N. de la R. El texto e imágenes de esta nota reproducen un fragmento del artículo del mismo título publicado originalmente en EXPRESS, una publicación del grupo EXIT, a quienes agradecemos la autorización para reproducirlos en café de las ciudades.
Ver la nota original.
Imaginar el paisaje: horizontes para el fin del mundo
Escuchamos con frecuencia hablar de la dificultad que entraña hoy día imaginar el futuro: proyectar futuros posibles. Como emblema o máxima por excelencia de este paradigma de frustración imaginativa, podemos citar la famosa sentencia atribuida a Fredric Jameson: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Las generaciones más jóvenes, a quienes se nos ha cargado con el sambenito de tener un futuro cancelado y un grave problema de imaginación política, insistimos machaconamente en esta cuestión —de la misma forma que el trauma se reitera compulsivamente en el paciente afectado, bajo la expresión visible del síntoma—. Son muchos los libros, exposiciones y artistas que abordan esta borrosa perspectiva de futuro; muchos los teóricos que hablan de “horizontes especulativos”, de “utopías por-venir”, etc. Sobre estos horizontes agitados y ansiosos, difusos y confusos, como aquellos que pintara J. M. W. Turner hace varios siglos, se piensa y teoriza quizás con demasiada frecuencia y ligereza actualmente, hasta llegar en ocasiones al hartazgo.
Lo que ahora me interesa en este texto es pensar sobre otros horizontes: los que rasgan nuestros paisajes —físicos y mentales, geográficos y artísticos— y reflexionar sobre nuestra obstinada motivación contemporánea por abordar el tema del paisaje. Como hipótesis, como intuición prematura, planteo que esta considerable presencia del paisaje en nuestras salas de exposiciones, en los discursos y propuestas artísticas, se vincula justamente con la complejidad que nos atraviesa a la hora de imaginar el porvenir. Sin entrar en formulaciones poéticas, podemos afirmar que imaginar el futuro es imaginar un paisaje (de) futuro, antes que nada; inevitablemente, para imaginar un horizonte por venir hay que proyectar un horizonte en el paisaje.
Cristina Lucas, The People That Is Missing (El pueblo que falta), 2019. Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa”. © Cristina Lucas
Sobre las profecías tecnocientíficas del ‘más allá’
El arte contemporáneo y la arquitectura se dedican a imaginar paisajes para el fin del mundo: paisajes postapocalípticos —muchos de ellos, fuera de nuestro planeta—. De esta aguda preocupación, de esta inquietud recurrente en las esferas creativas contemporáneas, fui por primera vez consciente hace un par de años, concretamente en noviembre de 2021, en mi visita a la Bienal de Arquitectura de Venecia de aquel año junto a Claudio Hontana (quien me acompaña y complementa en esta saga de artículos de la sección Brotes Verdes). No profundizaré en aquella visita, pues ya lo hice en un artículo previo (Como la avispa y la orquídea. Un paseo distraído por la Bienal de Arquitectura de Venecia 2021), pero sí que revisitaré varios proyectos brevemente. Bajo el interrogante How will we live together? (título de aquella edición de la Bienal), los diferentes pabellones se cuestionaban en torno a las posibilidades de vida en común, llevando a cabo en ocasiones ejercicios de “imaginación paisajística”, por llamarlo de algún modo. Así, por ejemplo, mi primer encuentro con una propuesta integrada dentro de la Bienal resultó ser una investigación extraterrestre, “Lithuanian Space Agency”, que acentuaba justamente la necesidad de proyectarnos en otros entornos e imaginar otros paisajes para el futuro.
Imaginar el futuro es imaginar un paisaje (de) futuro, antes que nada; inevitablemente, para imaginar un horizonte por venir hay que proyectar un horizonte en el paisaje.
En el centro de la iglesia renacentista de Santa Maria dei Derelitti se había instalado un laboratorio de experimentación con cuerpos virtuales que se materializaba gracias a un sensor capaz de captar la imagen de los cuerpos e introducirlos en un ciberespacio ingrávido, donde flotaban unos juntos a otros (hasta llegar a la cifra de 30.000 durante los días finales de la Bienal). Se trataba de una propuesta que forzaba a la imaginación humana a explorar más allá de los límites físicos de nuestro planeta las posibilidades de vida en común. Contra una cierta “crisis de la imaginación cósmica”, el pabellón lituano del artista Julijonas Urbonas —comisariado por Jan Boelen— consistía en una iniciativa astrodisciplinar con el objetivo de crear una verdadera imaginación extraterrestre.
