Los
lectores/as enviaron estos mensajes a cartas@cafedelasciudades.com.ar
(los
mensajes para la columna de Mario L. Tercco se envían desde
Terquedades)
Estimados,
les enviamos la edición de la charla
sobre Cuestión Metropolitana que realizamos en la
Cámara de Diputados de la
Nación con las presencias de Pedro Pirez, Marcelo
Corti, Liliana Parada y Carlos Raimundi. Gracias.
Gabriel Palumbo, Buenos Aires
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Les
envío el Boletín
electrónico de la Federación Panamericana de Arquitectos
(FPAA) que, aunque muy simple, es el primero de esta gestión
y posiblemente el comienzo de poner en pantalla a la organización.
Eduardo
A. Cunha Ferre, Corrientes
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¡La
revista está espectacular!.
Saskia Sassen, Nueva York
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Siempre
es un placer leer sus reflexiones, especialmente (cada uno tiene
sus gustos) sobre cine y ciudad. Me hizo ruido, sin embargo,
la valoración tan taxativa de “Las Invasiones Bárbaras” en la nota De villero a millonario (miseria y violencia
urbana en el cine reciente), del número 78.
A mí, por el contrario, me quedó en la
memoria como una película con un posicionamiento bastante más
ambiguo... distante. Finalmente, el Estado de Bienestar también
terminó generando sus propias miserias, sólo que el posterior
espanto del liberalismo salvaje (más bien bestial) nos llevó
a idealizar “those good
old days”. El hijo del progre agonizante, con su cínica eficacia
posmoderna, tampoco está presentado como un personaje muy digno
de emulación, ¿no? ¿O es que recuerdo lo que quiero recordar?
Sergio
Zicovich Wilson, Buenos Aires
R.
(N. de la R.:
enviada oportunamente al lector desde nuestra redacción): Discutí
mucho sobre esa película en su momento; no conozco mucha gente
que piense como yo al respecto, pero en su momento me molestó
mucho el desprecio por las instituciones del Estado de Bienestar
y por los pasados progres de los protagonistas. El personaje
del hijo, a mi juicio, está mucho mejor tratado; es el resolvedor
de problemas y el que en definitiva concreta los deseos del
padre. Me impactó especialmente la presentación del hospital
canadiense como un castigo que se autoimpone el moribundo por
haber apoyado la socialización de la medicina... Los sindicalistas
son corruptos, los organismos de cooperación universitaria un
curro, y como señalas vos, el único eficiente es el yuppie,
que hasta redime a la muchacha drogadicta. La
revista El Amante también le pegó mucho en
su momento, pero más por su pesimismo rentable que por lo que
yo señalo. Me pareció que en Gran Torino (a pesar de que Eastwood,
tengo entendido, es muy republicano y casi reaccionario en su
vida personal) consciente o inconscientemente se plantea la
operación inversa. MC
(N. de la R:
nuevo mensaje de SZW):
Sin
dudas, no es la tuya una reflexión a la ligera. Sigo pensando
que el asunto tiene más matices. Por ejemplo, que el pibe tenga “éxito” en la gestión que encara no sé si es tanto -en
la lógica de la película- porque es “mejor” como por estar “mejor
adaptado” a un contexto (ojo con las interpretaciones interesadas
de Darwin, que nunca dijo que sobrevivían los mejores). Puede
casi estar ahí para representar, precisamente, como el neoliberalismo
aprovechó los aspectos en que el Estado de Bienestar se corrompía
(eso también es cierto, botón de muestra: ENTEL, empresa telefónica
estatal en la
Argentina hasta el gobierno de Carlos Menem)
para imponer su lógica alternativa.
