Decíamos en septiembre que “dos de las tres candidaturas que pueden ganar las elecciones presidenciales de Argentina comparten una convicción: creen que el mercado es el mejor distribuidor de recursos en una sociedad”. Tanto la comparten que la que ganó sumó a la que salió tercera para el balotaje y ahora para acompañarla en su “primera etapa” de gobierno. Los anuncios iniciales parecen inclinarse a un neo-menemismo privatizador noventista más que al anarquismo de derecha, al neoliberalismo más que a la uto-distopía libertaria, por ahora (solamente por ahora, como decía el latiguillo de un relator de fútbol en aquellos noventa).
Las áreas relacionadas al territorio y la ciudad estuvieron demasiado dispersas en el gobierno que termina; ahora se concentrarán… para demolerlas. El Ministerio de Infraestructura nucleará obras públicas y transporte con la consigna de esperar inversiones privadas y eliminar subsidios. También tendrá a su cargo el área de vivienda (que inicialmente se pensaba asignar al Ministerio de Capital Humano); los primeros anuncios hacen prever una apuesta al crédito privado, la mágica desregulación de alquileres y quizás el desembarco del subsidio a la demanda, sobre un colchón de absoluta desregulación de suelo (no demasiado lejano, en todo caso, a la propuesta de dos millones de lotes en terrenos del Estado que formulara la coalición derrotada). Es posible que sobre esa base se intente encauzar lo que quede de la integración socio-urbana de barrios populares.
Las políticas que vienen son las contrarias a las que hemos propugnado siempre, a las que consideramos necesarias para producir buenas ciudades, buenos barrios, territorios integrados. La planificación es considerada un error o una perversión; el ambiente, marxismo cultural. Vienen tiempos de resistir y construir; construir conocimiento, alternativas, proyectos, futuro. Hay espacios posibles: provincias, municipios, universidades, sociedades profesionales, organizaciones, colectivos. Lo que propone el oficialismo entrante no es nuevo; ya se probó y no funciona. No se trata de esperar su fracaso, se trata de producir lo que vendrá a repararlo.
Párrafo aparte para una nueva construcción discursiva, “los argentinos de bien”, que serían aquellos que apoyan a Milei. Un concepto desafortunado, aún más fascista que aquel de la grieta. Aviva los temores a que se habilite aquella vertiente de intervención estatal que los libertarios admiten: la represión al pensamiento disidente.
MC (el que atiende)
Foto de portada: Cooperativa de vivienda El Molino, en el barrio de Constitución, Buenos Aires. Desarrollo habitacional autogestionado con integración y calidad urbana. Construir conocimiento, alternativas, proyectos, futuro.