Instalación del Lithuanian Space Agency. Fotografía de Claudio Hontana Muñoz
Esta línea de imaginación-paisajística-extraterrestre desde la arquitectura tenía igualmente presencia en la Bienal con proyectos como Life Beyond Earth, de los arquitectos Skidmore, Owings y Merrill, en colaboración con la European Space Agency. En este caso, se investigaba de nuevo las limitaciones de los entornos habitados más allá de la Tierra, pero de una forma mucho más pragmática. Trabajando conjuntamente la SOM y la ESA, habían diseñado nuevas arquitecturas y estrategias para la planificación de la infraestructura lunar con una gestión sostenible de los recursos, a través del uso de tecnologías y arquitecturas pensadas para ser implementadas a corto plazo.
De esta forma, recorriendo la Bienal, prontamente uno se daba cuenta de una pulsión contemporánea muy marcada y connotada por esbozar paisajes-más-que-humanos para el futuro próximo, recurriendo al espacio extraterrestre pero también al ciberespacio y a las formas de crear comunidad y afectos en estas plataformas virtuales (como en el caso del Pabellón ruso o el canadiense). Si bien en su día celebraba con entusiasmo estas narrativas, hoy considero que estos paisajes y poéticas deben ser analizados con cautela, tal y como advierte el autor del libro Políticas del paisaje. Sobre la perfección de los desiertos (EXIT Publicaciones, 2023), Víctor del Río, quien apunta lo siguiente:
“Ese paisaje extraterrestre, esa visión de la Tierra como planeta que se hace visible con la carrera espacial, sería parte del sedimento de un imaginario que entronca con los antiguos relatos sobre los orígenes y que se hace consciente del fracaso de ese progreso que nos permite, solo en apariencia, vernos desde fuera. La ruina del planeta enlaza así con las fantasías sobre la habitabilidad de otros mundos como parte de las nuevas mitologías de la ficción contemporánea”.
Ciertamente, existe una suerte de ilusión o fantasía extraplanetaria patente en estas propuestas, que acaban en muchos casos por abrazar una fe ciega en el avance tecnocientífico y un mesianismo autoprofético que relega la erosión de nuestro planeta y sus recursos a un plano secundario, como si se tratara de un mal menor. Vendidas como la gran panacea, como una genuina expiación paisajística, estas estrategias fugitivas pueden perversamente alimentar, como bien señala del Río en su ensayo, una ficción contemporánea peligrosamente acrítica. Por contrapartida, o como lectura complementaria y contrapuesta a este tipo de proyectos paisajístico-arquitectónicos ilusionantes, en la Bienal de 2021, muchas de las propuestas también hacían alusión a nuestro paso destructor por el planeta. Concretamente, una instalación emplazaba al visitante como paseante por un paisaje con un suelo craquelado que se fracturaba con el pasaje de los cuerpos. A modo de reflexión sobre la propia destrucción del paisaje urbano de la ciudad de Venecia y su hundimiento, el espectador de la bienal se convertía directamente en víctima y verdugo de este efecto destructor, fracturando un paisaje simulado que se iba haciendo añicos bajo sus pies.
Poéticas (y políticas) del paisaje
Acercando estas consideraciones e investigaciones en el tiempo, podemos (re)visitar algunas de las exposiciones que han tenido lugar este año recientemente clausurado. Así, por ejemplo, encontramos actualmente en el espacio de CaixaForum Madrid la exposición colectiva Horizonte y límite. Visiones del paisaje (abierta al público hasta el 31 de marzo de 2024), de la que se destacarán en este texto algunas obras y aspectos, y en la que se incluye la serie fotográfica de Xabier Ribas Desert Trails [Senderos del desierto] (2012). Esta se trata de una composición de 33 fotografías del desierto de Atacama, en Chile, un entorno en el que se superponen diferentes tiempos históricos: los petroglifos que han sobrevivido cientos de años conviven con los restos de la industria salitrera del siglo XIX y principios del XX. Como un ejercicio de contramemoria, Ribas completa el conjunto con una fotografía aislada de la antigua sede de la Unión de Trabajadores Ferroviarios Consejo de Santiago, que añade una referencia a los conflictos que el colonialismo extractivista provocó en el ámbito social. De esta manera, las imágenes de ese paraje desolado se tornan el rastro de las repercusiones ecológicas, humanas y políticas de una industria convertida en ruina. Sin embargo, a pesar de que Xavier Ribas aborda la huella económica y social sobre el paisaje, las fotografías tienen actualmente un cierto tono premonitorio o profético, incluso distópico, como una advertencia de futuro: imágenes de la ruina de un paisaje que se adelante en el tiempo, un paisaje que fue pero que puede volver a manifestarse, incluso a extenderse a toda la faz de la Tierra.
