Miles de años después de Aristóteles, ya no aspiramos a una “ciudad perfecta”. En nuestro caso en particular, café de las ciudades ni siquiera puede lograr un acceso decente a Internet: el servicio que brinda Flash/Multicanal (o Fibertel/Cablevisión, que aparentemente son la misma empresa según le explicó a nuestro Departamento de Servicios Técnicos el señor que realizó la conexión en nuestra sede corporativa de Martínez) está interrumpido desde hace varios días, lo cual nos ocasiona múltiples inconvenientes y pone en riesgo el envío puntual de este número. Pedimos por ello disculpas (a diferencia de Flash, Multicanal, Fibertel o Cablevisión, que no se preocupan demasiado por la calidad de sus prestaciones) a nuestros lectores/as.
Volviendo a Aristóteles y la ciudad perfecta, la incomodidad que producen algunas partes de su Política (cuando por ejemplo define a la guerra como un medio natural de adquirir bienes, o cuando enumera las “ventajas” de la esclavitud), se alterna con pensamientos maravillosos que vale la pena difundir, aunque sea de manera fragmentaria y sacada del contexto de su discurso. Así, por ejemplo, que “la ley debe en absoluto disponer de un modo general, mientras que los actos humanos recaen todos sobre casos particulares”, una idea que debería ser el principio de cualquier normativa sobre la ciudad. O que “la ciudad es la asociación del bienestar y la virtud, para bien de las familias y de las diversas clases de habitantes, para alcanzar una existencia completa que se baste a si misma”, o que “se considera necesariamente formada la ciudad en el momento mismo en que la masa políticamente asociada puede proveer a todas las necesidades de su existencia”, o aquella de que “cada uno es dueño de crear hipótesis a su gusto, pero no deben tocarse los límites de lo imposible”…
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MC (el que atiende)