¿Qué buscan los milmillonarios, esos que ya ni siquiera son el 1% ni el 0,1% sino más bien el 0,01%, esos a los que alguna vez se estigmatizó con el mote machista de “la puta oligarquía” y hoy reciben inmerecidamente el generoso calificativo de elite (que define excelencia, no riqueza, por eso decimos que es inmerecido); qué busca, en fin, esa gente con su apoyo a las ultraderechas federadas del mundo? Hay por un lado un interés evidente de clase. Es cierto que además de sus intereses, algunos le sienten el gustito al poder. En casos como los de Donald Trump y Mauricio Macri se aprecia esa doble militancia. ¿Qué los motiva más, aumentar sus fortunas o el morbo de los cabildeos e intrigas del ejercicio del poder? ¿O una combinación de ambos?
Antes de seguir con el tema, una reflexión u otra pregunta: ¿es correcto el apelativo de fascismo o neo-fascismo que reciben a menudo esas expresiones? En la práctica, aunque compartan algunos rasgos de autoritarismo, racismo e irracionalismo con el fascismo original, los anarcocapitalistas contemporáneos se diferencian de aquel en que su estrategia es minimizar o directamente eliminar al Estado más que ponerlo al servicio del gran capital. Salvo, por supuesto, en su faz represiva. Hay también una diferencia de calidad intelectual (¿dónde están los Pound, los Terragni, los Marinetti o los D´Annunzio de las actuales alt right?); creo que fue Rodolfo Terragno el que consideraba un elogio inmerecido llamar fascistas a los militares de la última dictadura argentina, brutos, incultos y mediocres además de siniestros. Por comodidad, de todos modos, podemos seguir llamándolos fachos.
Pero volviendo a la pregunta inicial, lo esencial es aquel interés de clase. La adhesión de los políticos libertarios a las ideas delirantes de la “escuela austríaca” o de Ayn Rand y sus hipótesis sobre el mercado como el mejor distribuidor de recursos aseguran una aun mayor concentración de la riqueza para las setecientas u ochocientas mil personas más afortunadas del mundo, o los 5.000 de la Argentina.
Nos conviene asumir y trabajar la primera opción; la otra es psicologista, no es política. Y esto es político, esto es conflicto de clases y los oligarcas ya han conseguido alianzas para pelearlo.
MC (el que atiende)
Imagen de portada: cartel callejero en Montevideo. Alude al documental ¿A quién le importa la ciudad?, de 1983.