Vista de sala de la exposición Horizonte y límite en el CaixaForum Madrid. Xabier Ribas, Desert Trails. Cortesía: CaixaForum Madrid
Otra gran muestra colectiva tenía lugar en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) el pasado año 2023 (clausurando en noviembre): Indexar el paisaje. Esta exposición, comisariada por Suset Sánchez, planteaba la idea de “indexar el paisaje” como una estrategia para producir una noción de “paisaje” que partiese de las imágenes como dispositivos políticos que desempeñarán un rol esencial en la cultura visual (sobre esta cuestión también puede consultarse el libro El tiempo del paisaje, Akal, 2023, de Jacques Rancière, donde el pensador francés nos guía por un siglo de debates sobre el arte del paisaje, en una reflexión sobre esta revolución de las formas de la experiencia sensible en la que saca a la luz el sentido político de las mismas). Rehuyendo ese tipo de exposición a modo de catálogo pintoresco de lugares y paisajes que se consultan con los ojos del viajero antropólogo de la sobremodernidad, se articulaba la muestra con la responsabilidad y el compromiso que entraña la producción de imágenes, la creación y mutación de paisajes.
En esta indexación del paisaje que movilizaba el año pasado la FCAYC tuvo un peso importante la visión arcaísta de un contexto rural en extinción y declive, azotado por la despoblación y el éxodo. Igualmente, extractivismo y colonialidad fueron ejes principales, de la mano de artistas como Jesús Herrera Martínez o Gabriela Bettini. Esta última planteaba una investigación en torno a las formas de extractivismo sobre el territorio que ha supuesto la empresa colonial, tanto en lo concerniente al tráfico y deslocalización de recursos naturales endémicos de determinadas regiones y contextos locales, como a la explotación y expolio del paisaje colonizado. La artista introducía una crítica sobre la historia de las representaciones ancladas en la colonialidad del saber, que han construido una idea exótica del territorio colonial, transformándolo en souvenir de viaje o en archivo de las prácticas económicas y comerciales que definen la presente globalización.
Vistas de sala de la exposición Indexar el paisaje, en la FCAYC. Cortesía: FCAYC
Al respecto de esta voluntad de resignificación artística y de desplazamiento de la idea de “paisaje” a través de diferentes poéticas contemporáneas, en el texto del catálogo, explicaba Suset Sánchez:
“Indexar el paisaje equivale a producir una noción de ‘paisaje’, a otorgarle significados a esas imágenes como dispositivos políticos que desempeñarán un rol esencial en la cultura visual. Bajo la complejidad visiva del mundo hoy, se antoja bastante inútil pensar el historicista género del paisaje como un repertorio de imágenes en tanto simples objetos de contemplación; a contracorriente, es imperativo intentar desvelar los condicionantes epistemológicos y las relaciones de poder que han intervenido en esas construcciones, en la formación de nuestros conocimientos y experiencias del paisaje”.
