Participé días atrás del seminario internacional “Ciudades Creativas: El impacto de la cultura en el territorio y la economía urbana”, en Santiago de Chile, una excelente iniciativa del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Los expositores locales e invitados presentaron un completo e ilustrativo panorama de teorías y prácticas sobre esta cuestión central en la gestión contemporánea de nuestras ciudades.
La organización del encuentro me encargó presentar una puesta en relación de ciudad, espacio público y participación. La ciudad en sus aspectos físicos (espacio público, territorio), sociales y políticos (participación), económicos y culturales; vale decir, la casi totalidad de sus dimensiones esenciales… A fin de evitar la tentación que supone hablar de “todo” (soberbia y trampa del conferencista), me limité a presentar unos pocos casos que me permitieron expresar algunas proposiciones sobre estos temas (no es mi fuerte el análisis más estructural):
Primera proposición, preliminar: el cruce de estas dimensiones, en términos de matemática de conjuntos, acota el problema pero a la vez amplía (digamos que enriquece) a los respectivos conjuntos.
Segunda proposición: espacio público y participación social no son siempre un matrimonio armonioso. Más a menudo la relación está marcada por el conflicto y, en casos extremos, pero no raros, por la violencia. Nuestra reivindicación contemporánea del espacio público suele encubrir (voluntaria o involuntariamente) la relativa novedad histórica de su concepción moderna, universal e inclusiva.
Tercera proposición: a diferencia de las casi siempre fecundas interrelaciones entre cultura popular y cultura oficial (o entre cultura arrabalera y “alta cultura”, v.g. los músicos de formación clásica que en la Buenos Aires de hace 100 años tomaron una música prostibularia y vulgar y la transformaron en lo que hoy conocemos como el tango), las relaciones entre cultura y economía pueden derivar en procesos de esterilización cultural, a los que agrupamos bajo el común denominador de la banalización de contenidos.
Para el final, la Cuarta proposición: como todo desarrollo económico que se pretenda sustentable, la Economía Creativa debe asegurar la reproducción de sus recursos. La Cultura se nutre de rebeldía social y de contradicciones urbanas. Se nutre en definitiva de la multiplicidad dimensional de la ciudad abierta.
MC (el que atiende)