Entente Cordiale

En “Los Convenios Urbanísticos perjudican a la Ciudad”, nota publicada en la sección La 0,3 de ARQ el pasado martes 30/11, Nestor Magariños explica con rigor y precisión los problemas que ocasiona a Buenos Aires la actual y enrevesada aplicación de este instrumento de normativa y gestión. Magariños remite el origen de dichos convenios al Código de Planeamiento Urbano de 1977: “Su existencia está fundamentada en la necesidad de observar situaciones de parcelas que, por su tamaño, por su participación porcentual en la manzana que las incluye o por la irregularidad de la manzana que las contienen, acreditan la posibilidad de no utilizar las normas de tejido generales establecidas en el Código Urbanístico. Como principio, se han referido a parcelas de más de 2.500 m2” (aunque en su origen, se planteaban para predios mayores a 5.000 m2).
Con su actual instrumentación, dejan de ser un procedimiento para superar la arbitrariedad e incertidumbre de una situación excepcional para, en sentido contrario, generar excepciones que “vulneran principios básicos del derecho urbanístico como son la razonabilidad y la igualdad ante la ley. Tampoco pareciera lógico aplicar la figura de convenio en las Urbanizaciones Especiales ya que suponen una alteración de planes de sector de larga data. Y tampoco parece sensato aplicar esta figura a terrenos públicos de reciente venta: queda en el aire la sensación de que los compradores han pagado por los terrenos menos de lo que correspondía”. Magariños menciona también los efectos perversos sobre el mercado del suelo (“¿Cuánto vale un terreno en CABA?, ¿el valor que resulta de la constructibilidad que asigna la norma o de la que resulta de las "negociaciones" de los propietarios con las autoridades de la ciudad?”) y sobre el mercado laboral de los arquitectos, ya que “no importa tanto la maestría en el ejercicio de la profesión, como la capacidad de alterar las normas urbanas”.
Esta profusión de convenios urbanísticos y la insistencia en una política irracional de venta de tierras públicas pueden ser una versión contemporánea del viejo “bloque cementero” o blocco edilizio pero, también, el inicio local de los procesos de financiarización urbana que describe Víctor Delgadillo en este número. Días atrás, la Academia de Arquitectura y Urbanismo incorporó a su biblioteca digital Buenos Aires y algunas constantes en las transformaciones urbanas, el notable libro de Fernando Diez. Un cuarto de siglo despues de su publicación original, su lectura en este contexto genera la expectativa de una continuidad en esa aproximación a la ciudad como proceso de transformación determinado por la historia regulatoria y tipológica de la ciudad.
MC (el que atiende)