50 tonos de verde, un excelente artículo de Camilla Ghisleni publicado originalmente en ArchDaily y traducido por Piedad Rojas para Plataforma Arquitectura, señala adecuadamente las contradicciones del "greenwashing" en la arquitectura y su comunicación. Según Ghisleni, “la profusión de estrategias verdes “ha corrompido la definición misma de sostenibilidad, alejándose del concepto original basado en tres esferas principales: sociedad, medio ambiente y economía”. El tema se ha convertido así en una estrategia de marketing, “absorbida por la industria a través de herramientas que ayudan a impulsar las ventas o justificar prácticas irresponsables”.
Entre los proyectos que perjuran la dichosa sostenibilidad, la autora menciona por ejemplo “los grandes desarrollos residenciales que venden la idea del contacto con la naturaleza, pero para ello deforestan gran parte del área natural, destruyendo ecosistemas, para luego aplicar un techo verde y utilizar plantas nativas en el paisajismo”. Cuestiona también la conocida certificación LEED, quizás la más conocida en el mundo, ya que sus criterios abordan solo el aspecto ambiental de la sustentabilidad pero ignoran los pilares sociales y económicos, y propugna la búsqueda de sistemas locales y apropiados, que consideren la calidad arquitectónica y la adecuación al contexto.
Finalmente, festeja como señal de un cambio de dirección la elección del Premio Pritzker 2022 para el arquitecto burkinés Diébédo Francis Kéré, “precisamente por presentar un proceso de diseño colaborativo que involucra a la comunidad, con el uso innovador de materiales y técnicas vernáculas que se enfocan en el confort ambiental y la calidad espacial”. Nos unimos a este aplauso y compartimos la crítica expresada por Ghisleni.
MC (el que atiende)