbanismo
(desde el análisis espacialista hasta las visiones de
producción social del espacio). Otras disciplinas, como
las matemáticas (con los modelos de interacción espacial),
la antropología, las ciencias políticas y la ecología,
han contribuido asimismo a nuevas formas de análisis
del espacio urbano.
En los años cincuenta,
los estudios desde el urbanismo, que poseía aun concepciones
espacialistas desligadas de los procesos sociales, sirven
de base a la planificación urbana de la época. La
sociología se encarga de denunciar ciertas situaciones
críticas, como la existencia de la informalidad
urbana (en espacial en las villas miseria), los inquilinatos
y los procesos de segregación social en el espacio.
La economía y la geografía no se ocupan de estudios
intraurbanos hasta los años sesenta.
Hacia fines de dicha
década se define una nueva forma de analizar la ciudad,
producto del cambio en los marcos interpretativos y
la introducción de distintas disciplinas que se ocupan
del espacio urbano, así como del fracaso de la planificación urbana “espacialista”. En los setenta,
la corriente de la sociología urbana francesa ha tenido
gran influencia. Se comprende a la ciudad como la relación
dialéctica entre los procesos sociales y los procesos
naturales; y se analizan críticamente las acciones del
Estado en lo urbano, desde la normativa a las inversiones
directas.
En Latinoamérica, a
fines de los sesenta e inicios de los setenta, se comienza
también a criticar la forma de analizar lo urbano:
desde el análisis de la ciudad como sumatoria de puntos
hasta la “ruptura epistemológica” que significa trabajar
sobre el concepto de producción social del espacio a
partir de la concepción marxista de los años setenta.
Se reafirma la importancia
del espacio como poseedor de un significado y no simplemente
como la forma de cristalización de la sociedad sobre
un territorio determinado. El espacio como producción
social, como relación dialéctica entre sociedad/naturaleza,
posee connotaciones sobre las formas en las cuales los
grupos sociales tienen pertenencia al mismo. No es pues
una dimensión vacía a lo largo de la cual los sectores
sociales se estructuran, sino que posee un papel en
la constitución de los sistemas de interacción. Existe
un carácter interactivo entre la sociedad y el espacio,
constituyendo un foco central de investigación la interconexión
entre relaciones sociales y configuraciones espaciales.
El espacio es el medio
a través del cual las relaciones sociales se producen
y reproducen; no hay meramente divisiones sociales distribuidas
en el espacio sino que la
forma de la misma división social es influenciada por
el hecho de estar localizada en el espacio. Es decir
que éste es condicionado y a su vez condiciona y se
definen relaciones socio espaciales, y suministra elementos
de explicación de la reestructuración metropolitana,
a partir de los cambios en la ciudad central y el desarrollo
de los suburbios, asociados a los cambios regionales
y globales del capitalismo.
Aunque no todos los
investigadores urbanos poseen iguales marcos conceptuales
aún siguen teniendo vicios espacialistas; en algunos
casos, producto de su propia formación disciplinaria
(especialmente los arquitectos, dedicados más a la planificación
física que a la investigación urbana). Desde los años
sesenta, especialmente, conviven diferentes enfoques,
según la posición ideológica de cada investigador, las
coyunturas políticas de cada país e incluso, las instituciones
financieras nacionales e internacionales que guían en
parte, las investigaciones que se realizan en la región.
A partir de los años
ochenta, lo urbano
como objeto de estudio comienza a carecer de trasfondo
teórico claro. Dichos años fueron un período de
crisis, donde predominan los estudios empíricos más
que teóricos, marcados por la crítica a las posturas
marxistas, especialmente la estructuralista de los años
setenta. Es de destacar que en esa década se estudiaban las políticas
públicas y los movimientos urbanos como procesos sin
sujeto. Posteriormente, se inician estudios sobre
las prácticas cotidianas y los modos de vida.
En los últimos quince
años, el tema que ha prevalecido en los estudios urbano/metropolitanos
se refiere a la globalización de la economía y sus efectos
sobre las áreas urbanas/metropolitanas; en especial,
cómo el aumento de la desigualdad económica
se expresa en el territorio, generando áreas de mayor
exclusión socio-espacial.