De la misma forma que Suset Sánchez incidía en la necesidad de inventar o producir una idea otra de paisaje, cabe destacar una cuestión básica pero muy relevante: todo paisaje será siempre, por definición, una invención, más o menos verosímil, más o menos alejada de nuestros imaginarios, de nuestra realidad circundante, más o menos fidedigna, más o menos anclada a nuestra tierra. En cualquier caso, el paisaje es siempre una construcción cultural, una imagen que configuramos y encuadramos gracias a nuestro bagaje histórico, social… Dada esta ficcionalidad relativa del paisaje, el arte contemporáneo no se encargaría únicamente de registrar paisajes, de plasmar con esmero y expresividad su evolución en el tiempo o de visibilizar de manera grácil su pasado remoto, sino de deambular entre la ficción y realidad ambiental para ofrecer nuevos relatos y enjuiciar nuestra posición y nuestro compromiso —político, poético—, nuestras posibles actuaciones para con el entorno. Esta sería, de hecho, la tesis principal de Horizonte y límite, en la que se incluye, entre muchas otras, la obra Dow Jones 80-09 (2008-2010), del artista Michael Najar: una fotografía que parece retratar un paisaje de montaña bello y pintoresco. Para la realización de dicha obra, el artista alemán escaló la cumbre del Aconcagua, en los Andes argentinos, y durante el transcurso del viaje tomó fotografías que manipuló digitalmente para hacer coincidir el contorno de las montañas con el gráfico de los principales índices bursátiles del mundo. Dow Jones 80-09 cuestiona de esta forma la frontera entre naturaleza y realidad, ideal y economía.
Rémy Zaugg, Proyección (mañana/tarde), 1990-2019. Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa”. © Association of the Friends of Rémy
Zaugg y Kunstmuseum Thun. Cortesía Mai 36 Galerie Zúrich.
Michael Najar, Dow Jones 80-09. © Michael Najar
Esta ficcionalidad del paisaje aparece retratada, en la propia muestra del espacio CaixaForum, a través de la obra Proyección (mañana/tarde) (1990-2019) del artista suizo Rémy Zaugg. Zaugg pinta un paisaje (in)visible, aquel que tiene justo enfrente, pero que no consigue ver puesto que se lo tapa el propio lienzo. Este gesto pictórico de pintar sin ver es el que documenta la performance de Rémy Zaugg en el glaciar Stein, en el Oberland bernés. Como los pintores tradicionales de plein air, Zaugg sitúa su lienzo en el exterior, pero la tela es tan grande que le impide ver el paisaje. Para solucionarlo recurre a la convención pictórica de proyectar una diapositiva sobre el lienzo (del propio panorama que tiene delante de él). A la luz de la mañana, la obra es monocromática, blanco sobre blanco, pero el paisaje va adquiriendo mayor luminosidad hasta convertirse casi en una ventana. La acción de Zaugg atenta contra la función mimética de la pintura, que en su obra se convierte en una ficción fidedigna —por así decirlo—.
Más allá de la deconstrucción de la dicotomía ficción-realidad, podríamos pensar en otros relatos, otras poéticas inéditas del paisaje, es decir, otras formas alternativas y contra-hegemónicas de mirarlo, registrarlo, re-crearlo. Esta es la premisa de la que parte Spiral Forest and Gimbal (Kingdom of All the Animals and All the Beasts Is My Name) (2014-2015), una película de 16 mm realizada por Daniel Steegmann Mangrané que igualmente puede visionarse en el contexto de la muestra Horizonte y límite. Steegmann instaló la cámara en un gimbal personalizado, un mecanismo que permite rotaciones en cualquier eje. La filmación se programó para que la cámara rodara en un lugar de la selva tropical de la Mata Atlántica de Brasil mientras giraba continuamente, tal y como nuestro planeta gira en nuestra galaxia. Presentada sin editar, la película muestra el paisaje boscoso desde puntos de vista distintos, incluso con los árboles boca abajo. La visión de la selva se asemeja a la de las cosmogonías indígenas, que presentan un mundo habitado por seres diversos ―desde insectos hasta humanos― que perciben la realidad desde diferentes perspectivas, ninguna de las cuales prevalece sobre las demás.
Este enfoque creativo del paisaje, esta sensibilidad posthumana, recuerda al planteamiento que haría Donna Haraway a modo de revisión del paradigma antropocéntrico y que presentaría bajo el concepto de “Chthuluceno”. Tal y como comenta Víctor del Río en su libro, esta noción “vendría a sortear de forma más profunda y telúrica […] la carencia afectiva que se puede suponer si se acude a la geología como fuente de metáforas”. A lo que añade que “en realidad, en la mayor parte de estas teorías subyace un dilema, el de diluir lo humano en un cosmos interconectado, desjerarquizar al animal humano del resto de los vivientes y liquidar el antropocentrismo, o el reivindicar precisamente un humanismo ambiental”. De la mano de la obra de Daniel Steegmann Mangrané y atendiendo a los discursos posthumanos de Donna Haraway, se abren muchas preguntas: ¿qué paisajes no vemos o no somos capaces de imaginar?, ¿qué paisajes se impondrán en el futuro?, ¿cuáles configurarán el porvenir de nuestros entornos?
