La pandemia del COVID-19 introduce una nueva variable de vulnerabilidad territorial, que se suma a las ya existentes: la ambiental (cambio climático, agotamiento de recursos, pérdida de biodiversidad, inundaciones, sequías, contaminación, etc.) y la social (precarización laboral, exclusión, desigualdad, puesta en crisis del comercio tradicional, etc.).
Para esas vulnerabilidades se habían previsto diversas soluciones antes de la emergencia sanitaria, en algunos casos con mucho consenso técnico pero no siempre incorporadas o aceptadas por la sociedad y la política. También hay que decirlo, con muy distintos grados de implementación real.
La pandemia requiere o sugiere otras soluciones, que a veces coinciden con algunas de las planteadas para la vulnerabilidad social y ambiental (renta ciudadana, alimentación local) y otras parecen entrar en conflicto (ciudad compacta, densidad, transporte público).
Será necesario conformar como guía para la acción una suerte de matriz de doble entrada de configuraciones territoriales y riesgos sanitarios, sociales y ambientales. Con esta base se pueden plantear soluciones concretas para distintos casos, ya que resulta imposible dar una respuesta universal (cómo muchas veces se ha pretendido plantear).
A modo de ejemplo, será necesario:
- Replantear condiciones de habitabilidad en la ciudad central, garantizando el acceso al espacio libre y a la amplitud en situaciones de densidad y el acceso universal a los atributos de la urbanidad.
- Resolver situaciones de “rururbanidad” sustentable en la interfase entre ciudad consolidada y ruralidad extensiva.
Se trata de un conjunto de programas a operar en la práctica desde hoy, no un “destino histórico inevitable”, porque el destino no está escrito en ninguna parte.
MC (el que atiende)