Es que en las últimas
décadas las ciudades y áreas metropolitanas –a nivel
mundial y en América Latina en particular– han sufrido
importantes modificaciones en su configuración, vinculadas
a su historia particular, a los profundos procesos de
cambios políticos y económicos a nivel mundial y local
(los cuales han definido inversiones diferenciadas en
las áreas urbanas) y a la reestructuración del Estado,
que modifica sus diferentes formas de accionar, tanto
a través de las políticas normativas para el sector
privado como en su accionar directo –a través fundamentalmente
de sus inversiones y, en menor medida, de su política
tributaria– respecto al espacio urbano ambiental en
general y al espacio residencial para distintos sectores
sociales en particular.
Los diferentes gobiernos
latinoamericanos han adoptado políticas respecto a los
territorios urbanos y al espacio residencial como parte
de los mismos, considerando al suelo y la vivienda regidos
por sus respectivos mercados y reglamentándolos solo
muy parcial y débilmente. Por otro lado, han llevado
a cabo políticas directas sobre viviendas para los sectores
pobres urbanos (más o menos pobres, según cada país
y gobierno específico) a través de diversas operatorias,
en donde el Estado actúa como inversor directo o como
financiador, a través de empresas constructoras. Pero
su accionar ha sido muy limitado, solucionando
sólo un pequeño porcentaje de las necesidades de la
población de bajos ingresos (y no de los más bajos,
los cuales no tienen acceso a ningún plan de “política
social”, salvo excepciones).
Argentina no es ajena
a esta situación aunque ha adherido a la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de la ONU, que establece
en su artículo 25 que “toda persona tiene derecho a
un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a
su familia, la salud, el bienestar, y en especial la
alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia
médica y los servicios sociales necesarios (…)” y el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales (PIDESC; este pacto fue aprobado en 1966
y entró en vigencia en 1976. Actualmente obliga a 146
países, la Argentina lo aprobó en 1986 y fue incorporado
a la Constitución Nacional de 1994), el cual prescribe
que “los Estados parte en el presente Pacto reconocen
el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado
para sí y su familia, incluidos alimentación, vestido
y vivienda adecuados, y a una mejora continua de las
condiciones de existencia”. Asimismo, la Constitución
Nacional, sancionada en 1994, consagra en los artículos
14 y 17 el derecho a la vivienda y a la propiedad, a
la que define como inviolable. Se considera que “ningún
habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino
en virtud de sentencia fundada en ley”.
Es de señalar, asimismo,
que la “cuestión de la vivienda” ha sido objeto de estudio
desde fines del siglo XIX; la condición de mercancía
de la vivienda en las relaciones capitalistas de producción
y su relación con la propiedad privada territorial y
la “vivienda social” como objeto de protección del Estado
de las relaciones de libre mercado fue lo que permitió
organizar un sistema público de provisión habitacional
en las primeras décadas del siglo pasado, especialmente
en Alemania. Luego, el Estado de Bienestar consagraría
la vivienda como un derecho del trabajador, el cual
se incorpora en muchas constituciones nacionales a partir
de allí.
Se
suponía que este Estado de Bienestar iba a solucionar
el “problema de la vivienda”, pero, especialmente
a partir del gran crecimiento poblacional de las ciudades/áreas
metropolitanas, concomitante con políticas estatales
frágiles, la situación de los sectores pobres urbanos
es que no han podido acceder a ella (incrementándose
exponencialmente la cantidad de población viviendo en
algún tipo de ilegalidad/irregularidad dominial y urbana).
Esta fragilidad
y debilidad de las políticas estatales para con
la vivienda, así como para la totalidad del ambiente
urbano, aumentó
aun más en las últimas décadas a partir de la implementación
de las políticas neoliberales en nuestro país, desde
mediados de los años setenta del siglo pasado. Y si
bien en Argentina, como en el resto de América Latina,
la política habitacional y la cuestión de la vivienda
social han constituido un eje importante de los distintos
gobiernos (no así la cuestión urbano ambiental) y se
implementaron Programas y Planes que incluían distintas
formas de gestión de la política habitacional (y que,
dependiendo del período considerado, impactaron de modo
diferente en la construcción de la ciudad) los mismos
no han llegado a solucionar la situación urbano ambiental
y habitacional para una importante magnitud de la población
de más bajos ingresos.
Los trabajos de investigación
que componen este libro dan cuenta de diferentes escenarios
territoriales y sociales, en los cuales se han llevado
a cabo diferentes tipos de políticas y se han producido
distintas articulaciones entre los involucrados, desde
la población que habita los diferentes territorios,
con sus distintas organizaciones sociales, hasta los
diferentes actores estatales y empresariales privados.
