En este 2012 café de las ciudades cumple diez años de vida. Para comenzarlo, un párrafo ya cincuentenario de Jane Jacobs:
“Una calle hecha para vérselas con extraños y que aspire a gozar de un determinado nivel de seguridad, al margen de la presencia de esos extraños -así son siempre las calles de una vecindad que haya sabido solucionar el problema-, ha de reunir estas tres condiciones:
En primer lugar, debe haber una neta demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado. Los espacios públicos y privados no pueden confundirse, como sucede generalmente en los barrios residenciales o en los grupos de viviendas.
Segundo, ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas a las que podríamos considerar propietarios naturales de la calle. Los edificios de una calle dispuesta para superar la prueba de los extraños y, al mismo tiempo, procurar seguridad a vecinos y extraños, han de estar orientados de cara a la calle. No deben dar su espalda ni los lados ciegos a la calle.
Tercero, la acera ha de tener usuarios casi constantemente, para así añadir más ojos a los que normalmente miran a la calle, y también para inducir a los que viven en las casas a observar la calle en número y ocasiones suficientes. Nadie disfruta sentándose al lado de la ventana a mirarlo que pasa en una calle vacía. Creo que casi nadie hace una cosa semejante. Pero sí hay muchísima gente que se entretiene contemplando la actividad de una calle, desde una ventana o en la acera. (…) Las calles han de defender la ciudad de elementos extraños depredatorios, pero también han de proteger a los innumerables extraños, pacíficos y bienintencionados, que las utilizan para ir de un sitio a otro. Y lo que es más, ninguna persona normal está dispuesta a pasarse la vida en un refugio artificial, incluyendo en las personas normales a los niños. Todo el mundo debe usar las calles”. Para novedades, los clásicos…
MC (el que atiende)