MPF
Madrid, 4 enero, 2024
Manuel Padín Fernández (Madrid, 1998) es un escritor, pensador e investigador graduado en Filosofía, Política y Economía por la UPF, la UAM y la UC3M y con Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual por la UCM, la UAM y el MNCARS. Sus intereses giran en torno al urbanismo contemporáneo, los cruces entre estética y política, las acuciantes problemáticas medioambientales y sus diálogos con el arte contemporáneo y las potencialidades del archivo en relación con las prácticas artísticas actuales. Ha trabajado en varios proyectos de comisariado y en libros escritos junto a otras autoras, como “Bucear la herida. Paisajes (im)posibles de la imagen en la era postfotográfica”, publicado por la editorial Muga o “He aprendido que tienes que rezar por lo que no conoces”, publicado por Pepitas de Calabaza. Ha realizado junto a Claudio Hontana un cortometraje sobre la obra y figura de Isidoro Valcárcel Medina y recibió en 2021 el Premio a la Crítica de Arte Joven de AMCA. Además, formó parte del DIDDCC, el grupo de investigación del Museo CA2M de Móstoles. Actualmente, forma parte del equipo motor de “invertebrados” (un proyecto destinado al pensamiento crítico sobre arte contemporáneo, cultura y estética que se materializa en unas jornadas celebradas anualmente en Logroño) y es residente dentro de “Tejidos Conjuntivos”, el Programa de Estudios Propios del Museo Reina Sofía.
De su autoría, ver también El eterno retorno de la Ciudad Creativa. Una deriva muy interesada e incluso perversa del arte callejero, en nuestro número anterior.
Imagen de portada: Andrea Galvani, The End (Action #5), 2015. Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa”. ©Andrea Galvani Studio.
Sobre la cuestión del futuro, ver también “Para que la vida pueda ser menos sufriente e injusta, más creativa y alegre”. Sobre Futuridades y política posutópica, por Ezequiel Gatto en nuestro número anterior, y la introducción a ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no? “Recuperemos alguna idea de futuro o alguien lo hará por nosotros”, por Alejandro Galliano en nuestro número 184.
De EXIT, ver también en café de las ciudades ¿Para qué sirven los museos? “No todo van a ser desgracias” y Anastasia Samoylova en la Fundación Mapfre de Madrid.
EXIT MEDIA es una plataforma cultural especializada en la creación y difusión de contenidos de actualidad del sector artístico y editorial, la crítica y la cultura visual contemporánea, con más de veinte años de trayectoria. Centrada en las artes visuales en general y en la fotografía en particular; trabaja desde el presente de la creación y el pensamiento cultural a través de distintos soportes.
“Junto al análisis actualizado de la cultura y el arte actual publicado en EXPRESS, conviven los nuevos contenidos centrados en fotografía contemporánea de la revista EXIT. Los contenidos más históricos producidos desde 1999, junto a los más actuales, crean un ARCHIVO único, facilitando su acceso por temas, autores, artistas, fechas, etc. que irá completándose progresivamente. Además, en nuestra TIENDA se pueden adquirir todas las revistas y libros editados por la editorial, así como obras fotográficas, ediciones limitadas y en exclusiva firmadas por nombres esenciales de la fotografía actual nacional e internacional, a un
precio exclusivo”.
…abordar el tema del paisaje: Con todo ello, no quiero circunscribir esta serie de consideraciones actuales como si se tratara de algo estrictamente de nuestro tiempo. De hecho, la temática del paisaje, en la pintura y la literatura, fue central durante el periodo romántico y ha sido sin lugar a dudas uno de los grandes temas de la estética y el arte a lo largo de la historia. Sí que quiero, en cambio, poner el foco en torno a una singular intensificación reciente de las reflexiones e investigaciones (teóricas y artísticas) al respecto de esta cuestión, así como especular sobre sus posibles causas y potencialidades, al mismo tiempo que evaluar sus consecuencias, impacto y relevancia. Para ello, tomo como ejes en torno a los que orbitar o pretextos para reflexionar, cuatro productos culturales recientes: dos exposiciones (Indexar el paisaje y Horizonte y límite) y dos libros (Políticas del paisaje y Estética de la extinción).