En una primera aproximación,
pareciera que los temas tratados en el Taller: Transformaciones urbanas, ambientales y políticas
públicas son disímiles, pero analizando los mismos
se concluye que son complementarios. Para resaltar:
las divisiones entre los distintos temas de las cuatro
mesas en las que se ha organizado el Taller son diferentes
desde los títulos, pero no desde los contenidos que
se presentan. Los títulos de las mesas son “grandes
organizadores” de los trabajos presentados, más que
separaciones típicas de los trabajos científicos con
tintes positivistas.
Y aquí lo más destacado,
el mayor aporte del libro en su conjunto es cómo una
cantidad importante de jóvenes investigadores (alumnos
de diferentes posgrados y distintos tipos de becarios,
de diferentes disciplinas) tratan los temas referidos
a las cuestiones que proponen las cuatro mesas desde
ópticas diversas, privilegiando, en la mayoría de los
casos, los aspectos explicativos de los fenómenos estudiados
más que su mera descripción. Y también que dicha explicación
se realiza partiendo de diferentes enfoques teórico-conceptuales-metodológicos,
aplicados a distintas realidades (en relación a los
temas y a los territorios estudiados). Y en aquellos
trabajos que son más descriptivos, dichas
descripciones poseen en muchos casos marcos conceptuales
implícitos que los hacen muy valiosos a la hora
de analizar los aportes de los mismos a la cuestión
del Taller; asimismo, poseen información excelente como
para continuar trabajando sobre los temas estudiados
y profundizar la reflexión en términos teórico-conceptuales.
Este “no
esquematismo” en los abordajes de los distintos
trabajos es una de las cuestiones más positivas del
libro que prologamos, dado que la historia reciente
sobre las cuestiones urbano ambientales (incluidas obviamente
la vivienda y el suelo, y las relaciones sociales que
se establecen en cada uno de dichos temas) y las políticas
públicas están “teñidas” muchas veces de esquemas
teóricos que ciñen a los estudiosos como un corsé, sin
dejar libertad para arribar a conclusiones a partir
de una práctica de la investigación sobre una realidad
dada, como ha pasado por ejemplo con el “estructuralismo”,
en los años setenta y ochenta o el empirismo de los
años noventa, para citar solo dos casos que han sido
importantes en el contexto de la investigación urbana.

En la Mesa Instrumentos
de gestión del hábitat popular se reflexiona sobre
las formas de intervención del Estado que dan respuesta,
aunque parciales, a las necesidades de vivienda de los
sectores de bajos ingresos y las acciones que se desarrollan
con el objetivo de asegurar el acceso formal de dichos
sectores al suelo urbano. El primer trabajo muestra
que las intervenciones
estatales en materia de regularización dominial y urbanística
en villas y asentamientos no logran plasmarse en acciones
concretas de producción de suelo urbano que garanticen
una inserción plena de los sectores populares en la
ciudad. El segundo trabajo estudia la regularización
en América Latina, en Argentina y especialmente en la
provincia de Buenos Aires desde 1990 al 2004. Regularizar
es intervenir sobre situaciones de irregularidad en
los aspectos dominiales y urbanos con el fin de someterlos
a la norma o, de lo contrario, intervenir sobre la norma
(mediante modificaciones o excepciones) para posibilitar
que el caso en cuestión quede contemplado. El trabajo
conceptualiza las regularizaciones como amnistías apoyadas
en vínculos entre los actores políticos y los actores
comunitarios, que están lejos de conformar un procedimiento
claro y accesible a cuantos padecen la irregularidad
dominial.
El tercer trabajo analiza
la producción de la Ley 341/964 de la ciudad de Buenos
Aires, que fue el resultado de la interacción compleja
de actores en una coyuntura en la que ninguno pudo lograr
que su ideal normativo se plasmara tal cual en el cuerpo
de la ley. Uno de los aspectos más sobresalientes de
la ley es que posibilita el acceso a suelo urbano a
los sectores populares, al brindar financiamiento para
la compra de tierra urbana en la ciudad de Buenos Aires
a las organizaciones sociales inscriptas en el Programa
de Autogestión de Vivienda. Sin embargo, los autores
muestran que si bien a través de la implementación de
la ley pudieron comprarse 110 terrenos de excelente
calidad, en buena medida ese éxito no necesariamente
se alcanzó por las oportunidades que habilitó la propia
política sino, antes bien, por las condiciones del contexto
que acompañaron su implementación. La falta de articulación con una política de suelos es una de las más
graves falencias que presenta la implementación de la
Ley 341/964, y debiera ser de los primeros aspectos
a tener en cuenta para una nueva reglamentación.