Como
sea, ante tanto marine yanqui que viene a poner orden en el
mundo aterrado por los fedayines, niñitos tercermundistas que
son buenitos por definición, intelectuales franceses determinados
biológicamente a ser ingeniosos y cínicos y todas esas unidimensionalidades
tan propias del cine, que una película sea suficientemente ambigua
para permitir este cambio de ideas ya la hace, a mi juicio,
interesante. Un abrazo
Sergio
Zicovich Wilson, Buenos Aires
N.
de la R.: Sergio
es autor del guión para un largometraje cinematográfico,
“UNO”, uno de los 5 finalistas -sobre un total de 350 guiones
Españoles e Hispanoamericanos- en el VI Premio SGAE de Guión
“Julio Alejandro”, concurso promovido por el Instituto
Luís Buñuel y
la Sociedad General
de Autores y Editores de España en el marco del Festival de
Cine Español, en Málaga.
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Estoy
haciendo la Maestría en periodismo
de la Universidad
de San Andres y el Grupo Clarin. Como parte de la maestría tenemos
que elegir un barrio de Buenos Aires y durante un año hacer
notas de ese barrio. Yo elegí San Isidro porque crecí (desde
los 6 a los 22 años) en la zona. Después me fui
a vivir a Estados Unidos y regrese hace 2 años. Leí la nota
sobre los 300 años de San Isidro
y me parecio muy buena.
Gustavo
Mariel, Buenos Aires
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Estupendo
sitio, recién lo conozco. Y les pregunto. ¿Tienen alguna compilación
de las buenas prácticas de las ciudades? Me interesa conocerlas.
Rosa
María Perez Vargas, México
R:
Rosa, está disponible el listado de Premios
a las Buenas y Malas Prácticas Urbanas otorgados
en los sucesivos Concursos realizados desde 2004, y desde allí
se puede incluso acceder a la totalidad de las presentaciones.
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En
el articulo La
construcción de un Parque Social en Buenos Aires,
del número 74, casi al final mencionan: “Las
fases posteriores tienen que ver con la preparación del entorno
y herramientas que sustentan el proceso. Esto implica la elaboración
de un mapa que permita visualizar todos los componentes de la
red y sus ofertas. Una herramienta complementaria es la confección
de un sitio en
Internet que facilite trabajar en conjunto con el
mapa como una suerte de agenda local del espacio público, una
línea de tiempo”. Me interesa mucho visitar dicha página,
¿me pueden pasar la dirección o en su defecto, ponerme en contacto
con los autores del articulo? Muchas gracias, felicitaciones
por su excelente revista.
Jose
Dorazco, Jalisco
R.:
Los sitios referidos son, respectivamente, los blogs de Guillermo
Tella y el Parque
Social del Abasto.
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Me
pareció sencillamente excelente el homenaje a Alfonsín en la
presentación
del número 78, y ¿saben?, me han ilustrado después
de diez años de compartir experiencias con argentinos: hoy entiendo
mejor muchas cosas. Rindo también mi humilde homenaje, como
latina, como dominicana y compatriota de un dominicano que lo
dio todo por las aulas en Argentina, don Pedro Henríquez Ureña.
Miriam
Ventura, Nueva York
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Excelente
la presentación
del número 78, referida a Raúl Alfonsín.
Andrés Borthagaray, Buenos Aires
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Algo
más que le debemos a Alfonsín *
Ciertamente,
las honras populares que estamos viendo en los medios son conmovedoras
por auténticas, espontáneas y honestas, es decir, al margen
de la intervención manipuladora del gobierno. Además, porque
Alfonsín muere en el llano de la política, mientras desde la
cúspide del poder lo venían ninguneando
desde el 2003.
También
resultan creíbles las declaraciones de pena y reconocimiento
de la mayoría de los políticos conocidos; muchos por ser de
buena cepa, aunque a menudo la politiquería nos haga parecer
lo contrario; otros porque valoran en él lo que hubieran
querido tener.
El
dolor por la muerte del guerrero es en general sincero, salvo
en algunos que habrían preferido que no se muriera precisamente
antes de las elecciones del
28 de junio...
Es
que con su muerte, está dando el último combate como
el Cid Campeador y seguramente el triunfo signará su esfuerzo.
