El Consejo de Estado turco ha ordenado la demolición del conjunto Onalti Dokuz Residence, tres lujosos edificios de departamentos que contaminan visualmente el entorno de la Mezquita Azul en Estambul (¡gracias por el dato, Pio Torroja!). Sus alturas, de 27, 32 y 37 pisos respectivamente, superan largamente los cinco pisos autorizados por la norma urbanística en el momento en que el Estado turco vendió el predio donde se localizan estos edificios a la desarrolladora Astay. Tan increíble como que se hayan podido construir esos edificios sin sustento legal es que ahora se los demuela (aunque bienvenido sea). El primer ministro Recep Tayyip Erdogan (dicho sea de paso, buen amigo del CEO de Astay), ha negado cualquier responsabilidad en la aprobación del proyecto. “No puedo estar detrás de cada edificio que se construye, ni siquiera puedo contarlos. ¿Se pueden contar las estrellas?”, fue su poético argumento.
Mientras tanto, en Buenos Aires la Policía Metropolitana de Mauricio Macri y la Gendarmería Nacional de Sergio Berni demostraron su capacidad de trabajo conjunto en el desalojo y demolición del asentamiento Papa Francisco, un emprendimiento más vulnerable, por cierto, que el Onalti Dokuz estambulí. Se argumentó para el caso la presencia de narcotraficantes en el asentamiento, aunque las noticias que se leen y escuchan sobre narcotraficantes los relacionan más con torres de lujo y countries que con ocupaciones en Villa Lugano. Mario Tercco comenta el episodio en este número de café de las ciudades.
La idea de unas ciudades más razonables, más libres, más solidarias, acompañó la vida y la obra de Peter Hall (1932-2014). Tuvimos el honor de entrevistarlo en varias oportunidades; en la última de ellas nos dejó un mandato que seguirá vigente en el tiempo: “Los planificadores tienen la tarea de ser mucho más imaginativos”.
MC (el que atiende)
También decimos adiós al gran Gustavo Cerati, músico de la ciudad de la furia.