El cuarto estudio analiza
el Programa Federal de Construcción de Viviendas (construcción
de vivienda “llave en mano” a través de empresas constructoras)
en el Conurbano Bonaerense desde 2003; saca a la luz
que el Programa no necesariamente habilitó oportunidades
de acceso a localizaciones de calidad en la ciudad.
El trabajo posee un interesante abordaje conceptual,
mostrando que la relación entre el mercado de suelo
y la política habitacional plantea una serie de paradojas
producto de la disociación entre la política de vivienda
y la gestión del suelo. Frente a este dilema, resulta interesante introducir a la lectura de la política de vivienda
la relación entre hábitat popular, espacio urbano y
estructura social, con el objetivo de identificar
cuál es el lugar asignado a la vivienda social en la
ciudad. Uno de los aportes del trabajo es la conclusión
que donde se encuentran las mejores condiciones
generales de calidad urbana parece existir un territorio
“prohibido” para la construcción de vivienda social
y que la política de vivienda se viabilizó a través
de la provisión de suelo a través de mecanismos del
mercado. Esto condujo a la escasa o nula construcción
de viviendas nuevas en zonas consolidadas o centrales,
básicamente por ausencia de suelo de disponibilidad
pública o por la incapacidad de disponer del mismo.
Se presenta así una
paradoja: frente a un escenario de supuesta escasez
de suelo urbano (según algunos funcionarios), el Estado
genera un efecto de demanda agregada de suelo que inflacionó
la expectativas de los propietarios para colocar suelo
rural o cuasi-urbano (grandes intersticios urbanos
sin subdividir, sin uso residencial o sin infraestructura)
en un plan de obra pública que lo transformaría en suelo
urbano.

En la Mesa Políticas
públicas urbanas y socio territoriales implementadas
en ciudades de América Latina se muestran las pugnas
por la producción de espacio urbano, haciendo referencia
a políticas, programas e instituciones que,
por diversos motivos, no sólo fallan en asegurar patrones
distributivos y así revertir la exclusión social, sino
que pueden profundizarla racionalmente.
El primer trabajo muestra
los problemas asociados a las formas organizativas y
formas de socialización que se generan cuando un Estado
neocapitalista planifica y construye ciudad; ilustra
lo anterior con el estudio de dos conjuntos habitacionales
de la ciudad de Buenos Aires. Los autores reflexionan
sobre los distintos abordajes teóricos más clásicos
sobre la vivienda (Turner y Yujnovsky) así como la cuestión
de los guetos urbanos en que se transforman los conjuntos
de vivienda, los cuales poseen nula participación de
la población en los proyectos.
El segundo trabajo
parte de una “provocación”: las autoras señalan que
los desalojos son una “política de Estado” e indican
que ello se relaciona con procesos de renovación urbana
comprendidos como formas de valorización del capital.
Señalan que se trata de políticas que buscan privilegiar
a sectores de mayores ingresos en desmedro de la población
de menores ingresos; y que el resultado ha sido la
acentuación de procesos de segregación y la destrucción
de lo urbano, el desarraigo físico, la pérdida de
espacios de socialización y de fuentes de empleo, el
debilitamiento social y la ruptura de lazos sociales,
entre otros.
El tercer trabajo se
refiere a formas de intervenir y gestionar ciudades
en las cuales el capital aparece como un agente privilegiado,
y a la “democratización“ de las ciudades, ligada a políticas
urbanas basadas en la incrementación del valor del suelo,
la especulación y el lucro. En este contexto, las autoras
hacen referencia a la Corporación Buenos Aires Sur,
como un instrumento de “gestión flexible“, creado en
el 2000 para evitar rigideces y actuar “por fuera de
las estructuras tradicionales del Estado”, pero que
opera con capital público.
El cuarto trabajo trata
de las personas en situación de calle en la ciudad de
Buenos Aires; a partir de la observación de las acciones,
interrelaciones, traslados y tránsitos de personas en
situación de calle, las autoras indican cómo se resignifica
el espacio público (la calle) como el espacio de lo
doméstico, que ocupamos privadamente; y el espacio privado
(los hogares de tránsito y paradores nocturnos), como
el espacio de la exposición y de la visibilidad total.