No
es cuestión de radicalismo o peronismo, sino de nación, sociedad
y democracia, y por haber contribuido a la toma de conciencia
de los argentinos en estos tres aspectos, integrará desde ahora
la mítica línea nacional. Pero a diferencia de las veces anteriores,
no va a hacer falta que los escribas del
nacionalismo ni los del
nacionalismo popular en cualquiera de sus versiones construyan
el relato habilitante para su instalación en el Olimpo de la
patria contracultural.
Ahora
es diferente la situación, pues si antes era fácil plantear
el sentido rupturista de San Martín, Rosas, Yrigoyen y Perón
con los sectores y poderes oligárquico- conservadores, en Alfonsín
hay que añadirle a esas mismas luchas la que llevó a cabo como
nadie antes en contra de un populismo vergonzante y corrupto
y, en consecuencia, en favor de la dignidad humana, superando
los ejes de soberanía y justicia social no para suplantarlos
sino para reformularlos en el eje de la igualdad social y la
libertad, bases del sistema republicano sobre las que se asienta
la justicia.
Así,
con su austeridad y su espíritu democrático, Alfonsín da las
lecciones que otros no nos dieron, porque bien pudo haber declamado
acerca de la distribución de la riqueza como el máximo concepto
político programático, pero nos enseñó -aunque no lo quieran
algunos, aunque les dé vergüenza admitirlo por haberlo tenido
que aprender de un extrapartidario- que sin autonomía intelectual
y moral no existe ciudadanía, y que ésta es incompatible con
la condición de borregos y clientes. Por eso se recordará siempre
su lucha en pro del
funcionamiento de las instituciones y en contra de los liderazgos
personalistas.
Esa
enseñanza la dio toda su vida, pero una gran parte del
peronismo la aprendió dolorosamente a partir de una derrota
partidaria que fue un triunfo de la
nación. Ciertamente, muchos argentinos jóvenes
lo aprendieron antes, y pagaron con sufrimientos y horrores
diversos ese aprendizaje.
Pero
fue gracias a él que millones de argentinos repararon en que
el ideario del liberalismo político no era mala palabra, que
la democracia orgánica tampoco y que de nada servía vivir procesos
históricos de democracia inorgánica cargados de promesas reivindicatorias
del pueblo, pues la experiencia histórica demostraba fatalmente
que se convertían en procesos autocráticos, basados en la entrega
incondicional de las masas al jefe, al caudillo o al líder,
y en la posterior dominación de éste sobre todos.
Gracias
a él, directa o indirectamente, por haber sido derrotados o
por escuchar y por ver otras formas reales y no declamadas de
hacer política, muchos argentinos tuvieron vergüenza y asco
al ver en lo que se había convertido la famosa causa nacional
que los tenía por miembros.
Gracias
a él comenzaron a ver que el culpable no era el otro, especialmente
el radicalismo, sino que las responsabilidades eran de todos.
Todo
eso lo aprendieron durante la presidencia de Alfonsín, algunos
con alegría, honestamente, otros con resentimiento.
Por
eso, hoy el guerrero recoge el llanto de los que quedan porque
él respetó a los ciudadanos antes que cualquier otra cosa. Por
eso mismo sus errores y limitaciones, mucho menores que otros
predecesores de la
línea nacional, resultan insignificantes
cuando se mira hacia atrás.
Gracias
a él muchos argentinos aprendieron y siguen aprendiendo -incluidos
muchos que se niegan a admitirlo- a no dejarse llevar de las
narices por los embaucadores, a no rifar el alma por un plato de lentejas.
Como puede comprobarse, el valor inexistente es siempre el más apetecido.
Carlos
Schulmaister, Villa Regina
*
Publicado originalmente en el Diario Río Negro
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Agradecemos
los mensajes y el aliento de María Aslan, Alejandro Rossi Grosso,
Guillermo Tella y a todos los suscriptos en el mes de abril.
Con
especial agradecimiento a Manuel Herce