La Mesa sobre Derechos,
crisis y demandas ciudadanas reúne trabajos de investigación
sobre conflictos urbanos, demandas y actores y las características
que asumen los procesos socio-políticos relacionados con su
gestión, cuestiones referidas a la inclusión social
y el derecho a la ciudad, y hace referencia a autores
como Lefebvre, reivindicando dicho derecho. El primer
trabajo se centra en la indagación a escala micro de
la dinámica de las interacciones –estrategias, negociaciones,
conflictos– entre cartoneros y residentes del barrio
de Caballito, en la ciudad de Buenos Aires. Es importante
señalar las conclusiones del trabajo: los cartoneros
son “tolerados” en la medida en que se limiten a recolectar.
Cuando intentan
habitar el barrio, los vecinos tratan de concretar su
desalojo para, supuestamente, defender los espacios
públicos.
El segundo trabajo
explora las consecuencias de las diferentes localizaciones
(diferentes problemáticas, demandas y acceso a infraestructuras,
servicios y actividades) de dos villas de la ciudad
de Buenos Aires, utilizando como marco teórico la segregación,
localización y estructura de oportunidades. Se trata
el concepto de segregación de manera muy sucinta y sería
importante que los autores continúen trabajando sobre
esta problemática, escasamente estudiada en nuestro
medio, pues parte de la pregunta por cómo contribuye
o no la localización a definir los problemas característicos
de las urbanizaciones informales bajo la tipología de
villas de emergencia y las diferencias entre ellas.
El tercer trabajo trata
sobre la dicotomía entre democracia y justicia social
a partir del estudio de las cooperativas populares.
La autora coloca una frase muy impactante en el libro
que estamos prologando y que da sustento a casi todos
los trabajos integrantes del mismo: “en Argentina, tras
la fragmentación y el disciplinamiento social llevado
a cabo por las feroces dictaduras militares, la democracia
vuelve a reducirse a las elecciones periódicas”. La
tesis que sustenta
el trabajo es que las prácticas autogestivas llevadas a cabo
por las cooperativas populares constituyen aportes para
resignificar la articulación orgánica entre justicia
social y democracia. Y si bien son prácticas micro
sociales que no implican un cambio a escala macro social
per se, constituyen un espacio de relaciones cotidianas
que afecta los procesos sociopolíticos contemporáneos.
Según la autora, “existen casos en los cuales, las cooperativas
asumieron procesos de co-construcción de políticas públicas
que significaron un debate en torno a la redistribución
de la riqueza social, al tiempo que lograron viabilizar
sus proyectos autogestionarios con aportes de préstamos
y subsidios estatales”.
El cuarto trabajo realiza
un análisis sobre género a partir de la experiencia
del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos. Y concluye
que es posible identificar los efectos positivos que
la localización central tiene sobre la cotidianeidad
de las mujeres que integran el Movimiento.
La Mesa sobre La
cuestión ambiental y sus desafíos en nuestras ciudades
trata de las diversas formas de estructuración del espacio
metropolitano y muestra la emergencia de actores colectivos que reconfiguran el paisaje social de
las controversias urbanas. Es interesante la comparación
que en uno de los trabajos presentados se establece
entre el conflicto por el saneamiento de la cuenca Matanza
Riachuelo, en el Area Metropolitana de Buenos Aires,
y el conflicto por la reglamentación de la Ley de Protección
de Bosques Nativos, en Salta. En ambos casos está en
juego la puesta en ejercicio de nuevos derechos consagrados
por la reforma de la Constitución Argentina de 1994,
que invocan el derecho al ambiente sano en tanto derecho
colectivo.
Otro de los trabajos
continúa esta reflexión sobre la territorialidad, en
este caso centrando su análisis en dos conflictos ambientales
en el municipio de Avellaneda: la controversia generada
por el Polo Petroquímico de la localidad de Dock Sud,
por un lado, y por el otro, los problemas derivados
de la contaminación y posterior desafectación del relleno
sanitario Villa Domínico en la localidad de Wilde. El
ejemplo paradigmático aquí sería la transformación del predio de un relleno sanitario cerrado en un proyecto
inmobiliario para sectores de alto poder adquisitivo.
En el tercer trabajo,
las autoras realizan una reflexión sobre la cuestión
ambiental metropolitana a partir de explorar las dinámicas
de reutilización de los sitios de disposición de residuos
en la Región Metropolitana de Buenos Aires. La coexistencia de flujos formales, informales
e ilegales de residuos en todas las etapas de los ciclos
permite entender la dinámica compleja de las relaciones
sociales en torno a los residuos. Esto permite identificar
las tensiones que enfrenta la política de gestión integrada
de residuos: si la acción estatal tiende a desincentivar
la recuperación, en las dinámicas informales e ilegales
es posible reconocer una fuerte tendencia hacia la misma.
Muchos sitios son reutilizados por el mercado inmobiliario
formal, como el caso del relleno sanitario de Villa
Domínico (en el que se planifica un millonario proyecto
costero, con zonas de uso público y zonas privadas).
En este caso se plantea la problemática del saneamiento
y el re-uso del sitio bajo el supuesto de la remediación
del suelo. En el marco de la valorización del área sur
del AMBA, el proyecto de construcción del complejo costero
Villa Domínico apunta a promover este espacio con distintas
escalas. Por otra parte, la operación de valorización
y recuperación del frente costero urbano sigue la iniciativa
desarrollada en Puerto Madero al fin de los años noventa.
En el último trabajo,
el autor analiza el dispositivo político-institucional
que en su momento permitió generar profundas transformaciones
del espacio metropolitano y que definió reglas
de juego que apuntaron a la centralización material,
pero también a la concentración económica del negocio
de la basura. Aquí queda abierta una pregunta que
se puede inferir del artículo –y que bien valdría la
pena seguir trabajando– que se refiere a la complejización
de los actores que participan tanto del negocio de la
basura como de la gestión de los residuos y el modo
en que estos elementos inerciales del modelo CEAMSE,
tal como fue concebido en sus orígenes, siguen operando,
se han transformado o se han rearticulado con nuevas
configuraciones de intereses.
La lectura de los trabajos
nos hizo reflexionar y definir una serie de preguntas:
¿Son los hechos los que definen a veces las políticas
públicas? ¿Se ven acorralados por las situaciones? ¿Hasta
qué punto las políticas públicas “marcan” el camino
a seguir y no al contrario? ¿Cuándo “interpretan” las necesidades o los “sentimientos” de qué sectores
sociales? ¿Unos pesan más que otros, pero hasta
que punto? ¿Hasta el no conflicto? ¿O cuándo una institución
de mayor grado, como la Corte Suprema (en el caso de
la Cuenca Matanza Riachuelo), determina la necesidad
de accionar de los organismos públicos?
Estoy segura que los
autores de este libro seguirán trabajando, para responder
éstas y otras múltiples interrogaciones que surgen al
final del proceso. El crecimiento de los jóvenes investigadores
seguramente irá trazando un nuevo camino, con varias
alternativas para transitarlo y enriquecer el corpus
teórico sobre “lo urbano”, “la vivienda” lo ambiental
y las políticas públicas. Este sería el reto que poseen
los autores –y todos los jóvenes investigadores que
transitan los mismos temas– para acrecentar y profundizar
en los aspectos explicativos de las situaciones estudiadas,
en la perspectiva de que las investigaciones sean un insumo para
las políticas públicas que debieran modificarse –como
se demuestra a lo largo de este libro- si el objetivo
de las mismas es mejorar las condiciones de vida de
la población que habita nuestras ciudades.
NC
La
aurora es Arquitecta, Magister en Planificación Urbana
y Regional (ITDT-URGS), Investigadora del CONICET, Instituto
de Geografía, Facultad de Filo-sofía y Letras, Universidad
de Buenos Aires. Especialista en políticas de acceso
al suelo y ambiente urbano en América Latina. Ha publicado
artículos en revistas, capítulos de libros y libros
en Argentina, países latinoamericanos y europeos.
La
Cuestión Urbana Interrogada.
Transformaciones urbanas, ambientales y políticas públicas
en Argentina, de Mercedes Di Virgilio, Hilda Herzer,
Gabriela Merlinsky y María Carla Rodríguez (compiladoras),
Editorial café
de las ciudades, Colección Es Sociología,
Buenos Aires, 2010. 556 pag. 14 x 20cm. ISBN 978-987-25706-1-3
Sobre
las deficiencias de las políticas de suelo en la Argentina,
ver también la nota
de Raúl Fernandez Wagner sobre el conflicto jujeño
en este número de café
de las ciudades.